El nuevo obispo auxiliar de Belém será ordenado este sábado Antonio de Assis Ribeiro: "Contribuir con el Papa en su modelo de Iglesia es una alegría"

(Luis Miguel Modino, corresponsal en Brasil).- El salesiano Antonio de Assis Ribeiro es uno de los últimos obispos elegidos en Brasil por el Papa Francisco. Este sábado, 2 de septiembre, será ordenado para comenzar a desempeñar su nuevo servicio como Obispo Auxiliar de la Archidiócesis de Belém, capital del estado de Pará, en plena región amazónica.

Ante esta nueva misión que la Iglesia le encomienda, el futuro obispo siente la necesidad de enfrentar este desafío a partir de un sentimiento de fe, con una actitud profundamente humana y la necesidad de asumir un espíritu que le lleve a ser profeta de la esperanza.

Ser llamado a colaborar para hacer realidad el modelo de Iglesia que propone el Papa Francisco es para él un gran desafío, pero al mismo tiempo una alegría y una honra, pues la forma de actuar del Papa Francisco está de acuerdo con su ideal sacerdotal, basado en la proximidad con la gente, para así sentir el olor de las ovejas.

Nacido y criado en la Amazonia, donde ha desempeñado casi integralmente su misión como salesiano, trabajando tanto en grandes y pequeñas ciudades como con comunidades indígenas y de ribereños, el futuro prelado aborda en esta entrevista los retos que deben ser enfrentados por la Iglesia de la Amazonia, viendo la Red Eclesial Pan-Amazónica (REPAM) como un signo profético de la Iglesia.

¿Qué supone el hecho de ser nombrado obispo?

Creo que personalmente supone que tenga fe y, en ese sentido, mi fe es probada por esa propuesta de responsabilidad, de servicio, de disponibilidad. La cuestión de la fe para mí es fundamental, fe en Dios que es el Señor de la Iglesia, fe en el Reino de Dios, fe en la colegialidad de los obispos, en la comunión de la Iglesia. Creo que el desafío mayor es mi creencia, es la fe. Ser probado en la fe me exige disponibilidad, servicio, pasión, entusiasmo, optimismo, dedicación.

Un segundo elemento que se me exige es una actitud profundamente humana. El obispo es llamado a ser buen pastor de su rebaño, buen pastor que cuida con cariño, con dedicación, que entrega su vida, que promueve la dignidad de las ovejas heridas, que va al encuentro de las ovejas descarriadas, buen pastor que tiene un profundo espíritu de compasión, de simplicidad. Eso es lo que se presupone y lo que se desea de un obispo.

En tercer lugar, algo que he reflexionado, que forma parte de la misión del obispo en el mundo y que se presupone que debe tener y buscar cada vez más, es el espíritu profético. En el mundo actual, dilacerado por tantas discordias, tantos males, corrupciones, de todo género y especie, el obispo es llamado a ser profeta, profeta de la integridad, honestidad y esperanza.

¡Estamos en un mundo marcado por tantos desestímulos y desesperanza! Uno de los documentos de la Iglesia, la Exhortación Apostólica Pastores Gregis, dice que el obispo debe ser profeta de la esperanza, aquel que está siempre con la mirada fija en la grandeza del Reino de Dios, del Misterio de Dios, que va más allá, que supera cualquier mal del mundo, cualquier pequeñez y división. Creo que son tres aspectos desafiantes.

Son aspectos que escuchando sus palabras, uno identifica en el Papa Francisco. El obispo es llamado a ser un colaborador próximo del Papa. ¿Qué representa en su vida personal, y en la vida de la Iglesia actual, la figura del Papa Francisco?

Acojo al Papa Francisco como un signo profético de un nuevo modelo de Iglesia, una Iglesia humana, en el sentido de que es hecha de hombres, una Iglesia, por otro lado, profundamente divina, que prima por la santidad, una Iglesia profundamente misionera, sencilla, servidora, sin muchas estructuras burocráticas, sino dando importancia a aquello que es esencial, una Iglesia verdaderamente mística, o sea, movida por el Espíritu Santo.

Ser llamado a contribuir con el Papa Francisco en ese modelo de Iglesia, para mí es un desafio muy grande, pero al mismo tiempo una alegría, una honra. Yo tengo ese ideal sacerdotal, tengo ese ideal de vida y de servicio, yo fui de la periferia, del interior, nunca busqué cosas extraordinarias. Creo que el modelo de Iglesia del Papa Francisco es también el modelo de Iglesia que nosotros buscamos, es el modelo de Iglesia del Vaticano II, del Documento de Aparecida, misionera, dinámica, abierta.

Usted habla del modelo de Iglesia del Papa Francisco, él usó una expresión que se ha convertido en un símbolo, que hace referencia a nuestro ser sacerdotes, pero también al hecho de ser obispo, que es "pastores con olor a oveja". ¿Siente que eso es una necesidad en el mundo actual, como obispo, como sacerdote?

Sin duda, el pastor con olor a oveja significa aquel que convive con el rebaño. De hecho, cuando nosotros convivimos en un determinado contexto, pasamos no sólo a ser impregnados por el olor del ambiente, sino mucho más esa idea simbólica, esa metáfora, para decir que el pastor debe estar inculturado, el pastor debe estar en profunda sintonía existencial con aquellos con quienes tiene que lidiar. No puede ser un servidor externo que viene de fuera, presta un servicio y se va.

En verdad el Papa Francisco está hablando de la necesidad de la inculturación, de la necesidad de la relación, de la convivencia, de asumir los dolores del otro, sus tristezas y angustias.

Como salesiano ya desempeñó diferentes misiones, estuvo trabajando en comunidades indígenas en diferentes partes de la Amazonia brasileña, en la pastoral juvenil de la Congregación. A partir de ahí, ¿cuáles son los desafíos principales que actualmente enfrenta la Iglesia de la Amazonia, donde también va a ser obispo?

Creo que la Iglesia de la Amazonia tiene desafíos de carácter interno y externo. Uno de los grandes desafíos internos de la Iglesia hoy es la cuestión de un mayor compromiso misionero, de parte de los laicos y de los sacerdotes.

El segundo es la desproporción que existe entre los desafíos de las comunidades y el número de sacerdotes y de laicos preparados. Si fuésemos a analizar bien, hay muchas comunidades sin sacerdotes todavía, comunidades sin laicos preparados realmente. Tal vez ese es un desafío interno muy grande.

Otro desafío interno sería enfrentar la cuestión de la ignorancia del pueblo. Nosotros tenemos todavía una Iglesia muy centrada en las devociones, cada vez más es necesario promover el conocimiento y la experiencia de Jesucristo. La gran mayoría de las "conversiones evangélicas" para el protestantismo es porque ellos no conocen la Sagrada Escritura. Yo contemplo de cerca, muchos fieles católicos practicantes, participan de la Iglesia Católica, de las devociones, de las procesiones, pero no conocen a Jesucristo. Entonces, tal vez ese sea uno de los grandes desafíos de la Iglesia de Brasil, de América Latina o de la Amazonia, la superación de la ignorancia sobre la persona de Jesucristo.

Otro desafío interno es generar a través de la inserción cristiana una verdadera comunión y compromiso con el ser bautizado. Todavía estamos en la época de la fragmentación entre el bautismo y el compromiso. Creo que la Iniciación Cristiana tomada en serio puede llevar a la superación de ese desafío, de ser católico, cristiano, pero no estar comprometido con la Iglesia, ni amar a su Iglesia.

Tenemos muchos desafíos proféticos, por ejemplo el desafío ecológico. La Iglesia tiene una palabra para la cuestión ecológica y nosotros tenemos aquí en la Amazonia el palco de la mirada del mundo, que ve la Amazonia y mira para la Iglesia como alguien que quiere ser centinela, que quiere ser promotora de una conciencia mayor de responsabilidad socio-ambiental.

Unido a la cuestión ecológica tenemos la cuestión de la tierra, tenemos muchos conflictos agrarios, étnicos, aquí en la Amazonia, conflictos en el campo. Entonces la presencia de la Iglesia a través de la pastorales, de la Comisión Pastoral de la Tierra, por ejemplo, es un desafío muy grande y exige denuncias, diálogo, presencia, y es por eso que ya tenemos varios mártires, porque dieron testimonio de esa postura profética de la Iglesia.

Otro grande desafío externo que tenemos es el de la presencia de la Iglesia en las periferias, delante de la cuestión de la pobreza y de la corrupción, que es otro gran desafío, como formar líderes sociales, líderes que puedan servir sin fijarse sólo en el propio ombligo. Son desafíos variados que tenemos aquí en la Amazonia, sin duda, que deberán formar parte de la pauta pastoral de la Iglesia.

Para enfrentar esos desafíos externos en la Amazonia, existe dentro de la Iglesia Católica el instrumento de la Red Eclesial Pan-Amazónica (REPAM), que propone un trabajo en red que pueda ayudar a superar esos desafíos. ¿Cómo puede ayudar la REPAM en ese sentido?

Creo que la REPAM es un signo profético de la Iglesia en referencia a la cuestión no sólo ecológica, sino también a la riqueza de los pueblos amazónicos. Esa visión de red es fundamental para que se pueda dar respuesta a los problemas comunes en los diversos países, incluyendo Brasil.

La primera cosa es despertar un proceso de sensibilidad para una visión de los problemas, percepción de esos problemas, reflexión conjunta sobre ellos, propuestas conjuntas, reforzar iniciativas, potenciar el papel de los líderes en las más variadas áreas de la Amazonia para que puedan fortalecer iniciativas, lo que pienso que es muy importante. Ese trabajo ingente es un trabajo significativo de la Iglesia.

Los salesianos son vistos en la Iglesia como aquellos que llevan a cabo un trabajo especial con la juventud. En una Iglesia donde la juventud está cada vez menos presente, desde su carisma salesiano, ¿cómo eso puede ayudar en su trabajo futuro como obispo?

Sin duda tenemos muchos desafíos juveniles, lo que es tan real que el próximo Sínodo, en 2018, tratará sobre la cuestión juvenil, Juventud y Discernimiento Vocacional. Voy para servir a la Iglesia de la Archidiócesis de Belém con el corazón salesiano, y el corazón salesiano tiene una profunda predilección por los jóvenes, o sea, una mirada de simpatía, de acogida.

Sin duda voy como salesiano e intentaré, en todas las situaciones y contextos, dar una especial atención a los jóvenes. Eso no significa priorizar a los jóvenes, no voy para priorizar nada en la Iglesia, estaré al servicio del rebaño como un todo. Pero la atención especial, potenciar iniciativas, acoger, escuchar, provocar, crear mecanismos de formación para que puedan ser cada vez más protagonistas en la Iglesia, creo que eso es muy importante. Por tanto, el carisma salesiano tiene muchos valores, como optimismo, simpatía, alegría, dinamismo, que están muy próximos del espíritu juvenil.

Haber nacido en la Amazonia y haber pasado la mayor parte de su vida en la Amazonia, ¿como puede ayudarle en su trabajo como obispo en una archidiócesis de una de las grandes ciudades de la Amazonia brasileña?

Me ayudará porque soy del contexto, nacido en ese contexto paraense, en el estado de Pará, pero trabajé también en otros locales de la Amazonia, en Porto Velho, en la Archidiócesis de Manaos, actualmente, trabajé en la diócesis de Humaitá, de São Gabriel da Cachoeira. Entonces, mejor o peor, tengo una cierta visión amazónica, de las diversas realidades, pero sobre todo mi contexto paraense, soy "caboclo", nací en la región, viví allí hasta mis dieciocho, diecinueve años, después volví y trabajé siete años más en el estado de Pará, allí está mi familia.

Me ayuda a estar atento a las fragilidades y valores de mi pueblo, lo que pienso que es muy importante. Eso inculturado en la propia realidad es muy bueno, eso ayuda. Pero también no soy ingenuo, sé de la advertencia evangélica, el propio Jesús dice que ningún profeta es bien recibido en su propia casa, en el propio contexto, en el propio pueblo. Sé que a veces, cuando se comienza a tomar en serio ciertas fragilidades o ciertos proyectos y propuestas, no siempre por el hecho de ser de la propia tierra, viene de inmediato el aplauso.

En ese trabajo con los pueblos de la Amazonia, ¿qué es lo que ha aprendido con ellos en su vida cristiana, en su vida como religioso y sacerdote?

Tuve dos experiencias que para mí fueron profundas, a pesar de haber estado relativamente poco tiempo, en el Alto Río Negro, como párroco en Iauaretê, y como párroco en Manicoré. Lo que aprendí es que la vida tiene que ser vivida con simplicidad, que la vida tiene que ser vivida con optimismo, con alegría, que debemos crecer en la capacidad de adaptarse a cada contexto. Es impresionante como el ribereño, el indígena, se adapta en el propio contexto a la naturaleza, que es importante cultivar una actitud de serenidad ante los desafíos. El "caboclo", el indígena, siempre es optimista, siempre está sereno ante los desafíos. Creo que para nosotros eso es muy importante.

Aprendí también a estar atento a nuestras riquezas naturales, a nuestras riquezas culturales, en general nuestros pueblos aprecian mucho nuestras riquezas, los valores de la propia cultura, de la propia naturaleza. Creo que son valores significativos para un obispo, para un sacerdote.

¿Nos enseñan a cuidar de la Casa Común?

Sin duda, creo que el indígena y ribereño viven de la naturaleza en aquel contexto y nos ayudan sin duda a ser responsables y cuidadores del bien común, que es la naturaleza.

En la sociedad amazónica hay una situación que se da sobre todo en Belém y Manaos, que es la gente del interior llegando a las periferias. Antes decía que siempre fue alguien de periferia, ¿cómo hacer presente hoy la Buena Noticia del Evangelio en esas periferias de las grandes ciudades amazónicas, donde la gente vive con tanto sufrimiento y tanta falta de aquello que es básico, por la falta de cuidado del poder público?

El éxodo rural produce muchos desafíos, muchos problemas, sea desde el punto de vista cultural, desde el punto de vista político, administrativo y también religioso, eclesial. De hecho la Iglesia no siempre consigue acompañar esa avalancha de personas que salen del interior y vienen para la ciudad. Lo que se puede hacer, antes que nada, es que la Iglesia haga todo el esfuerzo posible para estar presente, a veces con simplicidad, a través de visitas, cultos, celebraciones eucarísticas. Ser presencia, yo creo que la primera cosa es la cuestión de la presencia.

La presencia va a ayudar a que ellos no se sientan solos y después salgan de la Iglesia católica. Muchos de esos jóvenes, de esa gente, familias, son católicos conscientes y comprometidos en sus Iglesia, en sus ciudades donde viven, pero cuando van para las grandes ciudades, en general, ellos se separan, se distancian, porque a veces la Iglesia no está presente. Un gran desafío es ese de la sensibilidad pastoral de la Iglesia que debe hacerse presente en las periferias.

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