En el centenario de su nacimiento José Gómez Caffarena: creer y pensar en diálogo

Caffarena
Caffarena

Caffarena fue un intelectual no dogmático, hombre de diálogo, “creyente cristiano”, como él se definía, “creyente ilustrado” como le llamó Antonio García Santesmases, “filósofo cristiano y cristiano filósofo”, como le calificó Laín Entralgo, y en consecuencia, se mostró partidario de mantener la mejor relación entre dos vecinos, creer y pensar, no siempre bien avenidos

Kant ayudó a José Gómez Caffarena a filosofar en libertad. De él aprendió una importante lección: el profesor de filosofía no es el que enseña la historia de la filosofía, sino a filosofar. Caffarena lo puso en práctica enseñando a varias generaciones de estudiantes y profesores de los diferentes campos del saber.

Bloch le mostró la senda de la razón utópica por la que, en su aventura humana y religiosa, ambas inseparables, logró compaginar esperanza y razón, conforme al aforismo del filósofo de la utopía: “La razón no puede florecer sin esperanza; la esperanza no puede hablar sin razón”. Esta es, creo, la mejor síntesis de la vida y del pensamiento del filósofo y teólogo jesuita José Gómez Caffarena, de cuyo nacimiento celebramos hoy el primer centenario y el duodécimo aniversario de su muerte

Tres fueron los campos de estudio, investigación, docencia y publicaciones que cultivó a lo largo de más de sesenta años: la metafísica, la filosofía de la religión y la teología, y en los tres se reconoció su autoridad tanto en España como en América Latina

Kant ayudó a José Gómez Caffarena a filosofar en libertad. De él aprendió una importante lección: el profesor de filosofía no es el que enseña la historia de la filosofía, sino a filosofar. Caffarena lo puso en práctica enseñando a varias generaciones de estudiantes y profesores de los diferentes campos del saber.

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Bloch le mostró la senda de la razón utópica por la que, en su aventura humana y religiosa, ambas inseparables, logró compaginar esperanza y razón, conforme al aforismo del filósofo de la utopía: “La razón no puede florecer sin esperanza; la esperanza no puede hablar sin razón”. Esta es, creo, la mejor síntesis de la vida y del pensamiento del filósofo y teólogo jesuita José Gómez Caffarena, de cuyo nacimiento celebramos hoy el primer centenario y el duodécimo aniversario de su muerte.

Tres fueron los camposde estudio, investigación, docencia y publicaciones que cultivó a lo largo de más de sesenta años: la metafísica, la filosofía de la religión y la teología, y en los tres se reconoció su autoridad tanto en España como en América Latina. Doctor en filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma en 1956, inició pronto la docencia como profesor de metafísica en la Facultad de filosofía de la Compañía de Jesús en Alcalá de Henares. Posteriormente pasó a la Universidad de Comillas donde enseñó metafísica, filosofía de la religión y filosofía del lenguaje. También fue profesor en la Universidad Autónoma de Madrid y en la Universidad Gregoriana. Carlos Gómez, catedrático de filosofía de la UNED y buen conocedor de su obra, le atribuye, con razón, la condición de “decano de la filosofía de la religión en España”.

Filosofía de la religión

En el Instituto de Filosofía, del CSIC, dirigió durante varios lustros un seminario de filosofía de la religión en el que participé activamente y, a petición suya, intervine en varias sesiones sobre Nietzsche y el cristianismo y sobre Las variedades de la experiencia religiosa, de William James. Fue una de las experiencias más gratificantes en el terreno de la ciencias de las religiones, ya que interveníamos personas de todos los campos del saber sobre la religión en un clima de respeto a la opinión ajena y de exigencia académica en el razonamiento de nuestras posturas.

José Gómez Caffarena con Pedro Laín Entralgo
José Gómez Caffarena con Pedro Laín Entralgo

En los debates Caffarena era poco asertivo. Su actitud era la escucha y el matiz, nunca la descalificación, ni la palabra cortante; la ecuanimidad, nunca la contundencia. No tenía la última palabra, salvo para terminar la sesión que se prolongaba durante dos horas –de cinco a siete de la tarde, los jueves alternos-, que se pasaban volando. El debate siempre quedaba abierto, en puntos suspensivos, que retomábamos en las sesiones posteriores. Al final quedaban muchas preguntas en el aire y pocas respuestas definitivas.

De 1969 a 1973 publicó la trilogía Metafísica Fundamental, Metafísica trascendental y Filosofía de la Religión (ésta en colaboración con Juan Martín Velasco), que le convirtió en uno de los principales referentes de la renovación de dicha disciplina. Conocedor de las críticas hacia ella, sitúa el punto de partida de la reflexión metafísica en nuestra propia vida como realidad radical. El resultado es una “metafísica de sentido”, que subraya la doble dimensión de la razón, teórica y práctica, al tiempo que reconoce el primado de la segunda. La aproximación que hace a Kant va en esa dirección: reconocer la “revolución copernicana” en el campo teórico y el primado de la “razón práctica”. Su valoración del filósofo de Königsberg se centra en el terreno ético.

Incómodo con el papel auxiliar que la neoescolástica atribuía a la filosofía en relación con la teología, emprendió el largo y tortuoso viaje hacia la filosofía de la religión, que exigía reconocer autonomía y estatuto propio a la filosofía y establecer un diálogo fecundo con la religión

Incómodo con el papel auxiliar que la neoescolástica atribuía a la filosofía en relación con la teología, emprendió el largo y tortuoso viaje hacia la filosofía de la religión, que exigía reconocer autonomía y estatuto propio a la filosofía y establecer un diálogo fecundo con la religión. Su aportación más relevante en este campo es El enigma y el misterio. Una filosofía de la religión, su obra cumbre, muy esperada por sus discípulos y seguidores, felizmente terminada a las 82 años y publicada por Trotta en una edición muy cuidada, que corona toda una vida dedicada a la reflexión. Así lo reconoce el propio Caffarena: “En este tema he dedicado mucho tiempo de mi vida, por mi dedicación como docente de filosofía y, todavía más, por concernimiento personal”.

Enigma, misterio, sentido, religiones y esperanza son las claves hermenéuticas de esta magna obra, que retrata la personalidad intelectual y religiosa del propio autor: “El enigma que somos puede tener en el Misterio al que abren las religiones una clave para una esperanza fundada que puede dar sentido a las vidas humanas y alentar su quehacer en los complejos avatares del vivir en la tierra”.

Libro de José Gómez Caffarena
Libro de José Gómez Caffarena

Caffarena fue presidente de una Comisión creada por la Compañía de Jesús durante el mandato del Padre Arrupe para el estudio del ateísmo. Eran tiempos de apertura, de búsqueda, de aggiornamento en la Iglesia católica gracias al aire fresco que introdujo el Concilio Vaticano II bajo la figura carismática de Juan XXIII y al diálogo entre el cristianismo y el ateísmo, que ya propusiera la Constitución conciliar sobre la Iglesia en el mundo actual (nn 19-21).

Desde esa responsabilidad contribuyó a la creación del Instituto Fe y Secularidad –del que fue director de 1972 a 1986-, espacio privilegiado de diálogo interdisciplinar riguroso y enriquecedor, crítico y autocrítico, donde se encontraban filósofos, psicólogos, sociólogos, científicos, teólogos, fenomenólogos de la religión, etc. de diferentes orientaciones ideológicas y metodologías. En ese contexto surgió el Foro del Hecho Religioso, que Caffarena dirigió con José Luis López Aranguren, donde se daban cita anualmente en Majadahonda intelectuales interesados por la significación ética, cultural y sociopolítica del fenómeno religioso.

Especial empeño puso en el estudio de las Ciencias de las Religiones con la creación de un Máster muy prestigioso en la Universidad de Comillas, lugar de encuentro de las diferentes ciencias que se ocupan del análisis e investigación sobre el hecho religioso

Especial empeño puso en el estudio de las Ciencias de las Religiones con la creación de un Máster muy prestigioso en la Universidad de Comillas, lugar de encuentro de las diferentes ciencias que se ocupan del análisis e investigación sobre el hecho religioso: filosofía, de la religión, sociología de la religión, historia de las religiones, antropología de la religión, fenomenología de la religión, psicología de la religión, etc. Debido a las fuertes presiones eclesiásticas, el Máster tuvo que ser clausurado.

La entraña humanista del cristianismo

La teología fue otro de sus centros de interés intelectual. Licenciado en dicha disciplina en la Facultad de Teología de Granada, el Concilio Vaticano II fue un acontecimiento decisivo en su vida y en su pensamiento, que le puso en el brete de evolucionar, según confesión propia. Su reflexión teológica se orientó hacia la búsqueda del “verdadero cristianismo” caracterizado por la recuperación de su entraña humanista y de la dimensión “ético-agápica del Evangelio”, por utilizar sus propias palabras. Su propuesta era la que mejor se correspondía con un cristianismo mayor de edad en el sentido kantiano. Pero, ¿en qué consiste la entraña humanista? Juan Masiá entiende correctamente la antropología de Caffarena cuando define al ser humano como un “centro limitado de preguntas ilimitadas”. ¡Siempre el misterio, nunca la irracionalidad!

Gómez Caffarena
Gómez Caffarena

En el libro La entraña humanista del cristianismo, publicado en 1987, distinguía cuatro tipos de creyentes: “el imperturbado”, “el fanático”, el “escindido” y el “hermeneuta”, y alertaba sobre cuatro actitudes muy arraigadas en el catolicismo español: la ingenuidad pre-crítica, el criticismo desarraigado, la componenda y la escisión esquizofrénica. La alternativa que proponía era la hermenéutica en la dirección de Paul Ricoeur, que implica el diálogo crítico y creativo, que nada tiene que ver con el eclecticismo, ni con la debilidad argumentativa. Caffarena justificaba así su postura: “Como cristiano católico tengo adoptada una clara postura, hermenéutica y no ecléctica… La postura hermenéutica no envuelve ninguna disminución de la convicción de fe, sino más bien –y entre difíciles equilibrios- su reafirmación personalizada. Es una fuerte apuesta vital del hermeneuta”. 

Fue esa orientación humanista, hermenéutica, crítica y liberadora del cristianismo la que supo infundir en la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, en cuya fundación intervino a principios de los ochenta del siglo pasado, de la que fue secretario general durante la presidencia de Casiano Floristán y en cuyas actividades participó e intervino hasta pocos años antes de su fallecimiento limando asperezas, intentando evitar la ruptura con la jerarquía, sin por ello renunciar a la crítica, y buscando siempre el consenso. Fue en la Asociación Juan XXIII donde compartimos numerosos encuentros orientados a elaborar una teología en sintonía con la teología latinoamericana de la liberación y con la teología política europea.    

 Creyente ilustrado e intelectual no dogmático

Caffarena fue un intelectual no dogmático, hombre de diálogo, “creyente cristiano”, como él se definía, “creyente ilustrado” como le llamó Antonio García Santesmases, “filósofo cristiano y cristiano filósofo”, como le calificó Laín Entralgo, y en consecuencia, se mostró partidario de mantener la mejor relación entre dos vecinos, creer y pensar, no siempre bien avenidos.  

Defendió la plausibilidad filosófica de la fe en Dios, al tiempo que hizo una crítica racional de la religión no con voluntad iconoclasta sino con intención purificadora de sus elementos espurios. Estaba convencido de que la religión ha de pasar por el purgatorio de una crítica severa, pero sin renunciar a sus convicciones. “El tener convicciones, religiosas u otras –afirmaba-, no es óbice, si se está dispuesto a someterlas a crítica. ¿Quién podría decir que no tiene ninguna?”.  

La crítica de la religión jugó un papel importante en su vida de filósofo, teólogo y creyente, ciertamente, y la practicó dentro de la mejor tradición ilustrada

La crítica de la religión jugó un papel importante en su vida de filósofo, teólogo y creyente, ciertamente, y la practicó dentro de la mejor tradición ilustrada, pero no le impidió reconocer que “la religión alberga los símbolos en que la humanidad ha fantaseado sus esperanzas de redención y de plenitud”. 

En la vida y la obra de Caffarena filosofía y teología, religión y razón convivieron, no sin tensiones, pero siempre en diálogo simétrico. Esa fue quizá su mejor contribución a la religión y a la razón. La serenidad fue su actitud ante la vida; la cordialidad, su forma de relacionarse con la gente; el equilibrio, su manera de filosofar; el respeto a la opinión del otro, de los otros, de los discordantes, su método; la audacia, su forma de creer (La audacia de creer, son dos títulos de sendos libros que recogen los cursos de teología para universitarios); la búsqueda de la verdad, su objetivo, si bien siendo consciente de que no era fácil alcanzarlo; el arte de conciliar, su modo de comunicación. 

Creo que Caffarena suscribiría la afirmación de su amigo y compañero de fatigas filosóficas y conversaciones religiosas José Luis López Aranguren: “lo más interesante para mí de la religión no son sus posibles respuestas, sino las preguntas mismas, es decir, me interesa más el enigma que la solución”. Esto decía el filósofo moral Aranguren en 1993. Quince años después venía a confirmarlo Caffarena con la publicación de su obra magna El enigma y el misterio. Una filosofía de la religión. ¡Una coincidencia no casual! 

Termino con la idea de la esperanza con la que comencé este perfil intelectual. En una sugerente comparación que establece Juan Masiá entre Paul Ricoeur y Caffarena, caracteriza la filosofía del primero como esperanza crítica y la del segundo de crítica esperanzada. Creo que ha acertado.

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