Es urgente redescubrir nuestra vocación bautismal hoy día.
BAUTISMO DE JESÚS.Mateo 3, 13-17.
ANUNCIO:
"Éste es mi Hijo, el Amado; éste es mi Elegido".
En el bautismo de Jesús en el Jordán tenemos una extraordinaria manifestación de Dios. Se nos manifiesta como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo. Es el Dios Uno y Trino. Es la Santísima Trinidad.
"Por ese tiempo vino Jesús de Galilea al río Jordán en busca de Juan para que lo bautizara...".Una vez bautizado, Jesús salió del río. De repente se le abrieron los Cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como paloma y venía sobre él.Y se oyó una voz celestial que decía:Éste es mi Hijo, el Amado; éste es Mi Elegido".
Ahí están el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Pero,hoy, más bien tenemos que referirmos a la manifestación que hace el Padre Dios de su Hijo: "Éste es mi Hijo, el Amado; éste es mi Elegido".
Antes diremos que Jesús no necesitaba convertirse ni bautizarse. Siendo el Salvador de la humanidad, un hombre como los hombres, menos en el pecado, quiso encarnarse y mezclarse solidariamente con la humanidad, que había asumido en su divinidad,en su única persona.Se mezcla con sus hermanos pecadores que buscaban el camino del perdón. Quiso asegurales que ése era un camino correcto: buscar la rectidud y la transformación de sus vidas.
Jesús, el Hijo del Hombre, fue gratificado con una comunicación divina. ¿Acaso, Jesús necesitaba saber todo aquello que se manifestó en el Jordán?
No hay que olvidar que el término Hijo de Dios, en ese tiempo, tenía varias interpretaciones. Así se le llamaba al rey de Israel. Así, también se decía, cuando se esperaba el nombramiento del rey.
La voz del Padre es nítida y muy clara: se trata de que Jesús, el Hijo del Hombre, es el Hijo de Dios, tal cual lo expresa la palabra.Es el Hijo Único del Padre Dios; Dios nacido de Dios, desde su concepción. En ese momento del bautismo,y desde ese momento, Jesús, Hombre, era muy consciente de ser Hijo de Dios. También, en el bautismo, Jesús recibió el llamado de Dios: "éste es mi Elegido". Dios le insinúa comenzar su misión y ministerio de salvación, como hijo suyo: "He aquí a mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido, el preferido de mi corazón. He puesto mi Espíritu sobre él, y por él las naciones conocerán mis Juicios". (Isaías 42, 1.). Jesús es profeta y rey de su pueblo… . "Tú eres mi elegido". Todo tiene una coincidencia y un profundo sentido con el significado antiguo de la Biblia. También, en ese mismo momento, Jesús recibe ahora otra comunicación plena del Espíritu dado a los profetas. Jesús es Sacerdote, Profeta y Rey.
¿Cómo se sentiría Jesús como hombre con esta declaración de amor divino? Sólo los que hemos tenido experiencia del amor de Dios,podríamos tener una respuesta cercana a esta interrogante. (Antes de dormirme, miro un cuadro al frente mío, de dos manos tomadas, una más grande y otra más chica, dice: "Señor, creo en tu amor por mí". Yo lo digo, tal cual, y me duermo, pensando cuánto me ama Dios y, también, pensando en el amor de mis padres, que como instrumentos del amor de Dios, me llamaron a vivir y, amándome, me entregaron al ministerio sacerdotal y a la misión de salvación y liberación de mis hermanos, especialmente de los más pobres. Soy sacerdote ministerial por el Orden Sagrado. "Sacerdos in eternum")... Sigamos...
Toda esta manifestación, en el bautismo de Jesús, además, es un anuncio y figura de nuestro propio bautismo. El Padre, a través de su Hijo, nos ama y ama a todos los hombres, con el mundo que les rodea.
Dios Padre nos ama a cada de nosotros en la medida que nos ve en su Hijo; en la medida que nos ve incorporados a Jesús.
En el bautismo nos hemos incorporado al Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. No hemos revestido de Cristo, muriendo a nuestro pecado. El Padre nos mira como hijos. Nos señala, eligiéndonos para la misión; se oye a Dios: Tú eres mi hijo, el amado; tú eres mi elegido. Pero, como hijos, en Jesús, hermanos de mis hermanos, los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
El Espíritu Santo nos unge como cristianos, y nos envía a cumplir la misión de la Iglesia. El Espíritu nos enseña y aclara todo. Nos guía y nos orienta "según los signos de los tiempos". El Espíritu nunca puede estar cesante en su labor con nosotros. Él nos hace siempre jóvenes de espíritu. En verdad, necesitamos ser cristianos de espíritu. Dígámoslo de una vez para siempre: nuestro bautismo nos hace Templo de Dios, en Jesús, el Hijo, que nos relaciona con el Padre, y éste al vernos en su Hijo, nos ama y, por la unción del Espíritu, nos hace también, en nuestro hermano Jesús, hermanos de nuestros hermanos: familia y Pueblo de Dios: Iglesia, con una misión de cada uno y de todos los miembros de este Cuerpo de Cristo: Evangelizar y hacer que Jesús, el Verbo, se haga carne, en "todo y en todos", "hasta los confines".
Somos habitados por Dios Uno y Trino. Hemos sido bautizados en el Nombre del Padre y del Hijo y del Esíritu Santo. Somos Templo de Dios, en medio de la vida, templos y hogares de los hombres y mujeres de nuestros tiempos, aproximándonos, hermanándonos, siendo instrumentos de salvación y liberación cristiana: nada de su experiencia humana puede sernos ajenos. Es nuestra urgente misión de bautizados, que debemos redescubrir, para el hoy de nuestros días. ¡Bendito sea Dios!¡Demos gracias a Dios!
DENUNCIA:
Nuetra condición de bautizados debe ser vivida en este mundo peregrino. Lamentablemente, o no tenemos total conciencia de nuestra condición de bautizados y lo que ella implica, o simplemente, por nuestra tibieza y nuestra falta de condición de discipulos, no cumplimos las exigencias del bautismo. Nuestra mediocridad "echa en bolsa rota la gracia de Dios que hemos recibido".
Me detendré a ver nuestra conciencia de hijos de Dios y por consecuencia de hermanos de nuestros hermanos.
Pienso que hoy no existe la hermandad que Dios quiere. Teóricamente escuchamos frecuentemente que todos somos hermanos en Cristo, hijos del mismo Padre. Pero, para serlo, lo que importa es: acercarnos, apróximarnos a los hermanos y practicar concretamente la fraternidad; y está no se está dando. Hay muchas divisiones, separaciones, luchas de clases, causadas principalmente por las abismantes desigualdades humanas y materiales.
Casi el 80% del mundo está en la pobreza. Se aplica un sistema económico que es imposible que nos haga hermanos. Este sistema causa acumulación y acaparación de los bienes creados para todos por el Padre-Creador. El sistema está centrado en el dinero y en conseguirlo de cualquier forma, incluso matando de a poco a una generación entera. El sistema no tiene como centro al ser humano, hijo de Dios, nuestro hermano o hermana; todo está en la competencia por tener más y no por ser más. Eso nos convierte en rivales competidores, y como en la parábola del buen samaritano tira a muchos "a la vera del camino": a millones, asaltados, despojados, heridos, con distintas heridas y enfermedades, como la de la salud misma, como la de la vivienda; como la de la educación y como la del trabajo: indigno, injusto, haciendo cesantía o subempleos. El sistema no conduce a una vida digna, sino a un despojo, a una pobreza y a una miseria, que más aún,es escondida, por los poderosos, unidos a una clase política, con afanes mezquinos y egoístas, y siempre haciendo un rodeo frente al caido, como lo hizo el "sacerdote y el levita". Éste es un pecado que clama al cielo. Cómo convencer a los ricos, que su camino al cielo, es la justicia social, tener alma de pobres y estar disponible para construir la fraternidad desde ya, ahora y aquí. Se está en una situación de "pecado social". Se grita y se gime por parte de la humanidad despojada y herida. "Esto pudo haber sido leve, pero hoy se torna impetuoso y a veces amenazante".(Puebla). Es el clamor de "los millones de pobres que piden a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte" (Medellín).
Los bautizados somos Iglesia de los pobres, así lo quiere Jesús, y así lo está pidiendo Francisco I. Pero aparecemos con riqueza. Se habló,no hace mucho tiempo , que ni siquiera en el Vaticano se estaba pagando un salario digno a cerca de tres mil trabajadores. Hubo demandas por parte de los trabajadores. Esto es un ejemplo pasado. Pero hay más. La opción por los pobres no está apareciendo como una prioridad pastoral de nuestra Iglesia.Los que se resiten a creer esto que estamos diciendo, sólo le decimos: "Por sus frutos los conoceréis" y "la fe sin obras es fe muerta". No estamos siendo la Iglesia del Hijo del Hombre, que nació, vivió y murió pobre. ¿Acaso de nuevo Cristo Crucificado? ¿De nuevo, como Pedro, vamos a negar al Cristo, que está en los millones de pobres que sufren? ¿De nuevo nos vamos a lavar las manos como Pilato? Por el "amor al más pobre vamos a ser juzgados por Dios". (Cfr. Mateo 25). Ahí se verá si hemos sido verdaderamente hijos de Dios y hermanos de nuestros hermanos, si hemos vivido nuestro bautismo en nuestro peregrinar por el mundo.
El sistema económico capitalista neoliberal globalizado en el mundo, hace, tanto al trabajo humano como al trabajador, como una vulgar herramienta de mercancía. Hay que producir y producir, es la consigna del sistema, crecer y crecer, hasta ahora macroeconómicamente, pero sin "chorreo", con sueldos indignos y trabajos temporales. Hoy hay trabajadores temporeros a todo nivel de vida. Eso acarrea el llanto y crujir de dientes de las familias. De ahí se derivan muchos más males: la delincuencia, el narcotráfico, la drogadicción, el alcoholismo , la violencia familiar u otros tipos de violencia, que no queremos, pero que tienen una clara causa. Y a esas concecuencias causadas por el sistema... lo que hacemos reiteradamente, es usar las mismas palabras condenatorias de siempre: "Condenamos la violencia venga de dónde venga". Es una hipocresía. No basta con condenar, hay que entender que el sistema no es humano y es muy violento; es una tentación y causa de la violencia. Hay que reconocer, que existe una violencia institunaciolizada,que nos aleja de ser hijos de Dios y hermanos de nuestros hermanos. La violencia institucionalizada la han denunciado nuestro legítimos pastores, y lo han hecho a nivel latinoaméricano y el Caribe, pero muchos católicos, sobre todo, poderosos, no hacen caso y se les ve "muy bien,comulgando", y muy buenos para condenar la violencia;ni mueven un dedo por nadie. Incluso, hay agentes pastorales refugiados en la barca de la Iglesia. Se enajenan con compromisos pastorales, y sienten, que con eso, su compromiso como cristiano ya está agotado.Muchos sienten temor de expresar este drama humano de los pobres. Esto sucede, en la mayoría de los casos,porque los laicos temen a un sacerdote autoritario, que siempre les está recordando y echándole en cara: "Acuérdese que usted se debe a una jerarquía".
Esto es un retrato de una comunidad eclesial involucionista y restauradora con respecto a la Iglesia del Vaticano II. Los sacerdotes, no todos, pero muchos, han olvidado poner en práctica el Vaticano II, Medellín, Puebla, Aparecida y la Evangelli Nuntiandi. Hace falta un aggiornamiento y una puesta al día del Magisterio escrito, olvidado e ignorado. ¿Por qué en los Cursos de Formación y de Agentes Pastorales, no se preocupan de leer y estudiar sistemáticamente el Concilio? Incluso, si es necesario, postergar otras cosas y dedicar un tiempo fuerte al estudio del Concilio y su aplicación en América Latina, incluyendo, sobre todo, una Evangelización, que lleve al encuentro verdadero del Agente Pastoral con Cristo, Único Maestro. Necesitamos hombres y mujeres convertidos y no sabios, doctos y secos, sin la gracia de Dios. La Iglesia de hoy, así como lo hicieron los Obispos en Aparecida, debe tener una profunda revisión y una profunda conversión. En estos años últimos, mi experiencia sacerdotal, ha sido de un permanente bloqueamiento, por parte, de sacerdotes, religiosas y algunos laicos conservadores y temerosos. Soy un sacerdote de Jesús, del Evangelio. Soy un hombre de Iglesia, leal y fiel, sobre todo tratando de aplicar, en la pastoral, el Vaticano II, Medellín y Puebla; hoy día, Aparecida.Nací al sacerdocio en pleno Vaticano II.
Veo que no hay una verdadera opción por los pobres. He urgido una presencia pastoral y de misión evangelizadora en un Campamento a la Parroquia correspondiente. He insistido casi dos años. No pasó nada. Y eso que hemos dicho que "los pobres no pueden esperar".
No hay una opción por las comunidades cristianas: Iglesia doméstica, inserta, encarnada y comprometida con "los gozos y esperanzas, con las lágrimas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, especialmente con los más pobres". Y esto porque lo manda la Iglesia del Vaticano II: "porque los gozos y esperanzas, las lágrimas y angustias, son los gozos y esperanzas, las lágrimas y angustias de los dicípulos de Cristo…" (Gaudium et Spes).He sido testigo, como sacerdote, que ama a la Iglesia, y que la quiere "sin mancha ni arruga ni nada semejante", que este mandato de la Iglesia no se está cumpliendo, como corresponde, en la base de la Iglesia: en Parroquias, Comunidades y Capillas Sectoriales. Esta base de la Iglesia no estaría viviendo el bautismo: no estaría siendo verdaderamente hijos de Dios, que cumplen su voluntad, ni tampoco se hacen próximos, como Jesús, a sus hermanos los pobres y sufridos. En la práctica no se construye el Reino de la fraternidad encomendado por Jesús a sus discípulos.
Tampoco, me parece, se está respetando el rol fundamental del laico en la Iglesia y en su labor específica en lo temporal. Se les ha metido como en un "Arca de Noé". Están sometidos y son meros ejecutivos del sacerdote de turno. Están en una Iglesia monolítica y hegemónica, centrada en si misma, y por tanto no misionera ni evangelizadora, y por ende no "buen samaritano", no próxima a sus hermanos necesitados del pan y "de toda palabra que sale de la boca de Dios". Veo, incluso, adentro de la Comunidad, Iglesia de Base, mucha división, cahuin y competencia; se deshermanan con frecuencia. El encierro les hace mal. Falta amor y faltando éste, se producen crisis. Eso nos hace comprender que es urgente una revisión de nuestra condición de bautizados. He sido duro con los sacerdotes. Lo hago conmigo mismo. Tenemos mucha responsabilidad en todo.
Recuerdo el caso de un sacerdote, que no hace mucho, ha mostrado su opinión contraria al Vaticano II. Lo hizo en Escuela de Verano, para Agentes Pastorales de un Decanato. Al tocar el tema de la Eclesiología, dijo sin tapujo: "Mi fundamento doctrinal será el Vaticano I, pues yo no estoy de acuerdo con el Vaticano II". Y es, precisamente, el Vaticano II,rubricado por Pablo VI, que nos envió a vivir el bautismo, como hijos de Dios y de la Iglesia, en medio del mundo; enviándonos al mundo, haciéndonos próximos de nuestros hermanos, incluso con los que están en las fronteras. Nos pidió que fuéramos a los hermanos del mundo,no sólo como maestros, sino también como discípulos: a ser evangelizados por ellos y por el mismo mundo. Es decir, lo mismo de Juan XXIII, dicho con otras palabras. Juan XXIII nos dijo: "abran las ventanas, para que entre el aire del mundo". La Iglesia estaba muy encerrada, con aire enrrarecido. El Vaicano II fue un Pentecostés para la Iglesia de hoy. Al igual que los Apóstoles, se nos manda, por el Espíritu, a abrir las puertas y enfrentar el "diluvio" del mundo, encarnándonos, a la manera de Jesús, para anunciar su Evangelio, y para recibir, aproximándonos, a los hermanos del mundo secular,también una evangelización, que está, muchas veces, implícita en ellos y su mundo.
Recuerdo a un sacerdote muy querido, que se había hecho pobre entre los pobres, al cual admiro; sabiendo yo, que él estaba participando en un grupo de sensibilidad social y política, grupo no pobre,de élite, buscando "propuestas para Chile", me atreví a preguntarle, si él estaba proponiendo desde y por los pobres. Me contestó: "yo no represento a nadie, me represento a mi mismo". Me quedé pensando su respuesta. Pensé que su respuesta hacía incapié, en que se representaba a sí mismo… yo pensé:'pero si él es pobre'. Pero, también, he pensado, que su respuesta podría significar que él, no se había hecho realmente hermano pobre de sus hermanos pobres. Estábamos en una época difícil, en que se nos insistía, que la Iglesia, en esas circunstancias, debía ser la voz de los sin voz. Era propicio,entonces, su participación en "propuestas para Chile", para poder levantar la bandera y causa de los pobres.
Me parece que muchas veces se arguye que la Iglesia dedica muchos sacerdotes al mundo popular. Eso me merece muchas dudas. Pero, en todo caso, si es verdadera la mayor dedicación de personal sacerdotal en las poblaciones de los pobres, me parece que es legítimo preguntarse, si hay encarnación e inserción verdadera, o si se copia la atención pastoral de las parroquias no pobres, traspasando todo al mundo popular. Se puede vivir en una población, incluso en un Campamento, sin ser ni siquiera por osmósis, a la manera del "nazareno", un pobre junto y en medio de los pobres.
Quiero, como otras veces, referirme a lo contingente nacional.
Reitero la denuncia: Ni siquiera somos hermanos en la construcción, en comunión y participación, de la patria común. No hay democracia verdadera. No hay canales de participación. Ni siquiera el voto, siendo ahora voluntario, puede expresar el sentir del pueblo. Hay una gran abstención. Más aún,la institucionalidad política impuesta en dictadura, hace dos conglomerados que se reparten o se han apoderado del poder por el poder. Esos conglomerados presentan candidatos a las elecciones con una injusta, excluyente y absurda ley electoral binominal, que no es representativa de la realidad política del país. Nunca un 35% será igual a un 65%. Así está hecha la ley electoral binominal; para un duopolio, que nunca será verdaderamente representativo del pueblo soberano. Con esta ley, se dan casos en que ganan los que pierden y pierden los que ganan. Y, ¿que tiene que ver esto con fraternidad?
En nuestra denuncia diremos que todavía no ha llegado la democracia para Chile.
Denunciamos una Constitución dictatorial,que después de más de 20 años no ha sido cambiada como corresponde. Se le han hecho reformas cosméticas. Lo que se requiere es un cambio de Constitución.
Con esa locomoción constitucional dictatorial, vamos por un camino equivocado, y no vamos a llegar a la democracia, que hasta ahora, ha sido el mejor camino para llegar a una mejor fraternidad.
El capitalismo neoliberalismo está sostenido y muy sostenido por la Constitución dictatorial; y hay otros males, que son consecuencias derivadas de esta Constitución:La política de viviendia, de salud; de educación, política laboral; la misma ecconomía: las riquezas básicas en manos privadas: nacionales y extranjeras. Todo este mal conlleva la pérdida de valores. No tenemos un alma nacional ni hay un proyecto verdadero de país. Desde la fe, denuncio esta situación, como pecado social. Dios no la quiere. Esta situación no es la voluntad de Dios. Y esto lo decimos sin temor, a aquellos que siempre tratan de desautorizarnos por no ser expertos en economía y otra cienciass. Pero, con firmeza, digo: somos pastores, y estamos siendo testigos, y también sufriendo en carne propia esta inhumana crueldad.
Creo, al igual que uno de nuestros obispos, que 'si no hay cambio vendrá el estallido social'.No habrá fraternidad. Hay una deuda social y es urgente pagarla como corresponde.Si no se responde, habrá una permanente tentación a la violencia. Violencia que no quiero. Por eso, la demanda de justicia y fraternidad es urgente.
Hay algunos chilenos, por no decir muchos, que hacen de la mentira una verdad. No hay peor mentira que mentirse a si mismo. Todo se fundamenta en una falsa democracia. Y la aceptamos como democracia, usando la dinámca de ir de mentira a verdad . En esta denuncia cito a Jesús y su Evangelio:
"Ellos respondieron: ‘Nosotros no somos hijos ilegítimos, no tenemos más que un solo padre, Dios’… . Jesús les dijo: ‘Si Dios fuera el Padre de ustedes, ustedes me amarían, porque de él salí yo y de él vengo. Yo no he venido por iniciativa propia, sino que él me envió. ¿Por qué, pues, no reconocen mi lenguaje? porque no pueden aceptar mi mensaje… . Ustedes tienen por padre al Diablo, y quieren realizar los malos deseos del diablo. Él es asesino de hombres desde el principio. No ha permanecido en la verdad. Cuando habla, de él brota la mentira, porque es mentiroso y padre de toda mentira… . Yo, en cambio, les digo la verdad y ustedes no me creen. ¿Quién de ustedes encontrará en mí falsedad? Sí, pues, les he dicho la verdad, ¿por qué no me creen? El que es de Dios escucha la Palabra de Dios:por eso no me escuchan, porque no son de Dios".
¿Se podría aplicar esto a nosotros y a nuestra sociedad? Dejo hecha la pregunta.
CONVOCACIÓN:
Después de esta dura y cruda denuncia, quiero decir: es la hora de los discípulos de Cristo: de los hijos amados y elegidos del Padre.
Nosotros tenemos la fuerza de nuestro bautismo. Estamos habitados por Dios. Y Dios es el Dios que todo lo puede. Seamos sus dóciles y responsables instrumentos y aportemos con nuestra encarnación de hijos de Dios, la tarea y compromiso social y político, de la construcción de un Reino de fraternidad. Esta tarea hay que comenzarla de verdad, desde ya, ahora y aquí.
Salgamos de nuestro falso espiritualismo. Hagámosnos próximos. Seamos hermanos. La fraternidad es un desafío especial de la hora presente. Una sociedad construída en comunión y participación es hacia la fraternidad.
Esto supone derribar los obstáculos de las desigualdades abismantes, de las injusticias sociales.
Este es un aporte decisivo nuestro a la fraternidad. Las filosofías, ideologías y partidos políticos no pueden darla, porque no dicen referencia a un Padre común. Nosotros tenemos el desafío de hacer la fraternidad.Los cristianos tenemos como fundamento de la fraternidad, el que somos hijos de Dios. El fundamento de la fraternidad humana es la paternidad común de un Dios Padre, "lento a la ira y rico y pronto en misericordia". Todo esto, aceptado, no sólo de palabras, sino aceptado en la práctica, con un compromiso cristiano verdadero, que escucha el clamor de sus hermanos oprimidos, y que busca su liberación integral.Podemos ser hermanos porque podemos ser hijos de Dios… y realmente lo somos. Dios es nuestro Padre. Y repito: la fraternidad no puede construirse sólidamente sin esta referencia a un padre común. (Puebla 211, 212, 241). Y como ya dijimos: las ideologías que buscan una fraternidad, y la buscan sin esta referencia, caen en una precariedad y muchas veces en sectarismos.
La Palabra de hoy nos convoca a una gran misión y crea la fraternidad. Los Sacramentos, particularmente la Eucaristía, son la celebración y la inyección de la hermandad en la comunidad humana. (Puebla 918). La libertad que hemos adquirido por el bautismo, como hijos de Dios, es, en primer lugar, un poder salir de nosotros mismos: de nuestro yo, para descubrir al otro como otro, y no como una prolongación de nosotros mismos. Porque sin esa actitud, no nos hacemos hermanos de los demás. Con egoísmo, sin ése amor, a la manera de Jesús, el Hijo Amado de Dios, el Elegido, no salvamos a nadie . Vivamos nuestro bautismo. El bautismo es la fiesta de la filiación y de la hermandad. Esta convocación es una elección de Dios. Es una llamada a construir un mundo ancho, justo, solidario, y donde no sobre nadie; vocación a construir el Reino de la fraternidad.
He sido reiterativo con intención. Debo "predicar oportuna e inoportunamente, con toda paciencia y doctrina". ¡Ay de mí si no lo hago! En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ANUNCIO:
"Éste es mi Hijo, el Amado; éste es mi Elegido".
En el bautismo de Jesús en el Jordán tenemos una extraordinaria manifestación de Dios. Se nos manifiesta como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo. Es el Dios Uno y Trino. Es la Santísima Trinidad.
"Por ese tiempo vino Jesús de Galilea al río Jordán en busca de Juan para que lo bautizara...".Una vez bautizado, Jesús salió del río. De repente se le abrieron los Cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como paloma y venía sobre él.Y se oyó una voz celestial que decía:Éste es mi Hijo, el Amado; éste es Mi Elegido".
Ahí están el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Pero,hoy, más bien tenemos que referirmos a la manifestación que hace el Padre Dios de su Hijo: "Éste es mi Hijo, el Amado; éste es mi Elegido".
Antes diremos que Jesús no necesitaba convertirse ni bautizarse. Siendo el Salvador de la humanidad, un hombre como los hombres, menos en el pecado, quiso encarnarse y mezclarse solidariamente con la humanidad, que había asumido en su divinidad,en su única persona.Se mezcla con sus hermanos pecadores que buscaban el camino del perdón. Quiso asegurales que ése era un camino correcto: buscar la rectidud y la transformación de sus vidas.
Jesús, el Hijo del Hombre, fue gratificado con una comunicación divina. ¿Acaso, Jesús necesitaba saber todo aquello que se manifestó en el Jordán?
No hay que olvidar que el término Hijo de Dios, en ese tiempo, tenía varias interpretaciones. Así se le llamaba al rey de Israel. Así, también se decía, cuando se esperaba el nombramiento del rey.
La voz del Padre es nítida y muy clara: se trata de que Jesús, el Hijo del Hombre, es el Hijo de Dios, tal cual lo expresa la palabra.Es el Hijo Único del Padre Dios; Dios nacido de Dios, desde su concepción. En ese momento del bautismo,y desde ese momento, Jesús, Hombre, era muy consciente de ser Hijo de Dios. También, en el bautismo, Jesús recibió el llamado de Dios: "éste es mi Elegido". Dios le insinúa comenzar su misión y ministerio de salvación, como hijo suyo: "He aquí a mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido, el preferido de mi corazón. He puesto mi Espíritu sobre él, y por él las naciones conocerán mis Juicios". (Isaías 42, 1.). Jesús es profeta y rey de su pueblo… . "Tú eres mi elegido". Todo tiene una coincidencia y un profundo sentido con el significado antiguo de la Biblia. También, en ese mismo momento, Jesús recibe ahora otra comunicación plena del Espíritu dado a los profetas. Jesús es Sacerdote, Profeta y Rey.
¿Cómo se sentiría Jesús como hombre con esta declaración de amor divino? Sólo los que hemos tenido experiencia del amor de Dios,podríamos tener una respuesta cercana a esta interrogante. (Antes de dormirme, miro un cuadro al frente mío, de dos manos tomadas, una más grande y otra más chica, dice: "Señor, creo en tu amor por mí". Yo lo digo, tal cual, y me duermo, pensando cuánto me ama Dios y, también, pensando en el amor de mis padres, que como instrumentos del amor de Dios, me llamaron a vivir y, amándome, me entregaron al ministerio sacerdotal y a la misión de salvación y liberación de mis hermanos, especialmente de los más pobres. Soy sacerdote ministerial por el Orden Sagrado. "Sacerdos in eternum")... Sigamos...
Toda esta manifestación, en el bautismo de Jesús, además, es un anuncio y figura de nuestro propio bautismo. El Padre, a través de su Hijo, nos ama y ama a todos los hombres, con el mundo que les rodea.
Dios Padre nos ama a cada de nosotros en la medida que nos ve en su Hijo; en la medida que nos ve incorporados a Jesús.
En el bautismo nos hemos incorporado al Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. No hemos revestido de Cristo, muriendo a nuestro pecado. El Padre nos mira como hijos. Nos señala, eligiéndonos para la misión; se oye a Dios: Tú eres mi hijo, el amado; tú eres mi elegido. Pero, como hijos, en Jesús, hermanos de mis hermanos, los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
El Espíritu Santo nos unge como cristianos, y nos envía a cumplir la misión de la Iglesia. El Espíritu nos enseña y aclara todo. Nos guía y nos orienta "según los signos de los tiempos". El Espíritu nunca puede estar cesante en su labor con nosotros. Él nos hace siempre jóvenes de espíritu. En verdad, necesitamos ser cristianos de espíritu. Dígámoslo de una vez para siempre: nuestro bautismo nos hace Templo de Dios, en Jesús, el Hijo, que nos relaciona con el Padre, y éste al vernos en su Hijo, nos ama y, por la unción del Espíritu, nos hace también, en nuestro hermano Jesús, hermanos de nuestros hermanos: familia y Pueblo de Dios: Iglesia, con una misión de cada uno y de todos los miembros de este Cuerpo de Cristo: Evangelizar y hacer que Jesús, el Verbo, se haga carne, en "todo y en todos", "hasta los confines".
Somos habitados por Dios Uno y Trino. Hemos sido bautizados en el Nombre del Padre y del Hijo y del Esíritu Santo. Somos Templo de Dios, en medio de la vida, templos y hogares de los hombres y mujeres de nuestros tiempos, aproximándonos, hermanándonos, siendo instrumentos de salvación y liberación cristiana: nada de su experiencia humana puede sernos ajenos. Es nuestra urgente misión de bautizados, que debemos redescubrir, para el hoy de nuestros días. ¡Bendito sea Dios!¡Demos gracias a Dios!
DENUNCIA:
Nuetra condición de bautizados debe ser vivida en este mundo peregrino. Lamentablemente, o no tenemos total conciencia de nuestra condición de bautizados y lo que ella implica, o simplemente, por nuestra tibieza y nuestra falta de condición de discipulos, no cumplimos las exigencias del bautismo. Nuestra mediocridad "echa en bolsa rota la gracia de Dios que hemos recibido".
Me detendré a ver nuestra conciencia de hijos de Dios y por consecuencia de hermanos de nuestros hermanos.
Pienso que hoy no existe la hermandad que Dios quiere. Teóricamente escuchamos frecuentemente que todos somos hermanos en Cristo, hijos del mismo Padre. Pero, para serlo, lo que importa es: acercarnos, apróximarnos a los hermanos y practicar concretamente la fraternidad; y está no se está dando. Hay muchas divisiones, separaciones, luchas de clases, causadas principalmente por las abismantes desigualdades humanas y materiales.
Casi el 80% del mundo está en la pobreza. Se aplica un sistema económico que es imposible que nos haga hermanos. Este sistema causa acumulación y acaparación de los bienes creados para todos por el Padre-Creador. El sistema está centrado en el dinero y en conseguirlo de cualquier forma, incluso matando de a poco a una generación entera. El sistema no tiene como centro al ser humano, hijo de Dios, nuestro hermano o hermana; todo está en la competencia por tener más y no por ser más. Eso nos convierte en rivales competidores, y como en la parábola del buen samaritano tira a muchos "a la vera del camino": a millones, asaltados, despojados, heridos, con distintas heridas y enfermedades, como la de la salud misma, como la de la vivienda; como la de la educación y como la del trabajo: indigno, injusto, haciendo cesantía o subempleos. El sistema no conduce a una vida digna, sino a un despojo, a una pobreza y a una miseria, que más aún,es escondida, por los poderosos, unidos a una clase política, con afanes mezquinos y egoístas, y siempre haciendo un rodeo frente al caido, como lo hizo el "sacerdote y el levita". Éste es un pecado que clama al cielo. Cómo convencer a los ricos, que su camino al cielo, es la justicia social, tener alma de pobres y estar disponible para construir la fraternidad desde ya, ahora y aquí. Se está en una situación de "pecado social". Se grita y se gime por parte de la humanidad despojada y herida. "Esto pudo haber sido leve, pero hoy se torna impetuoso y a veces amenazante".(Puebla). Es el clamor de "los millones de pobres que piden a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte" (Medellín).
Los bautizados somos Iglesia de los pobres, así lo quiere Jesús, y así lo está pidiendo Francisco I. Pero aparecemos con riqueza. Se habló,no hace mucho tiempo , que ni siquiera en el Vaticano se estaba pagando un salario digno a cerca de tres mil trabajadores. Hubo demandas por parte de los trabajadores. Esto es un ejemplo pasado. Pero hay más. La opción por los pobres no está apareciendo como una prioridad pastoral de nuestra Iglesia.Los que se resiten a creer esto que estamos diciendo, sólo le decimos: "Por sus frutos los conoceréis" y "la fe sin obras es fe muerta". No estamos siendo la Iglesia del Hijo del Hombre, que nació, vivió y murió pobre. ¿Acaso de nuevo Cristo Crucificado? ¿De nuevo, como Pedro, vamos a negar al Cristo, que está en los millones de pobres que sufren? ¿De nuevo nos vamos a lavar las manos como Pilato? Por el "amor al más pobre vamos a ser juzgados por Dios". (Cfr. Mateo 25). Ahí se verá si hemos sido verdaderamente hijos de Dios y hermanos de nuestros hermanos, si hemos vivido nuestro bautismo en nuestro peregrinar por el mundo.
El sistema económico capitalista neoliberal globalizado en el mundo, hace, tanto al trabajo humano como al trabajador, como una vulgar herramienta de mercancía. Hay que producir y producir, es la consigna del sistema, crecer y crecer, hasta ahora macroeconómicamente, pero sin "chorreo", con sueldos indignos y trabajos temporales. Hoy hay trabajadores temporeros a todo nivel de vida. Eso acarrea el llanto y crujir de dientes de las familias. De ahí se derivan muchos más males: la delincuencia, el narcotráfico, la drogadicción, el alcoholismo , la violencia familiar u otros tipos de violencia, que no queremos, pero que tienen una clara causa. Y a esas concecuencias causadas por el sistema... lo que hacemos reiteradamente, es usar las mismas palabras condenatorias de siempre: "Condenamos la violencia venga de dónde venga". Es una hipocresía. No basta con condenar, hay que entender que el sistema no es humano y es muy violento; es una tentación y causa de la violencia. Hay que reconocer, que existe una violencia institunaciolizada,que nos aleja de ser hijos de Dios y hermanos de nuestros hermanos. La violencia institucionalizada la han denunciado nuestro legítimos pastores, y lo han hecho a nivel latinoaméricano y el Caribe, pero muchos católicos, sobre todo, poderosos, no hacen caso y se les ve "muy bien,comulgando", y muy buenos para condenar la violencia;ni mueven un dedo por nadie. Incluso, hay agentes pastorales refugiados en la barca de la Iglesia. Se enajenan con compromisos pastorales, y sienten, que con eso, su compromiso como cristiano ya está agotado.Muchos sienten temor de expresar este drama humano de los pobres. Esto sucede, en la mayoría de los casos,porque los laicos temen a un sacerdote autoritario, que siempre les está recordando y echándole en cara: "Acuérdese que usted se debe a una jerarquía".
Esto es un retrato de una comunidad eclesial involucionista y restauradora con respecto a la Iglesia del Vaticano II. Los sacerdotes, no todos, pero muchos, han olvidado poner en práctica el Vaticano II, Medellín, Puebla, Aparecida y la Evangelli Nuntiandi. Hace falta un aggiornamiento y una puesta al día del Magisterio escrito, olvidado e ignorado. ¿Por qué en los Cursos de Formación y de Agentes Pastorales, no se preocupan de leer y estudiar sistemáticamente el Concilio? Incluso, si es necesario, postergar otras cosas y dedicar un tiempo fuerte al estudio del Concilio y su aplicación en América Latina, incluyendo, sobre todo, una Evangelización, que lleve al encuentro verdadero del Agente Pastoral con Cristo, Único Maestro. Necesitamos hombres y mujeres convertidos y no sabios, doctos y secos, sin la gracia de Dios. La Iglesia de hoy, así como lo hicieron los Obispos en Aparecida, debe tener una profunda revisión y una profunda conversión. En estos años últimos, mi experiencia sacerdotal, ha sido de un permanente bloqueamiento, por parte, de sacerdotes, religiosas y algunos laicos conservadores y temerosos. Soy un sacerdote de Jesús, del Evangelio. Soy un hombre de Iglesia, leal y fiel, sobre todo tratando de aplicar, en la pastoral, el Vaticano II, Medellín y Puebla; hoy día, Aparecida.Nací al sacerdocio en pleno Vaticano II.
Veo que no hay una verdadera opción por los pobres. He urgido una presencia pastoral y de misión evangelizadora en un Campamento a la Parroquia correspondiente. He insistido casi dos años. No pasó nada. Y eso que hemos dicho que "los pobres no pueden esperar".
No hay una opción por las comunidades cristianas: Iglesia doméstica, inserta, encarnada y comprometida con "los gozos y esperanzas, con las lágrimas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, especialmente con los más pobres". Y esto porque lo manda la Iglesia del Vaticano II: "porque los gozos y esperanzas, las lágrimas y angustias, son los gozos y esperanzas, las lágrimas y angustias de los dicípulos de Cristo…" (Gaudium et Spes).He sido testigo, como sacerdote, que ama a la Iglesia, y que la quiere "sin mancha ni arruga ni nada semejante", que este mandato de la Iglesia no se está cumpliendo, como corresponde, en la base de la Iglesia: en Parroquias, Comunidades y Capillas Sectoriales. Esta base de la Iglesia no estaría viviendo el bautismo: no estaría siendo verdaderamente hijos de Dios, que cumplen su voluntad, ni tampoco se hacen próximos, como Jesús, a sus hermanos los pobres y sufridos. En la práctica no se construye el Reino de la fraternidad encomendado por Jesús a sus discípulos.
Tampoco, me parece, se está respetando el rol fundamental del laico en la Iglesia y en su labor específica en lo temporal. Se les ha metido como en un "Arca de Noé". Están sometidos y son meros ejecutivos del sacerdote de turno. Están en una Iglesia monolítica y hegemónica, centrada en si misma, y por tanto no misionera ni evangelizadora, y por ende no "buen samaritano", no próxima a sus hermanos necesitados del pan y "de toda palabra que sale de la boca de Dios". Veo, incluso, adentro de la Comunidad, Iglesia de Base, mucha división, cahuin y competencia; se deshermanan con frecuencia. El encierro les hace mal. Falta amor y faltando éste, se producen crisis. Eso nos hace comprender que es urgente una revisión de nuestra condición de bautizados. He sido duro con los sacerdotes. Lo hago conmigo mismo. Tenemos mucha responsabilidad en todo.
Recuerdo el caso de un sacerdote, que no hace mucho, ha mostrado su opinión contraria al Vaticano II. Lo hizo en Escuela de Verano, para Agentes Pastorales de un Decanato. Al tocar el tema de la Eclesiología, dijo sin tapujo: "Mi fundamento doctrinal será el Vaticano I, pues yo no estoy de acuerdo con el Vaticano II". Y es, precisamente, el Vaticano II,rubricado por Pablo VI, que nos envió a vivir el bautismo, como hijos de Dios y de la Iglesia, en medio del mundo; enviándonos al mundo, haciéndonos próximos de nuestros hermanos, incluso con los que están en las fronteras. Nos pidió que fuéramos a los hermanos del mundo,no sólo como maestros, sino también como discípulos: a ser evangelizados por ellos y por el mismo mundo. Es decir, lo mismo de Juan XXIII, dicho con otras palabras. Juan XXIII nos dijo: "abran las ventanas, para que entre el aire del mundo". La Iglesia estaba muy encerrada, con aire enrrarecido. El Vaicano II fue un Pentecostés para la Iglesia de hoy. Al igual que los Apóstoles, se nos manda, por el Espíritu, a abrir las puertas y enfrentar el "diluvio" del mundo, encarnándonos, a la manera de Jesús, para anunciar su Evangelio, y para recibir, aproximándonos, a los hermanos del mundo secular,también una evangelización, que está, muchas veces, implícita en ellos y su mundo.
Recuerdo a un sacerdote muy querido, que se había hecho pobre entre los pobres, al cual admiro; sabiendo yo, que él estaba participando en un grupo de sensibilidad social y política, grupo no pobre,de élite, buscando "propuestas para Chile", me atreví a preguntarle, si él estaba proponiendo desde y por los pobres. Me contestó: "yo no represento a nadie, me represento a mi mismo". Me quedé pensando su respuesta. Pensé que su respuesta hacía incapié, en que se representaba a sí mismo… yo pensé:'pero si él es pobre'. Pero, también, he pensado, que su respuesta podría significar que él, no se había hecho realmente hermano pobre de sus hermanos pobres. Estábamos en una época difícil, en que se nos insistía, que la Iglesia, en esas circunstancias, debía ser la voz de los sin voz. Era propicio,entonces, su participación en "propuestas para Chile", para poder levantar la bandera y causa de los pobres.
Me parece que muchas veces se arguye que la Iglesia dedica muchos sacerdotes al mundo popular. Eso me merece muchas dudas. Pero, en todo caso, si es verdadera la mayor dedicación de personal sacerdotal en las poblaciones de los pobres, me parece que es legítimo preguntarse, si hay encarnación e inserción verdadera, o si se copia la atención pastoral de las parroquias no pobres, traspasando todo al mundo popular. Se puede vivir en una población, incluso en un Campamento, sin ser ni siquiera por osmósis, a la manera del "nazareno", un pobre junto y en medio de los pobres.
Quiero, como otras veces, referirme a lo contingente nacional.
Reitero la denuncia: Ni siquiera somos hermanos en la construcción, en comunión y participación, de la patria común. No hay democracia verdadera. No hay canales de participación. Ni siquiera el voto, siendo ahora voluntario, puede expresar el sentir del pueblo. Hay una gran abstención. Más aún,la institucionalidad política impuesta en dictadura, hace dos conglomerados que se reparten o se han apoderado del poder por el poder. Esos conglomerados presentan candidatos a las elecciones con una injusta, excluyente y absurda ley electoral binominal, que no es representativa de la realidad política del país. Nunca un 35% será igual a un 65%. Así está hecha la ley electoral binominal; para un duopolio, que nunca será verdaderamente representativo del pueblo soberano. Con esta ley, se dan casos en que ganan los que pierden y pierden los que ganan. Y, ¿que tiene que ver esto con fraternidad?
En nuestra denuncia diremos que todavía no ha llegado la democracia para Chile.
Denunciamos una Constitución dictatorial,que después de más de 20 años no ha sido cambiada como corresponde. Se le han hecho reformas cosméticas. Lo que se requiere es un cambio de Constitución.
Con esa locomoción constitucional dictatorial, vamos por un camino equivocado, y no vamos a llegar a la democracia, que hasta ahora, ha sido el mejor camino para llegar a una mejor fraternidad.
El capitalismo neoliberalismo está sostenido y muy sostenido por la Constitución dictatorial; y hay otros males, que son consecuencias derivadas de esta Constitución:La política de viviendia, de salud; de educación, política laboral; la misma ecconomía: las riquezas básicas en manos privadas: nacionales y extranjeras. Todo este mal conlleva la pérdida de valores. No tenemos un alma nacional ni hay un proyecto verdadero de país. Desde la fe, denuncio esta situación, como pecado social. Dios no la quiere. Esta situación no es la voluntad de Dios. Y esto lo decimos sin temor, a aquellos que siempre tratan de desautorizarnos por no ser expertos en economía y otra cienciass. Pero, con firmeza, digo: somos pastores, y estamos siendo testigos, y también sufriendo en carne propia esta inhumana crueldad.
Creo, al igual que uno de nuestros obispos, que 'si no hay cambio vendrá el estallido social'.No habrá fraternidad. Hay una deuda social y es urgente pagarla como corresponde.Si no se responde, habrá una permanente tentación a la violencia. Violencia que no quiero. Por eso, la demanda de justicia y fraternidad es urgente.
Hay algunos chilenos, por no decir muchos, que hacen de la mentira una verdad. No hay peor mentira que mentirse a si mismo. Todo se fundamenta en una falsa democracia. Y la aceptamos como democracia, usando la dinámca de ir de mentira a verdad . En esta denuncia cito a Jesús y su Evangelio:
"Ellos respondieron: ‘Nosotros no somos hijos ilegítimos, no tenemos más que un solo padre, Dios’… . Jesús les dijo: ‘Si Dios fuera el Padre de ustedes, ustedes me amarían, porque de él salí yo y de él vengo. Yo no he venido por iniciativa propia, sino que él me envió. ¿Por qué, pues, no reconocen mi lenguaje? porque no pueden aceptar mi mensaje… . Ustedes tienen por padre al Diablo, y quieren realizar los malos deseos del diablo. Él es asesino de hombres desde el principio. No ha permanecido en la verdad. Cuando habla, de él brota la mentira, porque es mentiroso y padre de toda mentira… . Yo, en cambio, les digo la verdad y ustedes no me creen. ¿Quién de ustedes encontrará en mí falsedad? Sí, pues, les he dicho la verdad, ¿por qué no me creen? El que es de Dios escucha la Palabra de Dios:por eso no me escuchan, porque no son de Dios".
¿Se podría aplicar esto a nosotros y a nuestra sociedad? Dejo hecha la pregunta.
CONVOCACIÓN:
Después de esta dura y cruda denuncia, quiero decir: es la hora de los discípulos de Cristo: de los hijos amados y elegidos del Padre.
Nosotros tenemos la fuerza de nuestro bautismo. Estamos habitados por Dios. Y Dios es el Dios que todo lo puede. Seamos sus dóciles y responsables instrumentos y aportemos con nuestra encarnación de hijos de Dios, la tarea y compromiso social y político, de la construcción de un Reino de fraternidad. Esta tarea hay que comenzarla de verdad, desde ya, ahora y aquí.
Salgamos de nuestro falso espiritualismo. Hagámosnos próximos. Seamos hermanos. La fraternidad es un desafío especial de la hora presente. Una sociedad construída en comunión y participación es hacia la fraternidad.
Esto supone derribar los obstáculos de las desigualdades abismantes, de las injusticias sociales.
Este es un aporte decisivo nuestro a la fraternidad. Las filosofías, ideologías y partidos políticos no pueden darla, porque no dicen referencia a un Padre común. Nosotros tenemos el desafío de hacer la fraternidad.Los cristianos tenemos como fundamento de la fraternidad, el que somos hijos de Dios. El fundamento de la fraternidad humana es la paternidad común de un Dios Padre, "lento a la ira y rico y pronto en misericordia". Todo esto, aceptado, no sólo de palabras, sino aceptado en la práctica, con un compromiso cristiano verdadero, que escucha el clamor de sus hermanos oprimidos, y que busca su liberación integral.Podemos ser hermanos porque podemos ser hijos de Dios… y realmente lo somos. Dios es nuestro Padre. Y repito: la fraternidad no puede construirse sólidamente sin esta referencia a un padre común. (Puebla 211, 212, 241). Y como ya dijimos: las ideologías que buscan una fraternidad, y la buscan sin esta referencia, caen en una precariedad y muchas veces en sectarismos.
La Palabra de hoy nos convoca a una gran misión y crea la fraternidad. Los Sacramentos, particularmente la Eucaristía, son la celebración y la inyección de la hermandad en la comunidad humana. (Puebla 918). La libertad que hemos adquirido por el bautismo, como hijos de Dios, es, en primer lugar, un poder salir de nosotros mismos: de nuestro yo, para descubrir al otro como otro, y no como una prolongación de nosotros mismos. Porque sin esa actitud, no nos hacemos hermanos de los demás. Con egoísmo, sin ése amor, a la manera de Jesús, el Hijo Amado de Dios, el Elegido, no salvamos a nadie . Vivamos nuestro bautismo. El bautismo es la fiesta de la filiación y de la hermandad. Esta convocación es una elección de Dios. Es una llamada a construir un mundo ancho, justo, solidario, y donde no sobre nadie; vocación a construir el Reino de la fraternidad.
He sido reiterativo con intención. Debo "predicar oportuna e inoportunamente, con toda paciencia y doctrina". ¡Ay de mí si no lo hago! En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.