El vaticanista Antonio Grana desvela los entresijos de la histórica dimisión de Ratzinger Bertone, George Ratzinger, Gänswein, Xuereb, Becciu, Burke... ¿Quiénes sabían que Benedicto XVI iba a renunciar?
Marini 'obligó' a los responsables curiales a asistir a la audiencia papal, y ordenó al entonces custodio del santuario papal, el padre agustino Pavel Benedik, que tendría que sacar todo lo necesario para el cónclave
Sin embargo, el entonces jefe de prensa vaticano, Federico Lombardi, no se enteró hasta minutos antes del anuncio
"La fórmula de renuncia fue cuidadosamente pensada y revisada sub secreto. El autógrafo del Papa lleva inicialmente la fecha del 7 de febrero y, tras una pequeña corrección ortográfica en el texto latino, considerando la necesidad de una traducción precisa al italiano y a las demás lenguas, el texto definitivo lleva la fecha del 10 de febrero", explica Bertone
"La fórmula de renuncia fue cuidadosamente pensada y revisada sub secreto. El autógrafo del Papa lleva inicialmente la fecha del 7 de febrero y, tras una pequeña corrección ortográfica en el texto latino, considerando la necesidad de una traducción precisa al italiano y a las demás lenguas, el texto definitivo lleva la fecha del 10 de febrero", explica Bertone
Bertone, su hermano George, Gänswein, Xuereb, el presidente de la República italiana, Marini, Becciu, Greg Burke... ¿Quiénes supieron, antes del 11 de febrero de 2013, que Joseph Razinger iba a renunciar al Papado? El periodista Antonio Grana, vaticanaista de Il Fatto Quotidiano, desvela algunos de los entresijos de la histórica renuncia de Benedicto XVI en 'Cosa resta del Papato' (Edizioni Terra Santa).
Según desvela Grana, el primero en conocer las intenciones del Papa fue el secretario de Estado, Tarcisio Bertone, un año antes de su renuncia. Su confesor, un sacerdote polaco de la Penitenciaría Apostólica; su hermano mayor, monseñor Georg Ratzinger; y su secretario particular, monseñor Georg Gänswein. Una semana antes, Ratzinger confesó sus intenciones al entonces presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, y, al día siguiente, a monseñor Alfred Xuereb, que durante cinco años y medio había sido su secretario adjunto.
Temor a una filtración
La noche anterior a la renuncia, "el entonces sustituto de la Secretaría de Estado, el futuro cardenal Angelo Becciu, telefoneó al asesor para la comunicación del Vaticano, el periodista estadounidense Greg Burke, pidiéndole que llegara un poco antes de lo habitual a la oficina a la mañana siguiente. Sin embargo, Becciu no reveló el motivo". ¿Por qué? "Había que mantener un secreto absoluto para evitar cualquier posible filtración de información" para que la renuncia papal no fuera publicada primero en los periódicos. La crisis derivada del Vatileaks había dolido, y mucho, al Papa alemán. Sin embargo, el entonces jefe de prensa del Vaticano, Federico Lombardi, se enteró minutos antes.
El periodista cuenta que "la víspera del Consistorio, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, Monseñor Guido Marini, de forma inusual, telefoneó a cada uno de los maestros de ceremonias papales para asegurar su presencia en la cita". Ya esa mañana, antes de que Benedicto XVI hiciera su histórico anuncio, monseñor Marini dijo al entonces custodio del santuario papal, el padre agustino Pavel Benedik, que tendría que sacar todo lo necesario para el cónclave. Por lo tanto, Marini también sabía de antemano que Ratzinger dimitiría. Al menos 24 horas antes del anuncio.
El texto de la dimisión papal estaba traducido en Secretaría de Estado desde el día anterior, aunque la primera versión en latín fue corregida y sustituida por la que realmente pronunció Ratzinger. "La fórmula de renuncia fue cuidadosamente pensada y revisada sub secreto. El autógrafo del Papa lleva inicialmente la fecha del 7 de febrero y, tras una pequeña corrección ortográfica en el texto latino, considerando la necesidad de una traducción precisa al italiano y a las demás lenguas, el texto definitivo lleva la fecha del 10 de febrero", explica Bertone.