Bandoleros catalanes en El Quijote
El retrato que hace Cervantes de Roque Guinart, capitán de los bandoleros catalanes que don Quijote encuentra en su camino a Barcelona, es sumamente favorable e idealizado: nobleza de espíritu, valor caballeresco, audaz, cortés, con una aureola de gallardía y generosidad; y motivos políticos subordinados a los personales...
Cervantes se adelantó a retratarlo en el apogeo de su prestigio y poder (1610) —pero expresando intentos de dejar aquella vida tan peligrosa— porque sabía que el bandolero había aceptado el destierro en Italia.
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bandolero (doc. 1542, entonces también banderizo, del cat. bandoler íd., como consecuencia del gran desarrollo de las banderías y luchas civiles en la Cataluña de los ss. XV-XVII, que degeneraron en bandolerismo; el cat. bandoler, 1455, deriva de bùndol 'facción, tomado a su vez del cast. o arag.. bando, Cor.) m. ‘persona que roba en los despoblados’; por extensión y metáfora: ‘persona perversa’
Testimonio de Covarrubias: «Vandolero. El que se ha salido a la montaña llevando en su compañía algunos de su bando. Estos suelen desamparar sus casas y lugares por vengarse de sus enemigos, los cuales, siendo nobles, no matan a nadie de los que topan, aunque para sustentarse les quitan parte de lo que llevan. Otros bandoleros hay que son derechamente salteadores de caminos, y éstos no se contentan todas veces con quitar a los pasajeros lo que llevan, sino maltratarlos y matarlos. Contra los unos y los otros hay en los reinos de Castilla y de Aragón gran solicitud para prenderlos y castigarlos», Cov. 993.b.12.
El bandolerismo catalán gozó de cierta boga en la literatura castellana, como se puede ver en la novela de Tirso de Molina El bandolero, en la comedia El catalán serrallonga, escrita en colaboración por Antonio Coello, Francisco de Rojas y Luis Vélez de Guevara, etc. Era, en realidad, un mal endémico en Cataluña, contra el cual luchaban con poco éxito los virreyes. Y precisamente mientras Cervantes estaba escribiendo la segunda parte del Quijote, o sea en diciembre de 1613, una facción de bandoleros catalanes había asombrado a toda España por su audacia y su fuerza: al mando de un tal Pere Barbeta había asaltado en el camino real entre Hostalets de Cervera y Montmaneu (en el itinerario que forzosamente hubo de seguir don Quijote) las ciento once cargas de plata que, procedentes de Indias, se enviaban a Italia, como puede comprenderse bajo muy buena custodia. La partida de Elarbeta se apoderó de plata por valor de 180.000 ducados (el ducado valía once reales)
El bandolerismo catalán mantenía estrechas relaciones con los hugonotes franceses, lo que daba a este fenómeno, en parte derivado de luchas feudales medievales, un actualísimo matiz político que explica la intranquilidad y las severas medidas tomadas por los virreyes de Cataluña. ® ahorcado Es significativo que un famoso bandido fuera conocido por el mote de «Lo Luterà». En las filas del bandolerismo militaba buen número de gascones en clara relación con Francia y con los hugonotes y en este aspecto no hay que olvidar que Cervantes afirma de los bandoleros de Roque Guinart que «los más eran gascones, gente rústica y desbaratada», El Q.II.60.40. Quevedo, hablando de los bandoleros de Cataluña, dice que la mayoría eran «gabachos y gascones y herejes delincuentes de la Languedoca», (La rebelión de Barcelona). MdeRiquer.
Roque Guinart era un bandolero del primer tipo. ® Guinart: Roque Guinart
Guinart: 11: [Roque Guinart: 11: el gran Roque Guinart: 1]
Guinart (doc. s. XVI, cat. Guinarda, Guinard del germ. Winhard 'amigo audaz' de win 'amigo' + hard 'audaz'). Apellido.
|| El sentido histórico del apellido le va bien al personaje Roque Guinart: Cervantes castellaniza el nombre de Roca Guinarda, al igual que otros más adelante, v.g., Fort, Claudi (Cortejón).
Cervantes retrata en El Q.II.60 y ss a este famoso personaje histórico, según lo conoció la leyenda popular que circulaba por España en los años en que escribía su segunda parte: Pedro Roca Guinarda, en catalán: Pere Rochaquinarda, pues, son muy comunes en Cataluña los apellidos compuestos del nombre del lugar en que están situadas las casas solares, y del apellido de la familia que las posee.
«La casa (o Masía, como se dice en Cataluña) Rochaguinarda existe aún en la parroquia de Oristá, en la diócesis de Vich: en el campo. De ella fué hijo dicho Pedro; es antiquísima y de labradores que viven según la partida de bautismo sacada de los libros parroquiales de Oristá, que dice así:
A 19 de dit mes (diciembre de 1582) fonch batejat Pere, fill de Johan Rochaquinarda y de Caterina, muller sua: foren padrins lo Reverent Senyor Mossent Arxer, Rector de San Feliú Sacerra, y padrina Beneta Bach de dita parroquia.
En los mismos libros se hallan las partidas de otros hermanos de Pedro.
De los documentos consultados resultan algunos de los crímenes cometidos por éste desde el año 1607, en que empezó la vida airada, según el primer pregón que se publicó en dicho año, separándole de paz y tregua al estilo de Cataluña, hasta 1610, en que ya no suena más su nombre, ni se halla comprendido en las listas publicadas para persecución de bandoleros», Clem. 1860.a.
También lo retrata Cervantes por boca del Estudiante en la Cueva de Salamanca:
«Vine solo, determiné volverme a mi tierra: robáronme los lacayos o compañeros de Roque Guinarde en Cataluña, porque él estaba ausente; que, a estar allí, no consintiera que se me hiciera agravio, porque es muy cortés y comedido, y además limosnero.», Entremeses, p. 241-242.
Consta que Perot Roca Guinarda (1582- ?) había cumplido los treinta y dos años en 1614. Hacía tres que se había pasado a Nápoles (allí fue nombrado capitán de un tercio de tropas regulares), habiéndose acogido al indulto ofrecido por el virrey de Cataluña.
El retrato que de él hace Cervantes es sumamente favorable e idealizado: nobleza de espíritu, valor caballeresco, audaz, cortés, con una aureola de gallardía y generosidad; y motivos políticos subordinados a los personales... Cervantes se adelantó a retratarlo en el apogeo de su prestigio y poder (1610) —pero expresando intentos de dejar aquella vida tan peligrosa— porque sabía que el bandolero había aceptado el destierro en Italia.
En este episodio interesa a Cervantes enlazar a su héroe fantástico con un asunto de vivo interés, tanto político para el momento histórico como de interés puramente dramático. En los años 1611-1615 (los del virreinato del marqués de Almazán), el bandolerismo en Cataluña tomó un aspecto bastante serio para el poder real. Hacía más de un siglo que habían venido agravándose las luchas y riñas civiles en Cataluña, tanto, que en el reinado de Felipe III buena parte de la población se hallaba dividida en bandos (sus seguidores llamados ® bandoleros), siendo los bandos de nyerros y cadells los más importantes.
Los jefes de los bandos contaban con la amistad y protección de la nobleza y gente de la Iglesia, y, por otro lado, se ganaban el amparo, la admiración y la simpatía del pueblo —admiración que compartieron poetas y escritores de la época.
En esta turbulenta situación la rapacidad de los bandoleros llegó a extremos inconcebibles; desafiaban la autoridad real, cometían asaltos, robos y delitos horrorosos, incendios, secuestros y sacrilegios. Tan apoderados estaban de los caminos, que en 1613 una facción de ellos asombró a toda España robando, en la misma carretera real, una cantidad de plata, procedente de Indias, que el Rey enviaba a Italia. Además, el bandolerismo mantenía estrechas relaciones con los hugonotes franceses y estaban sus partidas infiltradas de gascones, lo que explica las medidas severas que tomó la autoridad real para extirpar a los bandoleros.
Hijo de labradores acomodados, Roca Guinarda pasó su juventud agitada en el ambiente de rivalidades y recelos de la comarca de Vich, entonces hervidero de luchas enconadas entre los bandos Nyerro y Cadell. En 1602 fue herido en una emboscada (aludida en «el agravio» de que habla a don Quijote), hecho que le decidió a lanzarse al campo y a una vida al margen de la ley, recorriendo pueblos y masías, reclutando cuadrillas y asaltando los caminos, sembrando el pánico y el terror entre sus adversarios y perseguidores. A la edad de veintiún años, su carácter indómito, intrepidez e innegables dotes de mando le pusieron al frente de un partido de los nyerros, partido engrosado por buen número de gascones, o sea bandoleros vasco-franceses. En los años de su poderío contó con una hueste de cuadrillas que hacía irrisorias las medidas tomadas contra él por los virreyes. Tanto creció su poder, que en 1610—el mismo año en que llegó hasta las puertas de Barcelona— se atrevió a hacer frente y derrotar a una fuerza de mil hombres, mandada en su persecución. Protegido por la nobleza y hasta por los familiares del Santo Oficio, amparado por el pueblo, recibido en castillos y monasterios como un héroe popular, llenaba a toda Cataluña con el clamor de sus hazañas y la leyenda de su atrocidad, crueldades y, también, de su liberalidad, cortesía y ternura. Se sabe que aún vivía, en Italia, por 1630; tal vez llegaría a leer las páginas del Quijote en que Cervantes lo retrataba, e inmortalizaba. (Soler y Terol).
Los comentarios de Martín de Riquer resumen una profusión de datos: «El Roque Guinart que aparece en el capítulo II.60 del Quijote es un personaje rigurosamente histórico y contemporáneo no tan sólo de los sucesos que se narran en el Quijote sino del momento en que Cervantes está escribiendo. Ya en el entremés La cueva de Salamanca había mencionado con gran simpatía a este bandolero al hacer decir a un estudiante:
«Robáronme los lacayos o compañeros de Roque Guinarde en Cataluña porque él estaba ausente; que a estar allí no consintiera que se me hiciera agravio porque es muy cortés y comedido y además limosnero».
En las páginas del Quijote el histórico y real Perot Rocaguinarda se introduce con su mismo nombre (de hecho Roqueguinard, más fielmente conservado en el entremés). Con su misma fisonomía (como se advierte por las descripciones de los bandos de la justicia cuando se le buscaba) y su edad, pues habiendo nacido en l582 el bandolero tenía treinta y tres años al publicarse la segunda parte del Quijote.
Hacía muy poco, en 1611, Rocaguinarda tras haber dominado con sus bandoleros el Montseny, la Segarra y las cercanías de Barcelona se había acogido al indulto ofrecido por el virrey de Cataluña don Pedro Manrique, y el 30 de junio de aquel año obtuvo la remisión a cambio de comprometerse a servir al Rey durante diez años en Italia o Flandes; y realmente pasó a Nápoles como capitán de un tercio de tropas regulares. No era la primera vez que ello ocurría, pues en 1588 don Luis de Queralt había reclutado un tercio entre bandoleros catalanes, que constó de tres mil hombres y que se distinguió en Flandes con el nombre de «Tercio negro de los valones de España», llamado así por donaire a causa de que sus componentes apenas sabían hablar castellano. (® bandolero)
Las partidas de bandoleros que merodeaban por lugares montañosos de Cataluña tenían sus amigos y valedores en Barcelona donde Rocaguinarda estuvo un tiempo escondido; y ello explica que el Roque Guinart del Quijote recomiende el hidalgo manchego a un su amigo don Antonio Moreno, residente en la ciudad. », MdeRiquer, Q., 1975, p. 1036-1037.
El Quijote y Cataluña cuando Don Quijote llega a Barcelona
"En la época de los Austrias, España y Cataluña no son entidades contrapuestas y distintas; Cataluña forma parte de España; ser catalán no quita ser español. Ahora bien, ¿tenían los pueblos que integraban la monarquía conciencia de formar parte de una misma entidad política encabezada por el soberano? Se tiene la impresión que lo que predominaba era la pertenencia a la patria chica.
Es lo que se desprende de los datos que nos proporcionan la literatura y la historia, especialmente de la segunda parte del Quijote, en la que, a diferencia de la primera, donde escasean las alusiones a la problemática contemporánea, abundan las referencias a algunos problemas vitales de la época: la expulsión de los moriscos, los ataques de los corsarios berberiscos en las costas de Levante o el bandolerismo catalán.
En el capítulo 60 de la segunda parte, al adentrarse don Quijote y su escudero en un bosque, Sancho se espanta de repente al topar con las piernas de unos ahorcados. Don Quijote procura sosegarlo: "éstos deben de haber sido sentenciados por la justicia, por donde me doy a entender que debo de estar cerca de Barcelona." (J.P.)
Efectivamente, no tardan en llegar unos bandoleros cuyo jefe lleva a la cintura nada menos que cuatro pedreñales. Es el famoso Roque Guinart. Al oír este nombre, Don Quijote no oculta su admiración: “¡Oh valeroso Roque, cuya fama no hay límites en la tierra que la encierren!” A continuación, Roque le cuenta a Don Quijote los motivos que le han obligado a convertirse en bandolero :
“A mí me han puesto en él [este modo de vivir] no sé qué deseos de venganza [...]. El querer vengarme de un agravio que se me hizo [...]. Hanse eslabonado las venganzas de manera que no sólo las mías, pero las ajenas tomo a mi cargo”. El Q.II.60.55.
"Capítulo Sesenta. De lo que sucedió a don Quijote yendo a Barcelona.
48. Llegó, en esto, uno o algunos de aquellos escuderos que estaban puestos por centinelas por los caminos para ver la gente que por ellos venía y dar aviso a su mayor de lo que pasaba, y este dijo:
49. —Señor, no lejos de aquí, por el camino que va a Barcelona, viene un gran tropel de gente.
50. A lo que respondió Roque:
51. —¿Has echado de ver si son de los que nos buscan, o de los que nosotros buscamos?
52. —No sino de los que buscamos—respondió el escudero.
53. —Pues salid todos —replicó Roque—, y traédmelos aquí luego, sin que se os escape ninguno.
54. Hiciéronlo así, y quedándose solos don Quijote, Sancho y Roque, aguardaron a ver lo que los escuderos traían; y en este entretanto dijo Roque a don Quijote:
55. —Nueva manera de vida le debe de parecer al señor don Quijote la nuestra, nuevas aventuras, nuevos sucesos, y todos peligrosos; y no me maravillo que así le parezca, porque realmente le confieso que no hay modo de vivir más inquieto ni más sobresaltado que el nuestro. A mí me han puesto en él no sé qué deseos de venganza, que tienen fuerza de turbar los más sosegados corazones; yo, de mi natural, soy compasivo y bien intencionado; pero, como tengo dicho, el querer vengarme de un agravio que se me hizo, así da con todas mis buenas inclinaciones en tierra, que persevero en este estado, a despecho y pesar de lo que entiendo; y como un abismo llama a otro y un pecado a otro pecado, hanse eslabonado las venganzas de manera que no sólo las mías, pero las ajenas tomo a mi cargo; pero Dios es servido de que, aunque me veo en la mitad del laberinto de mis confusiones, no pierdo la esperanza de salir dél a puerto seguro.
56. Admirado quedó don Quijote de oír hablar a Roque tan buenas y concertadas razones, porque él se pensaba que entre los de oficios semejantes, de robar, matar y saltear no podía haber alguno que tuviese buen discurso, y respondióle:
57. —Señor Roque, el principio de la salud está en conocer la enfermedad y en querer tomar el enfermo las medicinas que el médico le ordena: vuestra merced está enfermo, conoce su dolencia, y el cielo, o Dios, por mejor decir, que es nuestro médico, le aplicará medicinas que le sanen, las cuales suelen sanar poco a poco y no de repente y por milagro; y más, que los pecadores discretos están más cerca de enmendarse que los simples; y pues vuestra merced ha mostrado en sus razones su prudencia, no hay sino tener buen ánimo y esperar mejoría de la enfermedad de su conciencia, y si vuestra merced quiere ahorrar camino y ponerse con facilidad en el de su salvación, véngase conmigo, que yo le enseñaré a ser caballero andante, donde se pasan tantos trabajos y desventuras, que, tomándolas por penitencia, en dos paletas le pondrán en el cielo.
58. Rióse Roque del consejo de don Quijote, a quien, mudando plática, contó el trágico suceso de Claudia Jerónima. de que le pesó en estremo a Sancho, que no le había parecido mal la belleza, desenvoltura y brío de la moza.
El Q. II.60.48-58.
Aventura de los bandoleros de Roque Guinart.
"quedándose solos don Quijote, Sancho y Roque, aguardaron a ver lo que los escuderos traían; y en este entretanto dijo Roque a don Quijote:
—Nueva manera de vida le debe de parecer al señor don Quijote la nuestra, nuevas aventuras, nuevos sucesos, y todos peligrosos"
El Q. II.60.54-55.
[Tome II. Seconde partie. Pl. en reg. p. 492 : Roque Guinart, chef des brigands, se présente à Don Quichotte et Sancho Panza.] "Le seigneur Don Quichotte doit trouver nouvelle notre manière de vivre".
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"Poco después, llegan otros bandoleros de la misma cuadrilla que se han apoderado de un coche con dos mujeres y la escolta que llevaban. Dos de los cautivos explican que son capitanes de infantería destinados a Nápoles donde está su compañía. Una de las prisioneras es mujer principal que va a reunirse con su esposo, magistrado en Sicilia; necesitan el dinero que se les ha robado para gastos de viaje. Roque admite aquellas explicaciones. Acepta devolver el dinero, conservando sólo una cantidad razonable porque el abad de lo que canta yanta. Reparte este botín entre los hombres de su compañía –los más eran gascones– y lo hace con tanta legalidad y prudencia, que no pasó un punto ni defraudó nada de la justicia distributiva. Uno de los bandoleros, sin embargo, se permite criticar la generosidad de su jefe. En seguida Roque le parte la cabeza con su espada: “desta manera castigo yo a los deslenguados y atrevidos”. Luego da un salvoconducto a los viajeros para que sigan su camino seguros:
“No es mi intención de agraviar a soldados ni a mujer alguna, especialmente a las que son principales”.
"67. —Vuesas mercedes, señores capitanes, por cortesía, sean servidos de prestarme sesenta escudos, y la señora regenta ochenta, para contentar esta escuadra que me acompaña, porque el abad, de lo que canta yanta, y luego puédense ir su camino libre y desembarazadamente, con un salvoconducto que yo les daré, para que si toparen otras de algunas escuadras mías que tengo divididas por estos contornos, no les hagan daño; que no es mi intención de agraviar a soldados ni a mujer alguna, especialmente a las que son principales."
El Q. II.60.67.
Caballerosidad, generosidad, galantería son pues los rasgos con los que Cervantes caracteriza a los bandoleros catalanes. Lejos estamos de las tintas negras con las que Mateo Alemán, Quevedo y otros autores pintan a los pícaros de Castilla.
"Para Cervantes, Cataluña no es todavía la comarca mercantil e industriosa que será en la segunda mitad del siglo XVIII. Sigue siendo una tierra áspera y dura en el interior, pero que abriga almas generosas y nobles, con una capital –Barcelona– digna de toda admiración y elogio. O sea que entre Cataluña y Castilla no se observan, en la época de los Austrias, señales de desencuentros o enfrentamientos. Los problemas que oponen el Principado y la Corte parece que interesan sólo a los políticos y gobernantes. En la medida en que la literatura expresa el sentir de los contemporáneos, los catalanes no parecen ser entonces para los castellanos gentes extrañas ni hostiles, sino todo lo contrario. Ahora bien, sería a todas luces improcedente considerar la literatura como un mero documento de historia social." (J.P.)
Fuentes del texto: Salvador García Bardón:
1. Diccionario enciclopédico de "El Quijote", 2005,
2. El Quijote para citarlo, 2005
y Joseph Perez (J.P.): El Quijote y Cataluña, 2016.
Fuente de las imágenes cervantinas: Salvador García Bardón, QGDSGB.II.060., en El Quijote ilustrado por G. Doré. Los textos ilustrados y su contexto textual.
Bandoleros ahorcados
Bandoleros catalanes
Roque Guinart