El Papa recuerda que los primeros testigos del nacimiento de Jesús fueron los que "viven al margen de la sociedad" Francisco pide "hacer penitencia por la paz": "No hemos nacido para matar"

Francisco cede la lectura de la catequesis
Francisco cede la lectura de la catequesis RD/Captura

En su catequesis de la audiencia general de este miércoles, centrada en el nacimiento de Belén, Francisco -quien de nuevo cedió la lectura a Pierluigi Girilo, oficial de la Secretaría Estado, "la próxima vez podré", señaló aludiendo a los efectos todavía de su bronquitis- recordó el pasaje de cuando "el Mesías tan esperado, el Hijo del Dios Altísimo, se deja censar, es decir, contar y registrar, como cualquier otro ciudadano. Se somete al decreto de un emperador, César Augusto, que se cree el amo de toda la tierra"

A la hora de los saludos, el Papa volvió a leer el discurso en el caso del dirigido a los de lengua española y también italiana, y en este último caso, señaló que "pienso en tantos países que están en guerra, hagamos todo lo posible por la paz, no se olviden de que la guerra es una derrota"

En su catequesis de la audiencia general de este miércoles, centrada en el nacimiento de Belén, Francisco -quien de nuevo cedió la lectura a Pierluigi Girilo, oficial de la Secretaría Estado, "la próxima vez podré", señaló aludiendo a los efectos todavía de su bronquitis- recordó el pasaje de cuando "el Mesías tan esperado, el Hijo del Dios Altísimo, se deja censar, es decir, contar y registrar, como cualquier otro ciudadano. Se somete al decreto de un emperador, César Augusto, que se cree el amo de toda la tierra".

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Según la narración evangélica, prosiguió la catequesis papal, "Lucas nos muestra así que Dios no viene al mundo con sonoras proclamas, no se manifiesta con clamor, sino que comienza su viaje en la humildad", y cuyos primeros testigos de ese nacimiento son "hombres con poca cultura, malolientes por el contacto constante con los animales, que viven al margen de la sociedad".

Por ello, el Papa invitó a que "pidamos también nosotros la gracia de ser, como los pastores, capaces de asombro y alabanza ante Dios, y capaces de custodiar lo que Él nos ha confiado: nuestros talentos, nuestros carismas, nuestra vocación y las personas que Él pone a nuestro lado. Pidamos al Señor saber discernir en la debilidad la fuerza extraordinaria del Niño Dios, que viene para renovar el mundo y transformar nuestras vidas con su proyecto lleno de esperanza para toda la humanidad".

Fieles en la audiencia general
Fieles en la audiencia general RD/Captura

A la hora de los saludos, el Papa volvió a leer el discurso en el caso del dirigido a los de lengua española y también italiana, y en este último caso, señaló que "pienso en tantos países que están en guerra, hagamos todo lo posible por la paz, no se olviden de que la guerra es una derrota".

"No hemos nacido para matar, sino para hacer crecer a los pueblos. Que se encuentren caminos de paz. Oor favor, que su oración diaria sea para conseguir la paz", clamó insistiendo en su llamado a "rezar por la martirizada Ucrania, por Palestina, Israel, Myanmar, Kivu, Sudán del Sur... Por favor, recemos por la paz, hagamos penitencia por la paz", exhortó Francisco.

Texto íntegro de la catequesis del Papa

¡Queridos hermanos y hermanas! 

En nuestro camino jubilar de catequesis sobre Jesús, nuestra esperanza, hoy nos detenemos en el acontecimiento de su nacimiento en Belén. 

Pierluigi Giroli lee la catequesis papal
Pierluigi Giroli lee la catequesis papal RD/Captura

El Hijo de Dios entra en la historia convirtiéndose en nuestro compañero de viaje y comienza a viajar cuando aún está en el vientre de su madre. El evangelista Lucas nos cuenta que, apenas concebido, fue de Nazaret hasta la casa de Zacarías e Isabel; y luego, cuando se completó el embarazo, de Nazaret a Belén para el censo. María y José se vieron obligados a ir a la ciudad del rey David, donde también había nacido José. El Mesías tan esperado, el Hijo del Dios Altísimo, se deja censar, es decir, contar y registrar,  como cualquier otro ciudadano. Se somete al decreto de un emperador, César Augusto, que se cree el amo de toda la tierra. 

Lucas sitúa el nacimiento de Jesús en «un tiempo que se puede determinar con precisión» y en «un  a un entorno geográfico indicado con exactitud», de modo que «lo universal y lo concreto se tocan recíprocamente» (Benedicto XVI, La infancia de Jesús, 2012, 77). Nos muestra así la humildad de un Dios que entra en la historia y no desestabiliza las estructuras del mundo, sino que quiere iluminarlas y  recrearlas desde dentro. 

Belén significa «casa del pan». Allí se cumplieron para María los días del parto y allí nació Jesús, pan bajado del cielo para saciar el hambre del mundo (cf. Jn 6,51). El ángel Gabriel había anunciado el nacimiento del Rey mesiánico con el signo de la grandeza: «He aquí que concebirás en tu seno y darás a  luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no  tendrá fin» (Lc 1,32-33). 

Sin embargo, Jesús nace de una forma totalmente inédita para un rey. De hecho, «mientras estaban en aquel lugar, se le cumplieron los días del parto. Dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales  y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en el albergue» (Lc 2,6-7). El Hijo de Dios no  nace en un palacio real, sino en la parte trasera de una casa, en el espacio donde están los animales. 

Lucas nos muestra así que Dios no viene al mundo con sonoras proclamas, no se manifiesta con clamor, sino que comienza su viaje en la humildad. ¿Y quiénes son los primeros testigos de este  acontecimiento? Son unos pastores: hombres con poca cultura, malolientes por el contacto constante con los animales, que viven al margen de la sociedad. Sin embargo, ejercen el oficio por el que Dios mismo se da a conocer a su pueblo (cf. Gn 48,15; 49,24; Sal 23,1; 80,2; Is 40,11). Dios los elige para que sean los  destinatarios de la noticia más maravillosa que jamás haya resonado en la historia: «No teman: porque les  anuncio una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que  es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales, acostado en un pesebre» (Lc 2,10-12). 

El lugar al que acudir para conocer al Mesías es un pesebre. Sucede, en efecto, que, después de tanta espera, «para el Salvador del mundo, para Aquel en vista del cual todo fue creado (cf. Col 1,16), no hay sitio» (Benedicto XVI, La infancia de Jesús, 2012, 80). Los pastores se enteran así de que, en un lugar muy humilde, reservado a los animales, nace para ellos el Mesías tan esperado, para ser su  Salvador, su Pastor. Esta noticia abre sus corazones al asombro, a la alabanza y a la proclamación gozosa. "A diferencia de tanta gente que pretende hacer otras mil cosas, los pastores se convierten en los primeros testigos de lo esencial, es decir, de la salvación que se les ofrece. Son los más humildes y los más pobres  quienes saben acoger el acontecimiento de la Encarnación» (Carta ap. Admirabile signum, 5). 

Hermanos y hermanas, pidamos también nosotros la gracia de ser, como los pastores, capaces de asombro y alabanza ante Dios, y capaces de custodiar lo que Él nos ha confiado: nuestros talentos,  nuestros carismas, nuestra vocación y las personas que Él pone a nuestro lado. Pidamos al Señor saber  discernir en la debilidad la fuerza extraordinaria del Niño Dios, que viene para renovar el mundo y  transformar nuestras vidas con su proyecto lleno de esperanza para toda la humanidad. 

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