"Bienaventurado el Obispo que hace de la pobreza y del compartir su estilo de vida" ¿Cuál es el retrato del obispo ideal para el Papa Francisco? Los prelados "bienaventurados"
"Bienaventurado el Obispo que no teme mojar su rostro con lágrimas, para que en ellas puedan reflejarse los dolores de la gente, las fatigas de los presbíteros"
"Bienaventurado el Obispo que no teme mojar su rostro con lágrimas, para que en ellas puedan reflejarse los dolores de la gente, las fatigas de los presbíteros"
"Bienaventurado el Obispo que no se encierra en los palacios del poder, que no se vuelve un burócrata atento más a las estadísticas que a los rostros"
"Bienaventurado el Obispo que trabaja por la paz, que acompaña los caminos de reconciliación, que siembra en el corazón del presbiterio el germen de la comunión"
"Bienaventurado el Obispo que no se encierra en los palacios del poder, que no se vuelve un burócrata atento más a las estadísticas que a los rostros"
"Bienaventurado el Obispo que trabaja por la paz, que acompaña los caminos de reconciliación, que siembra en el corazón del presbiterio el germen de la comunión"
¿Cuál es el retrato del obispo ideal para el Papa Francisco? Está claro que, a lo largo de su pontificado, Bergoglio fue diseñando el tipo de obispo que quiere para su "Iglesia en salida". Hasta ahora, había pintado, por ejemplo, obispos "no príncipes", "servidores del pueblo santo de Dios" o que "sepan ir delante, en medio o detrás del pueblo". Pero, ahora, plasmó la identidad episcopal en una serie de "Bienaventuranzas", extraídas de una homilía de su amigo, el arzobispo de Nápoles, Domenico Battaglia.
“Bienaventurado el Obispo que hace de la pobreza y del compartir su estilo de vida, porque con su testimonio está construyendo el reino de los cielos”.
“Bienaventurado el Obispo que no teme mojar su rostro con lágrimas, para que en ellas puedan reflejarse los dolores de la gente, las fatigas de los presbíteros, encontrando en el abrazo con quien sufre la consolación de Dios”.
“Bienaventurado el Obispo que considera su ministerio un servicio y no un poder, haciendo de la mansedumbre su fuerza, dándole a todos el derecho de ciudadanía de su corazón, para habitar la tierra prometida en los mansos”.
“Bienaventurado el Obispo que no se encierra en los palacios del poder, que no se vuelve un burócrata atento más a las estadísticas que a los rostros, a los procedimientos que a las historias, tratando de luchar al lado de la gente por el sueño de justicia de Dios porque el Señor, encontrado en el silencio de la oración cotidiana, será su alimento”.
“Bienaventurado el Obispo que tiene corazón para la miseria del mundo, que no teme ensuciarse las manos con el barro del alma humana para encontrar el oro de Dios, que no se escandaliza del pecado y de la fragilidad de los demás, porque es consciente de su propia miseria, porque la mirada del Crucifijo Resucitado será para él, el sello de perdón infinito”.
“Bienaventurado el Obispo que aleja la doblez del corazón, que evita cualquier dinámica ambigua, que sueña el bien aun en medio del mal, porque será capaz de alegrarse por el rostro de Dios, detectando su reflejo en cada charco de la ciudad de los hombres”.
“Bienaventurado el Obispo que trabaja por la paz, que acompaña los caminos de reconciliación, que siembra en el corazón del presbiterio el germen de la comunión, que acompaña una sociedad dividida por el sendero de la reconciliación, que toma de la mano cada hombre y cada mujer de buena voluntad para construir fraternidad: Dios lo reconocerá como su hijo”.
“Bienaventurado el Obispo que por el Evangelio no teme ir contracorriente, volviendo su cara ‘dura’ como la del Cristo que se dirige a Jerusalén, sin dejarse frenar por las incomprensiones y por los obstáculos porque sabe que el Reino de Dios avanza en la contradicción del mundo”.
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