Dulcinea del Toboso


Hay que conceder a don Quijote que él, como cualquier otro poeta, tiene derecho a imaginar sobre la base de esta Aldonza, forzuda y de voz tronitosa, una Dulcinea sin carne ni hueso, con todos los atributos imaginables de señora de sus pensamientos, que él se finge.

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Dulcinea {291 veces} (neologismo cervantino de 1605, der. de dulce) f. 'la dulce': el nombre Dulcinea es un derivado de dulce, equivalente de Aldonza según creencia general en el siglo XVI:

«Al es artículo, y el nombre donça está corrompido de dolze», Cov. 79.b.65.

Este nombre de mujer se asocia a la onomástica pastoril renacentista con resonancias rústico-cómicas. (Murillo)

Nótese que la terminación -ea, presente en los nombres de heroínas literarias tan prestigiosas como Melibea y Claridea, tiene para don Quijote un regusto peregrino 'inusitado, exquisito':

«vino a llamarla Dulcinea del Toboso, porque era natural del Toboso; nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto.», I.1.10. ® Lorenzo: Aldonza Lorenzo.

|| Dulcinea del Toboso {112 veces} : Américo Castro ha señalado que «Dulcinea era una morisca llamada Aldonza, vecina de una aldea llena de moriscos»[1]. Hay algunos datos más que podrían servir para corroborar la opinión de Castro: en las Relaciones del Toboso se alude al elevado número de moriscos, procedentes de las Alpujarras, que habitan en el pueblo. Don Quijote identifica a Dulcinea con Jarifa (I, 5). El nombre de Aldonza deriva, según Américo Castro, de Alaroza, que en árabe significa 'novia' [2].

Podrían añadirse otras bromas de Cervantes a propósito de Dulcinea: la labradora tiene un linaje moderno (I.13.27); el morisco que tradujo el manuscrito de Cide Hamete, no puede contener la risa al leer que Dulcinea «tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de la Mancha» (I.9.8); y don Quijote afirma: «... mi Dulcinea del Toboso osaré yo jurar que no ha visto en todos los días de su vida moro alguno, ansí como él es, en su mismo traje, y que se está hoy como la madre que la parió...» (I.26.2). Para una extensa refutación de estas opiniones, véase Bernard Loupias [3]

Sancho, pintor «naif», nos procura un retrato ingenuo de Aldonza Lorenzo en el que se conjugan admirablemente la prosopografía y la etopeya. Hemos hecho notar la importancia que tienen en ambas facetas de este retrato la fuerza física y la voz de Aldonza. ® Lorenzo: Aldonza Lorenzo. Para este aspecto del personaje, Sancho no se contenta con la exclamación admirativa «¡qué voz!», sino que ilustra su potencia mediante una anécdota, con lo cual la prosopofrafía se transforma en relato caracterizador:

«—Bien la conozco—dijo Sancho—, y sé decir que tira tan bien una barra como el más forzudo zagal de todo el pueblo. ¡Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero andante, o por andar, que la tuviere por señora! ¡Oh hideputa, qué rejo que tiene, y qué voz! Sé decir que se puso un día encima del campanario del aldea a llamar unos zagales suyos que andaban en un barbecho de su padre, y aunque estaban de allí más de media legua, así la oyeron como si estuvieran al pie de la torre. Y lo mejor que tiene es que no es nada melindrosa porque tiene mucho de cortesana: con todos se burla y de todo hace mueca y donaire. Ahora digo, señor Caballero de la Triste Figura, que no solamente puede y debe vuestra merced hacer locuras por ella, sino que, con justo título, puede desesperarse y ahorcarse; que nadie habrá que lo sepa que no diga que hizo demasiado de bien, puesto que le lleve el diablo.», I.25.48.

Si bien es verdad que el retrato que nos da Sancho Panza de Aldonza Lorenzo no admite idealización, so pena de transformar un carácter bien afirmado en una parodia, hay que conceder a don Quijote que él como cualquier otro poeta tiene derecho a imaginar sobre la base de esta Aldonza, forzuda y de voz tronitosa, una Dulcinea sin carne ni hueso, con todos los atributos imaginables de señora de sus pensamientos, que él se finge.

El creador don Quijote confía a Aldonza Lorenzo, simple actriz por la cual siente simpatía, el papel del personaje Dulcinea, que es de su pura invención e incumbencia:

«Así que, Sancho, por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa de la tierra. Sí, que no todos los poetas que alaban damas debajo de un nombre que ellos a su albedrío les ponen es verdad que las tienen […] ¿Piensas tú que […] fueron verdaderamente damas de carne y hueso, y de aquellos que las celebran o celebraron? No, por cierto, sino que las más se las fingen, por dar sujeto a sus versos, y porque los tengan por enamorados y por hombres que tienen valor para serlo.», I.15.49.

Lo que sorprende, a quien ignora la genialidad de Don Quijote, es que un gran lector y pretendiente a escritor como él haya escogido como dama de sus pensamientos a una analfabeta. Una anécdota: Don Quijote quiere enviar mediante Sancho una «carta de amores» a Dulcinea. Si bien en el momento de pasar al acto recuerda que «Dulcinea no sabe escribir ni leer», decide escribir la carta, aunque no repara en enviarla:

«a lo que yo me sé acordar, Dulcinea no sabe escribir ni leer, y en toda su vida ha visto letra mía ni carta mía, porque mis amores y los suyos han sido siempre platónicos, sin extenderse a más que a un honesto mirar. Y aun esto, tan de cuando en cuando, que osaré jurar con verdad que en doce años que ha que la quiero más que a la lumbre destos ojos que ha de comer la tierra, no la he visto cuatro veces; y aun podrá ser que destas cuatro veces no hubiese ella echado de ver la una que la miraba» I.25.45

Se recuerdan al comienzo de II.8 varios coloquios de la primera parte sobre la supuesta embajada de Sancho al Toboso (I.25, I.26, I.30, I.31). Pero nótese que allí se habló concretamente de Aldonza Lorenzo como de una Dulcinea de carne y hueso, y que ahora para nada se mencionará la hija de Lorenzo Corchuelo, ni se pensará en buscar su casa o familia. Es evidente que para Cervantes la imagen de Aldonza Lorenzo como pretexto para la ficción de Dulcinea ya no tiene interés. Nota de Murillo, II.8, p. 93.

La Dulcinea aparecida junto a Merlín ha pedido a Sancho con recias palabras que se azote por ella y por su señor don Quijote. Sancho, turbado por la aspereza de la señora (¿poco dulce vs dulcina?, Gaos) y sin reparar en letras de más o de menos, le replica a ella y al duque que acaba de corregir su lenguaje:

«no estoy agora para mirar en sotilezas ni en letras más a menos; porque me tienen tan turbado estos azotes que me han de dar, o me tengo de dar, que no sé lo que me digo, ni lo que me hago. Pero querría yo saber de la señora mi señora Dulcina* del Toboso adónde aprendió el modo de rogar que tiene: viene a pedirme que me abra las carnes a azotes, y llámame alma de cántaro y bestión indómito, con una tiramira de malos nombres, que el diablo los sufra.», II.35.16.

Sin embargo el último recuerdo para Dulcinea en la novela es de Sancho, al borde del lecho de muerte de su amo:

«quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada», II.74.2.

La 3ª décima de «Urganda la desconocida», primero de los versos preliminares, sorprende al lector del Quijote:

«un noble hidalgo manche- /…/ alcanzó a fuerza de bra- / a Dulcinea del Toboso».

Parece imposible por parte de Cervantes tan patente contradicción con la ficción del libro. En estos versos preliminares, y señaladamente en los de cabo roto, saltan a la vista alusiones equivocadas a lo narrado en el libro. Cabe, pues, preguntarse si fueron realmente escritos por Cervantes. Es muy posible que algunas o la mayoría de estas composiciones, si no todas, fuesen escritas por amigos de Cervantes. Según costumbre de la época podían servir de elogio preliminar al libro, (Astrana-Marín y Murillo). ® Toboso ® Lorenzo: Aldonza Lorenzo.

|| Dulcinea… encantada: El encantamiento y transformación en zafia aldeana de Dulcinea es uno de los temas principales del segundo volumen. Hasta llegar al castillo de los duques aragoneses, sólo Sancho y don Quijote habían contribuido al embrollo: Sancho, en cuanto autor de la burla a la que sometió a su amo a la entrada del Toboso (II.10); don Quijote, en cuanto testigo-autor de los prodigios de la cueva de Montesinos (II.23). Un inesperado relanzamiento del tema, bajo la modalidad del burlador burlado, es obra de la duquesa, que en conversación privada con Sancho, se entera de estos acontecimientos recientes (II.33), y decide hacer creer al mismo autor del engaño que el encantamiento de Dulcinea no fue invención suya, sino la pura verdad, y que la zafia aldeana encontrada por casualidad fuera del Toboso era en realidad Dulcinea (A.J. Close, 1998).

Se ha notado agudamente que «no es lo mismo que Dulcinea haya sido convertida en una fea campesina, que continúe siendo Dulcinea para todos menos su enamorado. En el capítulo II.11, DQ llama una vez a Dulcinea «encantada», pero en seguida afirma que, pues Sancho la vio tal cual es, es sólo él el encantado. Es el propio Cervantes el que decide dar por encantada a Dulcinea cuando DQ concluye (II.32.41) que

«pues yo no estoy encantado... ella es la encantada... y en ella se han vengado de mí mis enemigos»;

sin duda porque esta interpretación contiene más posibilidades cómicas: el autoazotarse de Sancho que inventan los duques (II, 35) y que durará como elemento de la trama hasta II, 72.», Julio Rodríguez-Luis, en Rico 1998 b, p. 132.

|| Dulcinea… [Sancho] no la había visto en toda su vida: Hay evidente contradicción entre lo que el narrador dice de lo que piensa Sancho en I.31.33 y lo que él mismo dijo antes:

«—Bien la conozco—dijo Sancho—, y sé decir que tira tan bien una barra como el más forzudo zagal de todo el pueblo.», I.25.48. ® Toboso

||…Dulcinea…|| CARTA DE DON QUIJOTE A DULCINEA: I.25. Esta carta, no tan sólo está llena de arcaísmos (ferido, fermosura, afincamiento, maguer ), sino que es una imitacíón burlesca de las epístolas amatorias que se insertan en los libros de caballerías (MdeRiquer).

En el Amadís de Gaula, II, es Oriana la que se dirige a Amadís en forma de cartas vehementes. Las dos que le envía son los modelos más evidentes que parodia Cervantes en I.25.55, (Clemencín). En el sobrescrito de la carta en que Oriana comunicó a Amadís de Gaula su decisión de no verle más (lo que produjo la penitencia de la Peña Pobre), escribió: «Yo soy la doncella ferida de punta de espada por el corazón, y vos sois el que me feristes», AdG, I.2. Don Quijote escribe en la suya a Dulcinea:

«El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene.», I.25.55.

|| encantada y transformada Dulcinea: «Halló don Quijote ser la casa de don Diego de Miranda ancha como de aldea;… muchas tinajas a la redonda, que, por ser del Toboso, le renovaron las memorias de su encantada y transformada Dulcinea», II.18.1.

|| hizo que un paje hiciese a Dulcinea: 'decidió que un paje representase el papel de Dulcinea':

• «Tenía un mayordomo el duque, de muy burlesco y desenfadado ingenio, el cual hizo la figura de Merlín y acomodó todo el aparato de la aventura pasada, compuso los versos y hizo que un paje hiciese a Dulcinea.», II.36.1. •

Nótese la aliteración: hizo… hizo… hiciese.

|| por quien su lugar será famoso como Troya por Elena, y España por la Cava: 'por Dulcinea…' ® Troya



* Dulcina {1 vez} (doc. s. XV; en el Q. es forma sincopada de Dulcinea ) f. Dulcina del Toboso: hay que conservar esta lectura sincopada de la ed. pr., justificada por el comportamiento verbal de Sancho en el contexto:

«no estoy agora para mirar en sotilezas ni en letras más a menos; porque me tienen tan turbado estos azotes que me han de dar, o me tengo de dar, que no sé lo que me digo, ni lo que me hago. Pero querría yo saber de la señora mi señora Dulcina del Toboso adónde aprendió el modo de rogar que tiene…», II.35.16.

• Cabe igualmente interpretar Dulcina como hipocorístico (diminutivo afectuoso) de Dulcinea.

La supuesta "Casa de Dulcinea" en El Toboso: debe ser considerada como una quijotada bien intencionada de los tobosinos, que se convierten así en personajes actuales del Quijote:





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Fuente del texto: Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid2005. Este artículo apareció en El Quijote de Bruselas y otros soportes virtuales el 22 Mayo 2005.

Fuente de la imagen cervantina: Salvador García Bardón, QGDSGB.II.010.A, en El Quijote ilustrado por G. Doré. Los textos ilustrados y su contexto textual.

Capítulo Décimo. Donde se cuenta la industria que Sancho tuvo para encantar a la señora Dulcinea, y de otros sucesos tan ridículos como verdaderos.

23. Ya en esto salieron de la selva y descubrieron cerca a las tres aldeanas. Tendió don Quijote los ojos por todo el camino del Toboso, y como no vio sino a las tres labradoras, turbóse todo, y preguntó a Sancho si las había dejado fuera de la ciudad.
24. —¿Cómo fuera de la ciudad?—respondió—. ¿Por ventura tiene vuesa merced los ojos en el colodrillo, que no vee que son éstas, las que aquí vienen, resplandecientes como el mismo sol a mediodía?
25. —Yo no veo, Sancho—dijo don Quijote—, sino a tres labradoras sobre tres borricos.
26. —¡Agora me libre Dios del diablo! —respondió Sancho—. Y ¿es posible que tres hacaneas, o como se llaman, blancas como el ampo de la nieve, le parezcan a vuesa merced borricos? ¡Vive el Señor, que me pele estas barbas si tal fuese verdad!
27. —Pues yo te digo, Sancho amigo—dijo don Quijote— que es tan verdad que son borricos, o borricas, como yo soy don Quijote y tú Sancho Panza; a lo menos, a mí tales me parecen.
28. —Calle, señor—dijo Sancho—; no diga la tal palabra, sino despabile esos ojos, y venga a hacer reverencia a la señora de sus pensamientos, que ya llega cerca.
29. Y diciendo esto, se adelantó a recebir a las tres aldeanas, y apeándose del rucio, tuvo del cabestro al jumento de una de las tres labradoras, y hincando ambas rodillas en el suelo, dijo:
30. —Reina y princesa y duquesa de la hermosura, vuestra altivez y grandeza sea servida de recebir en su gracia y buen talente al cautivo caballero vuestro, que allí está hecho piedra mármol, todo turbado y sin pulsos de verse ante vuestra magnífica presencia. Yo soy Sancho Panza su escudero, y él es el asendereado caballero don Quijote de la Mancha, llamado por otro nombre el Caballero de la Triste Figura.


El Q.II.10.23-30.

Encuentro con las tres aldeanas del Toboso.

"—Calle, señor—dijo Sancho—; no diga la tal palabra, sino despabile esos ojos, y venga a hacer reverencia a la señora de sus pensamientos, que ya llega cerca.
Y diciendo esto, se adelantó a recebir a las tres aldeanas, y apeándose del rucio, tuvo del cabestro al jumento de una de las tres labradoras, y hincando ambas rodillas en el suelo, dijo:
—Reina y princesa y duquesa de la hermosura, vuestra altivez y grandeza sea servida de recebir en su gracia y buen talente al cautivo caballero vuestro, que allí está hecho piedra mármol, todo turbado y sin pulsos de verse ante vuestra magnífica presencia..."

El Q.II.10.28-30.

[Tome II. Seconde partie. Fig. en bandeau du chap X : Rencontre avec Dulcinée "enchantée", transformée en paysanne. Sancho Panza et Don Quichotte s'agenouillant devant trois paysannes montées sur des mules.]
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Notas:

[1] Cervantes y los casticismos españoles, Madrid, Alianza Editorial, 1974, pág. 70

[2] ibíd., págs. 81 y sigs.

[3] «En marge d'un recensement des Morisques de la «Villa del Toboso" (1594)», BHi, LXXVIII, 1976, págs. 74-96. Nota de Salazar Rincón, El mundo social del «Quijote», Gredos, Madrid, 1986, p. 76.

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