Un santo para cada día: 21 de noviembre Beata María de Jesús Buen Pastor (Fundadora de “Las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret”)
La sociedad a finales del siglo XIX estaba imbuida de liberalismo político, definido éste como libertad de pensamiento y de expresión, libertad de religión dentro del Estado aconfesional, libertad de asociación, igualdad excepto en lo económico que sería el factor que marcaba las diferencias dentro de una sociedad clasista. Está también el reconocimiento del sufragio universal con la división de poderes. La religión deja de tener un lugar de preferencia y se convierte en una opción como otra cualquiera, en que cada cual ha de decidir libremente con qué credo se queda, porque todo tiene el mismo valor y “lo mismo da, que da lo mismo”.
Este ambiente político-moral es el que se respiraba en el hogar de Franciszka Anna Józef que venía al mundo un 12 de noviembre de 1842, cerca de Varsovia, en el castillo de Roszkova. Ella sería la primera hija del matrimonio entre Adolfo Siedliska y Cecilia Morawska, pertenecientes a la nobleza polaca. Gracias a su institutriz pudo tener una cierta instrucción religiosa, pero el verdadero encuentro con el cristianismo se produciría en el año 1845, a través del P. capuchino Leandro Lendzian, quien se encargó de prepararla para que recibiera la primera comunión y la confirmación.
Sus padres habían hecho proyectos sobre su futuro, si bien ella tenía los suyos propios, que no eran otros que consagrarse por entero a Dios. Cuando dio a conocer a sus padres su determinación, ellos no la comprendieron, muy al contrario, a pesar de ser tan liberales se opusieron. Su padre trataba de convencerla, pero ella se resistía, manteniéndose firme hasta el punto de que, en privado, prometió guardar castidad durante su vida. Las tensiones y disgustos familiares por esta cuestión fueron motivo de que la ya mala salud de Franciszka empeorara y lo mismo sucedió con su madre. Es entonces cuando se abre una temporada de consultas a los médicos, en que muere su padre, haciéndose sentir con más fuerza que nunca su vocación religiosa, que ya sin impedimento familiar, pudo ser al fin canalizado, pero, pobre de ella, ve como se le cierran las puertas debido a su mala salud.
Cuando la situación parecía más desesperada, el P. capuchino le sugirió la idea de fundar la Congregación de la Sagrada Familia y ésta habría de ser la solución. Desde el comienzo se sintió apoyada por su madre, dos terciarias franciscanas ya mayores y sobre todo por el P. Prior, superior general de los Resurreccionistas, cuya experiencia y competencias en estas lides iban a resultar de capital importancia, ayudándola a redactar los estatutos, bajo el lema de “Hágase tu voluntad”.
La nueva Congregación debería dedicarse a imitar la vida escondida y ejercitarse en las virtudes de la Sagrada Familia de Nazareth. Concluidos los Estatutos lo que procedía era obtener el permiso de la Santa Sede, por lo que Franciszka parte a Roma para presentar el proyecto al papa, que lo era por aquel entonces Pio IX, quien la recibió cordialmente y después de revisar detenidamente los estatutos, la congregación de “Las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret” fue aprobada, pudiendo regresar feliz a Polonia para establecer allí la casa madre, pero al llegar a Polonia, se encuentra con que esto no puede ser, porque se lo prohíbe el gobierno ruso, lo que la obliga a cambiar de opinión, decidiéndose finalmente por establecer la casa-madre en Roma en el año 1874. Así se hizo, teniendo a su lado como consejero al P. Semenko. Más tarde en 1881 pudo fundar en Cracovia otra casa, donde juntamente con otras novicias, ella misma profesaría, adoptando el nombre de María Jesús del Buen Pastor. Viajará por distintos países, entre ellos Estados Unidos, París y Londres, hasta llegar a abrir 28 centros. Agotada de tanto viaje su ya débil salud se va resquebrajando. En octubre regresa a Roma para tomar un respiro, pero el 15 de noviembre de este mismo año, sufre una peritonitis aguda de la que no se puede reponer, muriendo 6 días después en la paz de Dios.
Reflexión desde el contexto actual:
El liberalismo del siglo XIX, en el que tuvo que moverse María de Jesús, al igual que el neoliberalismo de hoy, no es ya solo que entran en conflicto con la doctrina social de la Iglesia debido a su ambigüedad moral, es que además no puede escapar de una contradicción interna al defender que todas las posiciones son legítimas, por lo que debieran serlo también aquellas que son radicalmente opuestas al propio liberalismo, según el principio de “todas las opiniones son respetables e igualmente válidas”, pero si esto es así entonces tan legítimo es ser liberal como no serlo y si es igualmente aconsejable ser liberal que no serlo entonces uno se pregunta ¿dónde están las excelencias de esta ideología? ¿No es esto caer en el absurdo y enredarse en su propia dialéctica