In memorian del jesuita español que modernizó Radio Vaticano Javier López Aríztegui: "Ignacio Arregi, jesuita, periodista vasco y universal"
Falleció en Loyola, sobre las 21:45 h., del día 16 de noviembre de 2020; con 89 años de edad, 59 de sacerdocio y 72 de Compañía
“No me falta nada. Saludos”. “Reza conmigo. Me hace falta. Estoy sin fuerzas”. “Gracias a la Compañía” Estos son los últimos y breves mensajes que Ignacio envió, ya desde Loyola, los días antes de pasar al descanso del Señor
En su amplio periplo profesional hizo grandes amigos entre personas de cualquier condición y no dejó que las diferencias llegaran a menoscabar el buen trato y la afabilidad con todos
En los 20 años que pasó en la radio del Vaticano, ayudó a ampliar los noticieros, dedicados en un principio a las crónicas papales, con informaciones sobre los acontecimientos del mundo
Humanista de nuestro tiempo, a caballo entre los siglos XX y XXI, un hombre abierto a los cambios, actualizado en teología, comprometido e inquieto ante los acontecimientos sociopolíticos
Su posición abierta le causó algún disgusto en su labor como periodista en Roma. Entre sus muchos reconocimientos recibió el premio Ondas en 1970
En su amplio periplo profesional hizo grandes amigos entre personas de cualquier condición y no dejó que las diferencias llegaran a menoscabar el buen trato y la afabilidad con todos
En los 20 años que pasó en la radio del Vaticano, ayudó a ampliar los noticieros, dedicados en un principio a las crónicas papales, con informaciones sobre los acontecimientos del mundo
Humanista de nuestro tiempo, a caballo entre los siglos XX y XXI, un hombre abierto a los cambios, actualizado en teología, comprometido e inquieto ante los acontecimientos sociopolíticos
Su posición abierta le causó algún disgusto en su labor como periodista en Roma. Entre sus muchos reconocimientos recibió el premio Ondas en 1970
Humanista de nuestro tiempo, a caballo entre los siglos XX y XXI, un hombre abierto a los cambios, actualizado en teología, comprometido e inquieto ante los acontecimientos sociopolíticos
Su posición abierta le causó algún disgusto en su labor como periodista en Roma. Entre sus muchos reconocimientos recibió el premio Ondas en 1970
| Javier López Aríztegui
“No me falta nada. Saludos”. “Reza conmigo. Me hace falta. Estoy sin fuerzas”.
“Gracias a la Compañía”.
Estos son los últimos y breves mensajes que Ignacio envió, ya desde Loyola, los días antes de pasar al descanso del Señor. A la tarde se despedía de alguna familia amiga por teleconferencia y, ya casi de noche y en paz, se entregaba del todo al Padre.
Ignacio fue una persona de variadas y múltiples facetas: humanista, jesuita, periodista, amante de las artes, de amplia cultura… de gran finura personal. Lo grande en él es que en cada una de estas facetas brillaban todas las demás. Por el arte, la belleza y el buen gusto llegaba a Dios. Por su humanismo a un trato amable y educado con todos. En la búsqueda de la actualidad, al diálogo con todo tipo de personas. Y así, en todo, compañero de Jesús, hombre de su tiempo, divulgador de las buenas noticias de la Iglesia. Era amante y promotor de la cultura vasca. Hablaba un cuidado euskera, recibido en su familia, cultivado en su labor radiofónica y como escritor y sacerdote. Al mismo tiempo, dominaba el italiano, el francés y el inglés, además del castellano.
En su amplio periplo profesional hizo grandes amigos entre personas de cualquier condición y no dejó que las diferencias llegaran a menoscabar el buen trato y la afabilidad con todos.
Nació en 1931 en Oñate, cuna histórica de una universidad. Estudió en el Colegio Apostólico de Javier. Jesuita a los 17 años, como era entonces costumbre. Realizó el Magisterio en el Colegio de Pamplona, en aquellos tiempos en los que los “maestrillos” llevaban los centros en volandas… juventud, generosidad y cercanía. Ignacio dejó un gratísimo recuerdo entre los estudiantes por su carácter, su originalidad, sus amplios horizontes culturales y el buen trato. Cursó la Teología en Oña y la tercera probación en Gandía. Se graduó en Bérgamo en Medios de Comunicación Social. Estos dos años en Italia le marcaron profundamente y señalaron una línea clara y un campo de trabajo para el que estaba particularmente dotado.
Comenzó a trabajar como locutor en radio Loyola donde fue director (1978-1982). Trabajó también en Herri Irratia (Radio popular) en San Sebastián. Fue profesor en Deusto. Tuvo gran importancia su labor en la dirección de Euskal Irratia, nombrado por el Gobierno Vasco para “fundar” la radio pública vasca. Más adelante pasó 20 años en Roma trabajando en la Radio Vaticana. En los 20 años que pasó en la radio del Vaticano, ayudó a ampliar los noticieros, dedicados en un principio a las crónicas papales, con informaciones sobre los acontecimientos del mundo. Fue profesor en el Centro de Medios de Comunicación Social de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (1992-1999). El propio Arregui compartió su trayectoria en las Memorias “Eta Orain zer? gure urte haiek” (1931-2009) (“y ahora qué”), en donde reflexionaba sobre la vida, la religión, el periodismo y las personalidades que había conocido a lo largo de su vida profesional.
No faltaban en todas las comidas sus anécdotas y comentarios de temas de actualidad y de la Iglesia. La vocación de periodista le acompañó toda su vida, locutor, cronista en la televisión, jefe de programación, subdirector y director de radio, colaborador en prensa y revistas, hasta llegar en sus últimos años a la red de internet cumplida ya una larga etapa profesional. Con 80 años cumplidos, hizo un curso sobre páginas Web y diariamente en su blog Loyola XXI publicaba y difundía las principales noticias de la Iglesia, de la actualidad política e incluso los datos sobre la pandemia. Estaba siempre atento a lo que ocurría en el mundo, con la pasión y precisión propia de un gran profesional. Era también el encargado de redactar la “historia de la casa”, tarea que cumplía con todo detalle, y con la atención a los datos y las fuentes originales.
Y no solo esto, asumió con entrega total y entusiasmo su misión de vicepostulador de la causa del Beato Hermano Francisco Garate, quién sirvió tantos años (41) en la portería de la Universidad de Deusto.
El Padre Lombardi, en una entrevista realizada por sus antiguos compañeros tras la muerte de Ignacio, destacaba su profesionalidad, el rigor, la constancia, el fino humor, la amabilidad en su largo recorrido profesional, espiritual y humano.
Le imagino como un humanista de nuestro tiempo, a caballo entre los siglos XX y XXI, un hombre abierto a los cambios, actualizado en teología, comprometido e inquieto ante los acontecimientos sociopolíticos. Su posición abierta le causó algún disgusto en su labor como periodista en Roma. Daba gusto oir sus transmisiones de los oficios litúrgicos a través de la televisión, con su voz nítida, dicción perfecta, respetando los silencios, dando protagonismo a quien lo tenía, con comentarios ajustados y oportunos. Qué grato era escuchar a Ignacio.
Entre sus muchos reconocimientos recibió el premio Ondas en 1970.
A sus 89 años, la enfermedad se le echó encima sin darnos cuenta, mareos, vértigos, debilidad, pérdida de peso, era un cáncer muy avanzado. Quiso ir a la Enfermería de Loyola, quizá era ya un poco tarde. Allí le diagnosticaron su enfermedad y en unos pocos días pasó a la casa del Padre. Los medios de comunicación se hicieron amplio eco de su vida, de su persona, de su legado, de su aportación profesional, de su buen hacer, de su exquisito trato y su amistad.
Jesuita, periodista vasco y universal, persona honrada y de honda sensibilidad.
Descansa en paz Ignacio Arregui Cendoya.
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