La Conferencia Episcopal Española envía su apoyo a la Iglesia chilena "Nos indignan los hechos de violencia de las últimas horas, pero la mayoría de ciudadanos se ha manifestado de forma tranquila"
La Conferencia Episcopal Española ha enviado una carta a la Iglesia chilena para manifestarle su fraternidad en estos momentos difíciles
Se une profundamente al dolor del pueblo católico por los ataques a templos
La Coordinadora Paz de Justicia reivindica la protesta pacífica y expresa "dolor profundo por el sufrimiento de tantas víctimas"
La Coordinadora Paz de Justicia reivindica la protesta pacífica y expresa "dolor profundo por el sufrimiento de tantas víctimas"
| RD
La Conferencia Episcopal Española, en nombre de toda la Iglesia católica en España, ha enviado una carta a la Iglesia chilena para manifestarle su fraternidad y cercanía en estos momentos difíciles, a causa de algunos brotes de violencia de los que han sido objeto algunas iglesias de la Archidiócesis de Chile.
En la misiva, dirigida a Mons. D. Santiago Silva Retamales, presidente de la Conferencia Episcopal de Chile y obispo castrense de Chile, la Iglesia española se une profundamente al dolor del pueblo católico por los ataques sufridos en los últimos días. Además, manda un mensaje de oración, rogando a Dios que derrame su gracia en el pueblo chileno para que aplaque el corazón de los violentos y brote el respeto de la verdad, la justicia y los derechos humanos.
Por su parte, a propósito del primer aniversario del despertar social del 18 de octubre, la Coordinadora Paz de Justicia (integrada por cristianos y cristianas de diversas comunidades y lugares de Chile), ha emitido la siguiente declaración:
- Valoramos y felicitamos que los cientos de miles de personas que se manifestaron ayer en muchas ciudades de Chile, lo hicieron en su inmensa mayoría de forma tranquila y pacífica. La protesta ciudadana es un derecho que jamás debe ser desconocido. Estos clamores populares permiten mantener vivo el sentido de urgencia de las legítimas demandas sociales que no pueden seguir esperando. Como Coordinadora apoyamos de manera categórica estos cambios y los hemos acompañado en la calle con la presencia de la cruz y el Evangelio.
2. Después de un año desde aquel histórico 18 de octubre, nuestro dolor más profundo lo sentimos por el sufrimiento de tantas víctimas, especialmente de la represión policial y la violencia de Estado, que ha provocado muchas muertes, ha dejado a miles de heridos, torturados, baleados y mutilados y ha quitado la vista a varios cientos de hermanos y hermanas, según lo han constatado diversos organismos de derechos humanos. Expresamos nuestra cercanía y sentido de justicia a Mauricio Fredes QEPD, Gustavo Gatica, Fabiola Campillay, Óscar Pérez (atropellado por Carabineros), el adolescente A.A. (arrojado al río Mapocho), y miles de víctimas a lo largo de Chile. Nos conmueve igualmente que jóvenes carabineros pierdan la paz de su alma por tener que salir a reprimir a sus hermanos y hermanas y no puedan presentarse tranquilamente con su uniforme en las calles. Nos subleva que el lucrativo negocio de la droga sea cómplice en esta violencia. También repudiamos que cientos de personas que fueron detenidas durante el último año, permanezcan privadas de libertad sin garantías de un proceso justo ni una adecuada defensa.
3. Nos indignan los hechos de violencia de las últimas horas, especialmente la muerte del joven Aníbal Villarroel que fue baleado en la población La Victoria y el atropello de la niña de 12 años N.D.S.A., así como los que han quedado heridos por agresiones físicas y enfrentamientos ocurridos en algunos sectores. Todos ellos constituyen “templos vivos” y sagrados, en quienes reconocemos a Cristo crucificado hoy en medio nuestro. Por eso no podemos callar ni ser indiferentes frente a estas graves vulneraciones contra la dignidad humana inviolable que posee cada persona como templo del Espíritu Santo (1 Cor 6,19).
4. Asimismo lamentamos los daños a la propiedad pública y privada cometidos por grupos minoritarios, contra bienes que aportan para el sustento de muchas familias. Particularmente rechazamos el ataque a la Iglesia San Francisco de Borja y el incendio de la Parroquia de La Asunción, lugares de culto religioso, encuentro comunitario y patrimonios histórico-culturales. Esto nos ofende en cuanto ciudadanos y en cuanto creyentes. La destrucción de La Asunción nos entristece especialmente, porque
esta Parroquia sirvió durante un tiempo como centro de acogida para miembros de la primera línea y personas en situación de calle, que en este templo fueron recibidos, atendidos y escuchados por voluntarios de la Coordinadora y de la Parroquia. Esta iniciativa fue posible gracias a la buena recepción del párroco Pedro Narbona y de la comunidad laical, quienes accedieron de manera silenciosa y generosa, pese a que la Parroquia había sido anteriormente saqueada. Aunque este hecho pueda considerarse menos grave que atentar contra una persona, representa una violencia injusta que nadie puede aceptar. Expresamos nuestra absoluta solidaridad a la comunidad parroquial y ofrecemos nuestra colaboración en todo lo que necesite. Condenamos estas acciones que, fuera de ser violentas e injustas, resultan totalmente innecesarias e inconducentes, debiendo investigarse de manera imparcial y sancionarse con justicia. Los templos materiales son figuras de los templos vivos; por esto también
denunciamos los atentados contra “templos de carne y hueso” que hasta hoy no han recibido castigo.
5. En este contexto, no podemos olvidar -como terriblemente tantas veces se ha hecho- las heridas abiertas de las víctimas y sobrevivientes de abusos sexuales, de conciencia y de poder por parte de sacerdotes y otros miembros de la Iglesia. Esta tragedia nos afecta especialmente como una espina lacerante, porque son los hermanos y hermanas de nuestras mismas comunidades a quienes hemos dañado, sumando muchas veces al acto de abuso las maniobras de encubrimiento y el silencio de quienes debían protegerlos, la denegación de justicia por parte de la Iglesia y la humillación de los sobrevivientes que exigen verdad y reparación. Reiteramos nuestra proximidad con cada una de las víctimas.
6. Nos atrevemos a apelar a la conciencia de nuestros pastores y obispos, y a todos los miembros de la Iglesia, pidiéndoles que se hagan parte de este difícil testimonio evangélico. Los llamamos a que, como “Iglesia en salida”, hagan oír una voz fuerte de reclamo por todas las víctimas y que realicen una defensa inclaudicable de los derechos humanos, que proceden de la dignidad de la persona creada a imagen y
semejanza de Dios (Gén 1,26-27). Tal como la acogida que dio la Parroquia de La Asunción en su momento, los invitamos a involucrarse no solo con palabras y declaraciones, sino con gestos y acciones concretas de denuncia y solidaridad que demuestren una preocupación real por las víctimas de la violencia del Estado, de los abusos eclesiales y por cualquier otra, ofreciéndoles amparo y protección como lo hizo la Iglesia en oscuras épocas de nuestro país. Ha habido silencios de la jerarquía eclesiástica que una buena parte del Pueblo de Dios percibe con molestia y decepción. Con poca presencia visible fuera de los ámbitos litúrgicos y catequéticos, la palabra pierde fuerza.
7. El compromiso de la Coordinadora con el Evangelio de Jesucristo y con la no violencia activa, nos inspira para redoblar nuestra adhesión al proceso constituyente como una vía libre, institucional y pacífica para ayudar a superar la crisis política y construir un nuevo punto de partida hacia un país más justo, avanzando decididamente en los derechos sociales y el combate firme contra los abusos económicos e institucionales. No nos dejaremos amedrentar por quienes, a través de la violencia, pretenden dar motivos para promover el miedo y la desconfianza frente al sistema democrático. Por esto, redoblamos la convocatoria a los cristianos y a todas las personas de buena voluntad, para participar en el plebiscito del próximo 25 de octubre y, mediante el voto informado, colaborar para que Chile progrese en el
camino de la dignidad, la justicia y la paz, por el camino que el pueblo elija, garantizando la atención de las necesidades de la población, sobre todo de nuestros hermanos y hermanas empobrecidos.
La Coordinadora apela a los obispos "y a todos los miembros de la Iglesia, pidiéndoles que se hagan parte de este difícil testimonio evangélico"