Ante la jornada por el Trabajo Decente: "No existe peor pobreza que la que priva del trabajo" José Luis Segovia: "Un mundo caduco e inhumano está acabando "
El Vicario episcopal de nuestra Vicaría para el desarrollo humano integral y la innovación, ha escrito una carta ante la Jornada Mundial por el Trabajo Decente
"Con motivo de la Jornada por el Trabajo Decente, recordamos como Iglesia que no existe peor pobreza que la que priva del trabajo o lo torna en precario y explotador"
"Hpy el trabajo ha acabado degradado a mero factor de producción cuyos costes deben de ser minimizados a toda costa"
"Sueldos de miseria, horarios extenuantes, ausencia de contratos o imposibilidad institucionalizada de acceder a ellos por parte de trabajadores extranjeros en situación irregular..."
"En ese contexto, debemos ser hombres y mujeres de compromiso y esperanza, porque la esperanza es audaz"
"Hpy el trabajo ha acabado degradado a mero factor de producción cuyos costes deben de ser minimizados a toda costa"
"Sueldos de miseria, horarios extenuantes, ausencia de contratos o imposibilidad institucionalizada de acceder a ellos por parte de trabajadores extranjeros en situación irregular..."
"En ese contexto, debemos ser hombres y mujeres de compromiso y esperanza, porque la esperanza es audaz"
"En ese contexto, debemos ser hombres y mujeres de compromiso y esperanza, porque la esperanza es audaz"
| Pastoral social de Madrid
(Pastoral social de Madrid).- “Hoy como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra una concepción de la persona humana que admite que pueda ser tratada como un objeto. […] Creada a imagen y semejanza de Dios queda privada de libertad, mercantilizada, reducida a ser propiedad de otro, con la fuerza, el engaño o la construcción física o psicológica: es tratada como un medio y no como un fin” (Fratelli tutti 24).
Son palabras incisivas del Papa Francisco en su última encíclica. Resultan de plena aplicación al mundo del trabajo y suponen una invitación a la indignación ética ante el sufrimiento evitable que genera la injusticia (cf. FT 68).
Con motivo de la Jornada por el Trabajo Decente, recordamos como Iglesia que no existe peor pobreza que la que priva del trabajo o lo torna en precario y explotador. Lamentablemente, la crisis del coronavirus no hace sino amplificar la crisis financiera del 2017. Hay que volver a cuestionar un modelo social basado en la competitividad, el individualismo, la absolutización del interés particular y la inequidad.
El trabajo ha acabado degradado a mero factor de producción cuyos costes deben de ser minimizados a toda costa. Y se ha fragilizado tanto que ya resulta un sueño hablar de “un trabajo para toda la vida”, aspiración bien generalizada hasta hace poco.
Sueldos de miseria, horarios extenuantes, ausencia de contratos o imposibilidad institucionalizada de acceder a ellos por parte de trabajadores extranjeros en situación irregular, dificultades de acceso a saludables prestaciones sociales (IMV), pero hiper burocratizadas y selectivas por la brecha digital, falta de proactividad por parte de la Inspección de Trabajo… son algunas de las realidades que atentan contra la dignidad del trabajo. Éste nos hace, de algún modo, partícipes de la tarea creadora de Dios (que no se reduce a un acto fugaz originante) y nos permite desplegar nuestras capacidades al servicio del prójimo. Sin embargo, lamentablemente, en el estado actual de cosas, disponer de trabajo ya no es la llave segura que abra al disfrute de otros derechos económicos y sociales.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT), estima que pueden quedarse sin empleo en el mundo 25 millones de personas, que se sumarían a las 188 millones de personas que ya no pueden “ganarse el pan”. En España, según bastantes previsiones, vamos a superar holgadamente los 4 millones de desempleados a finales de este año.
En ese contexto, recordando que las páginas de la Sagrada Escritura más intensamente vitalistas y estimulantes se escribieron en contextos de profunda desolación, debemos ser hombres y mujeres de compromiso y esperanza. “La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna” (FT 55). No deja de causar estupor, pero hoy un trabajo decente para todos es un ideal. Caminando en solidaridad y esperanza, unidos en impotencia compartida con quienes padecen el desempleo o la precariedad, más allá de los condicionantes históricos, percibamos el empujón estimulante que nos da el buen Dios a quienes queremos caminar por la senda del Reino y su justicia.
Sigamos contribuyendo con humildad a hacer esta tierra más habitable, y más digno y estable el trabajo de las mujeres y hombres que la pueblan. Mientras, en medio de la que está cayendo, entrevemos que un mundo caduco e inhumano está acabando y algo diferente y esperanzador nace. No es la “nueva normalidad”. Es precisamente su superación.
Para alentar nuestra esperanza te invito al webinar que el Centro de Estudios Sociales de Cáritas diocesana de Madrid ha preparado con el respaldo del secretariado de Pastoral del Trabajo y esta Vicaría, unidos a todas las entidades que conforman la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD): «No os dejéis robar la dignidad. El Papa Francisco y el trabajo», con Abraham Canales, respomnsable de publicaciones de la HOAC (7 oct., 17:00).
Un saludo fraternal,
Puedes descargar la carta en PDF pulsando aquí