Comentario a las lecturas bíblicas del domingo 33º B Los signos y los conflictos muestran el camino del Hijo del hombre
La batalla entre dos bandos llegará a su fin y el “jefe del ejército celestial”, Miguel, salvará a su pueblo luego de un tiempo de angustia. Y los que fueron fieles y están inscritos en el libro, “brillarán como los astros” y se levantarán de la muerte.
El contraste entre la ofrenda de cada año de los sacerdotes antiguos y la ofrenda “de una vez para siempre” de Cristo revela al autor de la carta la eficacia y perfección de su sacerdocio definitivo.
Usando imágenes tomadas de la literatura apocalíptica (venida cósmica del hijo del hombre) y de la vida cotidiana (brotes de la higuera) Jesús anuncia la inminencia de su venida lo que invita a la comunidad a tener una actitud de confiada esperanza.
Usando imágenes tomadas de la literatura apocalíptica (venida cósmica del hijo del hombre) y de la vida cotidiana (brotes de la higuera) Jesús anuncia la inminencia de su venida lo que invita a la comunidad a tener una actitud de confiada esperanza.
| Eduardo de la Serna
Los signos y los conflictos muestran el camino del Hijo del hombre
DOMINGO TRIGESIMOTERCERO - "B"
Eduardo de la Serna
Lectura de la profecía de Daniel 12, 1-3
Resumen: la batalla entre dos bandos llegará a su fin y el “jefe del ejército celestial”, Miguel, salvará a su pueblo luego de un tiempo de angustia. Y los que fueron fieles y están inscritos en el libro, “brillarán como los astros” y se levantarán de la muerte.
El libro de Daniel está concluyendo (los capítulos 13 y 14 son añadidos en la Biblia griega). El acento está puesto en un libro en el que se han inscrito los nombres de algunos y es posible que se inspire en Jer 30. Se trata del “libro de la vida” que en la literatura posterior desempeñará un papel importante (Sal 69,29; Fil 4,3 y Ap 3,5; 13,8; 17,8; 20,12.15; 21,27; 22,19). Son frecuentes los registros con nombres (cf. Ex 32,32). El autor pretende aquí dar una respuesta, o comienzo de una, sobre el tema de los muertos. El gran problema, propio de la literatura apocalíptica, es el de los muertos provocados por los enemigos a causa de su fidelidad. ¿Cómo es posible que los muertos sean matados si nosotros sabíamos que los justos serán bendecidos por Dios (entre otras maneras, con una larga vida)? ¿Cómo es posible que los malos triunfen? Esto es visto como un “misterio” (término frecuente en la literatura apocalíptica), algo que no podemos comprender del plan de Dios en la historia, pero que en algún momento se “revelará” (recordar que “apocalipsis” significa “revelación”). Dios revelará lo que ocurre con los justos, incluso después de muertos. [Para ser precisos no todos los apocalipsis esperan una resurrección de los muertos, pero sí es el caso de muchos, y entre ellos del texto de Daniel que toca comentar].
Esta situación es imaginada como una lucha entre dos ejércitos, el ejército del mal (en el caso de Daniel, los griegos seléucidas que matan a los que se mantienen fieles a Israel; en el caso del Apocalipsis los romanos que intentan imponer por la fuerza el culto al Emperador) y el ejército del bien y la vida. La lucha será dura y el “pueblo” padecerá mucha “tribulación” (thlipsis) hasta que llegue Miguel y lo salve. Él conduce el ejército y la lucha con el Diablo (que en la literatura apocalíptica tiene muchos nombres: Satanás, Belial, Belzebul, serpiente antigua, etc…; ver Ap 12,7 [es ajeno a la Biblia pensar que Satanás pelea con Dios, y es casi idolátrico. La lucha – simbólica, apocalíptica – es entre dos ejércitos conducidos por dos generales y – evidentemente – la Biblia no ve a Dios como un general sino, en este caso, como un rey]).
La novedad, en este caso es que los muertos – imaginados como durmientes – se levantarán (anístêmi; cf. Ez 37; Is 26,19; 66,23-24). Algunos se transformarán en estrellas o astros y brillarán por toda la eternidad. Pero esto todavía es algo que ha de esperar un tiempo (“en aquel tiempo”, “entonces”) que anticipadamente la literatura apocalíptica simplemente “revela”.
Lectura de la carta a los Hebreos 10, 11-14. 18
Resumen: el contraste entre la ofrenda de cada año de los sacerdotes antiguos y la ofrenda “de una vez para siempre” de Cristo revela al autor de la carta la eficacia y perfección de su sacerdocio definitivo.
La carta a los Hebreos sigue contrastando el sacerdocio antiguo con el único sacerdocio nuevo de Cristo. La frase clave es que esto es “de una vez para siempre”. El contraste viene dado entre las ofrendas, “muchas veces los mismos sacrificios”, de los sacerdotes antiguos y el “único sacrificio” de Cristo. Para el autor, la repetición constante (cada año) revela la ineficacia.
Una nota sobre los “sacrificios”. El término “sacrificio” es muy ambiguo y se presta – o puede prestarse – a malos entendidos. En su origen significa que algo “es hecho sagrado” (sacrum faciens). Un cordero, por ejemplo (que es un animal apto para el sacrificio, ya que no cualquiera lo es; algunos dicen que es como una suerte de “comida de Dios” y lo que no se puede comer, por ser impuro – un cerdo, por ejemplo – tampoco puede presentarse en sacrificio. Quizás sea exagerado pero es ilustrativo) para ser hecho sagrado ha de presentarse en el Templo y – se está pensando especialmente en el sacrificio de corderos para la fiesta anual de la Purificación en la que el Sumo Sacerdote entra por única vez en el año en la parte exclusiva del Templo llamada “Santo de los Santos” – y es quemado íntegramente para que el humo llegue hasta Dios. El sacrificio es sangriento y para ello el cordero es “transformado”. Propiamente hablando, es evidente que la muerte de Jesús no fue un sacrificio sino un crimen. Nadie realizó ningún ritual en su ejecución, nadie presentó a Dios una ofrenda. Lo que hubo fue un juicio (fraudulento, por cierto) y una pena de muerte. El autor de Hebreos, que hace una lectura espiritual, o simbólica, lo interpreta en esa clave como tal. Sin duda que puede decirse que Jesús “hizo santa” su ofrenda de vida, su auto-donación, pero propiamente hablando no se trató de sacrificio.
El hecho de que los sacrificios se repitan manifiesta que no han quitado el pecado. Precisamente la donación de sí de Cristo ha quitado definitivamente el pecado de la humanidad. Obviamente, si ya no hay pecado, ya no hay necesidad de ofrendas ni de sacrificios.
Y, culmina, esto “perfecciona” a los que “santifica”. El término “perfeccionar” es muy frecuente en la carta (9x) y en Núm 3,3 – la versión griega de LXX – se aplica al sacerdocio de “los hijos de Aarón” (literalmente dice que “hizo perfectas las manos”). En 10,1 había dicho que la Ley, que es sombra, “nunca puede hacer perfectos a los que se acercan”. Ahora destaca que mediante una única ofrenda “lleva a la perfección a los santificados”.
+ Evangelio según san Marcos 13, 24-32
Resumen: usando imágenes tomadas de la literatura apocalíptica (venida cósmica del hijo del hombre) y de la vida cotidiana (brotes de la higuera) Jesús anuncia la inminencia de su venida lo que invita a la comunidad a tener una actitud de confiada esperanza.
Como es habitual a fines del año litúrgico las lecturas hacen referencia al fin de los tiempos, a la venida de Jesús. El clima es de “conflicto” (thlipsis). El acento del texto litúrgico viene puesto en el “después” de las diferentes etapas que ha venido señalando el discurso; el personaje futuro esperado en muchos textos apocalípticos, el hijo del hombre (cf. Dan 7,13), aparecerá en medio de imágenes cósmicas también frecuentes en las imágenes apocalípticas del fin, o del “día de Yahvé” (cf. Jl 2,10; 3,15; Is 13,10; 34,4; Ez 32,7-8; Am 8,9; y en el NT: Hch 2,20; Ap 6,12-14; 8,12; 9,2) llegando entre nubes con gloria y poder (cf. 8,38; 14,62; Mt 10,23; 1 Tes 4,13-18; cf. Dn 7,13). La idea está puesta en que lo antiguo ya no cuenta porque la novedad inaugurada por el hijo del hombre señala el comienzo del mundo nuevo; la transformación que se avecina es absoluta y este hijo del hombre pretende reunir junto a él a los elegidos, término que alude a Israel (ver Dt 30,4-5; Is 11,11.16;27,12; 60,4-5; Ez 39,27; Os 11,10-11 Zac 2,6-112 [LXX] y apócrifos como 1 Henoc y 2 Esdras) reunidos de los cuatro vientos de la tierra.
La imagen de la higuera sirve para aludir al breve tiempo intermedio entre las flores y el fruto para hacer referencia al tiempo limitado que habrá entre la destrucción del Templo anunciada en 13,2 y la venida próxima del Hijo del hombre. La parábola invita al discernimiento; hay que saber leer los signos de los tiempos.
“Esta generación” sin duda alude a la contemporánea a Marcos, no a Jesús. Es esa la que tiene delante de sí la credulidad o incredulidad frente a Jesús.
Por eso la comunidad está llamada a la vigilancia ya que nada permite saber el momento (ni el Hijo). La actitud vigilante es la característica de los tiempos finales, pero no la de la búsqueda de señales de la llegada sino la de la espera confiada en la venida. Los ángeles, en Dn 12,11-13 parecen querer calcular el tiempo del fin (1290 días en v.11 y 1335 en v.12), como también en Dn 9,24-27 donde la historia parece dividida en períodos. La apocalíptica es útil para vislumbrar imágenes del futuro, pero no es útil para saber todo, tiene sus límites.
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