El predicador de la Casa Pontificia propone redescubrir la confianza en Dios y en los demás Meditación de Adviento: ¿Podemos seguir confiando en algo y en alguien? Pasolini da las claves

Francisco escucha la predicación del padre Pasolini
Francisco escucha la predicación del padre Pasolini Vatican Media

Esta mañana, en el Aula Pablo VI, se desarrolló la segunda de las tres meditaciones hacia la Navidad del predicador de la Casa Pontificia, sobre el tema «La puerta de la confianza»

Opción valiente, y no mero optimismo, la confianza mantiene viva la esperanza incluso en las pruebas y es un antídoto contra el egoísmo

(Vatican News).- En una época marcada por una tendencia colectiva al egoísmo, ¿podemos hablar de confianza? Y en los momentos difíciles de la vida, en esos pasajes cruciales en los que tememos perder algo inmensamente importante, ¿podemos seguir confiando en algo y en alguien? 

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Estas son las preguntas de fondo que centran la segunda meditación de Adviento del padre Roberto Pasolini, franciscano capuchino, predicador de la Casa Pontificia, propuesta al Papa y a sus colaboradores de la Curia Romana este viernes 13 de diciembre por la mañana en el Aula Pablo VI. El tema elegido para las tres reflexiones es "Las puertas de la esperanza. Hacia la apertura del Año Santo a través de la profecía de la Navidad".

Tras la primera meditación del 6 de diciembre dedicada a "La puerta del asombro", hoy el padre Pasolini nos invita a cruzar "la puerta de la confianza", esa actitud fundamental que sostiene las relaciones humanas, alimenta el coraje para afrontar los desafíos cotidianos y abre la mirada hacia el futuro. "La confianza no es un optimismo ingenuo", subraya el predicador, “sino una opción valiente que brota de una visión profunda de la realidad, manteniendo viva la esperanza incluso en los momentos difíciles”.

Como prueba de ello, el padre Pasolini cita tres figuras: el rey de Judá, Acaz, un centurión romano anónimo y san José. El primero es el monarca que, durante la guerra sirio-efraimita, no confía en el Señor y, en lugar de permanecer firmemente en Jerusalén, como le ordenó el profeta Isaías, prefiere aliarse con Asiria, terminando como su vasallo. Acaz, en esencia, no cree en la providencia de Dios, pero a pesar de ello, Dios no aparta su mirada de él, al contrario: el momento de desconfianza del monarca abre la profecía del Emmanuel: "La virgen concebirá y dará a luz un hijo, al que llamará Emmanuel" (Isaías 7, 9).

Esta confianza en la que Dios permanece cerca de nosotros incluso cuando nos mostramos indignos de confianza, explica el fraile capuchino, va más allá del simple optimismo, porque el Señor está persuadido de que su voz es "como la lluvia y la nieve", que no descienden del cielo sin producir efectos en la tierra. No sólo: siendo desde el principio Amor y habiéndonos creado libres, Dios está persuadido de que la confianza es siempre la mirada que hay que preferir y asumir, porque "sólo la confianza nos hace libres".

Las prédicas de Adviento del Padre Pasolini están abiertas a cardenales, arzobispos y prelados, así como a empleados de la Curia Romana


Y es precisamente su mirada la que, en los momentos de prueba y desánimo, nos permite salir de las dificultades y retomar el camino. "Dios respeta nuestra libertad y se alegra cuando la utilizamos para asemejarnos a Él -añade el padre Pasolini-; respeta esta libertad incluso cuando optamos por encerrarnos en nosotros mismos y en el egoísmo. Sin embargo, si nos apartamos de su mirada, Dios no puede apartar su mirada de nosotros. Sigue reconociéndonos como hijos amados, mostrando confianza en nuestra capacidad de volver a Él y a nosotros mismos".

El centurión romano

La segunda figura mencionada por el padre Pasolini es la del centurión anónimo del ejército romano descripto en el Evangelio de Lucas: aunque pagano, este hombre decide confiar en Jesús y le pide que cure a su siervo enfermo. Atento a la vida y a las necesidades de los demás, el centurión trata también de no meter en problemas al Salvador evitándole, sabiendo que un judío observante como el Salvador se habría profanado entrando en casa de un pagano.

De hecho, se dirige a Jesús con una "frase maravillosa" que más tarde se incorporó a la liturgia cristiana: "Oh Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". Estas palabras, explica el predicador, expresan una gran confianza en el Señor Jesús y en su condición de Palabra definitiva de salvación de Dios.

Un momento de la segunda prédica de Adviento del padre Pasolini, 13 de diciembre de 2024.


El fraile capuchino destaca también otro aspecto: el centurión romano muestra que la fe en Dios y la atención al prójimo no son "separables" ni "asimétricas". Al contrario: "Nuestra fe en Dios es auténtica en la medida en que creemos que la confianza y la bondad nunca son superfluas en las relaciones que vivimos". No se trata simplemente de mostrar cierta cordialidad, sino de "encontrar siempre el tiempo y el modo de ponernos en el lugar del otro", en el seguimiento del Señor que nunca nos incomoda, "ni siquiera cuando resbalamos en el pecado", porque "es el amor el que se acerca al otro, la luz que brilla siempre, incluso en la oscuridad".

Ser creyentes significa expandir nuestra humanidad

El centurión que confía en todo y en todos, incluso en un contexto en el que no faltan las dificultades, es la manifestación de una humanidad "límpida, abierta, sana, visible", es "un fuerte recordatorio para nosotros y para nuestros caminos de fe" en los que a menudo nos encontramos cerrados y desconfiados y egoístas". Ser creyentes, reitera el padre Pasolini, significa dilatar y acrecentar nuestra humanidad y bondad amorosa, de lo contrario nos engañamos "refugiándonos en la sombra de Dios para que nos permita tener un poco menos de confianza" en Él, en el prójimo y en nosotros mismos.

San José, icono de la confianza

A continuación, el fraile capuchino se detiene en san José -a quien el Papa Francisco dedicó la Carta Apostólica Patris corde- describiéndolo como "icono de la confianza" en la medida en que está dispuesto a "redefinirse no desde sí mismo, sino desde las circunstancias". No es casualidad que, en una sociedad en la que las mujeres eran definidas por los hombres, a José se le llame en cambio "el esposo de María". Aunque desconcertado por el embarazo inconcebible de María, no reacciona con ira, no huye, sino que se queda y permanece al lado de los más débiles: la Virgen y el niño. José no pide ni se hace justicia a sí mismo, reitera el padre Pasolini, sino que se ajusta a la situación en la que se encuentra. Lejos de cualquier actitud pasiva o de renuncia, es por tanto un ejemplo de "protagonismo valiente".

El acto de justicia más auténtico no consiste nunca en arreglar lo que nos molesta o disgusta, sino en intentar cambiar nosotros mismos

Confiando en el Señor, el padre putativo de Jesús se dio cuenta de algo importante: es necesario amar más de lo que había imaginado. Una enseñanza que también es válida para nosotros: cuando nos encontramos en situaciones complicadas, observa el fraile capuchino, presas del pánico o de la ira, no nos detenemos a pensar, sino que sólo tratamos de evitar el problema, temerosos como estamos de "mirar la realidad a la cara, porque no nos gustaría vernos obligados a reconocer en ella una llamada a implicarnos más en la vida de los demás". Puestos contra las cuerdas, "tendemos a querer cambiar las circunstancias".

La luz de Dios brilla incluso en momentos oscuros

Sin embargo, nos recuerda el Padre Pasolini, "el acto de justicia más auténtico no consiste nunca en arreglar lo que nos molesta o disgusta, sino en intentar cambiar nosotros mismos, remodelando nuestras expectativas en función de las necesidades o dificultades de quienes nos rodean". Como San José, pues, en los pasajes cruciales y más oscuros de nuestra vida, cuando parece que perdemos algo inmensamente importante, Dios siempre nos ilumina, estimulando nuestra creatividad y enseñándonos a no renunciar a nuestros sueños, sino a vivirlos de otra manera.

En el tiempo de Adviento, concluye el predicador, la invitación es, por tanto, a cruzar esa "puerta de la confianza" indicada por los profetas, el centurión romano y san José, porque sólo dirigiendo la mirada hacia Dios y encontrando en Él confianza en nosotros mismos y en los demás, sabremos "ver lo bueno que nos rodea" y "abrazar la realidad incluso cuando es incómoda y casi repulsiva, tratando no de buscar justicia, sino de ajustar nuestro corazón", comprendiendo cómo puede ser "un espacio de felicidad, porque es el lugar que el Señor ha elegido para estar con nosotros, para siempre".

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