Priora del Monasterio benedictino de Sant Daniel, Girona Maria Assumpció Pifarré: “En este momento, lo primordial para nosotras es la acogida, escuchar al otro”
"Las chicas de hoy ven de un modo muy distinto la idea de hacerse monja. En cambio, para las de mi generación, optar por la vida consagrada era una decisión muy profunda que implicaba dejar muchas cosas"
“Veo personas muy desorientadas a quienes la pandemia no las ha hecho recapacitar”
“Tengo la impresión de que vivimos en una sociedad enfermiza, empujada por el movimiento constante y buscando estímulos que denotan una gran superficialidad”
"La vida contemplativa no es una vida para la que todo el mundo está preparado. A veces la gente no entiende qué hacemos aquí"
“Tengo la impresión de que vivimos en una sociedad enfermiza, empujada por el movimiento constante y buscando estímulos que denotan una gran superficialidad”
"La vida contemplativa no es una vida para la que todo el mundo está preparado. A veces la gente no entiende qué hacemos aquí"
“La vida contemplativa, cerca de Dios y del dolor del mundo”. Así reza el lema de la Jornada Pro Orantibus 2021, que la Iglesia celebra en la solemnidad de la Santísima Trinidad. La Comisión Episcopal para la Vida Consagrada, organizadora de esta Jornada, subraya esta vez la importancia de la vida consagrada en el contexto actual, marcado por la pandemia global de coronavirus. “La vida contemplativa”, afirma la comisión, “sufre cuando el mundo sufre porque su apartarse del mundo para buscar a Dios es una de las formas más bellas de acercarse a él a través de Él”. De este sufrimiento y esta forma de estar bien puede dar fe Maria Assumpció Pifarré. Priora del monasterio de Sant Daniel, Girona, esta monja benedictina lleva 56 años de vida monástica y vive con plenitud junto a cinco hermanas en este milenario convento, muy querido y frecuentado por la población gerundense.
Mucho han debido cambiar las cosas desde que ingresó en San Daniel hace más de cinco décadas.
Efectivamente. Entonces la comunidad estaba formada por unas treinta personas, todas ellas jóvenes. En la actualidad somos cinco. Las chicas de hoy ven de un modo muy distinto la idea de hacerse monja. En cambio, para las de mi generación, optar por la vida consagrada era una decisión muy profunda que implicaba dejar muchas cosas. En mi caso, procedo de una familia numerosa, trabajaba, estudiaba, y tenía inquietudes y proyectos en relación con el arte.
La vida consagrada, sin embargo, implica un “sí total” a Dios.
Yo siempre digo que a Dios ‘le costé’ mucho. A mis 18-19 años tenía una vida muy plena en todos los aspectos. Fui educada en total libertad en el seno de una familia creyente y lo cierto es que me lo pasaba muy bien. Pero llegó un momento determinado en que sentí un cierto vacío vital y esto coincidió con que un día tuve la oportunidad de visitar las barracas de Montjuïc, donde descubrí un mundo de miseria que contrastaba notablemente con la Barcelona que yo conocía, que comenzaba a mostrar signos de opulencia. Fue entonces cuando empecé a sentir que el Señor me pedía con insistencia y, aunque al principio me negaba —estaba muy bien donde estaba—, finalmente hice un cambio y vi clarísimamente que me llevó a interesarme por la vida benedictina.
En esto debió influir su hermano Cebrià Maria Pifarré, que era monje de Montserrat.
En efecto. Cebrià era un hombre de una sabiduría impresionante y muy querido por Montserrat. La vida benedictina, cuyo descubrimiento disfruté mucho, te da mucha cultura: a San Daniel venían muchos sacerdotes de Girona; eran gente joven y muy bien preparada. Ahí fue cuando descubrí los profetas, los salmos… Fue el inicio de una experiencia muy rica que compensaba con creces los demás aspectos de la vida a los cuales había renunciado.
¿En qué medida se ha visto afectada la vida en el convento a raíz de la pandemia?
Hasta ahora, nosotras hemos llevado bien la pandemia. Durante los primeros meses, a raíz de la interrupción forzosa de todas nuestras actividades, se hizo aquí un silencio impresionante que nos llevó a leer y profundizar mucho más. Para nosotras la pandemia ha sido un tiempo de cambio que también quisiéramos para la sociedad. Durante este tiempo, si bien he echado en falta poder acudir a seminarios en que me encontraba con otras religiosas y disfrutaba de la fraternidad, también he reflexionado mucho y me he percatado de la superficialidad en que vive sumida buena parte de la sociedad actual. Por lo demás, hemos recibido muchas llamadas de personas que atravesaban momentos de dificultad y desesperación y hemos atendido a todas de la mejor forma que hemos sabido y en la medida de nuestras posibilidades.
¿Cómo ven la sociedad, con su estrés, sus prisas, su afán por estar en todo y en nada a la vez, desde la quietud de un monasterio?
Obviamente en nuestra sociedad existen personas que son de una gran profundidad. Pero también hay muchas otras dominadas por un afán desmedido por salir y viajar como única forma de ser feliz, cuando en realidad no lo son. Mi impresión —y esto me hace sufrir— es que hay mucha gente desorientada a quien la pandemia no ha servido para recapacitar sino al contrario, personas que en lugar de crecer se hacen cada vez más pequeñas e irreflexivas. Vivimos en una sociedad enfermiza que a menudo busca estímulos que denotan una gran superficialidad. Por otra parte, entre quienes nos visitan en Sant Daniel he podido observar que casi todo el mundo está agotado.
Existe también una parte de la sociedad, por pequeña que sea, que se ha dado cuenta de la necesidad del silencio. ¿Se ha reanudado ya la hospedería en el convento?
Estamos empezando de nuevo a tener demanda tras muchos meses de cierre forzoso. Las personas que nos visitan, entre las cuales hay creyentes y no creyentes, tienden a regresar porque aquí encuentran paz: se sienten a gusto entre nosotras, somos personas alegres, el claustro es muy bonito, hacemos visitas guiadas y otras actividades culturales; además, existe una asociación de amigos del monasterio y entre todos formamos una comunidad pequeña pero muy agradable.
¿Por qué es necesaria la vida contemplativa en el mundo de hoy?
La vida contemplativa no es una vida para la que todo el mundo está preparado. A veces la gente no entiende qué hacemos aquí. Y si te paras a pensar, lo cierto es que no hacemos muchas cosas más allá de ser, estar presentes en el día a día y permanecer atentas a lo verdaderamente importante. En este momento, lo primordial para nosotras es la acogida, escuchar al otro. Y lo cierto es que nos afecta mucho oír tantas penas.