Escucha en tu interior la Palabra consoladora del profeta. 10 II Martes de Adviento
Consolad, consolad a mi pueblo
II Martes de Adviento
Texto bíblico
«Consolad, consolad a mi pueblo —dice vuestro Dios—; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido | doble paga por sus pecados». Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos juntos —ha hablado la boca del Señor—». (Is 40, 1-5)
Comentario
La Palabra no puede convertirse en promesa artificial. El profeta eleva su voz para consolar. La imagen que proyecta Isaías – “Como un pastor que apacienta el rebaño, reúne con su brazo los corderos y los lleva sobre el pecho; cuida él mismo a las ovejas que crían» - (Is 40, 11) Se corresponde con la imagen que personaliza Jesús: “¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la perdida?” (Mt 18, 12).
Tiempo de dar crédito a la Palabra, de poner los ojos en quien revela lo anunciado desde antiguo, en Jesucristo. Sin en Él todo puede parecer bucólico, poético, espiritualismo, pero gracias al hecho del nacimiento del Hijo de Dios de María Virgen, desde la fe, cabe sentir el abrazo del Pastor bueno.
El camino del desierto puede parecer y ser empinado. Baja los ojos, no te amedrante la meta, un pie saca al otro en el desierto y se supera la pendiente costosa.
Propuesta
Escucha en tu interior la Palabra consoladora del profeta.