Un santo para cada día: 24 de mayo S. Vicente de Lerins. (¿El santo hereje?)
A través “De viris ilustribus", de Genadio de Marsella, nos ha llegado información de Vicente de Lerins, pero nada nos dice sobre sus orígenes. Sabemos por lo que se desprende de sus propias palabras, que durante un tiempo vivió una vida mundana, aunque no entra en detalles, ni pormenores. Vicente viene a decirnos que pasó unos años turbulentos, enfrascado en la vida del siglo, quedando posteriormente engañado y decepcionado de sus falsas promesas, lo que le hizo cambiar de aptitud y tratar de encontrar el refugio que necesitaba contra los vientos huracanados de la vanidad y la soberbia. En el monasterio cisterciense de la isla de Lerins (Riviera Francesa) en lo que hoy llamamos la Costa Azul, encontraría esa paz anhelada, llegando a ser un monje eminente por su sabiduría y por su elocuencia, en unos tiempos en donde Agustín luchaba a brazo partido contra Pelagio. La polémica estaba centrada en la naturaleza y la gracia, la libertad humana y la predestinación. Para Agustín, Dios al crear libre al hombre no quiso anular su voluntad por la gracia, porque ello iría contra su obra, pero por otra parte la voluntad del hombre es insuficiente por sí sola para salvarse, sin la intervención salvífica de Dios. En realidad, el Obispo de Hipona no hace otra cosa que establecer un equilibrio entre la gracia y la naturaleza, defendiendo que era necesaria la intervención de ambas en la salvación de cada hombre, en contra de la postura de Pelagio, según el cual, eran suficientes las fuerzas humanas para lograr salvarse, con lo cual se le quitaba sentido a la Redención de Cristo en la Cruz.
Vicente sigue atento la discusión teológica mantenida entre ambos y como era un teólogo de altura y un escritor brillante se sintió llamado a mediar en la contienda. El monje Lerinense admiraba a Agustín, ,pero no ciertamente en lo referente a su doctrina sobre la gracia, porque le parecía mucho más sensato lo que pensaba Casiano, abad de S. Victor, en quien veía un intérprete fiable y un leal seguidor de la tradición. Cuando el polemista Vicente se decide a bajar a la palestra, lo hace de forma vehemente a través de su famosa obra “Commonitorio” tratado denso, que deja en mal lugar al obispo Agustín. Esta obra pasaría desapercibida en la Edad Media, pero habría de ocupar un puesto relevante en la teología moderna. En este tratado puede verse como el monje lerinense defiende una doctrina semipelagianista, que posteriormente habría de ser condenada por la iglesia en un concilio en el año 529.
Históricamente, esta condena ha dejado a Vicente en bastante mala posición, aunque se produjera después de su muerte. Verdad es que nadie puede poner el menor reparo a una persona como él, tan virtuosa y santa, que llevó una vida austera, totalmente entregada a la estricta observancia monástica, pero lo cierto es que esta condena le dejó bastante tocado por lo que se refiere a su condición de escritor religioso, por mucho que Benedicto XIV dijera, que nada pierde este santo por la defensa que hizo del semipelagianismo, puesto que escribía de buena fe y por mucho que el Papa Celestino también tratara de quitar hierro al asunto, el hecho es que “El Commonitorio”, a pesar de ser uno de los libros más leídos con sus 150 ediciones, no ha dejado de ser visto como un borrón que puede dar pie a algunos para hablar de un santo hereje. De hecho, la gran polémica suscitada en torno a la ortodoxia de su obra, fue la razón por la cual no se le rindiera culto público hasta el siglo XVI, en que fue insertado en el martirologio romano.
Si analizamos en todo su contexto las indicaciones y directrices doctrinales de este monje polemista seguramente que, de haberse escrito “El Commonitorio” después de la condena del semipelagianismo por Bonifacio II, en el segundo concilio de Orange en el 529, se hubieran expurgado de este tratado algunas doctrinas dudosas, que pudieran poner en compromiso la fe, por ello lo que la Iglesia, con buen criterio, ve en los escritos de este santo es solo un error material.
Reflexión desde el contexto actual:
Vicente de Leríns, aún a pesar de haber seguido un camino doctrinalmente sospechoso, ocupa un puesto destacado entre los santos que gozan de su eterna paz y amor y también la Iglesia le tiene entre sus doctores; ello debiera hacernos pensar a los cristianos que no podemos rasgarnos las vestiduras ni condenar a los infiernos a quienes simplemente nos vienen con otras músicas, que a nosotros no nos suenan. En cualquier caso, la materialidad de un hecho no puede ser juzgada sin tener en cuenta las circunstancias que concurren. La vida de S. Vicente de Lerins viene a ser un ejemplo más de que a Dios lo que verdaderamente le importa es lo que hay dentro de los corazones de los hombres.