Homenaje a Fernández-Martos al jubilarse como Director del Colegio Mayor y Seminario Pontificio Comillas

José María Fernández-Martos, SJ, recibió un homenaje con motivo de su jubilación como Director del Colegio Mayor y Seminario Pontificio Comillas durante los últimos 12 años en una jornada de estudio sobre "El discernimiento vocacional en la formación sacerdotal", organizada por la Facultad de Teología, cuya inauguración contó con la presidencia del Rector, José Ramón Busto, SJ, acompañado del Decano de Teología, Gabino Uríbarri, SJ, que felicitaron y agradecieron al homenajeado la labor realizada.

Desde su traslado a Madrid, en 1968, el Colegio Mayor ha prolongado la tradición de acogida y formación del clero latinoamericano y español, pero también en su época más reciente, de África, Europa y Asia. Desde que Fernández-Martos asumió su dirección el objetivo del centro ha sido formar un clero diocesano más capaz en lo intelectual y más anclado en el sumo eterno sacerdote.

Al exponer sus reflexiones en la jornada, el homenajeado constató que, en su caso, "los gozos han superado por goleada escandalosa a las fatigas. Tanto como formador de filósofos en Alcalá de Henares, abundante en trapisondas del tormentoso postconcilio (1970-1971), como los diez de Director de los colegios mayores de Joaquín María López y de la Avenida de Juan XXIII en plena transición hacia la democracia, como los cuatro de Rector de teólogos (1989-1993) decayendo ya las ensoñadoras utopías de pensar que "la Vaguada era nuestra" y, por fin, los 12 últimos de Director del Colegio Mayor y Seminario (hoy pontificio) de Comillas, gustando la variopinta humanidad con los 200, más o menos, seminaristas y sacerdotes de cerca de 50 países a los que he tenido el lujo de tener como compañeros. Todo este baño de juventud, incrementado con 40 años de profesor en la Universidad Pontificia Comillas, ha sido un lujo que me ha permitido, como canta José María Valverde en su poema Palabras para el hijo, ser llevado continuamente hasta la misma "raya de mi ignorancia".

Al referirse a la función del formador de seminaristas, destacó, entre otras cosas, que "para ayudar a alguien a "progresar", tienes que aprender a "regresar" al punto en el que el otro se encuentra". "Regresar -añadió- significa tomarse en serio los pasos de tanteo y los pequeños avances que desde la atalaya de la edad pueden parecer insignificantes. Regresar significa ser más cercano y cordial que serio y envarado. Regresar es saber participar del estilo más juvenil, de entrar a las bromas, de utilizar las interjecciones y ponderar conquistas que parezcan nimiedades. Regresar es recuperar la capacidad de admiración y de sorpresa. Es mantener viva la curiosidad por saber de países de origen, familias y ambientes, dejándote enseñar por otros modos de entender la vida. Regresar es disfrutar compartiendo mesa con los formandos (que podrían ser ya padres de familia, no lo olvidemos) y no crear cenáculos aparte y, mucho menos, con comida distinta y quizás mejor. Es compartir conversaciones aparentemente más triviales, pero que en monedillas sueltas te van regalando un capital de valor incalculable, puente de oro de confianza. Regresar es apreciar como buena la equivocación hija de un tanteo que buscaba por dar con el camino propio o nuevo. Regresar es (lo que el joven Piaget descubriría, que nos hacemos inteligentes equivocándonos) amar, por lo menos tanto, los errores propios y ajenos como los aciertos".

Juan José Rubio, psicólogo y ex Rector de seminarios, habló de "El sustrato humano para la vocación sacerdotal". Junto a la fragilidad propia de la condición humana con la que se responde a una vocación que es don de Dios, se refirió a dones naturales imprescindibles, dones recibidos que conforman una personalidad bien integrada y equilibrada entre lo humano y lo divino, donde también intervienen la cultura y el influjo social. Prefiriendo la calidad a la cantidad, insistió en la honestidad y sinceridad, libertad y generosidad del candidato, frente a posibles tendencias actuales hedonistas, egoístas e interesadas, o a identidades demasiado centradas en lo emocional, que giran en torno a sí mismas. Rubio destacó, además, la importancia de los informes psicológicos que indiquen patologías u otros problemas de la personalidad que hagan dudar de la capacidad del candidato para ser sacerdote.

Carlos Díaz Azarola, Rector del Seminario Diocesano de Getafe, expuso las "Orientaciones para el discernimiento vocacional en el magisterio reciente", con referencias a la exhortación apostólica de Juan Pablo II Pastores dabo vobis y documentos posteriores. Entre los criterios que ayudan a discernir adecuadamente una vocación sacerdotal, citó, entre otros: equilibrio en su personalidad, madurez afectiva para entrar en relación con los demás, clara identidad sexual, capacidad de integración del celibato, recta intención, transparencia en la inteligencia y la voluntad, fe íntegra, libertad para entregarse a sí mismo y entusiasmo por la misión.

Díaz Azarola concluyó que la dimensión eclesial de la vocación sacerdotal justifica la existencia de unos criterios objetivos de discernimiento vocacional. "La consideración de los criterios objetivos para el discernimiento vocacional -prosiguió- nos adentra en una rica reflexión sobre la relación entre el orden natural y el sobrenatural: es la acción de la gracia divina en la naturaleza humana lo que aquí entra en juego". Esto conlleva para los formadores y superiores competentes una clara exigencia de una serie de actitudes (humildad, espíritu de oración, mirada de fe, prudencia, etc.), además de una adecuada capacitación para comprender la naturaleza humana, afirmó.

Cerró las intervenciones Germán Arana, SJ, actual Director del Seminario Pontificio Comillas, con una exposición sobre "Criterios de discernimiento vocacional para la formación sacerdotal: una propuesta desde la teología espiritual".

Aseguró el ponente que el discernimiento vocacional no puede ser preterido ni dado por supuesto. "Es una responsabilidad que en diversa medida corresponde tanto a la autoridad eclesial cuanto al mismo candidato. Digo en diversa medida porque el último pronunciamiento corresponde a la Iglesia que se manifiesta en la decisión del superior mayor. Es una responsabilidad indeclinable de la Iglesia llamar al servicio ministerial a quienes reconoce llamados por el mismo Señor, y por lo mismo rechazar a cuantos se postulan exclusivamente desde su propio amor, querer e interés. Por ello tal decisión no puede ser arbitraria, sino que sanciona un discernimiento precedente, que no se limita a reconocer ausencia de impedimentos, sino que alcanza el convencimiento moral de su patencia".

Agregó Arana que, en primer lugar, nadie puede arrogarse la apropiación del ministerio porque no pertenece al candidato por derecho propio. En segundo lugar, corresponde a la autoridad de la Iglesia el último pronunciamiento sobre la autenticidad de la vocación. En tercer lugar, la experiencia del sujeto, su historia personal y la estructura de su personalidad deben manifestar un perfil de idoneidad que ha de ser examinado con la mayor atención en el ámbito antropológico y espiritual del discernimiento.

"El verdadero candidato, porque va en pos de algo que de suyo no le pertenece y que además le supera, tendrá buen cuidado de someterse con humildad y trasparencia al discernimiento de la Iglesia. Este es uno de los puntos -apostilló Arana- que diferencia más claramente al falso del verdadero candidato. Para el falso candidato el discernimiento vocacional realizado al comienzo y durante la formación constituye una amenaza porque puede obstaculizar el proyecto nacido de su propia apetencia desordenada. Por consiguiente tratará de soslayarlo con la simulación, tratando de mostrar sus lados más presentables de modo que nunca quede en tela de juicio su propósito. Sólo que cuando más adelante se enfrente a las dificultades reales para alcanzar su pretensión se quedará inerme ante ellas. De hecho ese es el drama profundo del falso pretendiente. Porque la realización ministerial es solamente posible por el concurso de la gracia que el Señor concede sólo a los que él convoca".
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