Un santo para cada día: 20 de agosto San Bernardo de Claraval (Una de las figuras relevantes de Europa y el último padre de la Iglesia )
San Bernardo es el hombre de los grandes contrastes, es el mayor místico y al mismo tiempo el hombre más activo de su siglo. Era dulce y violento, pacífico y luchador, todo palabra y todo silencio
| Francisca Abad Martín
San Bernardo es el hombre de los grandes contrastes, es el mayor místico y al mismo tiempo el hombre más activo de su siglo. Era dulce y violento, pacífico y luchador, todo palabra y todo silencio.
Nace en el castillo de Fontaines, próximo a Dijon (Francia). Es el tercero de los 7 hijos de Tescelín, oficial del duque de Borgoña y de Aleta, emparentada con el mismo duque. Su madre era una mujer muy afable y piadosa, lo cual influyó poderosamente en el carácter de su hijo. Ella le había enseñado a amar a Jesús y a María. Cuando Bernardo tenía 20 años fallece su madre, probablemente en un momento en que aún la necesitaba. Fue un mozo de buena presencia, expuesto a todos los atractivos mundanos, pero él tenía muy claro que lo más importante era conservar intacta la pureza de su alma. Dicen que una vez, ante el atractivo de una hermosa joven, se llenó de turbación y para luchar contra esos pensamientos no tuvo mejor idea que lanzarse a un estanque helado, que había entre su castillo y la ciudad de Dijon.
Decidido a decir adiós al mundo, venciendo la oposición de familiares y amigos, que lo consideraban poco menos que una locura, logra convencer a algunos para que le acompañen y con un grupo de treinta se dirigen hacia el monasterio del Cister y postrándose ante el abad Roberto, le piden que los admita y les dé el hábito cisterciense. Roberto había fundado ese monasterio 14 años atrás, con un grupo de 21 compañeros, sin que desde entonces hubiera ingresado nadie más. Estos 30 que llegan ahora se habían estado preparando y ensayando la vida conventual en una finca de la propiedad de Bernardo.
Fue desde el primer día un monje ejemplar, él jamás había realizado un trabajo servil, sin embargo, puso tal empeño que al poco tiempo manejaba la hoz con la misma precisión que recitaba las salmodias en el coro y no rehusaba incluso los trabajos más humildes, como fregar el suelo o lavar los platos. Cuando llevaba dos años de monje y él no pasaba de los 35, le envían a un lugar llamado Claraval, como abad, para fundar allí un nuevo monasterio, con otros 12 jóvenes. Durante los 38 años que duró su mandato, la orden llegó a tener 343 monasterios y más de 900 monjes hicieron con él la profesión religiosa.
Pero el siglo XII era un siglo turbulento de herejías y cismas. San Bernardo no podía permanecer encerrado tras los muros de su convento, era preciso combatir las tres grandes plagas que amenazaban a la Iglesia: el cisma, la herejía y el islam. A todas hace frente el abad de Claraval. Por una parte, las disputas internas entre las distintas órdenes religiosas, los cluniacenses y los cistercienses y por otra parte con los templarios. Bernardo sabe combinar con maestría la humildad con la energía, es manso y luchador al mismo tiempo, salía triunfante de todas las disputas. No hay más que leer su famosa “Apología”. Asiste a varios Concilios, uno el de Troyes, donde el problema eran los templarios, otro el de Etampes, donde defiende al papa legítimo Inocencio II, frente al antipapa Anacleto II.
Contra el islam promueve la II Cruzada que, dicho sea con todo respeto, resultó ser un rotundo fracaso, que el pueblo no supo ni explicar ni asimilar porque no podía entender que esto le hubiera pasado a un hombre que era tenido por santo. Bernardo en cambio siempre creyó que fueron los pecados de los caballeros que participaban en la misma, los responsables de que la segunda Cruzada no hubiera acabado en un éxito. Es por esto por lo que se entregó a la tarea de trasformar a los combatientes en caballeros de Cristo, para lo cual se dispuso a crear la Orden de los Templarios, cuyos estatutos fueron elaborados por él mismo, encargándose posteriormente de que fueran aprobados por el concilio de Troyes. El perfil espiritual de este monje místico, contemplativo y guerrero a la vez, quedaría incompleto si no se resaltara en él su condición mariana, que le coloca entre los más fervorosos devotos de Ntra. Señora. Aún con todo, hay que decir que en la vida del monje de Claraval no todo fue un camino de rosas, hubo intrigas, envidias, traiciones y cobardías, aunque nunca le hicieron perder la paz ni la mansedumbre, de tal modo que bien se ganó el calificativo de “Doctor Melifluo”. Se le suele considerar el último de los Padres de la Iglesia, no porque fuera menos importante, sino porque cronológicamente fue el último.
Reflexión desde el contexto actual:
No podemos olvidar que San Bernardo es uno de los grandes constructores de Europa, lo cual quiere decir que, si Europa representó y representa un papel importante en el mundo, en gran medida se lo debemos a Bernardo de Claraval. La orden del Cister influyó poderosamente en la sociedad europea, a través de una red de monasterios, que cumplieron una finalidad religiosa ciertamente, pero también tuvieron una proyección social económica y cultural innegables, lo que nos lleva a preguntarnos ¿dónde estuvo el éxito de la obra llevada a cabo por Bernardo de Claraval? Sin duda el secreto estuvo en buscar a Dios y tratar de encontrarlo a través de todos los acontecimientos de la vida. Esta sigue siendo la pauta que el mundo de hoy parece haber olvidado, por eso los últimos papas, pensando en el futuro de Europa, vienen insistiendo en que lo más fundamental hoy día es recuperar el sentido cristiano que la vio nacer.