"Cambien su vida y su corazón, porque el Reino de los Cielos se ha acercado".(Mateo 3, 1-12).

Domingo Segundo de Adviento. Año A. 04.12.2016. (Mateo 3, 1-12.




El Adviento es el tiempo de la hora de Dios. Es el tiempo de la hora de la liberación que Dios trae.
Jesús va a renovar su paso por la historia. Con este paso, Jesús mantiene nuestro anhelo de esperanza en la liberación, en la justicia y en la fraternidad. Se trata de la esperanza de que todo lo que Él trae no es una utopía. En verdad el cambio integral es posible, pero especialmente lo es el cambio de nuestros corazones.
Con Fe, Esperanza y Amor expectante, en esta Navidad, entreguémonos,como un vaso de greda, al "Gran Alfarero": al Dios de lo imposible. Pongamos, en manos de Dios, el que viene, nuestra vida toda, con todas sus experiencias. Pongamos a nuestra familia, a nuestra población y barrio: a nuestra sociedad, país y mundo, pero muy especialmente, pongamos la vida y persona toda de cada uno. Recomiendo que lo hagamos con un corazón de pobre y con alma de pobre, requisito fundamental para tener, en nuestras vidas las Bienaventuranzas, que entregadas, por Jesús en el Monte, nos recuerdan y superan a Moisés, el del Sinaí, recibiendo La Ley. En todo caso, aclaro, que lo que estoy diciendo, en ningún caso suprime lo antiguo, sino que le da su complemento y plenitud.

"Yo no he venido a abolir La Ley y Los Profetas. Yo he venido a darle perfección y plenitud".

La actitud de fondo y de vida interior, que recomiendo a cada uno, es una actitud de oración confiada, de manos abiertas, dejando que el Señor ponga y saque; que Él tenga toda la libertad para disponer de cada uno de nosotros. Que esta actitud nuestra sea una oración atenta y una gran espera de amor hacia Jesús. No hablemos y digamos muchas cosas en la oración, más bien callemos, guardando silencio, el Señor, en un momento, habiéndonos probado antes, hablará, nos responderá, hará lo que conviene para todos aquellos que Él ama:

"El Señor no tardará… el Señor ya llegará, si no viene por la noche, tal vez, venga por la aurora".

Pero ¡Vendrá!

Los seres humanos esperan; también desesperan. Pero, la Iglesia, los cristianos, los profetas, auténticos indicadores, con su compromiso y testimonio, son el mejor indicio de la hora de Dios en medio de ellos. La Iglesia, el Cuerpo de Cristo, con sus miembros, deben mantener viva la esperanza de liberación; que se cumplirán las promesas del Liberador, Jesús. Promesas, que ya se estarían cumpliendo y adelantando, aquí y ahora, por el quehacer y compromiso, con gestos concretos de salvación y liberación navideña:

"Que los últimos sean los primeros", "y a los pobres se les anuncie la Buena Nueva".

Que nuestra dinámica cristiana nos haga tender a una alegría, que por nuestros actos y obras comprometidas, nos señalen a todos, especialmente a los pobres, que Jesús está cerca y está a la puerta. Así, con un auténtico cristianismo, estaremos preparando una posada para que haya un gran "Nacimiento", en "todo y en todos". Nuestro compromiso debe mantener viva la esperanza. Debe mantener una esperanza, en nuestro pueblo, muchas veces abortada, por los fracasos humanos y por las promesas demagogas, mentirosas y siempre incumplidas.
Todos y cada uno, debemos anunciar el cambio y la conversión, para que la esperanza se transforme en un amor eficaz, que nos saque y nos arranque de nosotros mismos, para entregarnos a la fraternidad de los hijos de Dios (Puebla 350-352).

La fraternidad humana cuando se vive de verdad, excluyendo las injusticias, las desigualdades, los contrastes, acompañados, muchas veces de grandes abusos y de inhumanas explotaciones de unos hacia otros, es el mayor signo de que la hora de Dios está a la puerta de este mundo. La hermandad es la gran referencia crítica de nuestra sociedad, de su economía, de su política y de su cultura, realidades empecatadas, que muchas veces impiden hacernos hermanos. (Puebla 90).
Adviento es una Buena Noticia: Evangelio, que llama a la hermandad cristiana y a la verdadera comunión.

Juan Bautista es el sacramento y significación de lo que es y debe ser una Iglesia profética:

"El Reino de Dios está cerca…"

Sus promesas son ciertas y nuestra esperanza no es vana ni enajenación.

"Dios es capaz de sacar hijos de Abraham de estas piedras ".

Pero, "convièrtanse"

"¿Quién les ha enseñado a escapar de la ira inminente? Den los frutos exigidos por la conversión. Y no se hagan ilusiones… El árbol que no dé buen fruto será arrancado y echado al fuego… ".

El lenguaje es fuerte, y sería motivo de escándalos, para muchos católicos de hoy, que teniendo un falso concepto de la caridad, no se la juegan ni asumen los conflictos, y no son capaces ni siquiera de "romper un huevo"; no corren el riesgo de poner en juego su talento, y lo esconden en un pañuelo, como en la parábola; no aman de verdad al Señor y le tienen miedo. No se trata de que tienen un "santo temor de Dios". Eso es muy distinto a sus anticuadas y conservadoras concepciones cristianas. El "santo temor de Dios" es totalmente distinto y contrario. Se trata de que uno ama tanto a Dios, que no quiere ofenderlo ni mancharlo, ni siquiera "tocándolo ni con un pétalo de rosa". Y omitirse, restarse, no arriesgar el talento y tener miedo de actuar, por no "romper un huevo", es precisamente lo que no le agrada a Dios, y mucho menos, al Dios hecho Hombre, que asumió, con valentía, obediencia, y obediencia hasta la muerte, y muerte de Cruz, el conflicto de la humanidad caída y empecatada:

"Cristo, sufriendo, y sufriendo hasta la muerte y muerte de Cruz, aprendió a ser obediente".

Obediente a la voluntad de su Padre, que quería, que "el Buen Samaritano", no pasara de largo ante la humanidad "a la vera del camino", como lo hicieron los que menos debían hacerlo, los religiosos: el levita y el sacerdote; se corrieron, para ellos no había que meterse en líos y cosas problemáticas, como hoy, son problemáticas y cosas "ajenas" a un católico, como las injusticias, las mentirosas políticas y otros males, que están "a la vera del camino", y que son evitados, eludidos, por quienes, "al verlos, pasan por otro lado de la carretera de la vida, siguiendo de largo". Esta misma falsa concepción cristiana de la caridad y otros resguardos, omisiones y cuidados de enajenación, trae incomprensiones y sufrimientos a un profeta, que como Juan Bautista, tiene un lenguaje duro. Se olvida muy fácilmente, por muchos católicos, no sólo el lenguaje de los profetas, sino el de Cristo mismo, que no es ningún dulzón, por ejemplo:

"Me devora el celo de tu Casa" ¿No dice Dios en la Escritura: "Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las naciones? ¡Pero ustedes la han convertido en refugio de ladrones! (cueva de ladrones) saquen eso de aquí y no hagan de la Casa de mi Padre un lugar de negocios". (Mc.11,15-18; Mt. 21,10; Lc, 19, 45; Jn,2,14).

"No hay amor más grande que dar la vida por los que se ama".

"Ámense los unos a los otros como yo los amé".

Y hay otras palabras de Jesús que son directas, sin rodeos y condicionamientos de ningún tipo. Lee y ora el Evangelio y encontrarás siempre más:

"Y verás cosas mayores aún".

Y uno podría preguntarse, hoy día, a qué Casa de Dios se refiere el Señor. Ciertamente no se trata sólo de un Templo de oración. Preguntémonos con horizonte, ¿ de qué "Casa" se trata? Yo comenzaría por la Casa de Dios, que es el ser humano: templo vivo de Dios, y seguiría muy lejos, hasta llegar al mundo de "todo el hombre y de todos los hombres". Pero especialmente a la Iglesia, Cuerpo de Cristo y con nosotros miembros vivos de su Cuerpo.
Y,¿qué se pensará cuando se repite tanto el Evangelio? Y, ¿cuándo se insiste mucho más y principalmente en la tarea esencial de Evangelización, que tiene la Iglesia de ir al mundo, como lo mandó la Iglesia del Vaticano II? . Se trata de hacer de este mundo, una Casa habitable, para que haya un "nacimiento" en Jesús y de fraternidad entre nosotros todos. Pero, a veces, la Iglesia aparece como centrada en sí misma. No se proclama la Buena Nueva como corresponde. Se guarda, y se usan estrategias indirectas, para descalificar y restar autoridad al profeta y a la Iglesia, que quiere ser profética. Incluso, este lenguaje duro de Cristo y los profetas, hoy, a través de los discípulos radicales, en el seguimiento de Cristo, "le producen problemas y dolores de cabeza" a algunos, también a sacerdotes. Les recomiendo que hagan Teología-Bíblica. Y háganla desde la perspectiva de los pobres, que da la universalidad de la Evangelización: tarea principal de la Iglesia y de sus hijos, haciendo Casa de Dios y de hermano. Háganlo desde la "cuna de Belén", desde el "Carpintero de Nazaret", desde el "Pescador de Galilea", desde el Bienaventurado: Cristo, que nació pobre, vivió pobre y murió pobre. Es muy bueno tomar y vivir el Vaticano II, Medellín, Puebla, Aparecida, Evangelii Nuntiandi y, sobre todo, el Evangelio, y otros. Por favor, sean de oración y de profunda vida interior. Sean estudiosos. Hoy se estudia poco las verdades de nuestra fe y del Magisterio de la Iglesia. Todo muy necesario para que la "barca de Pedro navegue por el "diluvio" del mundo secular.(Reflexionar Mt. 8, 23-27 y Mt.14, 22-35).

Sigamos con Juan Bautista, un buen camino para nuestra "Navidad", porque Cristo ya nació y ahora nos toca nacer a todos y cada uno.
Su lenguaje es fuerte y profético. No obstante, "iban a verlo los judíos de Jerusalén, de Judea y de toda la región del Jordán. Confesaban sus pecados y Juan los bautizaba en el Jordán ".
¿Por qué tanta atracción por Juan Bautista, un profeta incómodo para las costumbres de su tiempo? Por su estilo de vida. En el Bautista brillaba la conversión que él urgía; en sus hechos se expresaba la cercanía esperada de la hora de Dios. Era de esperanza vivir así, y actuar de esa forma tan extraordinaria. La esperanza que el Precursor anunciaba era cierta. Su vida y su actuar era la mayor prueba. Su testimonio probaba lo que él anunciaba:

."Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestres".

El Evangelio de hoy, constata estos hechos como un signo y sacramento de la fe, de la fuerza, de la libertad de Juan; de su pobreza radical y de la renuncia de si mismo. ¡Qué importante es el detalle de su austeridad y pobreza, que nosotros debiéramos traducir en gestos y actitudes para esta época, sobre todo en estos días de tanto derroche, gastos y consumismo de regalos, que aceleran la vida, con mucho nerviosismo para muchos. Uno, me decía: "Sabe, Padre, me está cayendo mal la fiesta de Navidad; tanto afán de regalos sin sentido hasta quedar exánime; tantos compromisos materiales, que endeudan y significan un déficit familiar. Considero que es una falta de consideración y respeto a mi cansado trabajo para sustentar la familia; y para qué le digo, cuánto insulto para los pobres".
Entonces, seamos austeros, no nos dejemos tentar por el consumismo de una economía perversa. No nos preocupemos de gastos en regalos, dejándonos tentar por el ídolo Mercado, y la ley de la oferta y la demanda. Mejor, regalémonos mutuamente el gran regalo del Padre: Jesús, su Hijo amado. Que nuestra Navidad sea austera y cristiana. Regalémonos nosotros mismos, unos a otros, saliendo de nuestros egoísmos, haciéndonos próximos y hermanos en el amor.

En Chile, la deuda social es escandalosa, por más que nos digan lo contrario. Y, en ese contexto, un consumismo navideño, pasa a ser un escándalo. No insultemos más a los pobres carentes de lo más necesario para tener una vida digna.

No puedo rehuir, el cómo andamos por casa. ¿Y la Iglesia?
Los pobres no creen en profetas cómodos. Para los pobres esos son profetas fariseos y falsos. La Iglesia debe ser pobre y de los pobres, como lo dijo Francisco I.
¡Cuidado con la ceremonias navideñas! Hay críticas al boato y al oropel eclesial. La verdad es que no se cree en una Iglesia y en predicadores instalados y ricos.
Creo que nuestro deber profético comienza por cuestionarnos a nosotros mismos. Comienza por cuestionar nuestra vida evangélica, mirándola al estilo de Juan. No hay que hacerse falsas ilusiones, cualquiera sea nuestro lugar o rango – por llamarlo así – en la Iglesia y en la Comunidad particular. No podemos pensar: "Abraham es nuestro padre", o yo siempre he sido católico, y eso basta". No.

"De estas piedras, Dios puede sacar hijos de Abraham".

Que la Navidad traída por Cristo, sea una profunda conversión de nuestras vidas, que seamos más fraternos. La Navidad es fiesta para la conversión integral de cada uno y de la sociedad, "no como un barniz decorativo, que la conversión vaya a las cosas más profundas, a la cultura y a las culturas". Que sea una Navidad de conversión y liberación integral.

MARA NA THA: ¡Ven. Señor, Jesùs!


En memoria de mi amigo el padre Alfonso Baeza Donoso, que este cercano 6 de diciembre, cumple un año más de su pascua. Vivió su Adviento con esperanza en este mundo y hoy goza de un "nacimiento" de vida eterna con Dios en la comunión de los santos.

También, en memoria de Fidel Castro Ruz, recientemente fallecido. Él fue mi amigo. Tuvo gestos de amistad y servicio conmigo que nunca olvidaré. He orado y celebrado Eucaristía por él.



Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+




















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