Denuncia que "la violencia de las últimas noches es autodestructiva. Nada se gana con la violencia y mucho se pierde" El Papa, preocupado por USA: "No podemos tolerar ni cerrar los ojos ante ningún tipo de racismo o exclusión"
"Hoy me uno a la Iglesia de San Pablo y Minneapolis, y a todos los Estados Unidos, para rezar por el eterno descanso del alma de George Floyd y de todos los demás que han perdido sus vidas por el pecado del racismo"
"El Patriarca Abraham está presente en las grandes tradiciones espirituales judías, cristianas e islámicas como el hombre perfecto de Dios, capaz de someterse a Él, incluso cuando su voluntad es difícil, si no incomprensible"
"Diré una cosa que parece una herejía. La gente me dice que se ha enfadado con Dios. ¿Has tenido la valentía de enfadarte con Dios? Sí. Pues ésta es una forma de oración. Sólo un hijo es capaz de enfadarse con su papá y, después, reencontrarlo"
"Diré una cosa que parece una herejía. La gente me dice que se ha enfadado con Dios. ¿Has tenido la valentía de enfadarte con Dios? Sí. Pues ésta es una forma de oración. Sólo un hijo es capaz de enfadarse con su papá y, después, reencontrarlo"
El Papa Francisco aprovechó la audiencia de los miércoles para mostrar su preocupación por los sucesos de los últimos días en Estados Unidos. Francisco condena tajantemente el "pecado del racismo", pide "no cerrar los ojos ante ningún tipo de racismo o exclusión" y, al mismo tiempo, condena las manifestaciones violenctas, porque "nada se gana con la violencia y mucho se pierde".
Lectura del Génesis sobre “la oración de Abraham” (Gen 15,1.3-6).
Texto de la catequesis papal (traducción propia)
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hay una voz que de repente resuena en la vida de Abraham. Una voz que le invita a para emprender un camino que suena absurdo: una voz que lo incita a desarraigarse de su patria, de las raíces de su familia, para ir hacia un futuro nuevo y diferente. Y todo sobre la base de una promesa, en la que sólo tiene que confiar. Y fiarse de una promesa no es fácil. Hace falta valentía.
La Biblia guarda silencio sobre el pasado del primer patriarca. La lógica de las cosas sugiere que adoraba a otras divinidades; tal vez era un hombre sabio, acostumbrado a mirar el cielo y las estrellas. El Señor, de hecho, le promete que sus descendientes serán tan numerosos como las estrellas que salpican el cielo.
Abraham se va. Escucha la voz de Dios y confía en su palabra. Y con esta partida nace una nueva forma de concebir la relación con Dios; es por esta razón que el Patriarca Abraham está presente en las grandes tradiciones espirituales judías, cristianas e islámicas como el hombre perfecto de Dios, capaz de someterse a Él, incluso cuando su voluntad es difícil, si no incomprensible.
Abraham es, por lo tanto, el hombre de la Palabra. Cuando Dios habla, el hombre se convierte en el receptor de esa Palabra y su vida en el lugar donde pide encarnarse. Esta es una gran novedad en el camino religioso del hombre: la vida del creyente comienza a concebirse como una vocación, como un lugar donde se cumple una promesa; y se mueve en el mundo no tanto bajo el peso de un enigma, sino con la fuerza de esa promesa, que un día se cumplirá. Abraham cree en la promesa de Dios y se fue, sin saber a donde iba. Se fió.
Leyendo el libro del Génesis, descubrimos cómo Abraham vivió la oración en continua fidelidad a esa Palabra, que periódicamente aparecía en su camino. En resumen, podemos decir que en la vida de Abraham la fe se convierte en historia: Dios ya no se ve sólo en los fenómenos cósmicos, como un Dios lejano que puede inspirar terror. El Dios de Abraham se convierte en "mi Dios", el Dios de mi historia personal, que guía mis pasos, que no me abandona; el Dios de mis días, el compañero de mis aventuras; el Dios de la Providencia. Me pregunto y os pregunto: ¿Tenemos esa experiencia de Dios? Pensémoslo un poco.
Esta experiencia de Abraham también es atestiguada por uno de los textos más originales en la historia de la espiritualidad: el Memorial de Blaise Pascal. Comienza así: "Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, no de filósofos y sabios. Certeza, certeza. Sentimiento. Alegría. La paz. Dios de Jesucristo". Este memorial, escrito en un pequeño pergamino, y encontrado después de su muerte cosido dentro de un vestido del filósofo, expresa no una reflexión intelectual que un hombre sabio puede concebir sobre Dios, sino el sentido vivo y experimentado de su presencia. Pascal incluso señala el momento preciso en el que sintió esa realidad, habiéndola encontrado finalmente: la tarde del 23 de noviembre de 1654. NO es el Dios abstracto o cósmico, sino el Dios de una persona, de una llamada. El Dios que es certeza, sentimiento y alegría.
"La oración de Abraham se expresa en primer lugar en acciones: hombre de silencio, en cada etapa construyó un altar al Señor" (Catecismo de la Iglesia Católica, 2570). Abraham no construyó un templo, sino que esparció el camino con piedras que recordaban el tránsito de Dios. Un Dios sorprendente, como cuando lo visita en la figura de tres huéspedes, a los que él y Sara acogen con esmero y les anuncian el nacimiento de su hijo Isaac (cf. Gn 18, 1-15). Abraham tenía 80 años y su mujer, 90. Pero se fiaron de Dios. Y Sara, su mujer, concibió, a su edad. Éste es nuestro Dios.
Así Abraham se familiariza con Dios, capaz también de discutir con él, pero siempre fiel. Hasta la prueba suprema, cuando Dios le pide que sacrifique a su propio hijo Isaac, el heredero. Aquí Abraham vive su fe como un drama, como un paseo a tientas en la noche, bajo un cielo esta vez desprovisto de estrellas. Tantas veces nos pasa también a nosotros de caminar en la oscuridad. Dios mismo detendrá la mano de Abraham que ya está lista para golpear, porque ha visto su disponibilidad verdaderamente total (cf. Gn 22, 1-19).
Aprendamos de Abraham a rezar con fe: a escuchar, a caminar, a dialogar hasta el punto de la discusión, pero siempre dispuestos a aceptar la palabra de Dios y a ponerla en práctica. Diré una cosa que parece una herejía. La gente me dice que se ha enfadado con Dios. ¿Has tenido la valentía de enfadarte con Dios? Sí. Pues ésta es una forma de oración. Sólo un hijo es capaz de enfadarse con su papá y, después, reencontrarlo.
Con Dios tenemos que hablar como un hijo con su padre: escucharlo, responder, discutir, pero con transparencia. Como un hijo con su padre, como nos enseña Abraham.
Saludo del Papa en inglés
Saludo a los fieles de habla inglesa conectados a través de los medios de comunicación.
Queridos hermanos y hermanas de los Estados Unidos, sigo con gran preocupación el doloroso malestar social que se está produciendo en su nación en estos días, tras la trágica muerte del Sr. George Floyd.
Queridos amigos, no podemos tolerar ni cerrar los ojos ante ningún tipo de racismo o exclusión y pretender defender la santidad de toda vida humana. Al mismo tiempo, debemos reconocer que "la violencia de las últimas noches es autodestructiva y autolesiva. Nada se gana con la violencia y mucho se pierde".
Hoy me uno a la Iglesia de San Pablo y Minneapolis, y a todos los Estados Unidos, para rezar por el eterno descanso del alma de George Floyd y de todos los demás que han perdido sus vidas por el pecado del racismo. Rezamos por el consuelo de las familias y amigos afligidos, y rezamos por la reconciliación nacional y la paz que anhelamos. Nuestra Señora de Guadalupe, Madre de América, intercede por todos los que trabajan por la paz y la justicia en tu tierra y en el mundo.
Dios los bendiga a todos ustedes y a sus familias.
Saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy reflexionamos sobre la figura y la vocación del patriarca Abrahán, a quien Dios le habló y le pidió que abandonara su patria y su familia, con la promesa de darle una tierra nueva y una descendencia numerosa. Abrahán escuchó la voz del Señor, creyó en su palabra e hizo lo que le ordenó. Con su respuesta obediente al Señor, Abrahán es modelo del que cree y sigue con fe la voluntad de Dios, incluso cuando esa voluntad se revela difícil y, en muchos casos, incomprensible y dramática, como cuando Dios le pidió sacrificar a su hijo Isaac.
Por su fidelidad a la promesa de Dios y la nueva manera de entender su relación con Él, Abrahán está presente en las tres grandes tradiciones espirituales: la judía, la cristiana y la musulmana que lo consideran como padre en la fe, atento y obediente a la voluntad de Dios.
El libro del Génesis nos revela que Abrahán vivía la oración en continua fidelidad a la Palabra que el Señor le dirigía constantemente en su vida. El Dios de Abrahán no es un Dios lejano, que se manifiesta en los fenómenos cósmicos y causa temor; sino que es un Dios cercano, familiar, providente, que sale al encuentro del hombre y lo visita ―como los tres misteriosos huéspedes que Abrahán acogió en su tienda―; se hace compañero de camino y guía en todo momento. Por eso, el modo de rezar de Abrahán era también con acciones, erigiendo altares que recordaban el continuo paso del Señor en su vida, signo de la cercanía y familiaridad que tenía con Dios.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española que siguen esta catequesis a través de los medios de comunicación social. Pidamos al Señor que nos conceda aprender a orar con la misma fe de Abrahán, que seamos dóciles y disponibles a acoger su voluntad y a ponerla en práctica, como hijos e hijas que confían en su providencia paterna. Que Dios los bendiga.