Nos dijo que “ustedes son un verdadero ejército invisible que pelea en las más peligrosas trincheras” Eduardo 'Gringo' Castro: "La carta del Papa a los movimientos populares fue una caricia"
Eduardo “Gringo” Castro es secretario general de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) de la Argentina, agrupación liderada por Juan Grabois
"Son las mujeres, nuestras compañeras, las que siguen dando de comer a los pibes y no aflojan: las católicas, las evangélicas y de nuestros movimientos"
Francisco le habla a los gobernantes sin pelos en la lengua contra los paradigmas tecnocráticos
Francisco le habla a los gobernantes sin pelos en la lengua contra los paradigmas tecnocráticos
| Virginia Bonard, Buenos Aires
Despertar este particularísimo domingo de Pascua y saber que el Papa Francisco se detuvo y conectó a través de una carta con los movimientos sociales es una buena noticia. “Fue una caricia del Papa para nosotros”, dice muy contento Eduardo “Gringo” Castro, secretario general de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) de la Argentina, agrupación liderada por Juan Grabois.
“El Papa es nuestra voz”
“El Papa es uno de los pocos que toma a los movimientos populares como parte de la Iglesia, nos toma con todos nuestros pecados. Esto le cuesta al movimiento obrero y a la propia Iglesia.”
El “Gringo” se lamenta con sobria resignación por no poder estar en las primeras líneas trabajando con su gente en este tiempo de pandemia: “Soy abuelo, tengo algunas enfermedades de base y mi familia me pide que me cuide”. Sin embargo, encuentra motivo de alegría en que “son las mujeres, nuestras compañeras, las que siguen dando de comer a los pibes y no aflojan: las católicas, las evangélicas y de nuestros movimientos”.
Francisco, en su extensa carta de 3 páginas, no escatimó detalles, denuncias y emociones:
[Ustedes son] “Un ejército sin más arma que la solidaridad, la esperanza y el sentido de la comunidad que reverdece en estos días en los que nadie se salva solo.”
“A las periferias no llegan las soluciones del mercado y escasea la presencia protectora del Estado.”
“Muchas veces mastican bronca e impotencia al ver las desigualdades que persisten incluso en momentos donde se acaban todas las excusas para sostener privilegios. (…) No se encierran en la queja: se arremangan y siguen trabajando por sus familias, por sus barrios, por el bien común.”
En coincidencia con la observación del “Gringo” a RD, el Papa destaca el rol de las mujeres: “Pienso en las personas, sobre todo mujeres, que multiplican el pan en los comedores comunitarios cocinando con dos cebollas y un paquete de arroz un delicioso guiso para cientos de niños, pienso en los enfermos, pienso en los ancianos. Nunca aparecen en los grandes medios”.
Una vez más el Papa no se repite, es coherente. Desde hace años que le pone su cuerpo, sus palabras y gestos globales a estos millones de personas que, como se dice en mi país, ni siquiera están “en la lona”, y le habla a los gobernantes sin pelos en la lengua: “Espero que los gobiernos comprendan que los paradigmas tecnocráticos (sean estadocéntricos, sean mercadocéntricos) no son suficientes para abordar esta crisis ni los otros grandes problemas de la humanidad. Ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos quienes deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir”.
Pensando en el prójimo
“Muchos de ustedes viven el día a día sin ningún tipo de garantías legales que los proteja. Los vendedores ambulantes, los recicladores, los feriantes, los pequeños agricultores, los constructores, los costureros, los que realizan distintas tareas de cuidado. Ustedes, trabajadores informales, independientes o de la economía popular, no tienen un salario estable para resistir este momento... y las cuarentenas se les hacen insoportables”, señala Francisco con la autoridad legitimada del que conoce y caminó los barrios populares de las periferias de las grandes metrópolis. Y propone: “Tal vez sea tiempo de pensar en un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan; capaz de garantizar y hacer realidad esa consigna tan humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos”.
“El después”: en el centro, los pueblos
“También quisiera invitarlos a pensar en ‘el después’ porque esta tormenta va a terminar y sus graves consecuencias ya se sienten. Ustedes no son unos improvisados, tiene la cultura, la metodología pero principalmente la sabiduría que se amasa con la levadura de sentir el dolor del otro como propio. Quiero que pensemos en el proyecto de desarrollo humano integral que anhelamos, centrado en el protagonismo de los Pueblos en toda su diversidad y el acceso universal a esas tres ‘T’ que ustedes defienden: tierra, techo y trabajo. Espero que este momento de peligro nos saque del piloto automático, sacuda nuestras conciencias dormidas y permita una conversión humanista y ecológica que termine con la idolatría del dinero y ponga la dignidad y la vida en el centro”, proyecta esperanzado el Santo Padre. “Sigan la lucha y cuídense”, dice el Papa a los movimientos populares argentinos en el último párrafo, no sin pedir su esperado “recen por mí”.