Por no aceptar el ‘trato’, le mantuvieron sin oficio durante un tiempo y, tras su insistencia, le nombraron capellán de una residencia Compraventa de parroquias en Quito: El padre Salas obligado a pagar tres mil dólares al trimestre y diez mil de cuota anual para mantenerse en su parroquia de Lloa
Tras una década regentando la parroquia de Lloa y el santuario de El Cinto, todo cambió radicalmente para el padre Salas, con la llegada, en 2010, de Fausto Trávez al frente de la archidiócesis de Quito
Indignado por la compraventa de parroquia que le exigía el ecónomo diocesano, el padre Flavio Hernán Salas se presentó en el palacio episcopal, para manifestar al arzobispo Trávez su negativa a aceptarla y exigir su derecho a un oficio pastoral
El sacerdote denunciante asegura que su caso no es único en la archidiócesis, sino que “lo soportan varios sacerdotes que no son amigos del arzobispo y, que viven graves penurias
La diócesis, por boca del secretario privado del arzobispo, acusa de calumniadores a los sacerdotes que denuncian estos atropellos, sin aportar prueba alguna de sus acusaciones
El sacerdote denunciante asegura que su caso no es único en la archidiócesis, sino que “lo soportan varios sacerdotes que no son amigos del arzobispo y, que viven graves penurias
La diócesis, por boca del secretario privado del arzobispo, acusa de calumniadores a los sacerdotes que denuncian estos atropellos, sin aportar prueba alguna de sus acusaciones
¿Es un sistema habitual en la archidiócesis de Quito pedir dinero a los sacerdotes para asignarles un oficio pastoral? Hace unos días, el Padre Fernando Barrionuevo Hinojosadenunciaba desde RD que su entonces arzobispo, Fausto Gabriel Trávez Trávez, le suspendió por negarse a pagar los 60.000 dólaresque le pedía por asignarle una parroquia. Hoy, nos llega otra denuncia que apunta en la misma diana y deja al descubierto un sistema simoníaco de asignación de oficios eclesiásticos en la archidiócesis de Quito. ¿Sólo en la archidiócesis primada del Ecuador?
“Me llamo Flavio Hernán Salas Jaramillo, sacerdote con 30 años de vida ministerial, 12 en la diócesis de Santo Domingo de los Scháchilas y 18 en la arquidiócesis de Quito”, así se presenta el cura quiteño. Y añade, para esclarecer más su situación: “El entonces arzobispo de Quito, monseñor Raúl Vela Chiriboga, me abrió las puertas de esta Iglesia particular, con el nombramiento de párroco de Lloa y Rector del santuario de ‘El Cinto’, donde permanecí durante 10 años (hasta el 2014). Fue un tiempo de trabajo digno, con acompañamiento sereno y paternal por parte del cardenal”.
Lloa es una de las 33 parroquias rurales del distrito metropolitano de Quito, en las faldas del volcán Guagua Pichincha, con vecinos dedicados primordialmente a la ganadería y a la agricultura. A 10 minutos de la parroquia de Lloa, en la loma de Huayrapungo (puertas del viento), se encuentra el santuario de la Virgen del Cinto, un lugar emblemático con una imagen pintada en la piedra con el niño Jesús en los brazos.
Tras una década regentando la parroquia de Lloa y el santuario de El Cinto, todo cambió radicalmente para el padre Salas, con la llegada, en 2010, de Fausto Trávez al frente de la archidiócesis de Quito. Primero, porque, según cuenta el sacerdote, “su actuación trastocó la estabilidad reinante, más aún al poner en oficios de alta responsabilidad a jóvenes sacerdotes sin experiencia ni mayor formación”.
Como consecuencia, “el clero se dividió en bandas que pugnaban por alcanzar cuotas de poder e influjo sobre el prelado Trávez, que presentaba cuadros de indeterminación e incertidumbre, realizando cambios frecuentes en las parroquias a favor de ciertos grupos de sacerdotes, con el fin de favorecerlos económicamente, pero sin exigir mayor responsabilidad en su celo pastoral”.
Esta nueva estrategia pastoral terminó afectando también al padre Salas. “En el 2014, monseñor Trávez me pidió que dejase la parroquia de Lloa y el santuario de El Cinto y que me retirase a una ermita de mi propiedad, por sugerencia del entonces Vicario Episcopal del sur, P. Giovanny Muyulema Chiriboga, que ya tenía un candidato íntimo de su lobby, el P. Darío Arévalo, para sustituirme”. Arévalo desde seminarista permanecía junto al P. Muyulema, párroco de “Santiago Apóstol” de Chillogallo.
Disgustado por la petición del prelado de que se retirase a su ermita privada, el padre Salas no se resistió a dejar su parroquia, como le pedía el arzobispo, pero le pidió que le ofreciese un oficio pastoral, en contra de la costumbre episcopal de dejar sin oficio a los párrocos que no les resultan afectuosos.
“Entonces, monseñor Trávez, me direccionó a su íntimo amigo el P. José Valdiviezo, entonces tesorero de la curia, que me ofreció 2 posibilidades: (1) Ir de coadjutor a su parroquia en Sangolquí, trabajando toda la semana sin descanso por una retribución de 300 usd/mes, sin seguridad social y sin residir en la casa parroquial. (2) Continuar en la parroquia de Lloa, con la condición de entregar 10.000 dólares al final de septiembre, cuando culminaban las peregrinaciones, además de darle 2000 dólares cada trimestre”.
Indignado por la compraventa de parroquia que le exigía el ecónomo diocesano, el padre Flavio Hernán Salas se presentó en el palacio episcopal, para manifestar al arzobispo Trávez su negativa a aceptarla y exigir su derecho a un oficio pastoral. “Como no atendía mi justa petición, un día me presenté en su despacho y le dije que no saldría de allí sin un nuevo destino. Gracias a eso, me nombró capellán en el centro de reposo ‘San Juan de Dios’, donde atendía a moribundos, enfermos mentales y adictos a diversas sustancias. Siempre me parecieron estos pacientes, mucho más sanos y ecuánimes que el mismo clero y la jerarquía…”.
Y el padre Salas concluye su relato: “Hoy vivo feliz mi vida, dedicada a la contemplación en mi ermita, saboreando el retiro, el silencio, la oración y el trabajo manual, a pesar de la grave injusticia que padezco, pues, aunque soy clérigo de la arquidiócesis de Quito, desde el año 2017, no se me ofreció un nuevo destino pastoral”. Es decir, tanto el arzobispo Trávez, como su sucesor, monseñor Espinoza lo dejaron en el desamparo.
Por otra parte, el sacerdote denunciante asegura que su caso no es único en la archidiócesis, sino que “lo soportan varios sacerdotes que no son amigos del arzobispo y, que viven graves penurias (enfermedad, exclusión, depresión, ostracismo, pobreza), cuando el mismo Derecho de la Iglesia pone como obligación del obispo velar por el sustento y bienestar de los sacerdotes, que son sus colaboradores y asesores, mientras que el obispo es padre, maestro y pastor”.
La archidiócesis de Quito no atiende a nuestra solicitud de información, pero uno de sus miembros, el padre Gilber Vicente Jiménez, traído ex profeso desde Loja como secretario privado del arzobispo de Quito y párroco de la acaudalada parroquia ‘Sagrado Corazón de Jesús’ de la Armenia, se despacha así en las redes sociales (chat “Católicos practicantes próvida”): “Buenas tardes. Yo tengo la información de los diferentes procesos y no son las cosas como los dice la página de ‘Religión Digital’. Creo que antes de cualquier comentario en favor o en contra debemos informarnos bien, si algún hermano tiene dudas de cómo se lleva los procesos venga y les explico; hay que saber escuchar las dos campanas y luego presentar las respectivas pruebas de semejantes calumnias de lo contrario se lanza resentimientos para hacer daño. Por los documentos que tengo las cosas no son así. Saludos hermanos y bendiciones. P. Gilber Jiménez, secretario de la Arquidiócesis”.
"¿Cuántos años más necesitan para demostrar toda la información que tienen. Ya han pasado 6 y no han hecho absolutamente nada para hacer justicia. Ante declaraciones como ésta solo queda implorar la intervención del santo Padre Francisco", dice el Padre Barrionuevo.
¿Cómo son, entonces, las cosas, padre Gilber? ¿Por qué no presenta públicamente las pruebas que dice tener y que desvanecerían los testimonios de quienes denuncian la cínica y trepidante corrupción jerárquica y, sólo se limita, como en el ‘Caso del cura abusador Miguel Yumi’, a desvirtuar todo y pedir que se visite la Curia para recibir ‘explicaciones’? ¿Se atrevería el cura Gilbert (Gilberto) Jiménez a afirmar y, más aún, a demostrar que todo está en orden y conforme a derecho, más aún, acorde a los principios evangélicos que son de obligada observación para los clérigos como referentes de moral y ética cristiana?
El voluminoso dossier que un ‘Colectivo católico’ nos ha hecho llegar con numerosos casos, tanto de abusos sexuales, como de poder y de conciencia (que iremos publicando), reflejan claramente una Iglesia ecuatoriana y, especialmente, una Iglesia quiteña, necesitada perentoriamente que el Vaticano envíe al país una misión vaticana, al estilo de las realizadas por Scicluna-Bertomeu en Chile o en Perú. Y urgentemente. Por otra parte, habría que preguntarse si el Nuncio Carrascosa conoce estos casos y los ha transmitido a Secretaría de Estado, a la Doctrina de la Fe o al dicasterio del Clero.
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