Un santo para cada día: 23 de enero S. Ildefonso de Toledo (Patrono de Toledo y de Zamora)
El gran Ildefonso de Toledo, símbolo de nuestra raza y referente del amor mariano por el que siempre se distinguió su tierra quedando ahí para la historia, porque si por algo se distinguió España fue por ser un suelo mariano por excelencia y en esto Ildefonso puede considerarse digno hijo suy
Nació Ildefonso en Toledo hacia el año 607, sus antepasados debieron pertenecer a la nobleza de la etnia goda. Para recomponer la semblanza de una de las personalidades más ilustres de la España Visigoda del siglo VII. ha sido de gran utilidad, aparte de los datos que pueden extraerse de sus obras, el “Elogium beati Ildefonsi” escrito por el obispo Julián, su sucesor y ya mucho más tardía, perteneciente al siglo XIII, disponemos de otra fuente, que es la “Vita Ildephonsi archiepiscopi toletani” de fray Rodrigo Manuel Cerratense. En Toledo por este tiempo existía el monasterio de Agali, centro donde se habían congregado personalidades representativas de la cultura de la España Visigoda y desde muy temprano va a ser un punto de referencia para las aspiraciones de Ildefonso, bien conocido en la ciudad.
Todos sabían de sus inclinaciones monacales, pero su padre trataba de disuadirle de semejante propósito. Lo que él buscaba para su hijo, según parece, era una buena formación cultural, por lo que fue enviado a Sevilla, donde brillaba con luz propia la escuela de Isidoro. De regreso, sus pretensiones seguían siendo las mismas, hasta que un día sin encomendarse a nadie llama a las puertas del monasterio de Agali y allí es recibido con suma complacencia por sus moradores. Dentro de los muros conventuales pudo cultivar la ciencia divina que tanto le apasionaba y tomar el arma de la pluma para defender a su Dama y a su Reina, que algunos ultrajaban negando su virginidad y maternidad divina. En Agali lograría escalar las altas cumbres de la mística, allí sería consagrado diácono, ordenado sacerdote e investido abad de este tan importante monasterio y sobre todo conseguiría ser admirado, querido y respetado por todos. A través de uno de sus discípulos hemos sabido la razón de todo ello.” Era temeroso de Dios, nos dice, religioso, lleno de piedad; en su andar, grave y modesto; paciente y amable en su conducta; insuperable en sabiduría; agudo para razonar y tan favorecido en las gracias de elocuencia, que cuando hablaba dijérase que no era un hombre, sino que el mismo Dios hablaba por su boca”.
El 1 de diciembre de 656 le vemos participar en el X Concilio de Toledo. Tenía muy claro que era de todo punto necesario cambiar la celebración de la Encarnación al 18 de Diciembre para que tuviera la solemnidad y realce que esta festividad exigía; las razones por él expuestas eran de tal peso que llegaron a imponerse por lo que a partir de entonces se haría tal y como Ildefonso había defendido, dejándole plena libertad para que fuera él quien redactara el Oficio litúrgico correspondiente a la festividad de la Maternidad Divina que él con tanto tesón había sabido defender. Un año después sería elegido para ocupar la sede de Toledo que había quedado vacante y en este puesto se mantendría hasta su muerte. Desde este su cargo pudo llevar a feliz término la unificación de la liturgia en España. Como hecho también sobresaliente de su episcopado es obligado reseñar el premio que obtuvo de la Reina del Cielo por la defensa de su maternidad divina y por conseguir que esta festividad se celebrara con toda solemnidad el 18 de diciembre. Berceo nos lo cuenta con el gracejo que le caracteriza:
“Apareciole la Madre del Rey de Majestad
con un libro en mano de muy gran calidad,
el que él había hecho de su virginidad;
a Ildefonso le plugo de toda voluntad.
Y le hizo otra gracia como nunca fue oída,
que le dio una casulla sin aguja cosida:
obra era de ángeles, no por hombre tejida;
dijo pocas palabras, razón buena cumplida.
Díjole: “Amigo, sepas que de ti soy pagada,
que no me buscaste honra simple, sino doblada:
en un buen libro soy de ti bien alabada,
y me hiciste una nueva fiesta que no era usada”.
El cargo de arzobispo de Toledo le mantendría hasta que le llegó la hora de su muerte, ocurrida el 23 de enero de 667, siendo trasladados sus restos a Zamora para ponerlos a salvo de las incursiones moriscas. Es por esto que Ildefonso ostenta el título de patrono tanto de Toledo como de Zamora.
Reflexión desde el contexto actual:
El gran Ildefonso de Toledo, símbolo de nuestra raza y referente del amor mariano por el que siempre se distinguió su tierra quedando ahí para la historia, porque si por algo se distinguió España fue por ser un suelo mariano por excelencia y en esto Ildefonso puede considerarse digno hijo suyo. Justo es que sea recordado hoy por todos, con aquellas palabras de su biógrafo: “Sol de España, antorcha encendida, áncora de la fe”.