Un santo para cada día: 30 de agosto S. Pamaquio de Roma (El administrador honrado)
Otros santos en cambio son modestos y sencillos, no nos asombran ni nos fascinan, sino que nos resultan familiares y en ellos podemos ver un ejemplo de vida asequible que puede ser imitado por los cristianos de a pie
El santoral cristiano nos ofrece semblanzas de santos diferentes. En términos muy generales podemos hablar de dos tipos de santos. Unos fueron protagonistas de hechos prodigiosos por sus talentos o por razón de la dignidad del cargo que ostentaban, capaces de suscitar sentimiento de admiración, pero estos tales caen fuera de la órbita del común de los mortales. Otros santos en cambio son modestos y sencillos, no nos asombran ni nos fascinan, sino que nos resultan familiares y en ellos podemos ver un ejemplo de vida asequible que puede ser imitado por los cristianos de a pie.
Una mezcla de entre ambos es como se nos muestra Pamaquio de Roma, un santo de vida ordinaria, que en su condición de laico se limitó a cumplir heroicamente con sus obligaciones, de modo que todo el secreto de su santidad estuvo en hacer de forma sublime lo que en cada momento y según las circunstancias le correspondía hacer.
Era descendiente de la familia de los Camilos, dueños de muchas posesiones en el Norte de África, lo que se dice unas personas inmensamente ricas, por ello pudo recibir una educación esmerada en retórica y ciencias sagradas, teniendo como compañero de estudios a S. Jerónimo, a quien quería y apreciaba, pero no compartía con él esos fervores ascéticos que le llevaron a vivir retirado en el desierto. Pamaquio se conformaba con ser un laico normal, sirviendo al estado romano. En el año 385 se casó con Paulina, la segunda hija de Sta. Paula y junto a ella trató de vivir cristianamente lo mejor que pudo.
Al morir su esposa debido a un mal parto, cuando llevaban no más de cinco años casados, Pamaquio decidió vivir al modo de los monjes, entregado a las obras de caridad, y construyendo en Roma, junto al puerto de Ostia un hospicio, donde él mismo atendía personalmente a los peregrinos pobres, porque su intención era no solamente remediar las necesidades materiales sino también las espirituales, preocupándose no solo de los cuerpos sino también de sus almas, ello explica que se le viera siempre rodeado de menesterosos. Como hombre muy vinculado a S. Jerónimo tomó muy en serio las palabras que este le dirigía por cartas, recomendándole que además de entregar su dinero a Cristo debiera entregarle también su persona.
Esta su preocupación por el bien espiritual, tanto o más que por el bienestar material, fue lo que le inspiró las epístolas a sus administrados de Numidia, a los que con todo celo hace de mediador para defender sus derechos, pero al mismo tiempo les advierte y les pone en guardia de los errores que circulaban por esas tierras, como por ejemplo la herejía de Donato. Esto es algo que no podrá olvidar nunca Agustín obispo de Hipona, quien en una carta que le dirige en el año 401 muestra su agradecimiento y se deshace en elogios a favor de este administrador ejemplar. En referencia a los colonos africanos le dice: “Les amonestaste con palabras, les animaste con gran fervor espiritual a que siguiesen lo que pensaban, que un varón tan destacado y grande como tú sólo podía aceptar después de haber reconocido la verdad. Separados de ti por tan larga distancia de lugar, hablan de marchar bajo la misma cabeza y ser contados para siempre contigo entre los miembros de ella, los que por su precepto te sirven y obedecen temporalmente”.
Volvemos a ver a Pamaquio comprometido en la lucha contra Joviniano, quien entre otros errores negaba la virginidad de María tras el parto. Valientemente lo denunció al papa Ciricio y animó a Jerónimo a que tomara cartas en el asunto y vaya si las tomó, tan encendida fue la defensa que Jerónimo hizo de la virginidad, que salía malparada la mismísima institución matrimonial, por lo que Pamaquio manifestó su disgusto, lo que obligó al santo eremita a redactar un segundo escrito más moderado. Después de haber dado ejemplo de buen cristiano moría en la paz de Dios este cristiano ejemplar el año 410 abandonando este mundo en la paz del Señor, cuando los bárbaros estaban a las puertas de Roma.
Reflexión desde el contexto actual:
Debiera verse como normal que un administrador anteponga el bien general al bien personal , así lo entendió Pamaquio y de ello dio fiel testimonio, pero la corrupción es un mal que se hace presente en todos los tiempos y solo puede ser combatida poniendo en práctica la rectitud moral, bajo el signo del cumplimiento del deber por el deber, elevado al rango de imperativo categórico, que fue exactamente lo que con todo rigor practicó este administrador cristiano. Pamaquio se nos muestra como ejemplo de procurador honrado capaz de administrar los bienes, anteponiendo el interés general al particular. Semejante actitud habla por sí sola en unos tiempos como los nuestros plagados de tanta corrupción. Necesitamos administradores como él