¿Por qué son ustedes tan miedosos? ¿Todavía no tienen fe?

Domingo Doce Año Ordinario B. 21.06.2015.

(Job 38, 1. 8-11; 2Cor. 5,14-17; Marcos 4, 35-40).

"Entonces se levantó un gran temporal y las olas se lanzaban contra la barca, que se iba llenando de agua. Mientras tanto,Jesús dormía en la popa... Ellos lo despertaron diciéndole: Maestro, ¿es así como dejas que nos ahoguemos?
Él despertó, se encaró con el viento y dijo al mar: Cállate, cálmate. El viento se calmó y vino una gran bonanza.
Después les dijo: ¿Por qué son ustedes tan miedosos? ¿Todavía no tienen fe?
Pero ellos estaban asustados por lo ocurrido y se preguntaban unos a otros: ¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?



"Todavía no tienen fe"


Jesús no los reprende por el miedo o temor al temporal, sino por no haber superado el miedo, por su falta de fe. Y esta reprimenda se las hace porque ellos ya estaban trabajando con Él por el Reino de Dios.
Los discípulos estaban llenos de admiración por Jesús sólo porque calmó la tempestad. Y esa razón es significativa: todavía no lo conocían bien. Pues uno puede sentir admiración por un líder o un santo, pero con Jesús la importancia de nuestra relación es la fe. Pero en el momento en que Jesús se enfrentó con el temporal, lo vieron de repente como Aquel que domina la naturaleza toda. En adelante, para los discípulos, Jesús seguirá siendo su Maestro y su amigo, pero ya había entrado la duda en su mente: ¿Quién será éste? ¿A quién se habían entregado y hasta dónde los llevaría? Y se asustaron. Ahora no por el temporal, sino por la falta de fe.

Los discípulos eran hombres que honraban a Dios y creían en Él sólo como lo hacemos nosotros, guardándole cierta distancia. Pero no estaban listos para ver entrar a Dios en su vida cotidiana y ser testigo de sus pequeñeces. Tuvieron miedo al sentirse abandonados por un Jesús que dormía durante el temporal.Pero el temor fue más grande al encontrarse con Dios tan cerca. ¿De qué nos sirve saber que Jesús es el Hijo de Dios si no nos hemos acostumbrado a vivir en la presencia de Dios?
En verdad, Jesús quería darse a conocer paso a paso. Jesús debía enseñarles primero a ser auténticos consigo mismos y ante el Padre, y así no tendrían miedo al sentirlo más cercano. Es decir, en este Evangelio, se nota en los discípulos un mayor miedo a un Dios tan cercano: más que al temporal mismo: Todavía su fe no era tal.


Esta travesía del mar es simbólica de lo que a todos nos ocurrirá en el seguimiento de Jesús. Él no nos ofrece una vida tranquila, sino que, tarde o temprano, deberemos arriesgarnos y emprender cosas para nosotros nuevas. Y vendrá el temporal precisamente cuando "Jesús duerma", o sea, cuando parezca que nos deja solos. Esta crisis vital, sin embargo, es la condición necesaria para llegar a la otra orilla, es decir una fe más firme y clara.


El Evangelio de hoy nos presenta a unos discípulos de Jesús débiles y faltos de fe. Se asustaron con la tempestad y, porque Jesús dormía, sintieron que Él no estaba con ellos. Así, también, solemos ser nosotros. Si no "sentimos" a Jesús, creemos que Él no está con nosotros: cuántas veces no hemos escuchado decir: "Parece que Dios se olvidó de mí". Muchas veces, especialmente cuando nos enfermamos o se muere un ser querido, o cuando se sufre una "tempestad" personal o social, en el mar bullente de nuestras vidas de peregrinos por este mundo temporal.
Pero resulta que la fe en Cristo no es un mero "sentir o sentimiento", sino que es una convicción de que nuestras vidas están siempre en las manos de Dios, y esto a pesar de nuestros sentimientos y sensibilidades. El que yo me sienta solo y abandonado en medio de la "tempestad", no significa que Dios me haya abandonado. Solamente significa cobardía y miedo por la falta de fe o por la pobreza de mi fe.


Jesús, muchas veces, junta la fe con el coraje. Generalmente pone énfasis en que una fe grande y fuerte, como fuente de coraje, con la que se pueden enfrentar los problemas y sobrellevar los dolores, sufrimientos y dificultades. Más aún, con una fe grande y fuerte, somos capaces de tomar compromisos arriesgados en nuestra vida. Doy testimonio de fe de que esto es cierto. Lo he vivido, a pesar de la incomprensión y de la falta de compromiso de mis propios hermanos en la fe.

Busquemos con perseverancia a Jesús, incluso aunque haya silencio, pareciendo que no hay respuesta. Que podamos creer y convencernos de que Él está siempre con nosotros. Jesús es Emmanuel: Dios con nosotros. Y esto, a pesar de nuestros problemas. Creamos que todo sucede para el bien de los que Dios ama. Esta fue la experiencia de Job en la primera lectura de hoy. Él le hablaba con desesperación a Dios, en medio de sus "tempestades". Dios le responde que la mano benefactora de la Providencia de Dios se encuentra en todo, incluso en los problemas y sufrimientos. El justo Job fue probado en su fe. Luchó. Suplicó. Y se arriesgó con Dios en medio de su propia "tempestad", pero no sucumbió. Siempre creyó y fue fiel a Dios.

Que el Señor nos conceda la gracia y el don de una fe profunda y radical. Siempre en crecimiento. Y se crece cuando uno lucha con compromiso real y vital, a pesar de todo, y sobre todo, abandonándose en las manos de Dios totalmente, porque más que nuestros méritos personales, es la acción de Jesús en uno, la que importa más. Y Dios actúa en un corazón y alma de pobre, que reconoce la necesidad de Dios.
Rezaré por todos ustedes, por sus vidas, con todos sus bemoles. Agradezco la preocupación vuestra por mi salud. Eso mismo: por mi enfermedad que he tenido, algo propio de mi condición humana y de solo criatura ante Dios, la ofrezco a Dios, en un ofertorio vivo y en una consagración sacerdotal incruenta, de cuerpo y sangre, para que tengamos fe y convicción de que Jesús está con nosotros, y para que tengamos esa fe comprometida con Él: esa fe que mueve montañas y que vence al mundo; que nos hace felices, esperando que Jesús venga a buscarnos, para llevarnos y quedarnos con Él, que es la Vida Eterna. Lo haré muy especialmente, en estos momentos difíciles, de crisis de nuestra Iglesia, y de tristeza por los abusos sexuales de algunos hermanos religiosos. Por sus víctimas. Ciertamente los Tribunales de Justicia harán juicio, castigo o condena con una debida reparación. A ellos les corresponde condenar y no a otros. No sólo nos duelen los delitos cometidos. Nos sentimos también víctimas, por el modo como se han llevado estos problemas; por los comentarios duros y condenatorios de algunos hermanos. ¡Basta ya! En vez de hablar tanto es necesario trabajar por recuperar la credibilidad de nuestra querida Iglesia. "Hechos y no palabras". "Obras son amores y no tantas razones de quejas y de condenas". "La Fe sin obras es fe muerta". Hay mucho que hacer. "Manos a la obra". "La mies es mucha y los operarios son pocos". Hay que creer que Cristo nos ayuda y ayudará. Él calmará nuestro mar tormentoso. Tengamos fe en Él. Y creo que, en medio de tanto comentario condenatorio, no olvidemos que Jesús, en medio del mar tormentoso, nos podrá corregir no sólo por nuestro miedo, sino que nos recordará que Él vino a salvar y no a condenar. Él es el Buen Pastor que viene a buscar la oveja perdida, y que son los enfermos los que necesitan del médico. Así como vivimos en una sociedad humana, que tiene Tribunales para hacer justicia verdadera, y eso no nos corresponde a nosotros, me atrevo, a pesar del mar tormentoso, a pedir oraciones para los victimarios. Ellos también son hijos de Dios, hermanos nuestros, y necesitan con urgencia salvación cristiana. Necesitan, a través de su Iglesia, un Jesús que los calme de su tempestad.


Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
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