Julián Gómez del Castillo, pasión e ideal que dan sentido

Podéis perderlo todo menos los ideales, con ellos todo está ganado, ellos nos posibilitarán seguir viviendo y luchando en una existencia realizada”. Algo así recuerdo que nos transmitía Julián Gómez del Castillo, en uno de sus innumerables cursos o charlas, que se me quedo grabado en el corazón y en la conciencia. Lo cual considero uno de sus más significativos legados. Estas líneas escritas, quieren hacer memoria de Julián en el X décimo aniversario de su muerte, por ser una de esas personas que más me han marcado e influido en mi vida. Lo considero uno de esos maestros y testigos que han supuesto una profunda influencia en mi trayectoria vital, personal, profesional y cristiana-católica.

He de confesar que no soy yo quien más conoce y ha estado al lado de Julián en su fecunda vida. Pero sí que he tratado de seguir su camino, su actividad u obra, sus escritos…de forma más cercana o lejana, en especial a través del Movimiento Cultural Cristiano (MCC), del que fue uno de sus promotores. Hice con él algunos cursos o actividades de formación, como el “curso de conversión”, esa experiencia profunda de espiritualidad e iniciación a la militancia cristiana, etc. Recuerdo, como si fuera hoy, un paseo y amistoso diálogo entre los dos, en uno de esos cursos realizado en una casa de espiritualidad situada en la hermosa Unquera (Cantabria). Para quien no conozca a Julián, diré brevemente que ha sido uno de los conversos y militantes cristianos más significativos del catolicismo, que ha tenido la iglesia española en su época contemporánea.

Desde pequeño vivió, en el hogar con su familia, la pasión por la fe y por la justicia con los pobres de la tierra, el amor al ideal y a la verdad. Ya en su juventud se convirtió libre y conscientemente al catolicismo. Desde ese momento, trató de seguir un proceso de conversión y militancia en el amor a Cristo, a la iglesia y a los pobres. Junto a Guillermo Rovirosa, al que consideraba su maestro, E. Merino, T. Malagón, F. López y otros conversos militantes cristianos, fue uno de los promotores e impulsores de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC).

Este grupo histórico de amigos y militantes de la HOAC, con el resplandor del maestro Rovirosa, fueron en la iglesia contemporánea pioneros: de la misión evangelizadora y justicia liberadora con los pobres de la tierra, tendiendo puentes de diálogo y encuentro con el movimiento obrero o social; de la promoción de una espiritualidad de encarnación, con una fe seria desde la conversión y la santidad; un cristianismo maduro y un laicado adulto, en la vocación específica del laico. Esto es, la caridad política que transforma y gestiona el mundo (con sus realidades económicas, sociopolíticas, culturales…) para que se vaya ajustando al Reino de Dios y su justicia.

Como se observa, todo este apostolado obrero y social de conversión en la santidad, del que Rovirosa o Julián fueron pioneros, anticipó y preparó acontecimientos fundamentales para la iglesia. Como fue en primer lugar el Concilio Vaticano II, el desarrollo de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) o el testimonio de las iglesias del Sur. Tales como la latinoamericana con Medellín, Puebla y sus Obispos como H. Cámara o Mons Romero, testigos de una iglesia pobre y liberadora con los pobres. Todo este apostolado, movimiento eclesial y social. Con Rovirosa, Julián, E. Merino o T. Malagón, junto con la JOC de J. Cardijn o el personalismo con E. Mounier u otros movimientos apostólicos y eclesiales, pusieron las bases y cimientos de la renovación del catolicismo en nuestra época. Lo que ha llegado hasta el Papa Francisco. Con sus luces y sombras, con sus aciertos y fallos, Rovirosa, Julián y compañía sembraron las semillas de ese cristianismo de conversión, comprometido y militante. Al servicio de la fe y de la justicia con los pobres de la tierra. El legado de la HOAC, posteriormente, lo continuarían en la editorial ZYX, la editorial de carácter autogestionario-militante, obrero y social más relevante en dicha época en España. En el ya mencionado MCC, asociación apostólica particular de fieles reconocida por la iglesia, y recientemente con el partido político SAIN.

Por lo que lo conocí, lo cual me impactaba de igual forma o más, no estaba Julián subido en la prepotencia y purismo sin reconocer sus fallos. Así lo manifestaba admirablemente, con su conciencia de no ser siempre fiel o acertado con el ideal. Y en este sentido, como todos, tenía sus límites o errores, lo que dijo e hizo y su legado u obra ciertamente se puede precisar, matizar, mejorar… Un maestro como Julián o Rovirosa estarán alegres de que sus discípulos o seguidores y continuadores de su herencia la vayan actualizando, profundizándola, renovándola… “Todo cambia” decía la canción de M. Sosa, todo mejora y es perfectible hasta que se consume todo en Dios.

Pero lo que continuará vivo y perenne es ese amor, pasión e ideal por Jesucristo el Libertador, el Jesús Pobre u Obrero y Crucificado en la pasión por la justicia liberadora con los pobres; por la iglesia pobre y militante con los empobrecidos del mundo. Rovirosa, Julián y la HOAC, desde sus inicios, nos mostraron como la caridad u opción por los pobres está en el corazón de la fe. Esto es, en el Dios encarnado en Jesús Pobre-Crucificado que nos regala su amor y justicia liberadora de todo mal e injusticia. Es la entraña de la fe, la caridad y la justicia con los pobres en el Dios Amor, que se nos revela en Jesucristo. Lo que significa que las personas, los pueblos y los pobres son los sujetos protagonistas de su promoción liberadora e integral.

Frente a toda asistencialismo, paternalismo y elitismo o “liderismo” humillante, son las personas, pueblos y pobres los que protagonizan y gestionan la vida, las realidades sociales, políticas e históricas. La fe se realiza pues desde esta santidad de la caridad sociopolítica y laicado militante, pobre y autogestionario. En la comunión de vida, de bienes y luchas pacíficas por la justicia liberadora con los pobres de la tierra. En oposición a todo individualismo insolidario, contra los ídolos del poder, de la riqueza, del rico y del tener. Una autentico humanismo y personalismo que pone a la persona en el principio, centro y finalidad de toda realidad económica, política, social y cultural.

En contra de los diversos elitismos burgueses y totalitarismos, como son los nacionalismos excluyentes e insolidarios, el capitalismo y el comunismo colectivista o colectivismo. Por tanto, la dignidad y el protagonismo de las personas, de los pueblos y de los pobres está siempre por encima de la raza o nación, del mercado y del capital, del estado y el partido. Las personas, los pueblos y los pobres son los principales sujetos transformadores de la historia, los que promueven la justicia, la promoción y liberación integral. Y no así las élites o selectos, del tipo que sean, que lo que suelen causar es este dirigismo, paternalismo asistencialista y humillante que domina, oprime y no libera.

Nada más importante, hoy y siempre, que promover este laicado y militancia pobre, autogestionaria y liberadora con los empobrecidos. En una vida de sacrificio, humidad y pobreza en la entrega de la vida al ideal del Reino de Dios y su justicia; frente a la “buena vida” (que no es la vida buena), al lujo y al hedonismo, a la soberbia que humilla, al falso dios de la riqueza, de la idolatría del ser rico. En contra del relativismo e individualismo moderno/postmoderno y hedonista, se nos presenta aquí toda una psicología humanizadora, espiritual y militante. Con la experiencia de que la verdadera felicidad y el auténtico sentido de la vida se va realizando en estos sentimientos o afectos, en los valores e ideales que nos constituyencomo personas, en verdad y en santidad. Como son el amor entregado, el servicio y la pobreza solidaria, el compromiso por la paz y por la vida, por la dignidad y justicia con los pobres de la tierra. Lo que culmina en la vida plena, eterna en comunión con Dios en Cristo.

Todo ello, y muchísimo más que se podría decir, es el legado que nos dejó esa persona, militante cristiano pobre y amigo que es Julián Gómez del Castillo. Sus semillas y frutos podemos verlos reconocidos y testimoniados en el magisterio de la iglesia, su DSI y testigos como S. Juan Pablo II, al que tanto admiraba, o más recientemente en el Papa Francisco. Por todo esto Julián, por tú vida y militancia, damos gracias al Dios Padre Bueno en Cristo al que tanto amaste, y con el que ya estás para toda eternidad. Gracias a la iglesia a la que tanto querías y serviste, a los pobres por los que tanto luchaste y te entregaste.
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