Qué opinar de la pobreza y qué hacer ante quienes la padecen Séptimo Coloquio del Foro 'Curas de Madrid y Más': "Los pobres han de amarse y ser amados. Su pobreza, no"
¿Realmente, como leemos en los Evangelios de Mateo y de Lucas, podemos los cristianos pensar y decir “bienaventurados los pobres”?
A partir del Vaticano II, con su Constitución pastoral Gaudium et Spes, la propia jerarquía hizo suya la actitud que ya habían asumido con anterioridad muchos católicos, la de plantar cara a la pobreza y a las estructuras que la causan y mantienen
Las palabras del Papa nos ayudaron a meditar sobre la pobreza y las bienaventuranzas
Las palabras del Papa nos ayudaron a meditar sobre la pobreza y las bienaventuranzas
| Jesús L. Sotillo
España tiene a sus espaldas una larga historia de desigualdades sociales muy profundas, que han mantenido en la indigencia a altos porcentajes de la población española durante siglos y que han llevado a muchos de "nuestros pobres" más decididos a buscar un futuro mejor en otros lugares del mundo. También cuenta en su haber con una antigua tradición de compatriotas nuestros, hombres y mujeres, que han viajado fuera de nuestras fronteras con el deseo de prestar auxilio a los más pobres de esos lugares. Pero es precisamente ahora que nuestro desequilibrio social, aunque todavía grande, es menor que en siglos pasados y que nuestra situación económica es mejor que la de la inmensa mayoría de países del mundo cuando los españoles sentimos como acuciantes las preguntas sobre qué opinar de la pobreza y qué hacer ante ella y ante quienes la padecen. En ello tiene mucho que ver el hecho de que ya no tenemos que viajar fuera de nuestras fronteras tanto como en otros tiempos para hacer frente a nuestra propia pobreza ni para encontrar pobres a los que tender la mano, sino que muchos miles de ellos, procedentes de diversos países y continentes, llegan a España en busca de mejorar su situación. Teniéndolos a nuestro lado, en nuestros bloques, en nuestras calles, el interrogante que nos planteamos para debatir en el Séptimo Coloquio abierto del Foro “Curas de Madrid y Más” cobraba un mayor sentido, por la gran actualidad que tiene.
¿Realmente, como leemos en los Evangelios de Mateo y de Lucas, podemos los cristianos pensar y decir con verdad “bienaventurados los pobres”? ¿Realmente podemos pensar y decir creyéndonoslo que son bienaventurados esos miles de hombres y mujeres que llegan a nuestras tierras huyendo de la pobreza y de la violencia asociada a los regímenes en los que la indigencia es el estado social mayoritario? ¿Realmente son bienaventurados los que, en una situación parecida, les ven partir, pero no se atreven a hacer lo mismo? ¿Realmente son bienaventurados nuestros propios pobres? ¿Realmente somos bienaventurados nosotros mismos si nos encontramos en un estado vital semejante?
"Javier Sánchez González nos dijo que eso es precisamente lo que anuncia a los presos de la cárcel de Valdemoro, y que escucharlo les conmueve. Y Andrés Álvarez Vázquez nos dijo que ese era el modo que aprendió en la HOAC de entender el problema y de actuar ante él"
En el coloquio, que tuvo lugar el pasado día 11 de noviembre, participamos 23 personas. Los saludos iniciales corrieron a cargo de José Manuel Coviella Corripio, que dedicó parte de su breve intervención a comentar la imagen que aparece en el cartel de convocatoria. Se trata de un fragmento del cuadro que lleva por título “La catedral de los pobres”. Es obra del autor barcelonés Joaquim Mir (1873-1940), realizada a finales del siglo XIX, en 1898, cuando el Templo de la Sagrada familia, que aparece al fondo de la imagen, se estaba empezando a construir en la capital catalana. ¿Ese debe ser el lugar de los pobres? ¿Fuera de la Iglesia, a sus puertas, mendigando?
En el curso del coloquio hubo quien recordó que para muchos cristianos de antes y de ahora esa ha sido y es, manifestada con palabras o a través de los hechos, la respuesta que consideran adecuada. Pero, antes de resumir el contenido de las intervenciones, merece la pena reseñar los minutos que dedicamos a la oración. La había preparado María de los Ángeles Rodríguez Grajera, que suele participar en nuestros encuentros. Las palabras del Papa Francisco en su Mensaje para la III Jornada mundial de los pobres, que iba a celebrarse el día 17 de noviembre, del que leímos algunos fragmentos, le ayudaron a entender cuál podía ser la respuesta a la pregunta que nos hacíamos:
“¿Bienaventurados los pobres?”. Sí, sí si tienen la fortuna de que en su camino encuentren cristianos que les tiendan sus manos caritativas, como si fueran las de Dios mismo, para ayudarles. Pero se pregunta ¿es eso lo que hacemos los cristianos? Es lo que deberíamos hacer, como sugiere el poema “No tienes manos”, que leímos juntos a modo de oración. Y, como también refleja, aunque con otros términos y con otros aires el muy conocido poema de Mercedes Sosa “Sólo le pido a Dios”, que primero leímos y, después, tras meditar juntos en voz alta ambos textos y habiendo rezado el Padre Nuestro, cantamos en la versión que hizo célebre Ana Belén.
Concluido el rezo, fui yo mismo el encargado de hacer la introducción previa al coloquio. Sin entrar a describir cuáles son en general las actitudes que adoptamos los seres humanos ante nuestra propia pobreza o ante la de los demás, señalé algunas de las que se observan dentro del propio ámbito católico. E invité a los participantes a expresar cuál era la que a ellos y a ellas les parece la más propia de cristianos que se dicen seguidores del Jesús que nos dan a conocer los Evangelios.
El intercambio de opiniones fue intenso e interesante. Se produjeron cerca de 20 intervenciones. Desde la primera de ellas, la de Rafael Rojo, se comenzó a describir una postura compartida por casi todos. Los pobres por el mero hecho de serlo no son bienaventurados. La pobreza no es una dicha sino más bien una desdicha. Jorge de Dompablo lo dijo con claridad aludiendo a su propia historia familiar. Y lo es, aunque en el entorno en que se vive reine el cariño y la ayuda mutua y sea posible, pese a la indigencia, sentirse feliz. Tampoco es, como resaltó con su peculiar fuerza Benjamín Forcano, un estado natural, una situación social querida y promovida por el mismo Dios. Eso se ha creído y enseñado muchas veces y se ha actuado en consecuencia. La propia Iglesia, algunos de sus jerarcas y de sus teólogos, lo ha sostenido. Y ha propuesto como coherentes dos actitudes. Por parte de los pobres, aceptar con resignación ese estado de cosas que la divinidad, en sus designios insondables, les ha asignado. Por parte de quienes no lo son, ejercer la práctica de la caridad hacia quienes viven en la indigencia. A partir del Vaticano II, con su Constitución pastoral Gaudium et Spes, la propia jerarquía hizo suya la actitud que ya habían asumido con anterioridad muchos católicos, la de plantar cara a la pobreza y a las estructuras que la causan y mantienen, para aliviar la situación de las personas que la padecen y contribuir a la construcción de una situación social más igualitaria y digna.
Sin embargo, aún sin ocultarles o sin que a los pobres mismos se les oculte que su situación es deplorable, cabe creer y decir que son bienaventurados, como leemos en los textos de Mateo y Lucas. También de esto hablamos en el coloquio. Varias y varios de los intervinientes explicaron los motivos. Dos fueron los que se sacaron a relucir. Un pobre puede decirse a sí mismo o pueden ser otros los que le digan que es bienaventurado porque Dios, lejos de considerarle maldito, le quiere y busca su bien. Esa es la Buena Noticia de la que hablan los Evangelios, ese es el alentador anuncio que van a recibir los desposeídos y los marginados cuando el Reino de Dios empiece a cobrar forma en la Tierra. Pero también un pobre puede decirse a sí mismo o pueden ser otros los que le digan que es bienaventurado porque tiene talentos, cualidades, capaces de ayudarle a aliviar su situación y porque en su camino aparecerán personas, los cristianos entre ellas, para estar a su lado y ayudarle a cambiar su suerte y su situación en la vida. Javier Sánchez González nos dijo que eso es precisamente lo que anuncia a los presos de la cárcel de Valdemoro, y que escucharlo les conmueve. Y Andrés Álvarez Vázquez nos dijo que ese era el modo que aprendió en la HOAC de entender el problema y de actuar ante él. Y no sólo se aprendía en la HOAC, en los años 60 y 70 del siglo pasado, comentó Jesús Sastre, ese era el modo de entender la práctica cristiana que tomaron como propio muchos católicos individualmente y muchas comunidades de forma agrupada. En cambio, con la llegada de Juan Pablo II a la sede Pontificia, se potenciaron otras maneras de entender y vivir el seguimiento de Jesús, con otros acentos, con otras preocupaciones.
Ahora bien, junto a esta pobreza estructural, en la que millones de personas nacen, viven o acaban, por diversas circunstancias, cayendo, está “la pobreza elegida”. Esta es otra situación de la que también hablamos. Es una situación muy distinta. Es la de quienes eligen mantenerse en la pobreza o adoptarla como estado de vida frente a quienes aspiran a ser ricos, a aumentar de modo constante y como sea sus bienes materiales y a defenderlos frente a quienes pretendan arrebatárselos. Es la elección que hizo Francisco de Asís. Es la elección que han hecho y siguen haciendo personas que se conforman con tener lo suficiente para vivir con dignidad, pero sin lujos. Es también la elección, algo distinta, de quienes eligen vivir entre los pobres como viven los pobres, para, desde su mismo estado de indigencia, ayudarles en la lucha para salir de él y lograr para el común de la población unas condiciones de vida más dignas y justas. Son elecciones respetables, aunque no exigibles, dijimos, a todos los cristianos.
Fue un coloquio interesante y clarificador en estos días en los que algunas personas y algunos grupos, que hacen alarde en su catolicismo, no tienen problema en alardear también de su desprecio hacia las masas de indigentes que llegan a nuestro país en busca de ayuda.
Pero el coloquio fue interesante también, porque, antes de darlo por concluido, planteado el asunto, dos de las mujeres que desde el comienzo de esta nueva fase del Foro, como Foro “Curas de Madrid y Más”, aceptaron, y al resto del grupo le pareció bien, incorporarse a la Comisión permanente, Marta Merino y Milagros de Diego. De este modo también en ella a partir de ahora estará representado ese “Y Más”, que tan significativo e importante es para nosotros.
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