El dicasterio prepara un espacio sagrado de pura contemplación memorable Jubileo de los artistas: La Noche Blanca en San Pedro, una jornada de emoción y éxtasis
El Dicasterio para la Cultura ofreció anoche, 16 de febrero, en la basílica vaticana un viaje artístico y espiritual muy sugestivo
"El arte tiene que hacer redescubrir la belleza y ser de algún modo consolador en un momento histórico tan difícil", observó el director Chiodi, que ha realizado el escenario
"El arte necesita coraje, creo mucho en nuestra profesión como oportunidad para la esperanza"
"El arte necesita coraje, creo mucho en nuestra profesión como oportunidad para la esperanza"
| Antonella Palermo
(Vatican News).- No era fácil resaltar con destreza una belleza ya de por sí sobreabundante, la de la basílica vaticana, sin correr el riesgo de exagerar. En cambio, el Dicasterio para la Cultura y la Educación superó el desafío con destreza, preparando un itinerario artístico y espiritual que en la tarde de ayer, domingo 16 de febrero, condujo a artistas y personas del mundo de la cultura a un espacio sagrado de pura contemplación.
Un viaje multisensorial
"La responsabilidad de los artistas es hacer brillar la belleza". Lo dijo el Papa en la homilía de la misa matutina del Jubileo, pronunciada por el cardenal José Tolentino De Mendonça, y de ello está convencido el director Andrea Chiodi, que ha ambientado para la ocasión este templo del cristianismo con la experiencia adquirida en el teatro. El camino hacia la basílica es atraído por las minúsculas vibraciones de la campana de San Pedro, que, interceptadas por el artista americano Bill Fontana, producen en el patio de enfrente lo que el embajador Vattani llamó «los ecos mudos de una gran escultura sonora».
Se entra en la oscuridad. El único rayo de luz está en la Piedad de Miguel Ángel: es la Virgen que sostiene a Cristo mientras la Lauda de Jacopone da Todi envuelve inquietud y vulnerabilidad. "Es María quien dice cuál es el camino, un camino también hecho de dolor", señala Chiodi. Luego está Bernini y la Gloria del Altísimo, con el Espíritu Santo de pie en el centro de la nave: te hace mirar hacia arriba en una lluvia de esperanza. Pero es un acercamiento lento, hecho de asombros progresivos y bien dosificados: pequeñas señales de luz iluminan las estatuas laterales que conducen junto al baldaquino.
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Aquí es la música de Bach interpretada al violonchelo por Jacopo Di Tonno la que hipnotiza con un dulce magnetismo. "Una experiencia inimaginable e inolvidable", dirá el músico al final. Cada pequeña nota intentaba entrar en el ambiente, en un maridaje perfecto entre la belleza visual y la de la interpretación. Un concierto íntimo, con la gente de pie a pocos centímetros del instrumento, cara a cara con la fuente. "Creo que la belleza puede realmente salvarnos, que es un motor para una vida serena", añade.
Arte y consuelo
La gente reza, algunos están visiblemente extasiados por la emoción. A la salida, se encuentra la pila bautismal, el agua que nos hace renacer. Y finalmente, la puerta abierta de par en par a Roma, a la vida cotidiana. "Aquí, quizás este camino sea también el que sugiere el Papa cuando subraya que el arte debe hacer redescubrir la belleza y ser de alguna manera consolador en un momento histórico tan difícil", observa el director. Además, afirma que el arte necesita coraje, necesita compromiso: "Estamos en una época en la que muchos artistas son muy autorreferenciales, en cambio el artista debe ser capaz de contar. Creo mucho que en nuestra profesión debemos ser una oportunidad para la esperanza. Estuve muy cerca de Piera Degli Esposti - recuerda - que decía que la tarea del actor es precisamente consolar. Es muy importante. Quizá podamos tener dificultades en nuestra relación con Dios, con la Iglesia, pero esta belleza nos habla de algo grande".
En la belleza, el olvido
En la penumbra se reconoce el rostro de Claudia Koll, que habla de una belleza recreada emocionalmente, que en cierto modo le recuerda al Santo Sepulcro, "el lugar de excelencia de la fe". Con ella está la actriz Daniela Poggi, que cuenta que experimentó un verdadero éxtasis: "Me perdí, me olvidé de mí misma, en una dimensión espiritual muy intensa, en esta sustracción que ha hecho el director, con esta iluminación por la que vas realmente en busca de la esperanza. Para mí es una noche de caminar hacia Jesús, hacia Dios, hacia el Espíritu Santo. Estoy siempre en camino, estoy siempre en camino - repite con la voz quebrada por la emoción al final - en búsqueda, nada está nunca quieto en mi vida, estoy siempre en contacto con Él y lo busco constantemente”.
Una mirada de esperanza sobre la humanidad descartada
Todavía me vienen a la mente las palabras pronunciadas por el prefecto portugués en la celebración en este mismo lugar. "Se trata de reconocer la belleza no sólo donde es evidente, sino en los descartados". Francisco lleva todo un pontificado diciéndonos esto: reconozcamos la belleza, regalémosla al mundo, regalémosla a la humanidad. Busquemos en lo pequeño - dice Roma - lo que el mundo no ve. Esta tarde tiene sentido si se convierte en «misión», para que las heridas de la historia encuentren sentido y luz. Esto lo repitieron muchos en la plaza. Y también lo dijeron al entrar en la basílica: un grupo de la Ucai (Unione Cattolica Artisti Italiani) de Lucca, que selló con esta experiencia una jornada de intensa conferencia en el Senado en la que también hablaron de cómo hacer un arte cada vez más inclusivo; un joven dedicado al teatro de investigación, que citó el «teatro patológico» que había desembarcado en el escenario de Sanremo y deseó un «bienestar cultural» para aumentar su eficacia y difusión; un nutrido grupo diocesano de Colombia, entusiasmado por cómo el arte puede contribuir a la construcción de la paz.
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