“La felicidad no está ni fuera ni dentro de nosotros. Está en Dios y por eso estará fuera y dentro de nosotros” (B. Pascal, “Pensamientos” 391).
La oración cristiana se define como relación con Dios. No es tanto un ejercicio ascético, ni una meditación introspectiva, cuanto una relación interpersonal en todas sus posibilidades. A tiempos será afectiva, y otros momentos silenciosa, pero siempre es saberse ante Otro.
Gianfranco Ravasi define el salterio con los colores del arcoíris, por lo distintos matices que contienen los salmos, en los que cabe expresar momentos de crisis, de confianza, adoración, liturgia, la vida social y hasta la imprecación (Cf. G. Ravasi, “Apuntes sobre la Oración, 2; BAC)
Se convierte en experiencia de sabiduría: “Entrando en las almas buenas de cada generación, va haciendo amigos de Dios y profetas” (Sab 7, 27).
Donde percibir lo invisible: “Espejo límpido de la actividad de Dios e imagen de su bondad” (Sab 7, 26).
Y sobre todo se siente el perdón: ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados —entonces dice al paralítico—: “Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa”». (Mt 9, 5-6)
Convierte tu historia en historia de salvación, por la oración.