No nos avergonzaremos nunca de decir la Iglesia de los pobres.

Por eso, la Iglesia se predica desde los pobres y no nos avergonzaremos nunca de decir “la Iglesia de los pobres”, porque entre los pobres quiso poner Cristo su cátedra de redención; no porque sea malo el dinero, sino porque el dinero muchas veces convierte en esclavos a los hombres que idolatran las cosas de la tierra y se olvidan de Dios. Pero cuando se tiene capacidad de ser superior a las cosas que hacen felices a los hombres, según los principios del mundo, y se tiene el desprendimiento y la valentía de hacer consistir la felicidad y el camino en el camino de las bienaventuranzas – bienaventurados los pobres, bienaventurados los que lloran, bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia-, es entonces cuando comprendemos que ha venido la redención y la salvación solo caminará por esos caminos que los hombres no quieren recorrer.  Aceptemos esta noche el mensaje de la misericordia y de la benignidad del Señor.”

Durante esta noche de Navidad de 1978 Monseñor Romero aplica el camino divino para hacerse humano al camino que la Iglesia debe escoger para poder predicar ese mensaje de salvación que provoca tanta alegría para el pueblo.  No es frecuente oír que un obispo hablar con claridad de “la Iglesia de los pobres” y eso en seguimiento al mismo Jesús ya que “entre los pobres quiso poner su cátedra de redención”.  

Las “narraciones” de fe acerca del nacimiento de Jesús no pretenden informarnos sobre lo que sucedió históricamente.  Dos evangelios (Mc y Jn) ni consideraron necesario incluir narraciones sobre ese tema.   Las comunidades de Mt y de Lc escribieron sus propios textos y testimonios de su fe.   Pero lo que queda claro en esos escritos sobre el inicio de la vida de Jesús en esta tierra es que nació en la situación de vida de las y los pobres, de los que no tienen lugar en este mundo y que los primeros en escuchar esa buena noticia de redención han sido pobres, así los primeros en anunciarla a otros.   No tiene nada que ver con los “nacimientos” bonitos y las figuritas de los pastorcitos.  La escenificación del nacimiento de Jesús pudo haber sido una ayuda visual para los creyentes para comprender que Dios ha escogido la vida de los pobres para iniciar la salvación en la persona de Jesús, sin embargo hoy ya no tiene referencia al mundo de los pobres.  Ahí donde aun ponen nacimientos navideños, éstos deben ser bonitos, creativos, artísticos, rústicos,….  Pero siempre lejos de la realidad de la vida de los pobres cercanos y lejanos.

Según los evangelios el camino de encarnación ha arrancado en la vida real de las y los pobres, en aquel pueblo marginal viviendo bajo la dominación del imperio, explotado, oprimido, angustiada,…   ¿Sería posible anunciar esa buena nueva de Dios fuera de la realidad de las y los pobres reales de hoy?    Si miramos nuestros templos donde celebramos la Navidad, ¿Dónde están las referencias a la vida real de las y los pobres?  ¿Hay pobres que anuncian la buena nueva?  Pensamos que Monseñor Romero estaba convencido que solamente una Iglesia desde y de las y los pobres puede captar las buenas noticias de Dios haciéndose humano.  Solamente una Iglesia pobre donde los pobres se sienten en casa, puede anunciar ese Evangelio.   “La Iglesia se predica desde los pobres y no nos avergonzaremos nunca de decir “la Iglesia de los pobres”.   Toda la vida de Jesús ha sido el anuncio del  nuevo camino de Dios con la humanidad a partir del encuentro con gente pobre, sobre todo, y con gente dispuesta a compartir sus bienes.  Los sabios y las autoridades religiosas de su tiempo no entendieron nada, se pusieron en contra y maniobraron para que el poder imperial lo eliminara con la cruel tortura mortal de la crucifixión pública. 

La Navidad es un acontecimiento que deja ver con claridad que “la salvación solo caminará por esos caminos que los hombres no quieren recorrer”.  Las y los pobres (en todas las dimensiones de la pobreza) son el camino que Dios ha elegido.  De ahí la frase de Monseñor Romero: “la Iglesia se predica desde los pobres y no nos avergonzaremos nunca de decir “la Iglesia de los pobres”.  Además de la raíz evangélica, esa expresión retoma la expectativa del Papa Juan XXIII al iniciar el Concilio Vaticano II hablando de una “Iglesia de todos, pero particularmente de los pobres”.  No nos extraña que el Papa Francisco dice: “Quiero una Iglesia pobre y para los pobres”.   Vemos dos dimensiones: (1) la urgencia de la conversión de la Iglesia para ser y presentarse ante los pueblos como una Iglesia pobre, alejada de lujos, riquezas, poderes,… y (2) la urgencia de la revisión pastoral con la opción preferencial por y para los pobres.  Ambas dimensiones fueron expresadas también en el documento final de la conferencia episcopal latinoamericana en Aparecida:  “Primero, los pobres y la opción por los pobres “interpelan el núcleo del obrar de la Iglesia, de la pastoral y de nuestras actitudes cristianas” (DA2, 2007, 393). Segundo, “el servicio de caridad de la Iglesia entre los pobres ‘es un ámbito que caracteriza de manera decisiva la vida cristiana, el estilo eclesial y la programación pastoral’” (DA, 2007, 394)”.  El camino de la encarnación – que celebramos en esta fiesta de navidad-, nuevamente nos obliga a transformar la Iglesia.   Los obispos conciliares que firmaron el Pacto de las Catacumbas al finalizar el Concilio Vaticano II “decidieron asumir un estilo de vida sencillo, propio de los pobres, renunciando no solo a los símbolos de poder, sino al mismo poder externo, hoy día dicho pacto puede y debe servir como inspiración y modelo a toda la Iglesia. Con lo cual se hace necesario interpretar el pacto en una perspectiva más amplia que la solo episcopal, en una perspectiva abierta a toda la Iglesia y a todos en la Iglesia.”[1] 

Dice Monseñor Romero: “Aceptemos esta noche el mensaje de la misericordia y de la benignidad del Señor.”   (Tt 2,11).  Celebrar Navidad significa creer que en el nacimiento de Jesús la misericordia y la benignidad de Dios se han hecho presente entre nosotros/as.  Esa fe no es un asunto doctrinal, sino el centro de la práctica de las y los testigos, debería ser el corazón de la Iglesia. 

Escribe el teólogo colombiano Manuel José Jiménez Rodríguez[2] “Una Iglesia verdadera es, ante todo, una Iglesia que ‘se parece a Jesús’ (…). Parecerse a Jesús es reproducir la estructura de su vida (…) El principio que nos parece más estructurante de la vida de Jesús es la misericordia; por ello, debe serlo también de la Iglesia” (Sobrino, s.f.). La misericordia es principio que informa y configura el ser de la Iglesia. No es tanto la Iglesia que predica o invita a poner en práctica las obras de misericordia. Es la Iglesia que configura su estilo de vida por la misericordia. Es una Iglesia que se rige en su interior, en su vida, en todo lo que ella es, por el principio misericordia. Es una Iglesia, toda ella, configurada por el principio compasión misericordia.”

¡Cuánto nos hace falta!  No tengamos miedo.  El documento del Pacto de las Catacumbas[3] puede ser una lectura necesaria para comprender en la práctica ese principio misericordia que se hizo presente en el nacimiento de Jesús.

Para la reflexión de este día hemos tomado una cita de la homilía  de Mons. Romero durante la vigilia de Navidad el 24 de diciembre de 1978.  Homilías, Monseñor Oscar A Romero, Tomo IV,  Ciclo B, UCA editores, San Salvador, p 110.111

[1] Manuel José Jiménez Rodríguez, Iglesia pobre para los pobres,   p. 5

    https://revistas.uft.cl/index.php/rer/article/download/25/44?inline=1

[2] Manuel José Jiménez Rodríguez.  Iglesia pobre para los pobres.   p. 2. 

[3] https://www.escolapios21.org/wp-content/uploads/2023/02/Pacto-de-las-Catacumbas.pdf

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