"Una investigación seria mostraría un aumento de las muertes de mayores de 70 años en 2024-2025" ¿Por qué está bien participar en la marcha de los jubilados de Argentina?

"Hoy los jubilados son la parte más castigada de la Argentina, a golpe de decretos y resoluciones bastante contundentes, se los trata con dureza mezclada con indiferencia"
"Una investigación seria mostraría un aumento de las muertes de las personas mayores de setenta años en 2024-2025, es decir, de las que reciben una jubilación del Estado. Sobre todo, entre aquellos que ni siquiera tienen la frágil contención de una familia. En las villas veo hombres y mujeres de ochenta años y más que están cansados de luchar y se dejan morir"
| Alver Metalli. Periodista y escritor
Yo también salí a la calle para sumarme a la manifestación en favor de los jubilados. Como jubilado, como periodista, como argentino, como católico. Hoy los jubilados son la parte más castigada de la Argentina, a golpe de decretos y resoluciones bastante contundentes, se los trata con dureza mezclada con indiferencia porque de todos modos no tienen tanta capacidad de reacción como otras categorías de trabajadores. El gobierno de turno no tiene dificultad en aplicar con elloslo que denomina ajustes, son una pieza del rompecabezas fácil de quitar y encajar en otro punto de la arquitectura económica para sanear las cuentas públicas y empujarlas hacia el deseado déficit cero.
Es poco probable que un jubilado participe en una manifestación en una plaza argentina, sea quien fuere el que organiza la manifestación. No es propio de su manera de hacer las cosas, de su naturaleza profunda; un jubilado no tiene el mismo ímpetu que un joven, y a menudo, por el contrario, tiene dolencias que lo frenan. "Y si me caigo y me rompo el brazo o la pierna, ¿quién me va a cuidar?", escuché decir. Tiene razón, una estampida o una bala de goma de la policía puede lastimar más a estas personas que a un joven manifestante que tiene la posibilidad de escapar o de juguetear un poco con los gases lacrimógenos.
Si el jubilado vive con su familia, recibe cuidados que le evitan una vida difícil; si no la tiene o los familiares viven en otra parte, o no pueden cuidarlo, entonces sí corre el riesgo de caer en la indigencia. Le será muy difícil llegar a fin de mes, y tendrá que contar los centavos de su exigua asignación haciendo malabarismos para comprar también los remedios.

Esa es una de las razones por las cuales, en las manifestaciones en las que he participado, los verdaderos jubilados, los que reciben el dinero acreditado en su cuenta o van a las sucursales bancarias a cargar el pago del Estado en tarjetas de débito, de esos verdaderos jubilados se ven pocos, y los pocos que salen a la calle están preocupados, atemorizados, se quedan al margen de la concentración, salvo los que –y son cada vez menos- provienen de la vieja militancia peronista.
Por eso es necesario que alguien los apoye, que amplifique sus voces, que se una a ellos para reclamar lo que les corresponde y que a lo largo de los años han ido erosionado de manera vergonzosa. Sean bienvenidos los grupos organizados, los sindicatos, las asociaciones comerciales, incluso las formaciones generalmente de izquierda, y sobre todo la gente común que todavía no tiene edad para jubilarse. Todos juntos amplifican voces que de otra manera serían tan débiles como las de un niño y no llegarían a los oídos de los que gobiernan con la fuerza necesaria para ser escuchadas.

Desgraciadamente, en las manifestaciones de los jubilados también se infiltran unas pocas decenas de agitadores que no ven la hora de que la policía desate la represión, es más, que hacen todo lo posible para que ocurra, hasta el punto de que no es absurdo pensar que las barras bravas sean bienvenidas, esperadas o incluso buscadas.
Creo que una investigación seria mostraría un aumento de las muertes de las personas mayores de setenta años en 2024-2025, es decir, de las que reciben una jubilación del Estado. Sobre todo, entre aquellos que ni siquiera tienen la frágil contención de una familia. En las villas veo hombres y mujeres de ochenta años y más que están cansados de luchar y se dejan morir. Sin decirlo, simplemente renuncian a comer como deben, dejan de cuidarse y esperan con resignación que les llegue el momento.

¿Por qué no se intenta ponerle un rostro y un número a esta situación? ¿Por qué no se hace una encuesta para comprobar el aumento de las defunciones de los jubilados? El Conicet podría encargarla a algunos de sus investigadores. O la Universidad Católica, que continuamente ofrece datos sobre los índices de pobreza e indigencia de los argentinos. Pero no tenemos ninguna noticia de este tipo. ¿Por qué? Investigamos todo, de todo, hasta de las nimiedades tenemos números y porcentajes, ¿por qué no penetramos con el bisturí estadístico en este punto?
Si la hipótesis de un aumento de la mortalidad de los jubilados se confirma con estadísticas adecuadas, serias y objetivas, esas muertes tendrían que atribuirse a la política del gobierno y de su presidente. Entonces, tal vez, algún tribunal internacional independiente, de los que todavía se preocupan por los derechos humanos, podría emitir una condena fundada, que la justicia argentina también podría tener en cuenta.