(TN.com.ar).- Silvia Albarenque es una de las exmonjas que denunció el horror en el convento de Nogoyá, en la provincia de Entre Ríos. Es la carmelita descalza que prefirió no dar su nombre ni exhibir su rostro allá por septiembre de 2016, cuando la historia salió a la luz en un informe en el programa Periodismo para todos, y ella brindó detalles de las torturas que sufrió. Hoy, tras la sentencia a Luisa Toledo, conocida como la hermana “María Isabel de la Santísima Trinidad” y responsable de aquellos tormentos, la mujer habló en TN.
“Puede parecer poco en cuanto al tiempo de condena, porque el daño que esta mujer hizo fue muy grande. Y lo hizo con varias, no lo hizo solo conmigo. Pero para mí es muy sanador”, comentó Albarenque en relación a la pena de tres años de prisión efectiva dictada por el Tribunal de la Sala I de la Cámara de Casación Penalen perjuicio de la madre superiora.
Según la exmonja, “la defensa se fundamentó mucho en que lo que hacía esta mujer (Toledo) estaba dentro de las reglas, en que eran cosas permitidas por la Iglesia. Pero la verdad es que extralimitó todo para fomentar miedo, manejarnos, dominarnos y someternos”.
“Recién miraba las imágenes (su testimonio hace cuatro años y medio en Periodismo para todos) y pensaba ‘esta de verdad soy yo’. En ese momento tenía mucho miedo”, expresó.
Las monjas eran expuestas al frío, pasaban días enteros encerradas en celdas y podían estar una semana amordazadas. Les hacían bajarse la ropa interior y darse latigazos en las nalgas. También eran obligadas a hacer la señal de la cruz con la lengua en el piso. “Pero el peor castigo era la tortura psicológica”, relató, aquella vez, la excarmelita.
Albarenque reveló que, en el momento en que los castigos eran cosa de todos los días, “hablé con el obispo y le conté todo. Él podía haber obrado para evitar que siguiera ocurriendo, pero no lo hizo”. Y en ese sentido, indicó que “la otra denunciante, que me pidió reserva de su identidad, soportó tres años más de torturas después que yo hablé con él”.
Los abusos en el Instituto Próvolo y la ruptura con la Iglesia
“Me alejé completamente de la iglesia, pero no solo por lo que me pasó. De hecho, yo seguía yendo a misa después de la denuncia, pero llegó un momento en que la rectitud con la quise seguir obrando en mi vida me interpeló”, remarcó.
En esa dirección, Albarenque confió que “no pude seguir soportando casos de abusos y que las jerarquías de la Iglesia no hagan nada. A mí me liberó alejarme de la Iglesia”.
“A mí dentro de la Iglesia me hicieron sentir muy culpable por hablar con la prensa. Me infundían mucha culpa por haber hablado, aun teniendo la tranquilidad de estar diciendo la verdad”, reveló. Y sostuvo que “cuando me enteré del caso de los chicos abusados en el Instituto Próvolo, ahí dije “a esta institución no pertenezco más’.
Los castigos eran variados: la mordaza, el látigo, el cilicio y golpes en distintas partes del cuerpo. Y fueron sostenidos en el tiempo: al momento de la denuncia, Albarenque tenía 34 años, había ingresado al monasterio a los 18 y llevaba 10 soportando el martirio ideado por la madre superiora, quien hoy tiene 67 años y deberá cumplir la condena en la Unidad Penal Nro 6 de la ciudad de Paraná.