El jesuita español encarnado en India ha muerto a los 95 años Adiós a Carlos González Vallés, un hombre para la paz y la alegría
Entre sus cualidades de autor prolífico, de profesor entregado, de hombre de vocación misionera, destacaba su carácter alegre y su sencillez humana con la que conseguía llegar a la gente
Con 16 años ingresó en la Compañía de Jesús y con 24 fue destinado a la India, donde encontró su hogar y cumplió con su vocación pastoral inmerso en sus comunidades. Estudió en la Universidad de Madrás y se licenció en Matemáticas en 1953. Fue ordenado en 1958
En el año 2000 regresó a España y siguió escribiendo: "Es bueno encontrarnos / en pantalla y corazón"
En el año 2000 regresó a España y siguió escribiendo: "Es bueno encontrarnos / en pantalla y corazón"
| Comunicación Loyola
Paz y alegría. Con estas palabras firmaba el jesuita Carlos González Vallés en su blog y a él se las dedicamos hoy, el día de su fallecimiento con 95 años de edad. Esta expresión le retrata porque entre sus cualidades de autor prolífico, de profesor entregado, de hombre de vocación misionera, destacaba su carácter alegre y su sencillez humana con la que conseguía llegar a la gente. Sus reflexiones sobre la condición del hombre en el mundo eran la expresión de su mirada alegre y esperanzadora para afrontar con sencillez los retos más complejos de la vida.
Nació en Logroño en 1925 en el seno de una familia que padeció las dificultades de la guerra civil y la ausencia del padre, muerto cuando él tenía 11 años. Y aún así, sus recuerdos guardaban el imborrable orgullo de un padre confiado plenamente en su hijo.
Con 16 años ingresó en la Compañía de Jesús y con 24 fue destinado a la India, donde encontró su hogar y cumplió con su vocación pastoral inmerso en sus comunidades. Estudió en la Universidad de Madrás y se licenció en Matemáticas en 1953. Fue ordenado en 1958 y destinado a enseñar Matemáticas en Ahmedabad.
Desde el principio fue consciente de que el inglés y el español eran suficientes para explicar matemáticas, pero no para llegar al corazón. Así que se volcó durante años en la inmersión lingüística del guyaratí. Conseguido su pleno dominio de la nueva lengua pudo ponerse al servicio de su misión, cambiándole la vida.
Tradujo muchos conceptos matemáticos al gujaratí para la Universidad de Gujarat. Incluso, contribuyó en gujaratí a la enciclopedia Gnanganga sobre temas matemáticos. En la India publicó más de 70 libros sobre diversos temas: sociedad, familia, religión, moral, psicología de los que el Grupo de Comunicación Loyola atesora un buen número de sus títulos. Obtuvo numerosos premios, el Gobierno de Guyarat le otorgó cinco años seguidos el premio literario al mejor ensayo, en 1978 recibió la Medalla de Oro Ranyitram, el mayor galardón de la cultura guyaratí, y fue la primera y única vez que se ha concedido esta distinción a un extranjero.
En el año 2000 regresó a España. Una experiencia que le hizo sentirse migrante por partida doble. “Me sentí tan extraño cuando volví a España como me había sentido en la India al llegar allí”, decía. Y precisamente ese sentimiento le acercó más a la realidad: “Me sentí en casa en los dos sitios”. Por todo ello, con ese buen estado de ánimo que le distinguía escribió para Sal Terrae su último libro: "Todos somos migrantes". Hoy, tras su último viaje, acogido en la Casa del Padre, nuestro deseo es que la figura de Carlos González Vallés y su enorme y rico legado continúen inspirando sus sencillas palabras:
Es bueno encontrarnos.
En pantalla y corazón.
En compañía electrónica.
En Paz y Alegría.