"El clericalismo, la pederastia y la marginación de la mujer han mermado la influencia de la institución" Las Comunidades Eclesiales de Base latinoamericanas, preocupadas ante la pérdida de credibilidad de la Iglesia
Desde el final del Encuentro Continental de las CEBs en Guayaquil en marzo del año pasado, los asesores nacionales de las CEBs (Comunidades Eclesiales de Base) hemos seguido reuniéndonos por zoom unas 2 veces cada mes.
En este tiempo hemos buscado reunir aportes para la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe. He aquí un resumen de la realidad eclesial latinoamericana, sus retos y lo que están aportando las CEBs, en particular en la sinodalidad —tema de la Asamblea— desde sus 60 años de vida
| Pedro Pierre, CEB Guayaquil
Desde varios decenios la deserción de los católicos no ha dejado de aumentar. Por una parte, se dejan conquistar por las Iglesias evangélicos y por otra, caen en la indiferencia religiosa. La gran mayoría de los católicos lo son sólo de nombre porque no participan de la vida eclesial ni viven un compromiso por el Reino inaugurado por Jesús.
Es muy llamativo el comentario de un pastor evangélico: “Entre los que fueron bautizados como evangélicos, el 90% van a seguir participando; los católicos, apenas el 10%. Normalmente, el 100% de los evangélicos saben por qué lo son; entre los católicos, cuando mucho, el 2%. El 90% de los evangélicos son misioneros; los católicos misioneros, excluyendo los religiosos/as, cuando mucho, el 2%.”
Estas son algunas de nuestras preocupaciones por la Iglesia Católica.
Un pronunciado clericalismo patriarcal. Es generalizado el acentuado clericalismo de los sacerdotes, sacerdotes y religiosas y se manifiesta por un autoritarismo absoluto, a pesar de las orientaciones del papa Francisco en la materia. Esto impide la participación de los seglares que desean ser miembro con plenos derechos, adulto, participativo, porque han descubierto que su bautismo les hace herederos de la misión del discipulado. Jesús nos confía a todos y todas la tarea evangelizadora, sin que tengamos necesariamente que depender del clero.
El crecimiento de los fundamentalismos religiosos. En todos los países se nota un marcado incremento de organizaciones religiosas de corte fundamentalista tanto en las Iglesias católicas y evangélicas como en los nuevos movimientos religiosos en los sectores populares como la buscada de poder político y económico en las instancias nacionales.
La pérdida de credibilidad de la Iglesia católica. Principalmente, el clericalismo, la pederastia y la marginación de las mujeres en la Iglesia Católica han mermado la credibilidad, la influencia y diversos tipos de presencia de la Iglesia católica. Esta tiene serias dificultades para ser fermento en la masa. Respalda movimientos que congregan, en eventos y liturgias, a miles de personas, pero que pasan sin crear comunidad ni compromiso social y mucho menos impulso misionero y seguimiento de Jesús.
La vitalidad de las CEBs en todo el continente. La realización en Guayaquil el año pasado del XI Encuentro Continental de CEBs, con la presencia de CEBs juveniles de 13 países, manifestó su vitalidad, su testimonio vivo y martirial, su capacidad de renovación eclesial y transformación social. Las CEBs son conscientes de su identidad como Iglesia completa en igualdad de las parroquias, siendo el “primer y fundamental núcleo eclesial” en los sectores populares de la ciudad, el campo y el mundo indígena. Están animadas por una espiritualidad liberadora que se nutre de la meditación de la Palabra de Dios, la acción contemplativa, la opción por los pobres y las orientaciones del magisterio latinoamericano y papal. Sufren de la falta de reconocimiento y valoración de sus pastores tanto parroquiales como diocesanos.
Propuestas frente a los desafíos
Reafirmar la eclesialidad y el valor de las Comunidades Eclesiales de Base para la Iglesia y la vida de nuestros pueblos, especialmente, para quienes viven en las periferias urbanas y zonas rurales.
A pesar de las dificultades impuestas por la actual situación política, económica, social, sanitaria, ambiental y eclesial de América Latina y del Caribe, la experiencia de más de cinco décadas de existencia confirma su definición por la Conferencia de Medellín como “célula inicial de estructuración eclesial y foco de evangelización” (Med. 15,10). Muestra que las CEBs desempeñan fielmente su misión evangelizadora. Medellín señaló, además, que “ellas son un factor primordial de promoción humana y desarrollo”. El avance del fundamentalismo en América Latina exige de una propuesta eclesial que vuelva a Jesús desde la base, y en eso trabajan incesantemente las CEBs.
Las CEBs son Iglesia en salida, desde los descartados. Ellas apuntan a un camino privilegiado de la renovación misionera y sinodal que el papa Francisco solicita a toda la Iglesia. “Las comunidades eclesiales de base son expresión del amor preferencial de la Iglesia por el pueblo sencillo” (Puebla 643), funcionan como lugar de oración, vida fraterna y compromiso con los pobres y marginados, ellas son expresión privilegiada de “una Iglesia pobre para los pobres” (EG 198). En cuanto comunidades de “discípulos y discípulas misioneros y misioneras” (EG 119), “sujetos activos de la evangelización” (EG 120), son “fuentes y semilla de variados servicios y ministerios que promueven la vida en la sociedad y en la Iglesia” (Aparecida 179); de especial relevancia es hoy el cuidado de la casa común como un ministerio permanente.
Las CEBs promueven nuevos ministerios eclesiales. Hace falta un reconocimiento del ministerio de animación comunitaria que realizan laicos y laicas que concilian sus responsabilidades bautismales, familiares, y laborales con talante profético. Urge la participación de los seglares en las instancias de decisión para reorganizar la vida de la Iglesia desde la base. Las CEBs, en comunión con sus pastores, necesitan de autonomía para extenderse por los más amplios espacios del compromiso cristiano. Las CEBs preparan gentes, muchos de ellos jóvenes, para una verdadero compromiso misionero que abre grietas en la indiferencia religiosa, la falta de compromiso social y la inmovilidad de la institución eclesial.
Las CEBs saldan la deuda histórica de la Iglesia con las mujeres. En la Exhortación Apostólica Querida Amazonia, el papa Francisco llama la atención sobre “la fuerza y el don de las mujeres” en las comunidades. Reconoce la necesidad de que ellas “tuvieran una incidencia real y efectiva en la organización, en las decisiones más importantes y en la guía de las comunidades, pero, sin dejar de actuar en el estilo propio de su perfil femenino” (QA 103). Esta perspectiva está presente en la vida ordinaria de nuestras CEBs y en el rol de ´animadoras de comunidad’ que ya practican ministerialmente muchas de nuestras hermanas.
La nube de mártires latinoamericanos abre camino a la Iglesia de mañana. Hay que agradecer el testimonio de entrega total al ofrendar la propia vida, por parte de un sinnúmero de miembros y acompañantes de las CEBs. Como atestigua innumerables mártires del Pueblo de Dios, podemos mencionar algunos: delegados de la palabra, catequistas, religiosas, presbíteros, teólogos, biblistas, misioneros y misioneras, y obispos. Ninguna otra expresión eclesial cuenta con tantos mártires como las Comunidades de Base en América Latina. Este hecho nos da la certeza de que están en el camino señalado por Jesús a sus discípulos.
Aspectos a incorporar en la agenda de la Asamblea Eclesial de México
Teniendo en cuenta el camino recorrido, sus logros y dificultades, es hora de reafirmar el apoyo y la opción pastoral por las CEBs y su articulación en las diócesis, en los diferentes países y en el Continente, tal como han sido confirmados en los grandes documentos episcopales latinoamericanos (Medellín, 1968; Puebla, 1979; Santo Domingo, 1992 y Aparecida, 2007).
Revalorizar y recrear, de acuerdo a los signos de los tiempos, las comunidades eclesiales, pequeñas y desarrolladas en la base como “célula inicial de estructuración eclesial y foco de evangelización” porque “la comunidad cristiana de base es el primero y fundamental núcleo eclesial” (Med.10 Apa.193). Sería desconocer la acción del Espíritu en nuestras Iglesias latinoamericanas no asumir lo vivido en los últimos 60 años por las CEBs de América Latina y el Caribe como un modelo aún vigente y posible, aunque no necesariamente único.
Protagonizar el desarrollo y funcionamiento de las Comunidades Eclesiales y estimulando su surgimiento, creadas y animadas por laicas y laicos, en los diferentes lugares donde viven o se encuentran las personas, quizás se podrá generar el impulso misionero, militante y amplio que permita frenar la embestida conservadora y alienante de los grupos neopentecostales. Las pequeñas comunidades generadas en la base podrían ser la respuesta más adecuada que podríamos dar, pero que no estamos utilizando.
Fomentar Comunidades Eclesiales cercanas, alternativas a la masificación, la individuación y el anonimato de las ciudades, insertas en la vida de los pueblos y comprometidas en sus movimientos y organizaciones sociales. Son indispensables para hacer realidad la opción por los pobres, la participación en la lucha por la vida digna y la justicia y el servicio a los empobrecidos, a los sectores vulnerables, marginados y excluidos. Es imprescindible reformular la organización eclesial desde abajo, en base al desarrollo de comunidades en torno a la Palabra de Dios y de la vida de la gente: Comunidades de pobres y comprometidas con la vida del pueblo pobre, pequeñas, a escala humana donde el conocimiento y la fraternidad sean posibles, insertas en la base del pueblo y con una forma circular y horizontal de funcionamiento. La historia de las CEBs muestra que de esta manera se vive, sostiene y desarrolla una verdadera forma de ser Iglesia sinodal.
Superar la división y oposición clero-laicos para ir hacia una autocomprensión de las comunidades eclesiales desde el binomio comunidad-ministerios, para hacer posible la conversión sinodal, superar el clericalismo y poner el anuncio de la fraternidad y la amistad social como ejes estructurantes de la misión de la Iglesia.
Reconocer y asumir los diversos ministerios, de mujeres y hombres, nuevos y antiguos, ordenados y no ordenados, suscitados por el Espíritu Santo en las comunidades locales como signos e instrumentos de vitalidad, compromiso y corresponsabilidad en la vida y misión de la Iglesia.
Hacemos votos para que la Asamblea Eclesial a realizar en México a final de noviembre próximo sea un nuevo impulso a nuestra Iglesia católica en su afán misionero de ser testiga del Reino de Dios en una nueva organización y un mayor compromiso con los pobres. Que las CEBs sean reconocidas como el motor privilegiado de estas transformaciones y novedades.
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