El Dios que nace es un Niño, un Hijo, un Hermano, un Hombre, un Pobre.

Noche Buena: Navidad. 24.12.2017. (Lucas 2, 1-14).


"No teman,porque yo les vengo a comunicar una buena nueva que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy ha nacido para ustedes ... un Salvador, que es Cristo Señor...: Gloria a Dios en lo más alto del cielo, y en la tierra, gracia y paz a los hombres".

"El Pueblo de los que caminan en la noche divisó una luz grande; habitaban el oscuro país de la muerte, pero fueron iluminados.
Tú los has bendecido y multiplicado, los has colmado de alegría, por eso están de fiesta y te celebran,... .
Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; la soberanía reposa sobre sus hombros, y su nombre será Consejero admirable".

(Isaías 9, 1-5).

Estas palabras de la Escritura las repetimos esta noche. Tengamos alegría y esperanza, la salvación llega de parte de Dios. El Amor y la Misericordia de Dios se encarnan en un niño, en un hijo, en un hermano, en un hombre y en un pobre. "No tuvo un lugar en la posada".
Nació en una pesebrera. En la humildad y pobreza de una noche oscura, que resplandece con Jesús, que es la Luz del mundo.

¡Es Emanuel, Dios con nosotros!

Es el Dios verdadero. Es el Hombre verdadero. ¡Dios se hizo Hombre!
Este Dios verdadero y Hombre verdadero se nos muestra, para nuestra contemplación y aceptación, como:

UN NIÑO:


"Si no se hacen como niños no entrarán en el Reino de los cielos".

Jesús nace de su Madre María como cualquier niño. Después de un embarazo de 9 meses. Dios se hace un niño.

"No consideró indigno hacerse uno de nosotros".

Toma el camino de los bienaventurados. Se hace pequeño siendo grande. La transversal de las Bienaventuranzas, que las atraviesa a todas, es hacerse pequeño, niño, con alma y corazón de pobre.

"Dios en lo pequeño se manifiesta grande".

"Se fijó en la pequeñez de su sierva e hizo en ella grandes maravillas".

"Bienaventurados los pobres en el espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos".

(Ustedes me perdonarán si no doy las citas en forma precisa, pero, en verdad, de la abundancia del corazón habla mi boca. No tengo falsa humildad. Digo lo que Dios ha escrito en mi corazón.).

"El que no nace de nuevo no puede entrar al Reino de los Cielos".


Hoy, como antaño, Jesús, el Dios hecho un Hombre, puede venir a cada uno, a la familia de todos, a nuestra Iglesia formada por hombres y mujeres, con virtudes y defectos, a nuestra sociedad chilena. Para que esto sea una realidad todos tenemos que nacer de nuevo, hacernos niños, pequeños, con alma y corazón de pobres. En un engreído, "pagado de sí mismo"; en un soberbio, en un egoísta satisfecho de sí mismo, en un orgulloso; en un centrado en el dinero y en el poder por el poder, no puede nacer Jesús. Una persona, una familia, una Iglesia, un país empecatado, que tiene un estado y una situación contraria al espíritu de niño; en un estado y situación con muros y sin horizontes, con un corazón satisfecho de sí, allí, hoy, no puede haber Navidad, porque, así, se le están cerrando las puertas a José y a María nuevamente, y sobre todo al Niño Dios. El Señor está a la puerta, pero ante cualquier rechazo de un corazón duro, de una persona o comunidad: familia, Iglesia y sociedad nacional, tal vez, todas, demasiado satisfechas, sin necesidad de Dios u olvidadas de Dios y sin conciencia de su propias limitaciones, allí no será Navidad. Allí no podrá nacer Jesús.


La verdad es que Cristo ya nació, y hoy nos toca nacer a nosotros, y nacer en todos los niveles que he señalado. Es imperioso un gran nacimiento no sólo personal, sino también comunitario y colectivo. Pidamos un renacer de Chile, un nacimiento para la Iglesia, para nuestra comunidad, para las familias, comenzando por la nuestra, y pidamos un nacer de nuevo de cada uno de nosotros.
Les deseo un gran nacimiento. Reciban al Niño haciéndose niños. Sean más humildes de corazón, sin egoísmo, orgullo y soberbia. Y será Navidad. Y vuestra vida será bienaventurada.

Pero, además, en esta noche les digo: es urgente acoger a los niños. Es imperioso acoger a los niños chilenos. No seamos abortivos. Que funcione SENAME para la vida de los menores chilenos. Recibamos a los niños. Recibamos a la vida. ¡No al aborto!

"Dejen que los niños vengan a mí".


Usted, señor, usted señora, cualquiera que me escuche: ¿tiene un niño en su casa, o muy cerca suyo? Dele un abrazo lleno de amor , hágale cariño; ciertamente el niño le sonreirá. ¡Y será Navidad, para usted! Si el niño le sonríe, es Navidad, para usted y para el niño, que se siente acogido y amado. ¡El niño es Cristo! Si usted acoge a un niño, acoge a Jesús. Que en nuestra patria haya una vida digna, sin murallas, para los niños. Abramos un mundo ancho y sin muros, con mucho horizonte y habrá un renacer de Chile. Creo que esto será el mejor regalo para un niño chileno.


Los discípulos, "un día comenzaron a discutir sobre cuál era el más importante. Jesús se dio cuenta, y tomando a un niño, lo puso a su lado, y les dijo: "El que se hace pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los Cielos, y el que recibe en mi Nombre a un niño como éste, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió; porque el más pequeño entre todos ustedes es el más grande".

"Les aseguro que si no cambian y vuelven a ser como niños, no podrán entrar al Reino de los Cielos".



Este el criterio de Dios: el más pequeño, como un niño, es el más grande, puro y limpio de corazón; será el primero el que se hace el último, y el que se hace servidor de todos, como lo hizo Jesús. El pobre de espíritu, el que sufre y llora será consolado; el que no se siente satisfecho tempranamente y que tiene hambre y sed de justicia será saciado; el que padece, es decir, el que tiene valentía con paciencia, es el preferido de Dios y recibirá la tierra en herencia; el compasivo, que padece junto con su hermano; que pone su corazón en la miseria humana: el misericordioso, obtendrá misericordia de Dios; el humilde, que reconoce su condición limitada de criatura, será de paz, pacífico e hijo de Dios, y como tal, será bienaventurado, en persecución, maldición, calumnia y martirio. Esto, ciertamente es una locura para el mundo: no es un criterio del mundo, pero sí del Reino. Es nuestra feliz Navidad y Bienaventuranza. Jesús es la Bienaventuranza. Jesús es Navidad. Jesús es el Niño Dios.

"En esto lo reconocerán: hallarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en una pesebrera".



UN HIJO.


Tiene una relación estrecha con la condición del Niño que nace. El Niño Dios es un Hijo. Hijo de Dios e Hijo del Hombre. Así lo llaman indistintamente los evangelistas. El Niño es verdaderamente Dios y Hombre. Un Hombre es el Hijo de Dios. Y el mismo Dios, en el Evangelio, tanto en el bautismo como en la transfiguración de Jesús, dice:


"De repente se le abrieron los Cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como paloma y venía sobre él. Y se oyó una voz celestial que decía: Éste es mi Hijo, el Amado; éste es mi Elegido.


"Pedro estaba todavía hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz que salía de la nube decía: "Éste es mi Hijo, el Amado; éste es mi Elegido; a Él han de escuchar".

Pero, Jesús, era también el Hijo del Hombre:


"Estos eran los antepasados de Jesús, hijo de David e hijo de Abraham. Jacob fue padre de José, esposo de María, y de María nació Jesús, llamado también Cristo".

"María estaba comprometida con José. Pero antes que vivieran juntos, quedó esperando por obra del Espíritu Santo. Y sin que tuvieran relaciones dio a luz un hijo al que José puso el nombre de Jesús".

Y ¿por qué no agregar - aceptando todo lo que dice nuestra fe referente a cómo fue la concepción - que José, aceptando lo que Dios le dijo en sueños, diciendo él su propio "fiat", también fue padre de Jesús por obra del Espíritu Santo? En fin, lo que quiero decir es que Jesús, en la tierra, tuvo como padres a María y José. Así lo comprobaron los pastores:

"Fueron presurosos y hallaron a María y José, y vieron al recién nacido acostado en la pesebrera".

"María por su parte, observaba cuidadosamente todos estos acontecimientos y los guardaba en su corazón".

Y por otro lado, Dios le encarga la paternidad del niño a José:

"El Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, descendiente de David, no temas llevar a tu casa a María, tu esposa. Y dará a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados, y recibió en su casa a su esposa, que dio a luz un hijo al que José puso el nombre de Jesús".

Jesús, en la tierra, necesitó de sus padres para:

"crecer en edad y gracia delante de Dios y de los hombres".

Así es el gran misterio de Jesús Hijo.

"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no mandó a su Hijo a este mundo para condenar al mundo, sino que por él ha de salvarse el mundo. El que cree en él no se pierde; pero el que no cree ya se ha condenado, por no creerle al Hijo Único de Dios".


Así de claro. Jesús es el Hijo de Dios. Se llama Jesús. Cuando se encarnó y llegó, haciéndose un hombre, José, su padre en la tierra, le puso por nombre Jesús, indicando la misión que venía a cumplir como buen Hijo del Padre Dios: Jesús es el Salvador. "Jesús" significa "el que salva". Jesús, por mandato de su Padre ha venido a este mundo para "salvarlo" y no para "condenarlo".


"Mi voluntad no es otra que cumplir la voluntad del Padre".


"Y fue obediente hasta la muerte y muerte de Cruz".


Por otro lado se le presenta como un Hijo de Dios, "que sufriendo aprendió a obedecer".


"El Hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino lo que ve hacer al Padre. Cualquier cosa que haga éste lo hace también el Hijo".


Siempre se dice que un buen hijo hace lo que hace un buen padre: el padre se ve en el hijo y el hijo es un fiel retrato del padre. Por supuesto que estoy hablando en término genérico; padre y madre, hijo e hija. Existe una estrecha relación entre ellos. En el caso del Hijo de Dios la cosa pasa a ser mayor:


"El Padre ama al Hijo y le enseña todo lo que él hace, y le enseñará todavía cosas más grandes, que a ustedes los dejarán atónitos".

"El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió".

"Yo he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado".

"La voluntad de mi Padre es que toda persona que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna y yo lo resucitaré en el último día".


Es decir, la voluntad del Padre es que el Hijo no pierda nada ni a nadie . El Hijo tiene una misión del Padre: Salvar y no condenar. Por eso José, por encargo de Dios, le dio el nombre de Jesús a su hijo, significa Salvador.


"Cuando hayan levantado en alto al Hijo del Hombre, entonces conocerán que yo soy, y que nada hago por cuenta mía, solamente digo lo que el Padre me enseña. El que me envió está conmigo y no me deja nunca solo, porque yo hago siempre lo que a él le agrada".


"Yo y mi Padre somos una misma cosa".


"Hace tanto tiempo que estoy con ustedes ¿y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo, pues, dices: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí? Créanme: yo estoy en el Padre, y el Padre está en mí, al menos créanlo por estas obras".


"Mi Padre puso todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquellos que el Hijo quiere dárselo a conocer".


Así es la relación y vida entre el Padre y el Hijo. Ojalá que nosotros, que somos hijos de Dios, gracias a Cristo, podamos ser verdaderamente hijos de Dios como lo fue Jesús con su Padre:


"Sean perfectos como el Padre de los Cielos es perfecto".


Jesús, nos puso una vara muy alta, porque no quiere que nos sintamos satisfechos tempranamente con respecto a nuestra condición de hijos de Dios.
Siempre un buen hijo de Dios buscará más en la relación con su Padre. Buscará la santidad con hambre y sed de justicia,acá, en nuestra peregrinación por la tierra hacia Dios.

Con respecto a la relación del Hijo del Hombre con sus padres: De María y José, conocemos más bien poco, pero sí la conocemos, con lo poco que encontramos en el Evangelio. Fue una relación de amor y compromisos mutuos. José y María se desvivieron por su hijo. Su hijo era "la niña de sus ojos". Siempre se muestran atentos y preocupados de la custodia y educación de Jesús. Son los años de vida oculta de Jesús, los más significativos en esta relación filial y parental. José desaparece en el Evangelio cuando Jesús puede valerse por sí mismo. Uno supone, que el crecimiento en edad y gracia delante de Dios y los hombres de Jesús, fue todo un proceso de amor y de educación verdadera: a mayor madurez y crecimiento de Jesús, mayor entrega de responsabilidad y libertad. Así fue hasta que Jesús comenzó su vida pública. No sabemos hasta qué momento estuvo José acompañando a Jesús y a su esposa María en este proceso. Pero lo poco que sabemos da para hacer un gran llamado a los padres con respecto a sus hijos y de los hijos con respecto a sus padres. Y también, porque la Virgen no aparece sola, siempre acompañada de su esposo José, es necesario hacer un llamado a los esposos, que no siendo "machistas", acompañen y sean siempre presente con su esposa.

Contemplemos a Jesús, José y María, aunque sea poco lo escrito en el Evangelio.


"María, por su parte, observaba cuidadosamente todos estos acontecimientos y los guardaba en su corazón".

Cualquier hecho de su vida, como madre, era un motivo de hacer oración a Dios, con mayor razón todo lo que vivía con su hijo Jesús. Creo que ella para cumplir su rol materno siempre consultaba al Padre del Hijo. Tenía un constante diálogo con el Padre acerca del misterio de su hijo y acerca del quehacer de ella con Jesús. Allí, en la oración, descubría los caminos de la salvación, aunque esto suponía, también, el comprender los sufrimientos y penas; también fue comprendiendo qué significaba en ella, la profecía de que:


"Una espada atravesaría su corazón".

Todo lo guardaba, hasta que llegaron los días de dicha de la Resurrección y de Pentecostés, donde ella comprendió mejor los gestos y dichos de la vida de su hijo. Su hijo la amaba entrañablemente. Hay un hecho en la vida de Jesús que revela el gran amor del hijo por su madre. Es el momento en que uno menos podría suponer un gesto de amor a su Madre. Cristo sufría enormemente. Para todos era:

"El varón de dolores, ante quien se vuelve el rostro".

María, sufriendo al pie de la cruz, comprende el gran amor de su hijo por ella:


"Jesús al ver a la Madre, y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dijo al discípulo: Ahí tienes a tu Madre. Desde ese momento, el discípulo se la llevó a su casa".

Es de la tradición y del sentir de los fieles que Jesús resucitado se apareció en primer lugar a su Madre, la Virgen María.Después se encargó, también, según el sentir de los fieles, de llevársela junto a él, en cuerpo y alma al cielo, pasando a ser esto un dogma de nuestra fe. De ahí la Virgen Asumpta: La Asunción de la Madre de este gran hijo Jesús, y de la Madre de nosotros, que somos hijos de Dios y de María.

Con respecto a su padre José ya hemos hecho algunos alcances y comentarios.
Jesús estaba pendiente de su padre, Quiso seguirlo. Fue aprendiz de José. Más tarde fue llamado como "el Carpintero de Nazaret". Siguió a su padre José. Se habla de que la Comunidad Cristiana de Nazaret conservó por bastante tiempo el recuerdo de esta relación entre el hijo con su padre. Incluso se dice que la Comunidad tuvo entre sus cosas algunos objetos salidos de las manos del hijo, "el Carpintero de Nazaret".
En otros escritos he hablado de los trabajadores y su dignidad. He dicho que siendo el Hijo de Dios un Carpintero, un Trabajador, los derechos de los trabajadores: de los obreros, son los derechos de Dios mismo.


No puedo omitir el episodio de Jesús perdido y hallado en el templo. José y María sintieron que su hijo estaba perdido. Lo buscaron con afán y nerviosismo propios de los padres que aman a sus hijos. Lo buscaron hasta hallarlo y encontrarse con él. Se encontraron y se hallaron. Conversaron: dialogaron. Volvió la paz. Se entendieron.
Esto me hace pensar en tantos hijos, hoy día, "perdidos". ¿Lo buscan los padres? ¿Hasta "encontrarse" con ellos? ¿Dialogan con el hijo "perdido"?. ¿Se "hallan" los padres con el "perdido"?. ¿Llega la paz y la armonía entre padres e hijos y en el hogar familiar?. Ustedes entenderán, hoy día, lo que significan las comillas (") puestas con intención.
Tengo que reconocer que ante hijos "perdidos", hay padres indiferentes, perplejos, temerosos, con temor de aparecer como anticuados y "agua fiesta"; padres que no se atreven, que no buscan, que no se "hallan" ni se "encuentran" ni "dialogan" con el "perdido". Yo diría, que incluso hay padres que andan más "perdidos" que sus hijos. Esto trae ciertamente pérdida de valores y una moral muy permisiva, y un futuro no muy auspicioso para la sociedad chilena. Lo que decía para el NIÑO, lo repito para el HIJO: "Reciban y acojan al hijo, y será un gran "nacimiento" para todo y para todos. Y el hijo, como Jesús, acoja y "encuéntrese" con sus padres, y será una "navidad" para todos ellos".
Y la narración evangélica de la pérdida y hallazgo de Jesús termina con estas sugerentes palabras:

"Volvió con ellos a Nazaret, donde vivió obedeciendo a sus padres".

Jesús, siendo Dios y siendo Hombre fue un Hijo "obediente". Harta falta hace esto en la relación de los hijos con los padres. Muchas veces hay una obediencia por temor sin convicción. Y ante la ausencia y omisión de los padres, los hijos desobedecen y hacen cosas sin el consentimiento de los padres; muchas veces engañando y mintiendo a sus padres.

Que la relación del Hijo de Dios y del Hijo del Hombre con sus padres, sea hoy, un motivo de renacimiento entre padres e hijos en su vida familiar. Todos los hijos, a nacer a una vida nueva con sus padres, en el Hijo, que hoy se nos ha dado. Y un renacimiento de los padres con sus hijos, al contemplar a los padres de Jesús.



UN HERMANO.


Jesús es el Hijo del Hombre. Es de nuestra raza. Se hizo semejante a nosotros en todo, menos en el pecado. Se hizo un hermano nuestro.


"Cuando yo sea levantado en lo alto, atraeré a todos hacia mí"

En torno a la Cruz los hijos dispersos se juntan, forman la familia de los hijos de Dios y, como hijos, todos son hermanos entre sí.
En el Evangelio se habla de los hermanos de Jesús. Por supuesto, sus parientes, y todo ser de esta humanidad, es hermano de Jesús. Jesús, también, llama hermanos a "todo el que cumple la voluntad de su Padre". Ése Jesús, es mi hermano. Es el Nazareno.

Jesús es un hermano solidario, que no permaneció indiferente ante el pecado de la perdición de sus hermanos. Él era Hijo del Padre, hermano de todos sus hermanos, los hombres. Vino, con obediencia a su Padre, a salvar a sus hermanos. Solidarizó con ellos hasta el punto de echarse sobre sus hombros el pecado pesado de la humanidad: cargó con esa pesada cruz, cayó tres veces, pero se levantó, su misión era salvar a sus hermanos, hasta la muerte y muerte de cruz.

"Todo se ha cumplido. En tus manos, Padre, encomiendo mi espíritu".


La humanidad ha sido salvada, Se ha instaurado una dinámica de justicia y fraternidad. Jesús instaura el Reino de la justicia y fraternidad. Salva a sus hermanos. Los hermanos se reconcilian en el Hermano Jesús. Jesús, pasa a identificarse con todo ser humano, en esta tarea de fraternidad y de Reino de justicia, instaurada por Cristo desde la cruz misma. Quiere tanto a sus hermanos que termina diciendo:

"Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen".

Jesús perdona a sus enemigos y los considera sus hermanos, queriendo que todos por su Liberación y Salvación, sean hijos del mismo Padre, hermanos entre sí.

"Ama a tu hermano".


"Quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso".

"Se les dijo ama a Dios y ama a tu prójimo como a ti mismo".

"Les doy un mandamiento nuevo: Ámense unos a otros como yo los amé".


Y bien sabemos cómo nos amó nuestro Hermano Jesús:

"No hay amor más grande que dar la vida por los que se ama".

Jesús nos amó como hermanos, incluso a sus enemigos, y los amó hasta el extremo de entregar su vida. El hermano Jesús, nos introduce en una dinámica de construir la fraternidad: la hermandad y la justicia en el mundo; de hacer el Reino, desde aquí y ahora.
El resumen de todo, está en la parábola del Buen Samaritano. Les pido que la mediten. Jesús, obediente a la voluntad del Padre, no permaneció indiferente ante la humanidad empecatada, despojada y malherida a la vera de los caminos de este mundo.

"No consideró indigno hacerse uno de nosotros".

Se hizo un hermano. Se aproximó. Se hizo mi prójimo. Tomó nuestra condición, se hizo de nuestra raza, un hermano solidario, que no pasó de largo, como muchos, que no se hacen hermanos de los caídos de hoy: los pobres, los sufridos, los hambrientos los ignorantes; los desnudos, los sin vivienda y a la interperie llenos de frío; los enfermos, los encarcelados en recintos; y los "encarcelados", cautivos y oprimidos por una sociedad injusta, mentirosa y que no tiene fraternidad. Ésos, que hoy día, pasan de largo, que no construyen Reino, indiferentes, egoístas, son los "sacerdotes" y "levitas" de hoy. Son los que han convertido el mundo en "Casa de Ladrones", que están ante la ira y demasiada paciencia de Dios.

Todos hablan teóricamente de hermandad, dicen: Todo ser humano es mi hermano y es mi prójimo. Eso es en teoría. Pero, el que verdaderamente es hermano y prójimo, es el que se hace próximo, se hace hermano de los hombres de esta tierra. Hay que acercarse. Hay que encontrarse. Hay que "cargarlo sobre la cabalgadura". Hay que poner la vida de los hermanos y la problemática de todo y de todos: de todo y de todos los seres de la humanidad, "sobre nuestra cabalgadura", como hermanos, caminando al encuentro del Señor, que ya viene: ¡Ven. Señor, Jesús!

Jesús se hace nuestro hermano y se identifica con nosotros:


"Lo que haces con tu hermano, conmigo lo haces".


Al comulgar en esta Nochebuena, que nazca Jesús en nosotros: "El Cuerpo y la Sangre de Cristo". Amén, contesta cada uno: Acepto a Cristo Cabeza y a los miembros de su Cuerpo, mis hermanos. Al darse, esta noche, la paz de Jesús, désen un abrazo y diganse, unos a otros, yo seré tu hermano, en Jesús, de ahora en adelante. ¡Será Navidad!



UN HOMBRE.



Jesús es el Hijo del Hombre. Dios se hizo Hombre. Y bien hombrecito.
Es Emmanuel Dios con nosotros. Se ha cumplido la promesa de Dios a su Pueblo: Es un Hombre, un Niño, un Hijo, un Hermano y un Pobre. Al nacer este gran Hombre, el Hijo del Hombre, se cumple la promesa del Señor hecha por la boca del profeta Isaías:

"Sepan que una virgen concebirá y dará a luz un hijo y los hombres lo llamarán Emmanuel, que significa: "Dios con nosotros".


Es grande el Amor y la Misericordia de Dios. ¡Dios se hace Hombre! Jesús Hombre, en medio de los hombres, es la Encarnación del Amor y la Misericordia de Dios.
Dios no se ha olvidado de su Pueblo y ha cumplido su promesa.

"Si por un hombre, Adán, cabeza de la humanidad, entró el pecado en el mundo; por un Hombre Nuevo: Jesús, Cabeza nueva de la humanidad, entró la Salvación".


"¡Oh feliz culpa la de Adán que nos dio tan gran Redentor!".

Dios nos muestra un rostro humano, bondadoso, lleno de amor y misericordia.


Tomando las palabras del Génesis, algunos teólogos nos han enseñado:

"Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Y los hizo varón y mujer".

Y agregan: Dios, entonces, tiene un rostro de varón y mujer. Esto lo digo, especialmente ante los esfuerzos por reivindicar el rol de la mujer en la sociedad. Rol que hay que levantar y reivindicar en una sociedad machista. Pero rol, que a veces, es propiciado exageradamente, cayendo en un cargante feminismo. Y lo que me llama la atención, en mi experiencia pastoral, es la exageración en algunas religiosas. ¡Cuidado! La exageración y la búsqueda desmedida de una realización personal de ciertas religiosas, las hace perder la prioridad y entrega total a Dios y a su causa. Habría que actualizar al hoy, y revisar sus votos solemnes. La Mujer y la Religiosa es hecho "hombre": a imagen y semejanza de Dios. Pero, todo, dicho en sentido genérico: el "hombre" fue creado por Dios, y lo hizo, "varón y mujer". Sentimos cierta ausencia, en nuestra sociedad, de rasgos propios de una mujer. Cada mujer sabe a qué rasgos me refiero. Son irreemplazables. Por ejemplo: el de madre, sea esta madre carnal o una madre religiosa. Los chilenos, por más que las "monjitas", hoy, se hagan llamar de diversas maneras, las llamarán siempre "madres", no porque los chilenos sean tradicionalistas, sino porque en Chile hacen faltas madres con sus propios valores. Y en este sentido, hay que preguntarse, ¿por qué en Chile hay tanta devoción a Nuestra Madre la Virgen María? Hay hambre de maternidad. Hay necesidad del cariño de una mujer-madre. En Chile, el día de la madre es un acontecimiento muy significativo.

¡Cuánto yo he amado a mi madre! Ella siempre sigue acompañando mi peregrinar por este mundo.


Pero quiero pasar a otra cosa:


"Desde el mismo momento que Dios se hizo Hombre queda muy claro e incorporado a nuestra fe lo siguiente: Los derechos humanos son los derechos de Dios mismo".

Quien dice amar a Dios y profana los derechos de los hombres es un gran mentiroso. Casi siempre las violaciones a los derechos humanos son públicas, y el que las comete casi siempre es un pecador público. La tortura, la violación de la persona; la puesta de corriente eléctrica en los cuerpos humanos; los allanamientos de las casas y hogares, con terribles humillaciones de los moradores y con el destrozo de los bienes adquiridos con tanto sacrificio por los más pobres, es un pecado público, y siempre tiene un último responsable público. Es un pecado que clama al cielo desde la tierra de Abel a causa de Caín. Creo necesario no extenderme en esto. Todos los chilenos hemos vivido y tenido experiencia de estas violaciones en dictadura. Se han cumplido más de 40 años de ese Golpe fatídico e inmoral. Pero hoy, hay otras violaciones a los derechos humanos: en un sistema económico que hace la indignidad y miseria de tanto hombre y mujer de nuestra tierra; con graves consecuencias: un sistema de salud y de educación injustos y excluyentes; de vivienda y falta de comunión y participación en la gestación de la patria común; salarios indignos y por otro lado sobresueldos y corrupción de los poderosos y en altos niveles del Estado; falta de trabajo, cesantía, que es como morir: un asesinato social o civil, en fin, un "pecado social".
La lista es muy larga. Todavía, están como una deuda social y nacional, muchos crímenes de lesa humanidad y violaciones de derechos humanos. Así como también existe una deuda social económica con tanta gente, así también hay deudas en otros derechos humanos. Me preocupan nuestros templos llenos, especialmente en los barrios poderosos, y todos comulgando fácilmente, algunos, cómplices y gestores del "pecado social", sin más ni menos. Yo, por un compromiso categórico de conciencia, hoy, no doy la comunión a un pecador público y no concelebro la Eucaristía ante el que viola los derechos de Dios, violando los derechos humanos de sus hermanos, miembros de su Cuerpo. Comulgar el Cuerpo de Cristo, así, sin conciencia, es un sacrilegio. Esto que digo, lo hice y lo prometí en el tiempo de la dictadura. Lo supo el mismo Pinochet (Q.E.P.D.). Lo supo el mismo Cardenal de la época, el querido Don Raúl, y me encontró que tenía toda la razón. Y ¿por qué no voy a hacer lo mismo hoy día, si se trata de pecados públicos cometidos por pecadores públicos, profanando el Cuerpo de Cristo en sus miembros y hermanos?

Al término de la dictadura, con el mal llamado y mentiroso "Acuerdo Nacional", con la llegada, también, de la mentirosa democracia chilena: una traición al pueblo, hasta hoy día, me ha extrañado mucho la reacción de algunos católicos, especialmente, religiosos, sacerdotes, monjas y jerarcas de la Iglesia mía y amada. Dijeron: "Ahora que estamos en democracia, volvamos a lo nuestro, a lo propio, se acabó la situación de suplencia de la Iglesia". Se suprimió la Vicaría de la Solidaridad. Se le cambió el nombre a la Vicaría de Pastoral Obrera, por otro, menos de "una lucha de clases", la cual es evidente en nuestra sociedad como dato sociológico; se le comenzó a llamar Vicaría de Pastoral del Trabajador. En ese tiempo, Pinochet dijo: "En Chile se acabaron los obreros, todos son trabajadores, y yo soy, el primer trabajador de Chile, etc". Así, en medio de tanto trabajador, se esconde, se "acolchona" y se le baja el perfil al obrero y sus demandas propias, se le suprimen los sindicatos y sus derechos a la huelga laboral; no hay un reconocimiento de una lucha de clases de facto o "in re". ¡Eso conduce a la violencia! No se toma en cuenta que la sociedad injusta, sin fraternidad, sin derechos para el niño, para el hijo, para el hermano, para el hombre y para el pobre, es lo más violento. Es un silencioso gemido del pueblo, pero que se va tornando "clamoroso y a veces amenazante". Por eso, un Obispo dijo: "Si no hay cambio, se quiera o no, llegará el estallido social". Una sociedad violadora de los derechos humanos; habrá siempre una tentación a la violencia. Es la violencia institucionalizada contra el hombre de esta tierra. No puedo dejar de decir que el aplastamiento y la violencia que ejercen las fuerzas del "orden" sobre los que manifiestan sus demandas y derechos, es también una violación a los derechos humanos. Podrá haber aprovechadores violentos, pero no podemos generalizar y sólo caer en represión y condena, aplicando una ilegítima y mal llamada ley antiterrorista, no aceptada por el derecho internacional. Se hace urgente y necesario medir las causas de todo. Lo contrario, no hacerlo, nos llevará fácilmente a una hipocresía. Y ella no soluciona nada.

Y a los miembros de la Iglesia que terminado el tiempo de Pinochet dijeron tantas cosas, yo les digo, urgido por la Palabra:¿Acaso la promoción y defensa de los derechos humanos no es propio de la Iglesia, del Evangelio de Jesús, del Dios hecho Hombre? Yo nunca me sentí como suplente, y sentí como propio vivir el Evangelio del amor, de la misericordia, del respeto a la persona, viviendo el Evangelio del Buen Samaritano en ese tiempo dictatorial. Y lo haré ahora y siempre. Es un mandato evangélico.



UN POBRE.



"No tuvo un lugar en la posada".

No nació ni en una Maternidad ni en una Clínica, ni siquiera en una casa. Nació en lugar de pobreza en una noche oscura. Nació en una pesebrera. Estaba recostado en un pesebre, desnudo, sin ropas, a penas envuelto en un humilde pañal. Nació acompañado sólo de sus pobres y humildes padres. De pronto llegaron unos pastores pobres a adorarlo. En lo pobre, humilde y pequeño, los pastores tuvieron la experiencia que Dios se manifiesta grande. Jesús, eligió para nacer y anunciar su Buena Nueva de Salvación y Liberación integral, desde un ángulo y perspectiva de los pobres. Desde allí llega la gloria, la gracia y la paz, la cual se anuncia como Buena Nueva a todo y a todos los hombres sin ninguna exclusión, incluso a los "hombres de buena voluntad" como llama el Vaticano II a los no creyentes, con los cuales, nos invita, a construir en la unidad, dejando lo que nos separa, la ciudad y la patria temporal y común.
La universalidad de la Evangelización se da desde los pobres. Repito no hay exclusión de nadie. Así lo quiso Jesús para todos. Y con nuestro querido y recordado Cardenal Raúl decimos: "La cuna y el origen nuestro, de nuestra Iglesia, es la de los pobres. Y nunca debemos avergonzarnos y renegar de nuestra cuna y origen".
"Jesús se ha abrazado, como un hermano verdadero, a los más pobres".

Juan XXIII, al inaugurar el Concilio Vaticano II dijo: "Queremos ser la Iglesia de todos, pero sobre todo, queremos ser la Iglesia de los pobres".

Pablo VI al cerrar el Concilio en una Misa en la Plaza de San Pedro, ante una multitud de gente, de padres conciliares expectantes, de Obispos y Cardenales, ratificó lo del Papa Juan, el Bueno: Ratificó el mandato del Concilio con un gesto muy significativo; en el Ofertorio se sacó de su cabeza la pesada, preciosa y carísima tiara, y la colocó en el altar, haciendo un ofertorio a Dios, en y para los pobres e indicando: nunca más una Iglesia que no sea pobre, para y de los pobres.
Ahora, Francisco I, nos ha dicho: "Quiero una Iglesia pobre y para los pobres".
Todo esto no es algo caprichoso y acomodaticio de la Iglesia. No, es algo, nada más y nada menos, que de sus mismas raíces; es de su cuna y origen, porque Dios optó primero que cualquiera de nosotros por los pobres. Es algo que pertenece al Magisterio de la Iglesia. Está en Jesús y en su Evangelio. Es, por qué no decirlo, una verdad de nuestra fe. De aquí nace la opción preferencial por los pobres de nuestra Iglesia. Preferencial y no de exclusión, como lo han pensado, con cierto resquemor y, en algunos momentos, con odio, los poderosos, que sorda y ciegamente se han sentido abandonados y heridos en sus intereses egoístas. No hay tal abandono. Queremos la Salvación de todos. No más, que en estos días, "los signos de los tiempos", hace que la Evangelización a la manera de Jesús, nos haga llamar a los ricos y poderosos a convertirse al pobre. Allí está el camino de su conversión, salvación y liberación. Nadie, hoy día, debe olvidar el grito fuerte del Santo Alberto Hurtado: ¡ El Pobre es Cristo ! Convertirse a Cristo es convertirse al Pobre. Me llama la atención, reafirmando mi opción, que Jesús nació, vivió y murió pobre. Es coincidente su pobreza en el Nacimiento y en su Muerte. En el Nacimiento se mostró pobre, desnudo, sin ropas, sólo con un humilde pañal. En su Muerte lo entrega todo, se despoja de todo entregando su vida hasta el extremo. Antes había dicho:


"No hay amor más grande que éste:dar la vida por lo que se ama


Lo hizo consecuentemente. Más aún, es coincidente, consecuente, porque muere pobre, sin nada, desnudo, sin ropas. Su único bien material, su túnica, es sorteado por los soldados victimarios, al pie de la cruz.
Terminemos: seamos pobres, nazcamos de nuevo. Acojamos a Cristo, el pobre. Acojamos de verdad a los más pobres, construyendo, con ellos, un lugar de vida digna, para que haya, hoy día, un lugar en la posada.

Me preocupa enormemente el olvido, en algunas comunidades eclesiales, como prioridad pastoral de la Iglesia, la opción preferencial por los pobres. Se me dirá que eso no es efectivo. Yo podría convenir, que teóricamente está escrito en el papel, como lo está la prioridad pastoral de las comunidades cristianas, como lo está el papel del laico, no sólo ejecutivo, sino decisivo: de decisión en la marcha pastoral de la Iglesia; como se me dirá lo mismo con respecto al Concilio Vaticano II. Yo respondo: puede estar teóricamente, en algunas comunidades eclesiales, pero, en la práctica, no están estas prioridades nombradas. Yo pido en esta Navidad por mi Iglesia. Que también la conversión y el nacer de nuevo es propio de ella. Que se reconozca una vez para siempre, muy de cara al Pueblo de Dios, que ha habido un retroceso, una involución y restauración de la Iglesia con respecto al mandato del Vaticano II y de las Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe.
Aquí cabe decir y recordar, con tino y mucho respeto, que la Iglesia es del pobre Niño de Belén, del "Carpintero de Nazaret", del Crucificado, que es pobre y resucitado. Hay que acordarse que Jesús quiso una Iglesia, poniendo como piedra fundamental o fundacional, a Simón al que llamó Pedro: Piedra, sobre la que se construye la Iglesia, pero por supuesto, después de Cristo: "la piedra angular". Y Pedro es un pobre. Es un pescador de Galilea. Austero. Sin pompa y poder, como lo hacen en el mundo , sino un servidor, con autoridad dialogante y no autoritaria.
Todo nos habla de una característica muy propia de un corazón y alma de pobre.
Así lo quiere el Papa Francisco. Así deberá ser nuestra Iglesia y cada uno de nosotros, que somos sus miembros. Estoy orando por mi querida Iglesia. "La quiero santa, sin mancha ni arruga ni nada semejante". Creo que Dios nos está pidiendo un éxodo al Pueblo de Dios.

Acojamos a Jesús que nace. Acojamos al pobre. Tomemos un compromiso. Que se abran las puertas para Cristo, construyendo, con un amor hasta el extremo, una sociedad justa y fraterna que acoja a Cristo, acogiendo al más pobre. No olvidemos:

"Lo que hiciste por el más pobre de mis hermanos, conmigo lo hiciste".


Me ha resultado largo este escrito de Nochebuena y Navidad. Pero creo que es obra de Dios.
Termino: que tengan un gran "nacimiento" personal y social.
Que nosotros todos acojamos a Jesús que viene en esta Navidad. Que nuestro "nacimiento" sea acoger a Cristo en los niños, en los hijos, en los hermanos, en los hombres y especialmente en los pobres. Mucha fuerza y gracia del Dios que viene, para enfrentar con entusiasmo el año nuevo 2018 ya próximo. Y recen por mí.

Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
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