"La Misión Scicluna-Bertomeu es crucial no solo para la Iglesia, también para la sociedad civil" El negacionismo del Sodalicio
Escribo este análisis desde la perspectiva psicológica y psicoanalítica, pero principalmente a partir de mi experiencia como sobreviviente. Sí. Somos sobrevivientes
Esta reflexión que hago ahora es fruto del compromiso ético con mi historia, así como con la de otras víctimas, por quienes me atrevo a alzar la voz
Lo que queda claro para mí es que, así como abusaron de la conciencia de personas comunes, niños, ancianos y jóvenes, en ellas también abusaron de la propia Iglesia, de sus representantes, dogmas y sacramentos. Se apropiaron de lo más sagrado para disfrazar sus finalidades abusivas. En nombre de Dios han realizado actos despreciables
Lo que queda claro para mí es que, así como abusaron de la conciencia de personas comunes, niños, ancianos y jóvenes, en ellas también abusaron de la propia Iglesia, de sus representantes, dogmas y sacramentos. Se apropiaron de lo más sagrado para disfrazar sus finalidades abusivas. En nombre de Dios han realizado actos despreciables
| Camila Tricarico Alvim* Sobreviviente de la cultura de abusos del Sodalicio
Escribo este análisis desde la perspectiva psicológica y psicoanalítica, pero principalmente a partir de mi experiencia como sobreviviente. Sí. Somos sobrevivientes
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Como los viejos veteranos de guerra, regresamos de las batallas traumatizados, algunos enmudecidos y ya no queremos ser soldados. En este sentido, sabemos que a pesar de la dimensión de lo irrepresentable traumático, muchos de nosotros hemos puesto palabras rechazando ser silenciados en nuestras narrativas.
La apuesta por tratamientos terapéuticos, manifestaciones culturales literarias o artísticas, investigaciones periodísticas y otras labores son los medios que muchos de nosotros hemos utilizado en esta trayectoria para resistir al mutismo que se nos imponía, ya sea por subordinación a la institución o por el síntoma paralizador del trauma.
Esta reflexión que hago ahora es fruto del compromiso ético con mi historia, así como con la de otras víctimas, por quienes me atrevo a alzar la voz.
El Sodalicio, el abuso institucionalizado
Detrás de la apariencia de orden civilizatorio y religioso, se encontró en el seno fundacional del Sodalicio un funcionamiento utilitario y perverso de niños y personas adultas. A veces era para sus finalidades inmediatas de satisfacción sexual. A veces en la apropiación de la vida, las conciencias y el trabajo de tantas personas en nombre de la ‘evangelización’, que en el fondo hoy nombramos proselitismo y manipulación de masas en función de intereses políticos y económicos, como lo explicó de forma muy clara el cardenal Carlos Castillo Mattasoglio en su reciente artículo para El País.
Lo que queda claro para mí es que, así como abusaron de la conciencia de personas comunes, niños, ancianos y jóvenes, en ellas también abusaron de la propia Iglesia, de sus representantes, dogmas y sacramentos. Se apropiaron de lo más sagrado para disfrazar sus finalidades abusivas. En nombre de Dios han realizado actos despreciables.
Llegó la potente denuncia e insistente voz de Pedro Salinas y Paola Ugaz. Fue su audacia investigativa junto a la persistencia de las víctimas en no dejarse callar que permitió que la Iglesia accediera a darnos oído y acogida
Sin embargo, llegó la potente denuncia e insistente voz de Pedro Salinas y Paola Ugaz. Fue su audacia investigativa junto a la persistencia de las víctimas en no dejarse callar que permitió que la Iglesia accediera a darnos oído y acogida. La increíble labor realizada por Mons Scicluna y Mons Bertomeu a lo largo de los últimos dos años ha marcado la diferencia: poner las víctimas en el centro, investigar con profesionalidad y acompañar el proceso abierto hasta su decisión definitiva, sin ceder a los brutales ataques a los que les somete.
La incómoda Misión Scicluna-Bertomeu
Las instancias y metodologías seguras creadas por la misión especial Scicluna-Bertomeu parecen haber incomodado y mucho a los superiores del sodalicio.
En los últimos meses hemos sido testigos de un movimiento alarmante que busca silenciar las investigaciones: con una soberbia inaudita, no dudan en amenazarles con llevarles ante los tribunales peruanos no obstante su condición diplomática y su actividad privada, solo relevante para la Iglesia.
Sin embargo, quiero destacar que la iniciativa de la Misión Scicluna-Bertomeu, al sacar a la luz con valentia los casos de manipulación y abuso sexual en el Sodalicio de Vida Cristiana, no es solo una búsqueda de justicia: es un intento de curar heridas que la sociedad se niega a enfrentar.
Por ello, la feroz resistencia del actual Sodalicio (el mismo de siempre) a esta y otras investigaciones revela una preocupación mayor: preservar las fuentes y el destino del dinero de la institución y a la vez borrar una historia que debe ser recordada y discutida, caiga a quien caiga.
La negación como patrón de comportamiento desde Figari
Lo que vengo a enfatizar aquí, motivo de mi preocupación, es que LA NEGACIÓN sigue siendo el patrón principal del comportamiento del Sodalicio. Está vigente y se difunde en diferentes ámbitos de la sociedad y el Sodalicio lo actúa plenamente.
La negación, presente desde la fundación hasta el día de hoy en esta institución investigada por la misión Scicluna-Bertomeu, tipifica el modus operandi de desmentir con indiferencia al sufrimiento de las víctimas.
Enfatizo que ahora, una vez más, están negando aquella que sería su propia autoridad. Si la Misión Scicluna-Bertomeu quiere investigarlos y reparar, cuidar a las víctimas, las autoridades del Sodalicio, en cambio, se mantienen en el discurso de que están siendo injustamente tratados. Se victimizan. Con esta postura de negación de lo ocurrido, solo promueven dentro y fuera de la institución una fuerte división y conflictos intensos e innecesarios.
Esta postura evidencia que hay aún una profunda identificación abusiva, prepotente y autoritaria con la personalidad de su fundador y primer agresor, Luis Fernando Figari.
Como psicóloga, quiero recordar aquí la escena en la que la periodista Paola Ugaz pregunta en Roma al propio Figari sobre los delitos cometidos por él y este responde que es inocente. Pero si se observa con atención, su gesto con la cabeza es de negación. Ella pregunta: ‘¿se declara inocente?’ y Figari responde a la periodista: ‘Sí, me declaro inocente, ¡totalmente inocente!’.
Mientras afirma esto, mueve la cabeza con gesto de negación, en contradicción con su palabra. Esa es la verdadera negación de Figari. Acto seguido, también negó la existencia de las víctimas: ‘si es que hay víctimas.’ En este diálogo, su cuerpo revela, a través del gesto inconsciente de negar su inocencia, el ‘acto fallido’ (el conocido desliz freudiano) en su máxima expresión para aquel que puede ver la verdad sutilmente desvelada ante sus ojos. Para mí, ese gesto comunica por sí solo lo que aquí vengo argumentando.
Trauma colectivo y negacionismo institucionalizado
Es necesario denunciar y rechazar la continuidad de este proceso de revictimización. Apostamos esperanzados, conforme a las reglas y cuidados de la Misión Scicluna-Bertomeu, a abrir nuestras viejas heridas y a relatar las escenas traumáticas vividas en la institución.
Sin embargo, todo este proceso… ¿para que la institución sodalite vuelva a relativizarlo y negarlo? ¿Para que las autoridades del Sodalicio continúen en silencio tras escuchar los discursos flamigerados de uno de los miembros expulsados que insinúan descrédito y desmoralización de las autoridades eclesiales? ¿Para que nieguen la autoridad máxima de la Iglesia?
Este comportamiento del Sodalicio culmina en lo que vengo aquí relatar: Trauma colectivo y negacionismo institucionalizado. Yo no estoy para una ulterior revictimización. Soy una sobreviviente y mi vida ya está muy lejos de todo eso. Ojalá Francisco pueda elucidar el desmentido institucionalizado y confirmar que cada una de las víctimas estaban lúcidas en rechazar este maltrato.
Scicluna-Bertomeu, crucial también para Perú
La Misión Scicluna-Bertomeu es crucial no solo para la Iglesia Católica, sino también para la sociedad civil peruana y de toda América Latina, que anhela justicia y sanación. El mismo hecho de acoger una denuncia tan descabellada como la planteada contra Monseñor Bertomeu, es ya síntoma de la enfermedad de nuestras instituciones públicas latinoamericanas. No digamos el silencio o black out informativo por parte de muchos medios, en contraste con el interés que suscita esta misión a nivel internacional.
El éxito de esta Misión Scicluna-Bertomeu puede ser un revulsivo para nuestras sociedades civiles, puede allanar el camino hacia una mayor responsabilidad dentro de la Iglesia y puede ser el definitivo reconocimiento por todos del dolor de las víctimas.
La Iglesia parece querer interrumpir un ciclo de abuso y así realizar una reparación histórica no solo a las víctimas, sino a toda la humanidad
La Iglesia parece querer interrumpir un ciclo de abuso y así realizar una reparación histórica no solo a las víctimas, sino a toda la humanidad.
De mi parte, nunca necesité pedir reparación económica por los traumas y violencias graves vividas, me retiré física y emocionalmente con recursos proprios, pero sí solicité en conversaciones privadas un pedido personalizado y público de disculpas por los abusos sufridos. Ese pedido nunca llegó.
La institución del Sodalicio, en cambio, parece contar cómodamente con su disolución por parte de la Iglesia para que no tengan que responsabilizarse ni moral y mucho menos economicamente por los daños a las víctimas delante de la sociedad. Parecen preferir su extinción a reconocer la Verdad. Literalmente: negarán sórdidamente hasta el fin.
* Camila, educadora, psicóloga, psicoanalista, esposa y madre