"A veces, no se ha renunciado ni siquiera a la violencia para que prevalezca el propio punto de vista" El Papa reconoce “los errores que se han realizado en la historia de la evangelización, queriendo imponer un solo modelo cultural”
"Nos abrimos al universalismo de la fe que entra en toda cultura, reconoce las semillas de verdad presentes y las desarrolla llevando a plenitud el bien contenido en ellas"
"Anunciar la Buena Noticia de Cristo Salvador respetando lo que de bueno y verdadero existe en las culturas"
"Son muchas las tentaciones de querer imponer el proprio modelo de vida como si fuera el más evolucionado y el más atractivo"
"Si pretendiéramos hablar de la fe como se hacía en los siglos pasados correríamos el riesgo de no ser comprendidos por las nuevas generaciones"
"Son muchas las tentaciones de querer imponer el proprio modelo de vida como si fuera el más evolucionado y el más atractivo"
"Si pretendiéramos hablar de la fe como se hacía en los siglos pasados correríamos el riesgo de no ser comprendidos por las nuevas generaciones"
En una aula Pablo VI repleta como en los tiempos de antes de la pandemia, el Papa Francisco abordó en su catequesis sobre la carta de Pablo a los Gálatas el tema de la libertad cristiana, que no siempre se respetó por parte de la propia Iglesia. Por eso, Francisco reconoció “los errores que se han realizado en la historia de la evangelización, queriendo imponer un solo modelo cultural”, incluso, a veces, “por medio de la violencia”. Para evitar la tentación de “imponer el propio modelo”, invitó a abrirse “al universalismo de la fe que entra en toda cultura, reconoce las semillas de verdad presentes”.
De ahí que el Papa pida a los católicos abrirse a todas las culturas y a las novedades de la cultura actual, porque “si pretendiéramos hablar de la fe como se hacía en los siglos pasados, correríamos el riesgo de no ser comprendidos por las nuevas generaciones”.
Texto de la catequesis papal
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En nuestro itinerario de catequesis sobre la Carta a los Gálatas, hemos podido enfocarnos en cuál es para San Pablo el núcleo central de la libertad: el hecho de que, con la muerte y resurrección de Jesucristo, hemos sido liberados de la esclavitud del pecado y de la muerte. En otros términos: somos libres porque hemos sido liberados, liberados por gracia, liberados por el amor, que se convierte en la ley suprema y nueva de la vida cristiana.
Hoy quisiera subrayar cómo esta novedad de vida nos abre a acoger a cada pueblo y cultura y al mismo tiempo abre a cada pueblo y cultura a una libertad más grande. San Pablo de hecho dice que para quien se adhiere a Cristo ya no cuenta ser judío o pagano.
Cuenta solo «la fe que actúa por la caridad» (Gal 5,6). Los detractores de Pablo lo atacaban por esta novedad, sosteniendo que él había tomado esta posición por oportunismo pastoral, es decir para “gustar a todos”, minimizando las exigencias recibidas de su más estrecha tradición religiosa. El mismo discurso de los fundamentalistas de hoy. Como se ve, la crítica en relación con toda novedad evangélica no es solo de nuestros días, sino que tiene una larga historia a las espaldas.
Aun así, Pablo no permanece en silencio. Responde con parresia diciendo: «Porque ¿busco yo ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O es que intento agradar a los hombres? Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo» (Gal 1,10). Ya en su primera Carta a los Tesalonicenses se había expresado en términos parecidos, diciendo que en su predicación no había usado nunca «palabras aduladoras, ni con pretextos de codicia, [...] ni buscando gloria humana» (1 Ts 2,5-6).
El pensamiento de Pablo se muestra una vez más de una profundidad inspirada. Acoger la fe conlleva para él renunciar no al corazón de las culturas y de las tradiciones, sino solo a lo que puede obstaculizar la novedad y la pureza del Evangelio. Porque la libertad obtenida de la muerte y resurrección del Señor no entra en conflicto con las culturas, con las tradiciones que hemos recibido, sino que más bien introduce en ellas una libertad nueva, una novedad liberadora, la del Evangelio.
La liberación obtenida con el bautismo, de hecho, nos permite adquirir la plena dignidad de hijos de Dios, de forma que, mientras permanecemos bien arraigados en nuestras raíces culturales, al mismo tiempo nos abrimos al universalismo de la fe que entra en toda cultura, reconoce las semillas de verdad presentes y las desarrolla llevando a plenitud el bien contenido en ellas.
En la llamada a la libertad descubrimos el verdadero sentido de la inculturación del Evangelio: ser capaces de anunciar la Buena Noticia de Cristo Salvadorrespetando lo que de bueno y verdadero existe en las culturas. ¡No es algo fácil! Son muchas las tentaciones de querer imponer el proprio modelo de vida como si fuera el más evolucionado y el más atractivo. ¡Cuántos errores se han realizado en la historia de la evangelización queriendo imponer un solo modelo cultural! La uniformidad que, como regla de vida, no es cristiano.
A veces, no se ha renunciado ni siquiera a la violencia para que prevalezca el propio punto de vista. Pensemos en las guerras. De esta manera, se ha privado a la Iglesia de la riqueza de muchas expresiones locales que llevan consigo la tradición cultural de enteras poblaciones. ¡Pero esto es exactamente lo contrario de la libertad cristiana! Me viene a la mente, cuando se detuvo la forma de hacer apostolado en China con el padre Ricci o en la India con el padre Nobile.
En resumen, la visión de la libertad propia de Pablo está completamente iluminada y fecundada por el misterio de Cristo, que en su encarnación -recuerda el Concilio Vaticano II- se ha unido, en cierto modo, con todo hombre (cfr Const. Past. Gaudium et spes, 22). De aquí deriva el deber de respetar la proveniencia cultural de cada persona, incluyéndola en un espacio de libertad que no sea restringido por alguna imposición dada por una sola cultura predominante.
Este es el sentido de llamarnos católicos, de hablar de Iglesia católica: no es una denominación sociológica para distinguirnos de otros cristianos; católico es un adjetivo que significa universal. Quiere decir que la Iglesia tiene en sí, en su naturaleza misma, la apertura a todos los pueblos y las culturas de todo tiempo, porque Cristo ha nacido, muerto y resucitado por todos.
Por otro lado, la cultura está, por su misma naturaleza, en continúa transformación. Se puede pensar en cómo somos llamados a anunciar el Evangelio en este momento histórico de gran cambio cultural, donde una tecnología cada vez más avanzada parece tener el predominio. Si pretendiéramos hablar de la fe como se hacía en los siglos pasados correríamos el riesgo de no ser comprendidos por las nuevas generaciones. La libertad de la fe cristiana no indica una visión estática de la vida y de la cultura,
sino dinámica, incluso de la tradición. Por tanto, no pretendemos tener posesión de la libertad. Hemos recibido un don para custodiar. Y es más bien la libertad que nos pide a cada uno estar en un constante camino, orientados hacia su plenitud. Es la condición de peregrinos; es el estado de caminantes, en un continuo éxodo: liberados de la esclavitud para caminar hacia la plenitud de la libertad.
Saludo en español
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy reflexionamos sobre una consecuencia de la libertad que hemos recibido de Cristo, que nos lleva a acoger a todos los pueblos y culturas y, al mismo tiempo, hace capaces —a esos mismos pueblos y culturas— de abrirse a Él. Acoger la fe no supone renunciar en su esencia a las propias raíces y tradiciones, sino sólo a lo que obstaculiza la novedad y pureza del Evangelio.
Este es el verdadero sentido de la inculturación, que podamos anunciar a Cristo Salvador respetando lo bueno y auténtico que existe en cada cultura y en cada sociedad, considerando también su continua evolución. La libertad de la fe cristiana es dinámica y el don que debemos custodiar nos exige que vivamos esa libertad en un peregrinaje constante, orientados hacia la plenitud que estamos llamados a alcanzar.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a mantener un espíritu de peregrinos, siempre en camino, siguiendo juntos las huellas de Cristo con libertad y alegría, hacia esa patria a la que Dios nos convoca. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.
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