El ex prefecto tilda de "lamentable" la "áspera controversia" sobre el capítulo 8 Müller cree ahora que en el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar "puede haber atenuantes"

(J. Bastante).- ¿Marcha atrás? Las últimas palabras del cardenal Müller, otrora poderoso prefecto de Doctrina de la Fe, acerca de Amoris Laetitia, resultan cuando menos paradójicas. Así, en el prefacio de un libro de Rocco Buttiglione, que verá la luz a mediados de noviembre en Italia, bajo el título "Respuestas amigables a los críticos de «Amoris laetitia»" (ediciones Ares), el purpurado alemán recalca que, en el caso la comunión de los divorciados vueltos a casar "puede haber atenuantes".

En su informe, el filósofo Buttiglione, que se ha convertido en uno de los más firmes defensores de la exhortación apostólica del Papa Francisco, responde a las críticas dirigidas contra Bergoglio por los cardenales de los 'dubia', los intelectuales de la 'Correctio Filialis' y otros, entre los que se incluyen el propio Müller. "Desde lo profundo del corazón agradezco a Rocco Buttiglione por el gran servicio que hace con este libro a la unidad de la Iglesia y a la verdad del Evangelio", asume el purpurado.

En dicho prefacio, que hoy adelanta Vatican Insider, Müller califica de "lamentable" la "áspera controversia" sobre el capítulo dedicado a la comunión de los divorciados vueltos a casar. Esta cuestión, admite el cardenal, "ha sido elevada, falsamente, al rango de cuestión decisiva del catolicismo y piedra angular ideológica para decidir si uno es conservador o liberal, si uno está a favor o contra el Papa".

"En medio de estas tentaciones cismáticas y de esta confusión dogmática tan peligrosa para la unidad de la Iglesia, que se basa en la verdad de la Revelación, Rocco Buttiglione, como un auténtico católico de comprobada competencia en el campo de la teología moral, ofrece, con los artículos y ensayos reunidos en este volumen, una respuesta clara y convincente", asegura Müller, quien denuncia a los 'críticos' a Bergoglio, cuyas inspiraciones nacen de las famosas cinco 'dubias' d ellos cardenales.
A continuación, Müller entra en las dos tesis principales del libro de Buttiglione, con las que -afirma- "concuerdo con absoluta convicción:

1. Las doctrinas dogmáticas y las exhortaciones pastorales del 8o capítulo de «Amoris laetitia» pueden y deben ser comprendidas en sentido ortodoxo.
2. «Amoris laetitia» no implica ningún cambio magisterial hacia una ética de la situación y, por lo tanto, ninguna contradicción con la encíclica «Veritatis Splendor» del Papa san Juan Pablo II.  


Al tiempo, y refiriéndose a la "conciencia subjetiva" que podría permitir que un divorciado vuelto a casar pudiera acceder a la comunión, el cardenal alemán sugiere que "sigue siendo válida la doctrina de «Veritatis splendor» (art. 56; 79) incluso con respecto a «Amoris Laetitia» (art.303), según la cual existen normas morales absolutas a las que no se da ninguna excepción". Y apunta que "es evidente que «Amoris Laetitia» (art. 300-305) no enseña y no propone creer de manera vinculante que el cristiano en una condición de pecado mortal actual y habitual pueda recibir la absolución y la comunión sin arrepentirse por sus pecados y sin formular el propósito de ya no pecar".

Sin embargo, añade, "existen diferentes niveles de gravedad según el tipo de pecado". Así, "para la imputabilidad de la culpa en el juicio de Dios hay que considerar los factores subjetivos como la plena conciencia y el deliberado consenso en la grave falta contra los mandamientos de Dios que tiene como consecuencia la pérdida de la gracia santificante y de la capacidad de la fe de hacerse eficaz en la caridad", afirma, citando -como el Papa Francisco- a Santo Tomás de Aquino.

"En la valoración de la culpa, puede haber atenuantes y las circunstancias y elementos accesorios de una convivencia irregular semejante al matrimonio pueden ser presentadas también ante Dios en su valor ético en la valoración de conjunto del juicio (por ejemplo el cuidado de los hijos en común que es un deber que deriva del derecho natural)", admite el ex prefecto de Doctrina de la Fe, que añade que el Papa, en 'Amoris Laetitia', "no ha propuesto ninguna doctrina que deba ser creída de manera vinculante y que esté en contradicción abierta o implícita con la clara doctrina de la Sagrada Escritura y con los dogmas definidos por la Iglesia sobre los sacramentos del matrimonio, de la penitencia y de la eucaristía".

"Las situaciones existenciales son muy diferentes y complejas, y la influencia de ideologías enemigas del matrimonio a menudo es preponderante. El cristiano puede encontrarse sin su culpa en la dura crisis del ser abandonado y de no lograr encontrar ninguna otra vía de escape que encomendarse a una persona de buen corazón y el resultado son relaciones semejantes a las relaciones matrimoniales", apunta Müller, quien añade que "se necesita una particular capacidad de discernimiento espiritual en el fuero interior por parte del confesor para encontrar un recorrido de conversión y de re-orientación hacia Cristo que sea adecuado para la persona, yendo más allá de una fácil adaptación al espíritu relativista del tiempo o de una fría aplicación de los preceptos dogmáticos y de las disposiciones canónicas, a la luz de la verdad del Evangelio y con la ayuda de la gracia antecedente".

Tras abordar la cuestión de las nulidades y los matrimonios civiles, Müller aborda la polémica suscitada por las lecturas del párrafo 305, y la nota 351 de Amoris Laetitia. En un giro argumental, el cardenal argumenta que dicha nota "no contiene nada que contradiga" a la indisolubilidad del matrimonio. "Los sacramentos han sido establecidos para nosotros, porque nosotros somos seres corpóreos y sociales, no porque Dios lo necesite para comunicar la gracia. Precisamente por ello es posible que alguien reciba la justificación y la misericordia de Dios, el perdón de los pecados y la vida nueva en la fe y en la caridad aunque por razones exteriores no pueda recibir los sacramentos o bien tenga una obligación moral de no recibirlos públicamente para evitar un escándalo". 

"No se trata de una gradualidad de la ley, sino de su aplicación progresiva a una concreta persona en sus condiciones existenciales concretas", recalca el ex prefecto. "No se trata de un pecador empedernido, que quiere hacer valer frente a Dios derechos que no tiene. Dios está particularmente cerca del hombre que se sigue el camino de la conversión, que, por ejemplo, se asume la responsabilidad por los hijos de una mujer que no es su legítima esposa y no descuida tampoco el deber de cuidar de ella. Esto también vale en el caso en el que él, por su debilidad humana y no por la voluntad de oponerse a la gracia, que ayuda a observar los mandamientos, no sea todavía capaz de satisfacer todas las exigencias de la ley moral. Una acción en sí pecaminosa no se convierte por ello en legítima y ni siquiera agradable a Dios. Pero su imputabilidad como culpa puede ser disminuida cuando el pecador se dirige a la misericordia de Dios con corazón humilde y reza «Señor, ten piedad de mí, pecador». Aquí, el acompañamiento pastoral y la práctica de la virtud de la penitencia como introducción al sacramento de la penitencia tiene una importancia particular. Esta es, como dice el Papa Francisco, «una vía del amor»"

"Según las explicaciones de Santo Tomás de Aquino que hemos citado, la Santa Comunión puede ser recibida eficazmente solo por quienes se han arrepentido de sus pecados y se acercan a la mesa del Señor con el propósito de ya no cometer más. Puesto que cada bautizado tiene derecho a ser admitido en la mesa del Señor, puede ser privado de este derecho solamente debido a un pecado mortal hasta que no se arrepienta y sea perdonado. Sin embargo, el sacerdote no puede humillar públicamente al pecador negándole públicamente la Santa Comunión y dañando su reputación frente a la comunidad", sostiene Müller, quien concluye que "después de la penitencia y la reconciliación (absolución) la Santa Comunión no debe ser negada ni siquiera a los públicos pecadores, especialmente en caso de peligro de muerte".

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