Sabiduría y santidad de Mons. Romero con Francisco: caridad política-doctor moral
Estamos en el cuarto aniversario del Ministerio Petrino del Papa Francisco. Uno de cuyos frutos, entre otros, ha sido la beatificación de Mons. Romero que abrió Juan Pablo II y se espera que, pronto, sea canonizado por el Papa este mártir salvadoreño. En este sentido, en el ámbito de la iglesia, se está proponiendo y discerniendo la sabiduría de Mons. Romero para que alcance igualmente su proclamación como Doctor de la Iglesia. Sería más que apropiado que se declarase a Mons. Romero como Santo y Doctor de la iglesia ya que, creemos, es todo un modelo de santidad y sabiduría de la fe e iglesia. Muy actual y vivo para la entraña de la tradición-enseñanza católica, tal como nos han trasmitido en nuestra época los Papas como Francisco. Ya en vida, a Mons. Romero se le reconoció esta sabiduría y cultura, otorgándole "dos doctorados honoris causa" por Universidades relevantes como la de Lovaina. Su Discurso al recibir dicho doctorado honoris causa, “La dimensión política de la fe desde la opción por los pobres”, está considerado como el testamento teológico y sociopolítico de Mons. Romero. Cuando murió, se le concedieron algunos más por otras Universidades del Salvador. Recordamos aquí otro testimonio y mártir como es el jesuita R. Grande, también en proceso de beatificación, que tanto marcó a Mons. Romero y del que se celebra el 40 aniversario de su martirio.
En nuestra realidad actual, donde el relativismo e individualismo hacen mella en todos los ámbitos o facetas de la vida, con la incoherencia e ideologización que manipula y pervierte la fe e iglesia, Mons. Romero es un testigo creíble y coherente. Con los Papas como Francisco, Mons. Romero nos muestra una sabiduría y fe con credibilidad, coherencia, solidez y profundidad que manifiesta toda la belleza, bondad, verdad e inteligencia de la santidad. Es la santidad e inteligencia de la misericordia y caridad con sus constitutivas dimensiones sociales, públicas y políticas, la santidad y caridad política, al servicio del bien común, paz y justicia liberadora con los pobres de la tierra. Con una antropología y moral integral que promueve el bien, la vida y dignidad de las personas y de los pobres en todas sus fases, estadios y dimensiones. Sin dualismos ni esquizofrenias e incoherencias. Mons. Romero es modelo de la sabiduría de la caridad política, de la moral y doctrina social de la iglesia con sus fundamentos teológicos y cristológicos, de la ley natural y moral universal, obra de la razón y grabada en el corazón de lo humano.
Mons Romero nos muestra al Dios de la misericordia y de la vida, al Dios del amor, de la justicia y de los pobres. Tal como se revela en la Encarnación de Jesucristo Pobre y su Reino de justicia liberadora con los pobres, en la Pascua de Cristo Crucificado-Resucitado por el Reino. Mons. Romero nos enseña que los pobres, víctimas y crucificados de la historia son sacramento (presencial real) de Cristo Pobre y Crucificado. Y no se puede afirmar a Cristo en los sacramentos, como es la Eucaristía, y en la iglesia sin reconocerlo en el pobre con su promoción, justicia y liberación integral. La iglesia de Jesús es la iglesia pobre con los pobres, iglesia misionera en salida hacia los márgenes y periferias de la historia. Iglesia al servicio de la misión de anunciar y realizar el Reino de Dios en la historia con su paz, justicia y salvación liberadora de todo pecado, mal e injusticia. Mons. Romero nos muestra así que los pobres son sujetos protagonistas de la misión y de la historia de la salvación con su justicia, derechos, desarrollo y liberación integral que son realidades inherentes a esta misión y salvación, que nos regala el Don (Gracia) de Dios y su Reino en Cristo. No hay salvación ni liberación sin esta fraternidad solidaria en el compromiso por la justicia con los pobres de la tierra: donde nos encontramos con Cristo Crucificado-Resucitado.
En este sentido, Mons. Romero nos transmite una bioética y biopolítica global en la promoción de la vida de las personas, desde su inicio en la concepción hasta su muerte, de los pobres en su promoción y liberación integral y del cuidado del planeta. Mons Romero nos manifiesta la sabiduría profética que anuncia al Dios y Evangelio de la vida, tal como se nos revela en Jesús y su iglesia. Y que denuncia todo aquello e ídolos que dan muerte, que imponen el mal, desigualdad e injusticia contra las personas, pueblos, pobres y víctimas de la historia. De esta forma, Mons. Romero se opuso a los ídolos del poder, de la propiedad y la riqueza-ser rico que, como falsos dioses, generan el sacrificio, desigualdad e injusticia de la pobreza, de los pobres. El mal y pecado del robo a los pobres de los bienes que, por justicia, les pertenecen y están destinados a todos. Es el valor y principio del destino universal de los bienes, que tiene la prioridad sobre la propiedad y que sólo es legitima si es para todos; si asegura esta justa distribución de los recursos y propiedad, evitando causar la pobreza. Mons. Romero nos muestra muy bien el ídolo, pecado y mal de la riqueza-ser rico que impide el seguimiento de Jesús, que niega el amor fraterno y la pobreza solidaria en la comunión de vida, de bienes y de lucha por la justicia con los pobres de la tierra.
Al igual que el totalitarismo del comunismo colectivista o colectivismo, Mons Romero nos enseña el mal e injusticia intrínseca del neoliberalismo y de la civilización del capital. La maldad estructural e inherente del capitalismo que con su falsa religión e ídolos sacraliza la riqueza-ser rico, la propiedad, el mercado y el capital. Frente a esta iniquidad de la civilización del capital y de la riqueza, Mons Romero propuso la civilización del trabajo. Una economía al servicio de las necesidades de las personas, pueblos y pobres con el principio y valor de que el trabajo digno está por encima del capital. La civilización de la pobreza en la solidaridad que comparte y entrega la vida, los bienes y las causas de la liberación integral con los pobres. En oposición a la idolatría de la riqueza-ser rico, esta civilización del trabajo y pobreza solidaria que es lo que va dando la paz, la felicidad y la realización de la vida plena, eterna…. En contra de toda guerra, armas y violencia, fruto de toda esta codicia y pecado estructural del falso dios de la riqueza-ser rico, a la que Mons. Romero siempre replicó con la lucha no violenta, con el compromiso activo en la promoción de la justicia con los pobres.
Esta vida de pobreza solidaria y de justicia con los pobres es lo que, igualmente, salvará al planeta del materialismo, del consumismo y productivismo que genera la destrucción ecológica que estamos sufriendo. Mons Romero nos muestra así una espiritualidad y ética de la vida, del cuidado del planeta, de los pobres y de las personas que de la misma forma le lleva a oponerse al mal del aborto. El beato Romero se comprometió en la promoción de la vida y de la esencia o naturaleza humana, de las personas, de la ley natural y unas relaciones afectivas-sexuales humanizadas con el amor fiel y comprometido. Promoviendo la verdad, el bien y naturaleza del matrimonio y familia en la fidelidad del amor de un hombre con una mujer, abierto a la vida e hijos, a la solidaridad y al bien común. Frente la familia burguesa, materialista e individualista, la familia e iglesia pobre con los pobres en la vida solidaria y liberadora por la justicia (Cf. Hom. 6/11/1977; Hom. 18/3/1979 y un largo etc.). Tantas homilías que pronunció al respecto y que, como estamos viendo, constituyen todo este legado moral y social de Mons Romero. Con su sabiduría ética, espiritual y eclesial.
Como se observa, Mons. Romero plantea una caridad y acción social integral en la lucha por la justicia contra el pecado personal y estructural, las estructuras sociales de pecado con sus sistemas políticos y económicos perversos como es el capitalismo. Es una liberación integral del pecado personal con sus estructuras de maldad que llevan a más pecado, en la co-relación inseparable entre el pecado personal y el pecado del mundo (histórico, social y estructural). En donde la ética y el bien, la vida, dignidad de la persona y justicia con los pobres está por encima de toda ley, sistema o autoridad que si no es justa ni moral: pierde toda su legitimidad, no hay que obedecerla; al contrario, de forma democrática y pacífica, hay que luchar contra ella para cambiarla y que hayan unas leyes o autoridades más justas, al servicio del bien común. Como se observa y ya apuntamos al principio, se manifiesta todo esta coherencia, credibilidad y sabiduría-magisterio social, moral y teológico de Mons. Romero. Lo que recoge y actualiza la comunión con la tradición y enseñanza de la iglesia, tal como nos está testimoniando hoy el Papa Francisco. En definitiva, es la luz y esplendor de la sabiduría e inteligencia de la santidad de Mons Romero en su amor a Cristo, a la iglesia y a la vida, a la justicia y liberación integral con los pobres de la tierra.
En nuestra realidad actual, donde el relativismo e individualismo hacen mella en todos los ámbitos o facetas de la vida, con la incoherencia e ideologización que manipula y pervierte la fe e iglesia, Mons. Romero es un testigo creíble y coherente. Con los Papas como Francisco, Mons. Romero nos muestra una sabiduría y fe con credibilidad, coherencia, solidez y profundidad que manifiesta toda la belleza, bondad, verdad e inteligencia de la santidad. Es la santidad e inteligencia de la misericordia y caridad con sus constitutivas dimensiones sociales, públicas y políticas, la santidad y caridad política, al servicio del bien común, paz y justicia liberadora con los pobres de la tierra. Con una antropología y moral integral que promueve el bien, la vida y dignidad de las personas y de los pobres en todas sus fases, estadios y dimensiones. Sin dualismos ni esquizofrenias e incoherencias. Mons. Romero es modelo de la sabiduría de la caridad política, de la moral y doctrina social de la iglesia con sus fundamentos teológicos y cristológicos, de la ley natural y moral universal, obra de la razón y grabada en el corazón de lo humano.
Mons Romero nos muestra al Dios de la misericordia y de la vida, al Dios del amor, de la justicia y de los pobres. Tal como se revela en la Encarnación de Jesucristo Pobre y su Reino de justicia liberadora con los pobres, en la Pascua de Cristo Crucificado-Resucitado por el Reino. Mons. Romero nos enseña que los pobres, víctimas y crucificados de la historia son sacramento (presencial real) de Cristo Pobre y Crucificado. Y no se puede afirmar a Cristo en los sacramentos, como es la Eucaristía, y en la iglesia sin reconocerlo en el pobre con su promoción, justicia y liberación integral. La iglesia de Jesús es la iglesia pobre con los pobres, iglesia misionera en salida hacia los márgenes y periferias de la historia. Iglesia al servicio de la misión de anunciar y realizar el Reino de Dios en la historia con su paz, justicia y salvación liberadora de todo pecado, mal e injusticia. Mons. Romero nos muestra así que los pobres son sujetos protagonistas de la misión y de la historia de la salvación con su justicia, derechos, desarrollo y liberación integral que son realidades inherentes a esta misión y salvación, que nos regala el Don (Gracia) de Dios y su Reino en Cristo. No hay salvación ni liberación sin esta fraternidad solidaria en el compromiso por la justicia con los pobres de la tierra: donde nos encontramos con Cristo Crucificado-Resucitado.
En este sentido, Mons. Romero nos transmite una bioética y biopolítica global en la promoción de la vida de las personas, desde su inicio en la concepción hasta su muerte, de los pobres en su promoción y liberación integral y del cuidado del planeta. Mons Romero nos manifiesta la sabiduría profética que anuncia al Dios y Evangelio de la vida, tal como se nos revela en Jesús y su iglesia. Y que denuncia todo aquello e ídolos que dan muerte, que imponen el mal, desigualdad e injusticia contra las personas, pueblos, pobres y víctimas de la historia. De esta forma, Mons. Romero se opuso a los ídolos del poder, de la propiedad y la riqueza-ser rico que, como falsos dioses, generan el sacrificio, desigualdad e injusticia de la pobreza, de los pobres. El mal y pecado del robo a los pobres de los bienes que, por justicia, les pertenecen y están destinados a todos. Es el valor y principio del destino universal de los bienes, que tiene la prioridad sobre la propiedad y que sólo es legitima si es para todos; si asegura esta justa distribución de los recursos y propiedad, evitando causar la pobreza. Mons. Romero nos muestra muy bien el ídolo, pecado y mal de la riqueza-ser rico que impide el seguimiento de Jesús, que niega el amor fraterno y la pobreza solidaria en la comunión de vida, de bienes y de lucha por la justicia con los pobres de la tierra.
Al igual que el totalitarismo del comunismo colectivista o colectivismo, Mons Romero nos enseña el mal e injusticia intrínseca del neoliberalismo y de la civilización del capital. La maldad estructural e inherente del capitalismo que con su falsa religión e ídolos sacraliza la riqueza-ser rico, la propiedad, el mercado y el capital. Frente a esta iniquidad de la civilización del capital y de la riqueza, Mons Romero propuso la civilización del trabajo. Una economía al servicio de las necesidades de las personas, pueblos y pobres con el principio y valor de que el trabajo digno está por encima del capital. La civilización de la pobreza en la solidaridad que comparte y entrega la vida, los bienes y las causas de la liberación integral con los pobres. En oposición a la idolatría de la riqueza-ser rico, esta civilización del trabajo y pobreza solidaria que es lo que va dando la paz, la felicidad y la realización de la vida plena, eterna…. En contra de toda guerra, armas y violencia, fruto de toda esta codicia y pecado estructural del falso dios de la riqueza-ser rico, a la que Mons. Romero siempre replicó con la lucha no violenta, con el compromiso activo en la promoción de la justicia con los pobres.
Esta vida de pobreza solidaria y de justicia con los pobres es lo que, igualmente, salvará al planeta del materialismo, del consumismo y productivismo que genera la destrucción ecológica que estamos sufriendo. Mons Romero nos muestra así una espiritualidad y ética de la vida, del cuidado del planeta, de los pobres y de las personas que de la misma forma le lleva a oponerse al mal del aborto. El beato Romero se comprometió en la promoción de la vida y de la esencia o naturaleza humana, de las personas, de la ley natural y unas relaciones afectivas-sexuales humanizadas con el amor fiel y comprometido. Promoviendo la verdad, el bien y naturaleza del matrimonio y familia en la fidelidad del amor de un hombre con una mujer, abierto a la vida e hijos, a la solidaridad y al bien común. Frente la familia burguesa, materialista e individualista, la familia e iglesia pobre con los pobres en la vida solidaria y liberadora por la justicia (Cf. Hom. 6/11/1977; Hom. 18/3/1979 y un largo etc.). Tantas homilías que pronunció al respecto y que, como estamos viendo, constituyen todo este legado moral y social de Mons Romero. Con su sabiduría ética, espiritual y eclesial.
Como se observa, Mons. Romero plantea una caridad y acción social integral en la lucha por la justicia contra el pecado personal y estructural, las estructuras sociales de pecado con sus sistemas políticos y económicos perversos como es el capitalismo. Es una liberación integral del pecado personal con sus estructuras de maldad que llevan a más pecado, en la co-relación inseparable entre el pecado personal y el pecado del mundo (histórico, social y estructural). En donde la ética y el bien, la vida, dignidad de la persona y justicia con los pobres está por encima de toda ley, sistema o autoridad que si no es justa ni moral: pierde toda su legitimidad, no hay que obedecerla; al contrario, de forma democrática y pacífica, hay que luchar contra ella para cambiarla y que hayan unas leyes o autoridades más justas, al servicio del bien común. Como se observa y ya apuntamos al principio, se manifiesta todo esta coherencia, credibilidad y sabiduría-magisterio social, moral y teológico de Mons. Romero. Lo que recoge y actualiza la comunión con la tradición y enseñanza de la iglesia, tal como nos está testimoniando hoy el Papa Francisco. En definitiva, es la luz y esplendor de la sabiduría e inteligencia de la santidad de Mons Romero en su amor a Cristo, a la iglesia y a la vida, a la justicia y liberación integral con los pobres de la tierra.