( Vatican News).- Los volvió a llamar “chiflados” de amor, pero esta vez en presencia. Y es que apenas comenzando su discurso, el Papa Francisco recordó que así los había llamado en su mensaje enviado, en ocasión del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular que tuvo lugar en Sevilla en diciembre pasado. Esta mañana, aún convaleciente de una bronquitis, el Papa recibió en la Domus Santa Marta, su residencia pontificia, a los miembros de la Comisión ejecutiva que organizó el congreso, junto a varios obispos encabezados por el arzobispo de Sevilla, Mons. José Angel Saiz Meneses y algunas autoridades de la capital andaluza.

En mi mensaje, si recuerdan, les hacía la propuesta de vivir este evento como una oración de alabanza, que acompañara nuestro itinerario terreno como un peregrinaje hacia Dios y hacia el hermano. De ese modo, les pedía ser testigos de un amor desbordante, hasta el punto de parecer chiflados, chiflados de amor.

Los ecos en una oración que sale del corazón

Y efectivamente, como el mismo Francisco refirió durante el encuentro, los ecos de ese congreso de hermandades y piedad popular aún se escuchan.

 Qué bien nos haría, a conclusión de este evento, que el primero de estos ecos se escuchara sobre todo en el seno de las familias. Que se oyese como el atronador silencio de una oración que llega hasta las lágrimas, pues sale del corazón; sea ante la imagen del titular de su hermandad, que preside sus casas; sea ante el Sagrario de la parroquia o de su templo, sea en el cabecero del enfermo o en la compañía del anciano.

La “caridad escondida” que devuelve dignidad

El Santo Padre se hizo eco de las palabras del arzobispo Saiz quien le comentó que parte de los “ecos” del congreso se ha concretizado en la construcción de una casa de atención a las personas sin hogar: “Un fruto de la caridad escondida a la que me refería en mi mensaje”, reafirmó Francisco

Ojalá que en esta obra se escuche siempre el latido de un corazón que ama. Propongámonos que, a través del «respeto, cariño y cuidado» en este hogar, la sociedad y los propios acogidos puedan reconocer de nuevo la dignidad única que tiene cada persona.

Un breve saludo, en un encuentro, acogedor y alegre que concluyó con la bendición del Papa y su acostumbrada petición a rezar por él: También yo rezaré por ustedes.