Un santo para cada día: 4 de marzo San Casimiro (Patrono de Polonia y Lituania)
Casimiro nació el 3 de octubre del año 1458 en el castillo de Wawel en Cracovia. Su padre, que también se llamaba Casimiro, fue desde 1447 rey de Polonia y su madre era la princesa austriaca Isabel de Habsburgo. Tuvieron 13 hijos, Casimiro fue el segundo
| Francisca Abad Martín
Para poder explicar el perfil espiritual de Casimiro y entender el centro de donde emanaban sus devociones religiosas, es preciso saber que allá por el siglo XV los maestros de espiritualidad recomendaban encarecidamente volcarse en la meditación en torno a la Pasión, los dolores, crucifixión, agonía y muerte de Jesucristo, para que a través de estas reflexiones surgieran en el alma sentimientos de piedad. No es extraño que la vida piadosa de nuestro santo trascurriera en torno a un crucifijo.
Casimiro nació el 3 de octubre del año 1458 en el castillo de Wawel en Cracovia. Su padre, que también se llamaba Casimiro, fue desde 1447 rey de Polonia y su madre era la princesa austriaca Isabel de Habsburgo. Tuvieron 13 hijos, Casimiro fue el segundo. Recibió una educación sólida y profundamente cristiana, al igual que sus hermanos. Se dice de su madre que fue una de las princesas más piadosas de su siglo. Además de esta labor básica e insustituible de los padres, se unió la de excelentes maestros, como fueron Juan Duglosz, canónigo de la catedral de Cracovia y consejero del Obispo y el humanista italiano Filippo Bonaccorsi, llamado “Calímaco”, quien durante algún tiempo estuvo como secretario del papa Pio II. Después de haber conocido bien a su pupilo diría de él: “Casimiro es un adolescente santo”. A esta esmerada educación se unía su generosa y constante correspondencia a la gracia recibida de Dios. Se ejercitaba en las mortificaciones más austeras, ayunaba y dormía en la dura tierra. En el templo destacaba por su actitud piadosa y su recogimiento. Le gustaba contemplar a Cristo Crucificado y también su agonía en Getsemaní y con frecuencia las lágrimas brotaban de sus ojos al pensar en los tormentos de Cristo.
Como no quería abandonar por estos motivos religiosos los deberes de su cargo, ni rehuir el trato social, aprovechaba las noches para tan piadosas ocupaciones. Era sumamente caritativo y socorría a manos llenas a los necesitados, amparaba a los débiles y ejercía su influencia a favor de los presos y oprimidos.
Los nobles húngaros, descontentos con el gobierno de Matías Corvino, hicieron gestiones ante el rey de Polonia para que les enviara al joven Casimiro, quien por su madre tenía opciones a aspirar a la corona húngara, pero el Papa Sixto IV intervino para apaciguar a los nobles húngaros y Casimiro no llegó a ser rey de Hungría.
Con 17 años ya estaba colaborando con su padre, apoyándole en el gobierno, cuando reclamó sus derechos al Ducado de Lituania. Éste quería que Casimiro contrajese matrimonio con una hija del emperador Federico III, matrimonio que no llegó a realizarse, porque la salud del príncipe empezó a debilitarse. La enfermedad se agravó tanto que moría de tuberculosis en Lituania, durante un viaje, el 4 de marzo de 1484, a los 26 años, aproximadamente a la misma edad que otros santos muy conocidos, tales como San Luis Gonzaga, San Gabriel de la Dolorosa o Santa Teresita del Niño Jesús.
Su cuerpo fue enterrado en la Catedral de Vilna, en Lituania. Era tanta su fama de santidad, que poco después de su muerte comenzaron a surgir iniciativas para promover su canonización. Cuando años después fue abierta su sepultura para el reconocimiento de sus reliquias, su cuerpo fue hallado incorrupto. El Papa León X en 1521 le canonizó y en el año 1943, Pio XII le proclamó Patrón principal de la juventud lituana.
Reflexión desde el contexto actual:
La santidad, en cuanto don de Dios, es ofrecida a todos y cada uno de los hombres, ricos, pobres, reyes, aldeanos, niños, jóvenes, adultos o ancianos, igual a los de ayer que a los de hoy. No cuenta el status social, ante Dios todos somos iguales sin discriminaciones y para poder llegar a ser grandes en el cielo, solo hace falta un espíritu humilde, dispuesto a servir a Dios con corazón limpio