Un santo para cada día: 19 de enero Beato Marcelo Spínola (El abogado de los pobres)
El hecho de que un hombre voluntariamente renunciara al título de Marqués de Spínola para convertirse en el “Arzobispo de los mendigos”, necesariamente ha de interpretarse como un gesto de profunda humanidad
El 14 de enero de 1935, en la isla de San Fernando contigua a la bahía gaditana, nacía el descendiente del marquesado de los Spínola. “Todo el azul de la bahía gaditana, dice Francisco Gil Delgado, llevaba Marcelo Spínola en sus ojos. Toda aquella luz había anidado en su talento. Toda su gracia le había llenado el alma. Allí nació, en San Fernando, el 14 de enero de 1835, a las seis de la mañana, cuando el alba empezaba a besar los resoles de la sal”. Era el segundo de los ocho hermanos, pero a él correspondía heredar el título, ya que la hermana que le había precedido quedaba excluida por ser mujer. Sus padres Don Juan Spínola y Doña Antonia Maestre, veían en este niño varón sus esperanzas cumplidas y sobre él a partir de ahora habrían de gravitar sus expectativas de futuro, que aparecían ante sus ojos como bastante previsibles. Con el paso del tiempo y siguiendo una tradición centenaria, este niño estaba llamado a convertirse en un noble señor que añadiría honra y prestigio al escudo de la casa. Al día siguiente fue bautizado en la parroquia de S. Fernando, ciudad en la que habría de pasar sus primeros años de infancia llamada a ser muy agitada, debido a los constantes traslados de su padre. A pesar de todo su esmerada educación pasó a ser asunto prioritario y los continuos traslados en manera alguna iban a ser motivo para interrumpir sus estudios.
A Los diez años le vemos en Cádiz cursando en el colegio de Sto. Tomás el primer curso de bachillerato, pasando posteriormente por Motril y Valencia, para acabar en Sevilla donde obtiene la licenciatura en Derecho, pero el carrusel habría de continuar. Nombrado su padre comandante del puerto de Huelva, la familia tiene que trasladarse a esta ciudad, en la que con 21 años el joven letrado abre un bufete de abogado. El tiempo en que está aquí se desvive por defender la cusa de los pobres, lleva adelante los pleitos de la gente que no puede pagar y adquiere una popularidad tal que se le conoce ya en la ciudad como el “ Abogado de los pobres”, pero nuevamente por traslado de su padre pasa a vivir a Sanlúcar de Barrameda , donde iba a suceder algo inesperado para la familia de los Spinola, que se entera de que Marcelo abandonaba su carrera porque había tomado la decisión de hacerse sacerdote y tenía que prepararse por libre, sin necesidad de tener que ingresar en el seminario, encargándose de su formación religiosa el canónigo Diego Herrero. Cuando se cumplieron las condiciones canónicamente establecidas, fue ordenado sacerdote el 21 de mayo de 1864 el mismo día que moría su hermano Rafael a muchos kilómetros de allí.
Una vez ordenado sacerdote, van a comenzar los distintos nombramientos. El primero de ellos iba a ser el de capellán en Sanlúcar de Barrameda, donde desarrolló su ministerio pastoral con celo y dedicación, luego sería nombrado, párroco de S. Lorenzo en Sevilla, donde se ocuparía de la famosa cofradía de Jesús del Gran Poder, llevando a cabo una serie de iniciativas con miras a la formación de las clases más pobres. En el 1879 fue nombrado canónigo de la catedral hispalense y al año siguiente fue nombrado obispo auxiliar de esta misma diócesis. A la muerte del arzobispo de Sevilla, fue trasladado a Coria-Cáceres, donde pudo realizar una labor intensiva y eficaz a pesar del poco tiempo que permaneció en esta diócesis, ganándose el cariño y la confianza de todos. Estando aquí se le presentó la ocasión de visitar Las Hurdes, comarca que pertenecía a esta diócesis y pasaba por ser la zona más depauperada de España. Durante este periodo fundaría la Congregación de las Esclavas Concepcionistas del Divino Corazón, el 26 de junio de 1885. De Coria pasaría a ocupar la diócesis de Málaga, donde D. Marcelo se daría a conocer por su celo apostólico en promover las obras e instituciones sociales, por su capacidad administrativa en asuntos de su competencia y por el impulso a favor de la formación religiosa de niños y jóvenes.
Finalmente se produjo el regreso a su querida Sevilla, al ser nombrado el 2 de diciembre de 1895 arzobispo de esta sede arzobispal. Aquí le esperaban días tristes porque entonces todo andaba revuelto en España y también en esta capital. Para empezar, fue acusado de integrista, lo que suscitó recelos en algunos sectores y además se vio envuelto en una polémica con el arzobispo primado de Toledo, llegando el asunto a Roma desde donde se le ordenó que cortara. Tampoco iban a ser buenas sus relaciones con la Corona. Sus logros iban a estar en el ámbito de la educación y la comunicación. A él se debe que el Seminario hispalense adquiriera el rango de Universidad Pontificia y mérito suyo fue también la fundación del Correo de Andalucía. Es de destacar su actuación motivada por la terrible sequía el 1905, en que se le vio por las calles de Sevilla pidiendo limosna para poder socorrer a los pobres. En aproximadamente un mes, tuvo que realizar dos viajes a Madrid, lo que quebrantó aún más su delicada salud, muriendo a los pocos días en Sevilla el 19 de enero de 1906. El cardenal Spínola será recordado, por su austeridad y fiel cumplimiento de sus obligaciones episcopales y sobre todo por su generosidad para con los pobres.
Reflexión desde el contexto actual:
El hecho de que un hombre voluntariamente renunciara al título de Marqués de Spínola para convertirse en el “Arzobispo de los mendigos”, necesariamente ha de interpretarse como un gesto de profunda humanidad, que, sin duda en unos tiempos de gran sensibilidad social como los que ahora vivimos, es motivo para que incluso quienes viven alejados de la fe se vean obligados a pensar que aunque solo fuera por estos gestos solidarios, el cristianismo, comunitariamente hablando, es bueno y resulta rentable a toda la sociedad.