"Luz para iluminar a las naciones... y gloria de tu pueblo".
LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR. Lucas 2, 22-40.
Al comenzar, debo reconocer, que me encontré con la sorpresa, que el domingo cuarto correspondiente al Evangelio de las bienaventuranzas (Mateo 5,1-12), coincidía con la Fiesta de la Presentación del Señor, y que ésta tenía un lugar de precedencia y con otro Evangelio. Por lo tanto lo escrito acerca de las bienaventuranzas queda para otra ocasión. Y tendré que avocarme al Evangelio de la fiesta ya señalada. Invoco la guía del Espíritu Santo para hacer el comentario o aporte correspondiente.
La fiesta de este domingo celebra la Presentación de Jesús en el Templo.Es una fiesta de la "luz". Y en algunos lugares, en la Eucaristía, se encienden velas o candelas, manifestando al Señor Jesús, "Luz del mundo", que es presentado, cuarenta días después de la Navidad, en el templo por María y José. Lo llevan al Templo para cumplir con el rito de la religión judía. Además, porque se trata de un varón primer nacido,que debe ser consagrado a Dios:
"Asimismo, cuando llegó el día en que, de acuerdo a la Ley de Moisés, debían cumplir el rito de la purificación de la madre, llevaron al niño a Jerusalén. Allí lo consagraron al Señor, tal como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. Además ofrecieron el sacrificio que ordena la Ley: una pareja de tórtolas o dos pichones". Digamos,también, que la Virgen por razones obvias, no tenía que purificarse de nada. Sólo lo hacía porque compartía la vida de su pueblo.
En esta ocasión la Sagrada Familia se encuentra con dos ancianos que, como todos, esperaban la salvación de Dios, y resulta que sólo ellos dos merecieron reconocer al Salvador antes que éste comenzara a expresarse como tal.Estos ancianos se llamaban Simeón y Ana.
Simeón recibe en sus manos al niño Dios y lo eleva en un gesto de ofrenda u ofrecimiento. En verdad, este anciano, con ese gesto, más bien está ofrendando u ofreciendo su vida, ya próxima a su término:
"Señor, ahora, ya puedes dejar que tu servidor muera en paz, como les has dicho.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador que tú preparaste para presentarlo a todas las naciones".
Simeón, tiene muy claro, que el niño en sus manos, no es solamente "mi salvador", sino que se trata del Salvador de "todas las naciones".
Pero, también Simeón, dirigiéndose a la Virgen María, le dijo:
"Mira, este niño debe ser causa tanto de caída como de resurrección para la gente de Israel. Será puesto como una señal que muchos rechazarán y a ti misma una espada te atravezará el alma". Simón indica o anuncia la misión. Simeón, al descubrir a María la suerte de Jesús, le anuncia la espada que había de atravezar su alma y así unirla al sacrificio redentor.Esto se consuma, como se muestra, en la escena evangélica de María de pie junto a la cruz y al calvario de su hijo. Seguramente estas palabras: "Y a tí misma una espada te atravesará el alma" indica los dolores de la madre que verá a su hijo morir en la cruz. Pero también significa todo lo que María sufrirá al no comprender siempre lo que hace su hijo. Aunque conozca mejor que cualquiera las intenciones de Jesús; a veces no entenderá el por qué de la actuación de su Hijo y, porque lo quiere mucho, sufrirá más.
Pero tenemos que concentrarnos más en "la fiesta de la luz", así es llamada la Presentación del Señor en el Templo.
"Cristo es la Luz de Dios". "Luz para iluminar a todos los pueblos y gloria de Israel". Son también palabras del anciano Simeón que toma al niño Dios, elevándolo en un gesto de ofrenda.
"Luz que ilumina a los hombres", por supuesto, pero que, en otros momentos los ciega y los deja desconcertados. Es señal que divide a los hombres, pero - aquí hay un misterio - los que se ponen en contra no son siempre los malos. Pues hay malos que se ponen del lado de Cristo porque son incapaces de captar la "luz del Señor" y, por esto, no ven que ella los condena. Y hay buenos que no creen por que la voluntad de Dios respecto a ellos es que busquen la "Luz" durante su vida.
El tema de la "luz" atraviesa toda la revelación bíblica. La separación de la "luz" y de las tinieblas fue el primer acto del Creador. Al final de la historia de la salvación la nueva creación tendrá a Dios mismo por "Luz": "Entonces el que se sienta en el trono declaró: 'Ahora todo lo hago nuevo'. Y me dijo:'Escribe que estas palabras son verdaderas y seguras'...No necesita ni de luz del sol ni de la luna, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero... El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad y sus servidores le rendirán culto. Verán su rostro y llevarán su nombre sobre sus frentes. Ya no habrá noche. No necesitarán luz ni de lámparas ni del sol, porque el Señor Dios derramará su luz sobre ellos y reinarán por los siglos de los siglos".
(Génesis 1,3 y ss; Apocalípsis 21,5; 21,23;22,3-5.).
Para no alargar, no seguiremos hablando acerca del Dios del Antiguo Testamento, "Luz", que vence a las tinieblas a lo largo de toda la historia Bíblica. Nos remitiremos directamente a Jesús, "Luz" que ilumina a los hombres y a los pueblos, como lo señala Simeón en el Evangelio de este domingo, testigo de la Presentación de Jesús; tampoco hablaré acerca de la anciana Ana, también testigo y hermoso testimonio de la Presentación del Señor-Niño, y esto porque ella no habla directamente de la "luz".
CRISTO LUZ DEL MUNDO.
Jesús es el cumplimiento de la promesa.
La "luz" prometida por los profetas ha venido a ser realidad: cuando Jesús comienza a predicar en Galilea se cumple el oráculo de Isaías: "A tus habitantes postrados en tinieblas los iluminó una luz grande. Estaban sentados en la región sombría de la muerte, pero apareció para ellos una luz". (Mateo 4, 16).
Así Lucas saluda desde la infancia al sol naciente que debe iluminar a los que están en tinieblas (Lc. 1, 78 y ss);anuncia la "Luz" que debe iluminar a las naciones, como lo expresa en su Evangelio de hoy.
Y la vocación de San Pablo es anunciar el Evangelio entre los paganos, anunciando a Cristo como la "Luz del mundo": "Te puse como luz de las naciones, para que lleves la salvación hasta los extremos del mundo". (Hechos 13,47). "Tú le abrirás los ojos, a fin de que se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios; y, por la fe en mí, alcanzarán el perdón de los pecados y la herencia de los santos". (Hechos 26,18).
Cristo es revelado como "la luz". Por sus actos y sus palabras se ve a
Jesús revelarse como "Luz del mundo". Las curaciones de los ciegos tienen en este punto un significados particular como lo subraya el Evangelio de Juan refiriendo el episodio del ciego de nacimiento (Jn. 9, 1-41). Jesús declara entonces: "Pero mientras yo esté en el mundo, yo soy la luz del mundo". (v.5).Y en otro lugar Jesús declara en forma contundente: "Jesús les habló de nuevo y dijo: 'Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". (Jn.8,12).
Jesús es la "Luz" para todos los hombres de todos los tiempos: "Para todo y para todos los hombres". Dios se ha hecho el guía por medio de Jesús, "Luz del mundo". De tal manera, que el que sigue a Jesús "no caminará en tinieblas".
La "luz" es signo de muchas cosa buenas. "Luz" que brilla al amanecer, después de una noche de espera; "luz" que permite vivir y trabajar en una casa o lugar cerrado mientras afuera reina la noche; tenemos "luz" encendida en nuestras calles, que nos permite caminar con tranquilidad y tener alegría en los ojos, y que llega o debe llegar a todos, a pobres y ricos; la "luz", además, triunfa sobre las fuerzas oscuras del mal y de la ignorancia. Cristo es todo eso: es signo y sacramento de la "Luz": Él es la "Luz" misma, y mucho más todavía, para aquel que está dispuesto a seguirlo.
El ser humano que sigue a Jesús, mediante su "luz", logrará triunfar sobre todo lo oscuro que lleva en sí mismo.Porque conocemos solamente una parte de nuestro interior y, a cada momento, nuestros actos obedecen a impulsos que no controlamos y que vienen de nuestro temperamento y de nuestra naturaleza humana. Nos animan buenas intenciones, y creemos que tenemos el corazón limpio, y no vemos que, en realidad, obedecemos, a veces, a las tentaciones de la carne y de la sangre, como lo ha expresado la Biblia. Pero, si vivimos en la "Luz", la "Luz" nos irá, poco a poco, invadiendo hasta nuestros últimos rincones. De aquí se deduce la importancia de un trabajo serio en nuestra vida interior. Y Cristo puede trabajar nuestra vida interior. Es importante, en nuestra vida, tener un contacto y un encuentro personal con "Jesús, Luz del mundo"; dejarse tomar por Jesús; y sabiendo 'que Jesús está a nuestra puerta', hay que abrir nuestra puerta, para que Él entre en nosotros, y siendo habitados por Él, podamos dejarle hacer su trabajo en nuestra vida interior: hacer "Luz" en nosotros, encaminándonos a la santidad de vida, todo para mayor gloria de Dios.
Aquí cabe muy bien la parábola de la vid y los sarmientos: "Yo soy la vid verdadera, y mi Padre el viñador. Si alguna de mis ramas no produce fruto, él la corta; y limpia toda rama que produce fruto para que dé más... Yo soy la vid y ustedes las ramas. Si alguien permanece en mí, y yo en él, produce mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada".
Aunque sea reiterativo y, obedeciendo a San Pablo: "predica la palabra, insiste a tiempo y destiempo, rebatiendo, amenazado o aconsejando, siempre con paciencia y preocupado de enseñar", diré: 'no hay cristiano sin Cristo', y no se está con "Cristo, Luz del mundo", si uno no tiene un encuentro personal con Él,hasta enamorárse de Jesús; tienes que dejarte encontrar y tomar por Cristo, entregándote a Él y abandonándote a sus brazos que, cual ascensor tuyo, te sacará desde el fondo de tus oscuridades, tinieblas de muerte y pecado, tirándote para arriba, y finalmente, tu "ascensor", que es Cristo, "Luz del mundo", te tirará hacia su "Luz": hasta y hacia el cielo, que es vivir con el Señor para siempre y en la comunión de los santos. Se trata de un camino con Jesús, que te lleva a la "Luz plena".
En verdad, hoy día, la fiesta de la Presentación del Señor, se llama la fiesta de la "Luz". Y al terminar esta celebración Cristo nos dice: "Yo he venido al mundo como luz para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas. Al que escucha mi Palabra pero no la obedece, no seré yo quien lo condene, porque yo no he venido a condenar al mundo sino a salvarlo".(Jn. 12,46). Y, como de costumbre, Cristo se refiere a la salvación del "mundo": "a todo y a todos"... Nada de la experiencia humana es ajena a la evangelización", y salvación de Cristo,"Luz del mundo". Por eso, permítanme terminar como mi lema de mi Blog: "Yo estoy ungido para evangelizar a los pobres, y desde los pobres, a todo y a todos". Amén.
Al comenzar, debo reconocer, que me encontré con la sorpresa, que el domingo cuarto correspondiente al Evangelio de las bienaventuranzas (Mateo 5,1-12), coincidía con la Fiesta de la Presentación del Señor, y que ésta tenía un lugar de precedencia y con otro Evangelio. Por lo tanto lo escrito acerca de las bienaventuranzas queda para otra ocasión. Y tendré que avocarme al Evangelio de la fiesta ya señalada. Invoco la guía del Espíritu Santo para hacer el comentario o aporte correspondiente.
La fiesta de este domingo celebra la Presentación de Jesús en el Templo.Es una fiesta de la "luz". Y en algunos lugares, en la Eucaristía, se encienden velas o candelas, manifestando al Señor Jesús, "Luz del mundo", que es presentado, cuarenta días después de la Navidad, en el templo por María y José. Lo llevan al Templo para cumplir con el rito de la religión judía. Además, porque se trata de un varón primer nacido,que debe ser consagrado a Dios:
"Asimismo, cuando llegó el día en que, de acuerdo a la Ley de Moisés, debían cumplir el rito de la purificación de la madre, llevaron al niño a Jerusalén. Allí lo consagraron al Señor, tal como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. Además ofrecieron el sacrificio que ordena la Ley: una pareja de tórtolas o dos pichones". Digamos,también, que la Virgen por razones obvias, no tenía que purificarse de nada. Sólo lo hacía porque compartía la vida de su pueblo.
En esta ocasión la Sagrada Familia se encuentra con dos ancianos que, como todos, esperaban la salvación de Dios, y resulta que sólo ellos dos merecieron reconocer al Salvador antes que éste comenzara a expresarse como tal.Estos ancianos se llamaban Simeón y Ana.
Simeón recibe en sus manos al niño Dios y lo eleva en un gesto de ofrenda u ofrecimiento. En verdad, este anciano, con ese gesto, más bien está ofrendando u ofreciendo su vida, ya próxima a su término:
"Señor, ahora, ya puedes dejar que tu servidor muera en paz, como les has dicho.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador que tú preparaste para presentarlo a todas las naciones".
Simeón, tiene muy claro, que el niño en sus manos, no es solamente "mi salvador", sino que se trata del Salvador de "todas las naciones".
Pero, también Simeón, dirigiéndose a la Virgen María, le dijo:
"Mira, este niño debe ser causa tanto de caída como de resurrección para la gente de Israel. Será puesto como una señal que muchos rechazarán y a ti misma una espada te atravezará el alma". Simón indica o anuncia la misión. Simeón, al descubrir a María la suerte de Jesús, le anuncia la espada que había de atravezar su alma y así unirla al sacrificio redentor.Esto se consuma, como se muestra, en la escena evangélica de María de pie junto a la cruz y al calvario de su hijo. Seguramente estas palabras: "Y a tí misma una espada te atravesará el alma" indica los dolores de la madre que verá a su hijo morir en la cruz. Pero también significa todo lo que María sufrirá al no comprender siempre lo que hace su hijo. Aunque conozca mejor que cualquiera las intenciones de Jesús; a veces no entenderá el por qué de la actuación de su Hijo y, porque lo quiere mucho, sufrirá más.
Pero tenemos que concentrarnos más en "la fiesta de la luz", así es llamada la Presentación del Señor en el Templo.
"Cristo es la Luz de Dios". "Luz para iluminar a todos los pueblos y gloria de Israel". Son también palabras del anciano Simeón que toma al niño Dios, elevándolo en un gesto de ofrenda.
"Luz que ilumina a los hombres", por supuesto, pero que, en otros momentos los ciega y los deja desconcertados. Es señal que divide a los hombres, pero - aquí hay un misterio - los que se ponen en contra no son siempre los malos. Pues hay malos que se ponen del lado de Cristo porque son incapaces de captar la "luz del Señor" y, por esto, no ven que ella los condena. Y hay buenos que no creen por que la voluntad de Dios respecto a ellos es que busquen la "Luz" durante su vida.
El tema de la "luz" atraviesa toda la revelación bíblica. La separación de la "luz" y de las tinieblas fue el primer acto del Creador. Al final de la historia de la salvación la nueva creación tendrá a Dios mismo por "Luz": "Entonces el que se sienta en el trono declaró: 'Ahora todo lo hago nuevo'. Y me dijo:'Escribe que estas palabras son verdaderas y seguras'...No necesita ni de luz del sol ni de la luna, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero... El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad y sus servidores le rendirán culto. Verán su rostro y llevarán su nombre sobre sus frentes. Ya no habrá noche. No necesitarán luz ni de lámparas ni del sol, porque el Señor Dios derramará su luz sobre ellos y reinarán por los siglos de los siglos".
(Génesis 1,3 y ss; Apocalípsis 21,5; 21,23;22,3-5.).
Para no alargar, no seguiremos hablando acerca del Dios del Antiguo Testamento, "Luz", que vence a las tinieblas a lo largo de toda la historia Bíblica. Nos remitiremos directamente a Jesús, "Luz" que ilumina a los hombres y a los pueblos, como lo señala Simeón en el Evangelio de este domingo, testigo de la Presentación de Jesús; tampoco hablaré acerca de la anciana Ana, también testigo y hermoso testimonio de la Presentación del Señor-Niño, y esto porque ella no habla directamente de la "luz".
CRISTO LUZ DEL MUNDO.
Jesús es el cumplimiento de la promesa.
La "luz" prometida por los profetas ha venido a ser realidad: cuando Jesús comienza a predicar en Galilea se cumple el oráculo de Isaías: "A tus habitantes postrados en tinieblas los iluminó una luz grande. Estaban sentados en la región sombría de la muerte, pero apareció para ellos una luz". (Mateo 4, 16).
Así Lucas saluda desde la infancia al sol naciente que debe iluminar a los que están en tinieblas (Lc. 1, 78 y ss);anuncia la "Luz" que debe iluminar a las naciones, como lo expresa en su Evangelio de hoy.
Y la vocación de San Pablo es anunciar el Evangelio entre los paganos, anunciando a Cristo como la "Luz del mundo": "Te puse como luz de las naciones, para que lleves la salvación hasta los extremos del mundo". (Hechos 13,47). "Tú le abrirás los ojos, a fin de que se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios; y, por la fe en mí, alcanzarán el perdón de los pecados y la herencia de los santos". (Hechos 26,18).
Cristo es revelado como "la luz". Por sus actos y sus palabras se ve a
Jesús revelarse como "Luz del mundo". Las curaciones de los ciegos tienen en este punto un significados particular como lo subraya el Evangelio de Juan refiriendo el episodio del ciego de nacimiento (Jn. 9, 1-41). Jesús declara entonces: "Pero mientras yo esté en el mundo, yo soy la luz del mundo". (v.5).Y en otro lugar Jesús declara en forma contundente: "Jesús les habló de nuevo y dijo: 'Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". (Jn.8,12).
Jesús es la "Luz" para todos los hombres de todos los tiempos: "Para todo y para todos los hombres". Dios se ha hecho el guía por medio de Jesús, "Luz del mundo". De tal manera, que el que sigue a Jesús "no caminará en tinieblas".
La "luz" es signo de muchas cosa buenas. "Luz" que brilla al amanecer, después de una noche de espera; "luz" que permite vivir y trabajar en una casa o lugar cerrado mientras afuera reina la noche; tenemos "luz" encendida en nuestras calles, que nos permite caminar con tranquilidad y tener alegría en los ojos, y que llega o debe llegar a todos, a pobres y ricos; la "luz", además, triunfa sobre las fuerzas oscuras del mal y de la ignorancia. Cristo es todo eso: es signo y sacramento de la "Luz": Él es la "Luz" misma, y mucho más todavía, para aquel que está dispuesto a seguirlo.
El ser humano que sigue a Jesús, mediante su "luz", logrará triunfar sobre todo lo oscuro que lleva en sí mismo.Porque conocemos solamente una parte de nuestro interior y, a cada momento, nuestros actos obedecen a impulsos que no controlamos y que vienen de nuestro temperamento y de nuestra naturaleza humana. Nos animan buenas intenciones, y creemos que tenemos el corazón limpio, y no vemos que, en realidad, obedecemos, a veces, a las tentaciones de la carne y de la sangre, como lo ha expresado la Biblia. Pero, si vivimos en la "Luz", la "Luz" nos irá, poco a poco, invadiendo hasta nuestros últimos rincones. De aquí se deduce la importancia de un trabajo serio en nuestra vida interior. Y Cristo puede trabajar nuestra vida interior. Es importante, en nuestra vida, tener un contacto y un encuentro personal con "Jesús, Luz del mundo"; dejarse tomar por Jesús; y sabiendo 'que Jesús está a nuestra puerta', hay que abrir nuestra puerta, para que Él entre en nosotros, y siendo habitados por Él, podamos dejarle hacer su trabajo en nuestra vida interior: hacer "Luz" en nosotros, encaminándonos a la santidad de vida, todo para mayor gloria de Dios.
Aquí cabe muy bien la parábola de la vid y los sarmientos: "Yo soy la vid verdadera, y mi Padre el viñador. Si alguna de mis ramas no produce fruto, él la corta; y limpia toda rama que produce fruto para que dé más... Yo soy la vid y ustedes las ramas. Si alguien permanece en mí, y yo en él, produce mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada".
Aunque sea reiterativo y, obedeciendo a San Pablo: "predica la palabra, insiste a tiempo y destiempo, rebatiendo, amenazado o aconsejando, siempre con paciencia y preocupado de enseñar", diré: 'no hay cristiano sin Cristo', y no se está con "Cristo, Luz del mundo", si uno no tiene un encuentro personal con Él,hasta enamorárse de Jesús; tienes que dejarte encontrar y tomar por Cristo, entregándote a Él y abandonándote a sus brazos que, cual ascensor tuyo, te sacará desde el fondo de tus oscuridades, tinieblas de muerte y pecado, tirándote para arriba, y finalmente, tu "ascensor", que es Cristo, "Luz del mundo", te tirará hacia su "Luz": hasta y hacia el cielo, que es vivir con el Señor para siempre y en la comunión de los santos. Se trata de un camino con Jesús, que te lleva a la "Luz plena".
En verdad, hoy día, la fiesta de la Presentación del Señor, se llama la fiesta de la "Luz". Y al terminar esta celebración Cristo nos dice: "Yo he venido al mundo como luz para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas. Al que escucha mi Palabra pero no la obedece, no seré yo quien lo condene, porque yo no he venido a condenar al mundo sino a salvarlo".(Jn. 12,46). Y, como de costumbre, Cristo se refiere a la salvación del "mundo": "a todo y a todos"... Nada de la experiencia humana es ajena a la evangelización", y salvación de Cristo,"Luz del mundo". Por eso, permítanme terminar como mi lema de mi Blog: "Yo estoy ungido para evangelizar a los pobres, y desde los pobres, a todo y a todos". Amén.