El Papa expresa su cercanía a las víctimas del desprendimiento del glaciar en la India Francisco recuerda que "la pandemia afecta al cuerpo y al alma de las personas e influye también en las relaciones sociales"
"Que el Señor por medio de la Virgen de Lourdes, conceda la salud de alma y cuerpo a todos los que sufren a causa de alguna enfermedad y de la actual pandemia"
"En una sociedad que sigue estando herida por contrastes y divisiones, sean signo de un proyecto de reconciliación y de fraternidad"
"Quien reza es como el enamorado, que lleva siempre en el corazón a la persona amada"
"La oración apacigua la ira, sostiene el amor, multiplica la alegría, infunde la fuerza para perdonar"
"Recemos sobre todo por las personas infelices, por aquellos que lloran en la soledad y desesperan porque todavía haya un amor que late por ellos"
"La oración nos ayuda a amar a los otros, no obstante sus errores y sus pecados"
"Cuando una oración es según el corazón de Jesús, obtiene milagros"
"Quien reza es como el enamorado, que lleva siempre en el corazón a la persona amada"
"La oración apacigua la ira, sostiene el amor, multiplica la alegría, infunde la fuerza para perdonar"
"Recemos sobre todo por las personas infelices, por aquellos que lloran en la soledad y desesperan porque todavía haya un amor que late por ellos"
"La oración nos ayuda a amar a los otros, no obstante sus errores y sus pecados"
"Cuando una oración es según el corazón de Jesús, obtiene milagros"
"Recemos sobre todo por las personas infelices, por aquellos que lloran en la soledad y desesperan porque todavía haya un amor que late por ellos"
"La oración nos ayuda a amar a los otros, no obstante sus errores y sus pecados"
"Cuando una oración es según el corazón de Jesús, obtiene milagros"
"Cuando una oración es según el corazón de Jesús, obtiene milagros"
La oración en la vida cotidiana fue el tema de la catequesis del Papa Francisco en la audiencia de los miércoles. Y el Papa invitó a rezar siempre, en cualquier lugar y por todos, incluidos los enemigos, especialmente por “los que lloran en la soledad y desesperan”, conscientes siempre de que “la oración obtiene milagros”.
De la carta de San Pablo a los Colosenses: “Que la Palabra de Cristo habite en vosotros en toda su riqueza...”
Catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la catequesis precedente vimos cómo la oración cristiana está “anclada” a la Liturgia. Hoy destacaremos cómo desde la Liturgia esta vuelve siempre a la vida cotidiana: por las calles, en las oficinas, en los medios de transporte... Y ahí continúa el diálogo con Dios: quien reza es como el enamorado, que lleva siempre en el corazón a la persona amada, donde sea que esté.
De hecho, todo es asumido en este diálogo con Dios: toda alegría se convierte en motivo de alabanza, toda prueba es ocasión para una petición de ayuda. La oración está siempre viva, como una brasa de fuego, también cuando la boca no habla. Todo pensamiento, incluso si es aparentemente “profano”, puede ser impregnado de oración. También en la inteligencia humana hay un aspecto orante; esta de hecho es una ventana asomada al misterio: ilumina los pocos pasos que están delante de nosotros y después se abre a la realidad toda entera, que la precede y la supera.
Este misterio no tiene un rostro inquietante o angustiante: el conocimiento de Cristo nos hace confiados que allí donde nuestros ojos y los ojos de nuestra mente no pueden ver, no está la nada, sino una gracia infinita. La oración cristiana infunde en el corazón humano una esperanza invencible: cualquier experiencia que toque nuestro camino, el amor de Dios puede convertirlo en bien.
Al respecto, el Catecismo dice: «Aprendemos a orar en ciertos momentos escuchando la Palabra del Señor y participando en su Misterio Pascual; pero, en todo tiempo, en los acontecimientos de cada día, su Espíritu se nos ofrece para que brote la oración. [...] El tiempo está en las manos del Padre; lo encontramos en el presente, ni ayer ni mañana, sino hoy» (n. 2659). Siempre existe el hoy del encuentro.
No existe otro maravilloso día que el hoy que estamos viviendo. La gente que vive siempre pensando en el futuro y no acoge el hoy como viene, es gente que vive en la fantasía. El hoy es real y concreto. Y la oración se da en el hoy. Y es la oración quien lo transforma en gracia,o mejor, que nos transforma: apacigua la ira, sostiene el amor, multiplica la alegría, infunde la fuerza para perdonar. En algún momento nos parecerá que ya no somos nosotros los que vivimos, sino que la gracia vive y obra en nosotros mediante la oración. La oración siempre es positiva y nos lleva adelante.
Cada día que empieza, si es acogido en la oración, va acompañado de valentía, de forma que los problemas a afrontar sean estorbos a nuestra felicidad, sino llamadas de Dios, ocasiones para nuestro encuentro con Él. Cuando uno estña acompañado del Señor, se siente más valiente y más libre.
Por tanto, recemos siempre por todo y por todos. Incluso por los enemigos. Recemos por nuestros seres queridos, pero también por aquellos que no conocemos; recemos incluso por nuestros enemigos, como a menudo nos invita a hacer la Escritura. La oración dispone a un amor sobreabundante. Recemos sobre todo por las personas infelices, por aquellos que lloran en la soledad y desesperan porque todavía haya un amor que late por ellos. La oración realiza milagros; y los pobres entonces intuyen, por gracia de Dios, que, también en esa situación suya de precariedad, la oración de un cristiano ha hecho presente la compasión de Jesús: Él de hecho miraba con gran ternura a la multitud cansada y perdida como ovejas sin pastor (cfr Mc6,34). La oración nos ayuda a amar a los otros, no obstante sus errores y sus pecados. El estilo del Señor es compasión, cercanía y ternura.
La persona siempre es más importante que sus acciones, y Jesús no ha juzgado al mundo, sino que lo ha salvado. Hay personas que siempre están condenando y juzgando: una vida desgraciada. Es necesario querer a todos y cada uno recordando, en la oración, que todos somos pecadores y al mismo tiempo amados por Dios uno a uno. Amando así este mundo, amándolo con ternura, descubriremos que cada día y cada cosa lleva escondido en sí un fragmento del misterio de Dios.
Escribe el Catecismo: «Orar en los acontecimientos de cada día y de cada instante es uno de los secretos del Reino revelados a los “pequeños”, a los servidores de Cristo, a los pobres de las bienaventuranzas. Es justo y bueno orar para que la venida del Reino de justicia y de paz influya en la marcha de la historia, pero también es importante impregnar de oración las humildes situaciones cotidianas. Todas las formas de oración pueden ser la levadura con la que el Señor compara el Reino» (n. 2660).
El hombre es semejante a un soplo, como la hierba (cfr Sal144,4; 103,15). El filósofo Pascal escribía: «No es necesario que el universo entero se arme para aplastarlo: un vapor, una gota de agua bastan para matarlo».[1]Somos seres frágiles, pero sabemos rezar: esta es nuestra dignidad más grande. Y nuestra fortaleza. Rezar en todo momento y en toda situación. Y cuando una oración es según el corazón de Jesús, obtiene milagros.
[1]Pensamientos, 186.
Texto del saludo en español
Queridos hermanos y hermanas: Reflexionamos hoy sobre la oración en la vida cotidiana. El que reza es como un enamorado: lleva siempre en el corazón a la persona amada, vaya donde vaya. Por eso, podemos rezar en cualquier momento, en los acontecimientos de cada día: en la calle, en la oficina, en el tren; con palabras o en el silencio de nuestro corazón. Incluso un pensamiento aparentemente “profano” puede estar impregnado de oración. El Espíritu del Señor siempre se nos ofrece para que brote el diálogo con Él.
La oración nos va transformando: calma la ira, mantiene el amor, multiplica la alegría, infunde la fuerza de perdonar. En la oración se nos concede la gracia para afrontar cada día con esperanza y valentía, como llamadas de Dios y ocasiones para encontrarnos con Él. Además, la oración nos ayuda a amar a los demás, conscientes de que todos somos pecadores y, al mismo tiempo, amados personalmente por el Señor. Somos seres frágiles, pero sabemos rezar: esta es nuestra mayor dignidad.
Por tanto, recemos por todo y por todos: por nuestros seres queridos, y también por las personas que no conocemos, incluso por nuestros enemigos. Recemos especialmente por los que más sufren a causa del dolor y la enfermedad, de la soledad y la precariedad. Rezando y amando así este mundo, amándolo con compasión y ternura, como Jesús, descubriremos que cada día lleva escondido en sí un fragmento del misterio de Dios.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Mañana celebramos la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, patrona de los enfermos. Pidamos por su intercesión que el Señor conceda la salud de alma y cuerpo a todos los que sufren a causa de alguna enfermedad y de la actual pandemia, y fortalezca a quienes los asisten y acompañan en este tiempo de prueba que atraviesan en sus vidas. Que Dios los bendiga.
Saludo en italiano
Expreso mi cercanía a las víctimas de la calamidad acaecida hace tres días en el norte de la India, donde parte de un glaciar se desprendió, provocando una violenta inundación, que afectó a las obras de dos centrales eléctricas.
Rezo por los obreros difuntos, por sus familiares y por todas las personas heridas y damnificadas.
En el Extremo Oriente y en otras partes del mundo, el próximo viernes 12 de febrero muchos millones de hombres y mujeres celebrarán el Fin de año lunar. A todos ellos y a sus familias deseo enviarles mi cordial saludo, unido al deseo de que el nuevo año porte frutos de fraternidad y solidaridad, en este especial momento en el que son fuertes las dificultades para frontar los retos de la pandemia, que afectan no sólo el físico, sino también el alma de cada persona e influye también sobre las relaciones sociales.
Mi deseo es que cada persona pueda gozar de plena salud y de serenidad de vida.
Invito a rezar por el don de la paz y de todo otro bien, recuerdo que se obtienen con bondad, respeto, voluntad y valentía.
Nunca olviden de tener un cuidado especial con los más pobres y los más débiles
En una sociedad que sigue estando herida por contrastes y divisiones, sean signo de un proyecto de reconciliación y de fraternidad, que hunda sus raíces en el Evangelio y en la ayuda indispensable de la oración"