La redención de los hombres está ligada a la justicia que los hombres hagamos en la tierra

“Que cada cristiano, que cada miembro de esta Iglesia, que todos, al igual María, como ella, sepamos enjugar lágrimas y consolar tristezas; pero como ella también, valiente en su profesión profética, sepamos desenmascarar el mal y reclamar contra las injusticias, porque la redención de los hombres, según el cántico mismo de la Virgen, está ligado a la justicia que los hombres hagamos en la tierra y al respeto que aquí tributemos a la verdad de Dios. Así sea.”        

A veces se ha sentido que en las comunidades eclesiales de base la figura de María ha sido olvidada.  Más bien creo que en las CEBs se ha devuelto a María su lugar fundamental en la historia de Salvación.  En María encontramos un modelo bien claro de lo que significa el seguimiento a Jesús.  La madre de Jesús es ejemplo de fidelidad hasta la cruz. 

Monseñor Romero nos llama hoy a retomar dos misiones claras en el seguimiento a Jesús, así como María lo ha vivido y expresado.   Primero, saber “enjugar lágrimas y consolar tristezas”. A lo largo de la vida, todos/as pasamos por tiempos (muy) difíciles.  No pocas veces desde la niñez cargamos heridas que nunca curan.  Enfermedades, nuevas heridas, la muerte de padre, madre y hermanos/as, defraudaciones en las relaciones de pareja, frustraciones en lo laboral, decepciones en la Iglesia, graves necesidades de sobrevivencia (alimentación, vivienda, vestuario, salud,…), víctima de asaltos y de cobro de renta,  …   El tiempo de la pandemia ha profundizado aún más esa vivencia dolorosa. No es así nomás que algunos han hablado de este  “valle de lágrimas”.   En esa realidad María nos pide “enjugar lágrimas y consolar tristezas”. No se trata de paternalismos frente al dolor de otros, sino de una profunda solidaridad en el sufrimiento y el dolor.  Somos capaces de llorar junto a otros/as, de enjugar lágrimas y de aportar consuelo y fortaleza en medio de tanta tristeza. Estar debajo de la cruz de otros.  Ayudarles a cargarla.  Todo esto nos exige una tremenda humildad y sensibilidad ante el dolor que viven otros/as. 

La segunda misión que Monseñor nos recuerda al hablar de María es “su profesión profética; sepamos desenmascarar el mal y reclamar contra las injusticias”  No basta rezar el Magníficat de María en horas de oración.  El testimonio que encontramos en el Evangelio de la comunidad de Lucas (1,46-55) es expresión de la misión profética que cada comunidad cristiana debería asumir. El Magníficat de María es como una profesión de fe, un credo, que desvela su quehacer profético.  Dios está de lado de las y los empobrecidos/as y empuja la historia hacia cambios fundamentales.  Lastimosamente en las diferentes devociones Marianas no se ha dado la debida importancia a María como profeta que tiene el valor de “desenmascarar el mal y reclamar contra las injusticias”.   Más bien en las devociones como María Reina (de la paz), María Emperatriz (de América Latina) y las imágenes de María con vestido de lujo y corona de oro, se ha desviado la atención de lo fundamental de la misión de María.  Cuando la imagen de la Virgen María ya no tiene la imagen de mujer sencilla y de “pueblo” (pobre), es imposible descubrir su misión profética.

Ya desde los 10 mandamientos del Antiguo Testamento se denuncia “el mal” en su triple dimensión: robar, mentir, matar.  La historia humana, en todos los continentes, está caracterizada por esa maldad estructural: se roba, se mata y se miente para esconder la maldad.  Por muy grave que haya sido  la pandemia de covid-19, diariamente moría mucho más gente por hambre que por covid. El sistema mundial mata a miles por hambre.  Por muy cruel que sean las guerras en Ucrania y en Gaza, todos los días se mueren más personas agotadas por el hambre.  Los salarios de hambre en las maquilas y demás fábricas, en el trabajo doméstico, junto con las pensiones de miseria siguen sangrando a nuestro pueblo.  El mismo proceso llevamos con la madre naturaleza. Somos la única especie que destruye su propio ambiente y fuente de vida, y lo hace aceleradamente.  En realidad “el capital” (los poderes económicos) y el poder política se juntan para seguir profundizando la maldad (robar, mentir, matar) en beneficio de unos pocos.  En no pocas épocas el poder religioso ha bendecido esa alianza.  Todo esto nos hace ver que la figura de María, con la doble misión que Monseñor Romero nos recuerda hoy, es fundamental para poder seguir a Jesús, para poder humanizar la historia. 

María no solo ha sido fiel hasta la cruz de Jesús.  La encontramos posteriormente en medio de los apóstoles.  Algunos investigadores piensan que probablemente María los haya convocado a los doce.  María es también fuerza de esperanza.  Su voz profética no se limita a la denuncia, sino abre los horizontes hacia el Reino.  Dios será fiel.  Lo que empezó en Jesús durante su vida, lo seguirá haciendo.  Sin esa esperanza no tendremos las fuerzas necesarias para seguir luchando para arrancar de raíz las estructuras injustas en la sociedad.   No tengamos miedo para arriesgarnos así como María lo hizo con la práctica de su Magníficat.

Reflexión para el domingo 14 de julio de 2024.  (Reflexión escrita originalmente para el domingo 11 de julio de 2021.)   Homilía en la liturgia del 15° domingo del tiempo ordinario - B  el15 de julio de 1979.  Homilías Monseñor Oscar A Romero, Toma V, Ciclo B, UCA editores. San Salvador.  página 124

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