Antes de ser un cristiano, tenemos que ser muy humanos.

No quiero evitarles, queridos hermanos, de conocer, en este aspecto humano, lo que los obispos reunidos en Medellín dijeron de la familia, porque es necesario que ese Concilio Vaticano II, que se hizo latinoamericano en Medellín, lo conozcamos las familias latinoamericanas.  Hizo una síntesis bella la reunión de Medellín al decir tres frases de la familia. En América Latina, la familia tiene que ser: “formadora de personas, educadora de la fe, promotora de desarrollo”.  Me parece que está bien enfocado ese gran valor que es la familia entre nosotros.”

Mencionamos primero que Monseñor Romero que “ese Concilio Vaticano II, que se hizo latinoamericano en Medellín”.  Estaba consciente que ese Concilio de la Iglesia católica ha sido “aceptada” en América Latina, interpretándolo evangélicamente desde la realidad histórica y eclesial de ese continente.   Ha sido fruto de la luz y del fuego del Espíritu en la conferencia de Medellín.  Por eso, ¿no sería importante que se vuelva a estudiar y reflexionar los textos de Medellín?

En este día al celebrar la fiesta de la Sagrada Familia el arzobispo quiere su comunidad arquidiocesana sepa lo que Medellín considera la misión de la familia cristiana.  “la familia tiene que ser: “formadora de personas, educadora de la fe, promotora de desarrollo”.  Retomamos una cita. 

Formadora de personas. Estamos viviendo el aspecto humano de la familia y lo primero que se ve en un hombre es su persona. Antes de ser un cristiano, tenemos que ser muy humano.  Quizá porque muchas veces se quiere construir lo cristiano sobre bases falsas humanas, tenemos los falsos hombres y falsos cristianos.  El beato es un falso cristiano, que no es tampoco hombre.  Muchos que ahora defienden – dicen – la religión, no son ni hombres siquiera, mucho menos cristianos. Me río yo de esas defensas interesadas del cristianismo: “auténticos católicos”. ¿Con qué derecho se llaman “auténticos católicos” si no son ni siquiera hombres que sepan adorar al verdadero Dios y están de rodillas, idólatras, ante las cosas de la tierra?”

Recordemos que cuando Mons. Romero habla de “hombre”, utiliza el término neutro para incluir a mujeres y varones.  Hoy somos más conscientes que es necesario hablar de “hombres y mujeres”.   Ahí nos dice una gran verdad tantas veces olvidada: “Antes de ser un cristiano, tenemos que ser muy humano.”   Para saber si alguien es cristiano/a, no habrá que fijarse en sus prácticas religiosas, en sus rezos y devociones, en la cantidad de candelas que pone ante la imagen de su santo de preferencia, ni en sus palabras o declaraciones sobre la religión.   Para discernir si alguien es cristiano/a hay que ver en primero lugar qué persona es, cuáles son sus cualidades humanas, cómo se relaciona con otros/as, …. Si es un empleador habrá que ver como trata (como paga) a sus trabajadores/as. Si es político habrá que ver si hace leyes a su favor o leyes que benefician a la gran mayoría del pueblo; también hay que ver qué hace con las finanzas del estado.   Si es obispo o sacerdote habrá que ver dónde y cómo vive, con quien y cómo se relaciona, a quien escucha, por quienes se preocupa de verdad, …  ¿Quiénes somos como “humanos”?

Luego el arzobispo denuncia a aquellos que en realidad son “inhumanos” al adorar a los ídolos del poder y de la riqueza, y que, aún así, pretende ser “católicos auténticos” y hasta pretenden juzgar al obispo que acusan de promover comunismo ateo. De nada les sirve su beatería religiosa superficial, mientras lo decisivo es su vida, su humanidad.  Por supuesto vale esto para todos y todas.  Utiliza una expresión clara: quienes están de rodillas “ante las cosas de la tierra”, ante “el mundo”, no puede ser católico, ni siquiera cristiano en general.   Para discernir podemos mirarnos en el espejo de los “antiguos” pecados capitales[1] y revisar como tratamos los mandamientos básicos[2] para el humanismo.   ¡cuánta humanidad nos hace falta!  Monseñor es muy radical al decir que quienes no viven como auténticos “humanos”, no pueden ser cristianos.

Creemos que se puede decir que el cristianismo nos lleva en primer lugar a ser mejores humanos.  La humanización de Dios en Jesús de Nazaret es nuestro ejemplo, nuestro camino a andar, nuestra luz, nuestra brújula para nuestra humanización.  El camino es la opción por los pobres, los vulnerables, los heridos, los excluidos, ….   El Reino de Dios tiene que ver con la humanización de la “especie” – raza – humana:  justicia, verdad, fraternidad, solidaridad, libertad, misericordia, paz,…..  Lastimosamente a lo largo de la historia vemos muchísima inhumanidad y deshumanización. Esto tanto en conductas personales como en estructuras económicas y políticas que hemos creado.  Aunque el pensamiento cristiano ha empujado hacia más respeto mutuo en cuanto a los derechos humanos fundamentales,  en cuanto a las estructuras y sistemas internacionales las y los cristianos no hemos sido constructores de “paz”, fruto de la justicia.  Hemos seguido produciendo  y vendiendo y comprando armas y más armas, que  - por supuesto – deben desembocar en guerra.  Mantenemos nuestra colaboración en una economía mundial que nos enriquece y empobrece a millones.

Así entendemos que Monseñor Romero llama a las familias cristianas a esa primera tarea básica: ser “formadora de personas”.   La formación humanizadora en el seno de la familia, es una inmensa tarea.  En la familia aprendemos a respetarnos, a amarnos, a servir a los demás, a apoyar a crecer, a resolver conflictos, a cargarnos en tiempos difíciles, a sacrificarnos para que los/las demás sean felices,….  En la familia, en esa célula pequeña de la sociedad (en todas sus expresiones) aprendemos a resistir la tentación de aquellos pecados capitales y a valorar la vivencia de los mandamientos.  Ahí aprendemos a discernir en lo bueno y lo malo.  Los hijos/as aprenden de la práctica humana  de mamá y papá.  Pero en la realidad – a pesar de los 2000 años de cristianismo – aun estamos muy lejos de cumplir con esa gran misión humanizadora  de la familia.  Hay datos que revelan que el 80% de los abusos (en toda forma y dimensión) sucede en las mismas familias, en la misma vivienda.   Lo que hacemos como jóvenes y adultos es en gran medida lo que hemos vivido y aprendido en la familia: mentir o decir la verdad, ser honesto o deshonesto, salvar o dañar, servir o querer ser servido, promover la vida o la muerte, luchar por las grandes causas justas (de justicia, paz, ..) o fortalecer los injusto y la guerra,….

Por supuesto esperamos que la dimensión creyente y religiosa en la vida sea fermento de esa nueva personalidad, de ese proceso de humanización.  Las expresiones religiosas como la oración y la liturgia ubican la vida en relación con nuestra Fuente y nuestro Futuro. Nos ayudan a celebrar. Nos alimentan la esperanza. Nos empujan a amar y servir.  Nos recuerdan siempre el horizonte del Reino de Dios en quien podemos confiar.   La fe en Dios Madre-Padre, en Jesús y su Espíritu solo será auténtica si damos vida a más humanidad, partiendo de la familia.  No tengamos miedo para iniciar así un nuevo año. FELIZ AÑO NUEVO.

Para la reflexión de este día hemos tomado una cita de la homilía  de Mons. Romero durante la eucaristía de la Fiesta de la Sagrada Familia 31 de diciembre de 1978.  Homilías, Monseñor Oscar A Romero, Tomo IV,  Ciclo B, UCA editores, San Salvador, p 116-117

[1] La soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza

[2] Los mandamientos acerca de como se debe vivir para ser “humano”: respetar madre y padre, no matar, no robar, respetar las otras parejas, no dar falso testimonio, no codiciar los bienes de otros.

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