"Doctores tiene la Iglesia, pero ahora los necesitamos en psicología y psiquiatría" El 'burnout' sacerdotal, ¿una enfermedad profesional?

"Un presbítero enfermo no puede ejercer su ministerio como debe. El cansancio puede llegar a hastiar a la persona y a desear apartarse del mundo y, en este momento, es cuando los obispos deben actuar con firmeza para prestar asistencia a ese ministro colaborador de su ejercicio episcopal poniendo a su alcance las medidas terapéuticas necesarias"
"Alguien debe poner solución o remedio para que aquellos que se han dejado guiar por Jesucristo para hacer llegar su evangelio a la sociedad, puedan ejercer su ministerio con seguridad sin miedo a llegar a quemarse en su misión"
"También los hay que dicen que esta soledad que experimenta el sacerdote católico no la experimenta el ortodoxo o el pastor evangélico que, al llegar a su casa, su esposa e hijos le ayudan a distraer o a sanar el sufrimiento. Cierto es que, entre el clero ortodoxo, preguntado a un amigo que lo es, no existe, o es mínima, esta patología"
"También los hay que dicen que esta soledad que experimenta el sacerdote católico no la experimenta el ortodoxo o el pastor evangélico que, al llegar a su casa, su esposa e hijos le ayudan a distraer o a sanar el sufrimiento. Cierto es que, entre el clero ortodoxo, preguntado a un amigo que lo es, no existe, o es mínima, esta patología"
| Alberto Sierra Martínez
«El burnout es un problema que forma parte del ámbito de la salud y de la calidad de vida laboral». Esta es la apreciación de la doctora Mariela R. Caraballo, (Buenos Aires, 2019), que ha estudiado a fondo este síndrome que está llenando las consultas de especialistas en psicología ypsiquiatría además de centros de recuperación de personas que sufren esta situación.
Los especialistas coinciden en que este es un tipo de estrés crónico que se define como una respuesta psicofísica que se produce en el sujeto, como consecuencia de un esfuerzo constante, ante el cual la persona reacciona quedándose agotada, con sensación de indefensión y generalmente con retirada psicológica y muchas veces física de su actividad como consecuencia de este estrés excesivo.
¿Cómo se puede descubrir que una persona sufre “burnout”? Recogiendo la opinión de los especialistas, coinciden en que se manifiesta como:
— Cansancio emocional: considerado como desgaste, agotamiento, que puede presentarse a nivel físico, psíquico o bien como sensación de no tener más nada que ofrecer, tanto en lo profesional como en lo afectivo.
— Despersonalización: se observa a través del cambio que se produce en las actitudes y respuestas hostiles dadas por la persona, seguido de irritabilidad, distanciamientos, pérdida de la motivación laboral, cinismo, oposición, y rivalidad dirigida hacia las personas.
— Sentimiento de inadecuación y disminución de la realización personal en el trabajo: conformado por conductas negativas hacia sí mismo como hacia su labor, sensaciones de inadaptación, baja productividad y baja autoestima, valorándose negativamente.

Pero cuando el “burnout” se manifiesta en los sacerdotes diocesanos o en los religiosos ¿qué ocurre? ¿Se piensa en que esa persona está enferma? ¿Se la atiende como se hace con otras patologías laborales?
Para Mario Adán Moreno Madrid (El síndrome de burnout en el ministerio sacerdotal, México 2024), la preocupación por la salud de los sacerdotes es un tema de gran actualidad. Lejos de pensar que la salud sacerdotal se encuentra bien, los estudios demuestran que es necesario seguir trabajando para ofrecer formación permanente en este campo.
Diversas etapas
El estudio señala que el síndrome de burnout puede seguir diversas etapas que van desde el agotamiento físico y emocional hasta la crisis vocacional. Lo que puede comenzar en el ámbito físico y emocional puede terminar perjudicando una vocación sacerdotal forjada durante muchos años y con mucho esfuerzo.
No acabaríamos este artículo si continuáramos refiriendo estudios que están de plena actualidad y que han de preocupar a la cúpula de la iglesia en España y, me atrevo a decir, a la Iglesia en general empezando por el Dicasterio para el Clero. Un presbítero enfermo no puede ejercer su ministerio como debe. El cansancio puede llegar a hastiar a la persona y a desear apartarse del mundo y, en este momento, es cuando los obispos deben actuar con firmeza para prestar asistencia a ese ministro colaborador de su ejercicio episcopal poniendo a su alcance las medidas terapéuticas necesarias.
Si tenemos en cuenta que los sacerdotes no tienen un contrato laboral con la “empresa”; que en su nómina no figura ninguna cotización sobre enfermedades profesionales y accidentes de trabajo, ¿cómo se ha de tratar el síndrome?
Pero, ¿se califica el burnout como una enfermedad profesional? Si tenemos en cuenta que los sacerdotes no tienen un contrato laboral con la “empresa”; que en su nómina no figura ninguna cotización sobre enfermedades profesionales y accidentes de trabajo, ¿cómo se ha de tratar el síndrome? ¿Es una enfermedad general como si de una gripe se tratara? O, por el contrario, según los estudios, ¿se trata de una enfermedad producida por el exceso de trabajo a que son sometidos los presbíteros?
Pongamos un ejemplo: Sacerdote que tiene a su cargo 12-14 parroquias en el Pirineo catalán o en la sierra castellana. Disponibilidad los 365 días del año, tres, cuatro y hasta cinco celebraciones dominicales, más las de vigilia; asistencia a enfermos en sus domicilios o en el centro sanitario de referencia. Encargos de ámbito diocesano (Cáritas, curia, catequesis, jóvenes), clases en colegios o institutos de secundaria o en escuelas o facultades de Teología. Atención a familias de difuntos en el tanatorio, acogida a los prometidos que quieren preparar su boda, preparación de bautismos, la catequesis infantil en sus parroquias, gestión de cementerios parroquiales, asistencia sacerdotal a comunidades de religiosas, (misas, confesiones, recesos…) etc. El resultado a estos encargos representa que a final de mes ha recorrido más de 2.000 kilómetros.
A esta lista hemos de añadir que el síndrome del “cura quemado” se agrava además por la situación de vida. Vivir solo, afecta también a la estabilidad de la persona tal como ha podido constatar el sacerdote Damián Picornell del obispado de Albacete que, entrevistado por Religión Digital, afirmaba: "el aumento de la carga de trabajo y vivir solos aumenta nuestro estrés laboral".

Damián Picornell en su estudio indica los factores predictivos de crisis en los sacerdotes. El burnout produce: debilitamiento de la fe, deterioro de la vivencia espiritual, ruptura de la comunión (obediencia), dificultades para vivir el celibato, estilos de personalidad inconsistentes, inadaptación a los cambios sociales y desgaste en el ejercicio del ministerio. Todos estos factores se retroalimentan. Para Picornell, actualmente, «es uno de los riesgos laborales de tipo psicosocial con mayor prevalencia e impacto a nivel personal, organizacional y social. Aunque inicialmente fue considerado como algo típico de las profesiones de ayuda, la evidencia posterior ha demostrado que el síndrome de burnout puede darse en cualquier profesión y grupo ocupacional, como resultado de un manejo inadecuado del estrés crónico en el ámbito laboral».
Es reciente la sentencia que confirma que el suicidio de un directivo de una empresa de Alcover (Tarragona) fue un accidente de trabajo. (El País, 26-1-2025). La jurisprudencia española a partir de 1970 se ha ido llenando de sentencias judiciales que fallan a favor de la familia que ha perdido un ser querido por esta circunstancia. Entonces: ¿Cuánto tiempo tardará la Iglesia en regularizar una situación laboral, que lo es en este aspecto, para que el clero llegue a tener la cobertura necesaria como tiene toda persona que ejerce su profesión, sea vocacional o no? (siempre se ha dicho que los médicos, los maestros, las enfermeras son vocacionales…).
Según la página web vaticana del Dicasterio para el Clero: El dicasterio ofrece asistencia a los obispos diocesanos y a las conferencias episcopales en su respectiva actividad de gobierno en todo lo que se refiere a la vida, disciplina, derechos y deberes de los clérigos y colabora en su formación permanente. También asegura que los obispos diocesanos o las conferencias episcopales provean al sustento y a la seguridad social del clero de conformidad con la ley.
El Real Decreto 2398/1977 que regula la Seguridad Social del clero, dice en su artículo 1º: Quedan asimilados a trabajadores por cuenta ajena, a efectos de su inclusión en el Régimen General de la Seguridad Social, los clérigos diocesanos de la Iglesia Católica, entendiéndose por tales los clérigos que desarrollen su actividad pastoral al servicio de Organismos diocesanos o supra diocesanos por designación del Ordinario competente y perciban por ello la dotación base para su sustentación.
Pero en el artículo siguiente, el RD dice:
Uno. La acción protectora, por lo que respecta al colectivo a que se refiere el artículo anterior y sus familiares que tengan la condición de beneficiarios, será la correspondiente al Régimen General de la Seguridad Social, con las siguientes exclusiones:
- a) Incapacidad laboral transitoria e invalidez provisional y subsidio por recuperación profesional.
- b) Protección a la familia.
- c) Desempleo.
Dos. Las contingencias de enfermedad y accidente, cualquiera que sea su origen, se considerarán, en todo caso, como común y no laboral, respectivamente, siéndoles de aplicación el Régimen Jurídico previsto para éstas en el Régimen General de la Seguridad Social.

Queda claro que los acuerdos Iglesia-Estado, en lo que a Seguridad Social se refiere, deben ser revisados con urgencia. Salta a la luz que las circunstancias en que vivía el clero hace 48 años no son las mismas que en la actualidad. Por los resultados de los estudios e investigaciones en curso, el desempeño del sacerdocio ha cambiado muy mucho y se impone un ejercicio de discernimiento para incluir este aspecto en la cobertura sanitaria. Un accidente de tráfico “in itinere” no tiene el mismo tratamiento para el técnico que viene a reparar la lavadora, que para un sacerdote que asiste a una persona enferma en su domicilio que dista 60 km de su residencia habitual. O en el ir y venir de un pueblo a otro el domingo para celebrar la reunión dominical o asistir a celebrar unas exequias en el pueblo de al lado, que puede estar situado a 20 km.
Alguien debe poner solución o remedio para que aquellos que se han dejado guiar por Jesucristo para hacer llegar su evangelio a la sociedad, puedan ejercer su ministerio con seguridad sin miedo a llegar a quemarse en su misión
La acción misionera de nuestros sacerdotes se encuentra desamparada en este aspecto. Alguien debe poner solución o remedio para que aquellos que se han dejado guiar por Jesucristo para hacer llegar su evangelio a la sociedad, puedan ejercer su ministerio con seguridad sin miedo a llegar a quemarse en su misión. Algunos argumentan que se llega a esta situación por la falta de oración, por querer llegar a todo y no saber delegar, por no saber decir no cuando se les encomienda una tarea más, a la que no pueden o deben decir no por la “obediencia” que prometió el día de su ordenación.
También los hay que dicen que esta soledad que experimenta el sacerdote católico no la experimenta el ortodoxo o el pastor evangélico que, al llegar a su casa, su esposa e hijos le ayudan a distraer o a sanar el sufrimiento
También los hay que dicen que esta soledad que experimenta el sacerdote católico no la experimenta el ortodoxo o el pastor evangélico que, al llegar a su casa, su esposa e hijos le ayudan a distraer o a sanar el sufrimiento. Cierto es que, entre el clero ortodoxo, preguntado a un amigo que lo es, no existe, o es mínima, esta patología. Evidentemente hay estrés en muchas situaciones de la vida como en todos los ámbitos, pero no hay consciencia del burnout entre el clero ortodoxo. En el estudio de Picornell se destaca que los trabajadores solteros, sobre todo hombres, parecen estar más expuestos al burnout que los que viven en pareja. En opinión de Maslach y Leiter (2017), citado por el mismo Picornell, es probable que estos hallazgos estén influidos por los estereotipos de roles de género.
Gracias a Dios existen almas benditas que ayudan a estos quemados “hijos de Dios” a sanar las heridas. Pero es un camino difícil y lento que necesita de terapeutas y personas preparadas para esta tarea. Como decía al principio no es una gripe o una indigestión. Y en esta sanación no es suficiente ni adecuada la espiritualización de la enfermedad, sino que es necesaria la acción valiente y firme del episcopado para crear centros especializados en tratar a estos “trabajadores de lo sagrado”. Ellos han recibido el encargo apostólico de llevar a cabo la misión que Cristo confió a Pedro y, a sus colaboradores principales, no los pueden dejar abandonados en la soledad de su casa rectoral.

Estrés, angustia, ansiedad etc., situaciones que quizás hemos sufrido en algún momento de la vida y que hemos podido superar, o no. A menudo estas heridas se cierran en falso y aparecen desviaciones que llevan al individuo a refugiarse en el sexo, en el alcohol, en la gula, en el juego o en la apatía para iniciar cualquier acción que les venga propuesta por algún colaborador parroquial.
Cuando estas situaciones no son tratadas convenientemente pueden llegar a destruir a la persona. El clero, y toda la sociedad por añadidura, necesita profesionales que les atiendan convenientemente. Doctores tiene la Iglesia, gracias a Dios, pero ahora necesitamos doctores, no en Teología o Filosofía, sino doctores en psicología y psiquiatría que ayuden a “apagar” el fuego que está destruyendo a nuestros sacerdotes.
Etiquetas