“Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no , porque estaba cimentada sobre roca” (Mt 7, 24-25).
Es conocido el sueño del rey Nabucodonosor sobre la estatua: “La cabeza de esta estatua era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y sus lomos de bronce, sus piernas de hierro, sus pies parte de hierro y parte de arcilla. Tú estabas mirando, cuando de pronto una piedra se desprendió, sin intervención de mano alguna, vino a dar a la estatua en sus pies de hierro y arcilla, y los pulverizó” (Dan 2, 32-34). La piedra golpea los pies y todo se vuelve polvo. El orante sabe que pisa tierra firme, porque confía en Dios. “No te he mandado que seas valiente y firme? No tengas miedo ni te acobardes, porque el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas” (Jos 1, 9).
Mano tendida: “Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?” (Mt 15, 31).
Refugio en el peligro: “Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte” (Sal 17, 3).
Construye tu vida sobre superficie firme.