Tras el rezo del ángelus, Francisco reitera su llamamiento a la paz en Oriente Medio y Ucrania El desafío del Papa: ¿Somos capaces de ver los problemas del mundo a través de los ojos de los niños?"
Glosando la escena de la adoración de los Magos en la fiesta de la Epifanía, el papa Francisco subrayó este mediodía, durante su catequesis previa al rezo del ángelus, que aquellos sabios "reconocen la presencia de Dios en un simple Niño: no en un príncipe ni en un noble, sino en un niño de pobres, y se postran ante Él, adorándolo, para luego partir "nuevamente como hombres nuevos"
Tras finalizar el rezo del ángelus, Francisco rememoró 60 años del encuentro en Jerusalén, hace ahora 60 años, entre el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras, un gesto que se producía después de que "durante muchos años hubiesen estado separados los cristianos, católicos y ortodoxos"
Glosando la escena de la adoración de los Magos en la fiesta de la Epifanía, el papa Francisco subrayó este mediodía, durante su catequesis previa al rezo del ángelus, que aquellos sabios "reconocen la presencia de Dios en un simple Niño: no en un príncipe ni en un noble, sino en un niño de pobres, y se postran ante Él, adorándolo, para luego partir "nuevamente como hombres nuevos".
"Contemplar a Jesús, estar ante Él, adorarlo en la Eucaristía: no es perder el tiempo, sino darle sentido al tiempo; es encontrar el rumbo de la vida en la sencillez de un silencio que alimenta el corazón", incidió el Papa, quien también invitó a volver a contemplar "al Niño en el pesebre".
Igualmente, Jorge Mario Berilio exhortó encontrar tiempo "para mirar a los niños, a los pequeños que también nos hablan de Jesús, con su confianza, su inmediatez, su asombro, su sana curiosidad, su capacidad de llorar y reír espontáneamente, de soñar. Dios es así: niño, confiado, sencillo, amante de la vida (cf. Sb 11,26), soñador".
"Detengámonos, pues, a hablar, jugar y reír con nuestros hijos; ¡con paciencia, como saben hacerlo los abuelos! Escuchemos lo que nos dicen y lo que Dios nos dice a través de ellos. Si nos ponemos delante del Niño Jesús y en compañía de los niños, aprenderemos a asombrarnos y partiremos más sencillos y mejores, como los Reyes Magos. Y sabremos tener miradas nuevas y creativas ante los problemas del mundo", destacó el Papa, quien acabó lanzado una pregunta desafiante: "¿Somos capaces de ver los problemas del mundo a través de los ojos de los niños?".
Finalmente, Francisco pidió que la Virgen María aumente el amor hacia el Niño Jesús y hacia todos los niños, "especialmente a los probados por las guerras y la injusticia".
Tras finalizar el rezo del ángelus, Francisco rememoró 60 años del encuentro en Jerusalén, hace ahora 60 años, entre el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras, un gesto que se producía después de que "durante muchos años hubiesen estado separados los cristianos, católicos y ortodoxos".
"Oremos juntos, caminemos juntos y pensando en ese gesto de unidad que se dio en Jerusalén, oremos por la paz en Medio Oriente, en Palestina, en Israel, en Ucrania, en todo el mundo, tanta muerte, antas destrucción...", pidió el Papa a continuación.
También mostró de nuevo su cercanía a las víctimas del ataque suicida del Estado Islámico en Irán, después de que enviase en su nombre el secretario de Estado, Pietro Parolin, un telegrama en el día de ayer, y saludó de manera muy especial a todos los niños del mundo, a los que agradeció además, en esta Jornada de la Infancia Misionera, "su compromiso con el Evangelio".
Las palabras del Papa en la oración del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy celebramos la Epifanía del Señor, es decir, su manifestación a todos los pueblos, representada por los Magos (cf. Mt 2,1-12). Son sabios buscadores que, tras dejarse interpelar por la aparición de una estrella, se ponen en camino y llegan a Belén. Allí encuentran a Jesús, "con María, su madre", se postran y le ofrecen "oro, incienso y mirra" (v. 11).
Detengámonos un momento en esta escena, en esos sabios que reconocen la presencia de Dios en un simple Niño: no en un príncipe ni en un noble, sino en un niño de pobres, y se postran ante Él, adorándolo. La estrella les ha conducido hasta allí, ante un Niño; y ellos, en sus ojos pequeños e inocentes, captan la luz del Creador del universo, a cuya búsqueda han dedicado su existencia. En esos frágiles miembros reconocen al Señor de la vida, se detienen a contemplarlo y parten nuevamente como hombres nuevos.
Es la experiencia decisiva para ellos y también importante para nosotros: en el Niño Jesús, vemos a Dios hecho hombre. Por eso, contemplémosle, maravillémonos de su humildad. Contemplar a Jesús, estar ante Él, adorarlo en la Eucaristía: no es perder el tiempo, sino darle sentido al tiempo; es encontrar el rumbo de la vida en la sencillez de un silencio que alimenta el corazón. Pongámonos también nosotros ante el Niño, detengámonos ante el pesebre.
Y también encontramos tiempo para mirar a los niños, a los pequeños que también nos hablan de Jesús, con su confianza, su inmediatez, su asombro, su sana curiosidad, su capacidad de llorar y reír espontáneamente, de soñar. Dios es así: niño, confiado, sencillo, amante de la vida (cf. Sb 11,26), soñador: se hizo carne y le encanta compartir con nosotros el misterio de la vida, hecho de lágrimas y sonrisas. Detengámonos, pues, a hablar, jugar y reír con nuestros hijos; ¡con paciencia, como saben hacerlo los abuelos! Escuchemos lo que nos dicen y lo que Dios nos dice a través de ellos. Si nos ponemos delante del Niño Jesús y en compañía de los niños, aprenderemos a asombrarnos y partiremos más sencillos y mejores, como los Reyes Magos. Y sabremos tener miradas nuevas y creativas ante los problemas del mundo.
Así que preguntémonos: durante estos días, ¿nos hemos detenido a adorar, hemos hecho un espacio para Jesús en silencio, rezando delante del pesebre? ¿Hemos pasado tiempo con los niños, hablando y jugando con ellos? Y por último, ¿somos capaces de ver los problemas del mundo a través de los ojos de los niños?
Que María, Madre de Dios y nuestra, aumente nuestro amor al Niño Jesús y a todos los niños, especialmente a los probados por las guerras y la injusticia.
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